Rebeca y los camellos

En busca de una esposa fiel

Hay decisiones que tenemos que tomar y que son trascendentales, porque después de hacerlas, nuestras vidas tomarán rumbos significativamente diferentes.

A lo largo de nuestra vida, hay decisiones que tenemos que tomar y que son trascendentales, porque después de hacerlas, nuestras vidas tomarán rumbos significativamente diferentes; tal es el caso de la búsqueda de un cónyuge.

En la narración bíblica de Génesis 24, encontramos una enseñanza profunda sobre la obediencia, la fe y la importancia de buscar la voluntad divina cuando se trata de asuntos tan cruciales como el matrimonio.

Abraham, consciente de la importancia de preservar la bendición de Dios sobre su descendencia, confió a su siervo de mayor confianza la misión de buscar una esposa para su hijo Isaac. Para asegurarse de que esta compañera compartiera la fe y valores de su familia, lo instruyó para que no la buscara entre las hijas de los cananeos.

Tras un largo viaje, el siervo, confiando en la guía divina, oró pidiendo una señal clara para identificar a la mujer correcta. Entonces apareció Rebeca, mostrando notable hospitalidad al ofrecer agua para él y sus camellos, cumpliendo con los criterios buscados mediante la oración y confirmando así que ella era la elección divina. La selección de una esposa que compartiera los principios de Abraham y su fidelidad al Dios Altísimo era fundamental para que se cumplieran las promesas hechas a Isaac y su descendencia.

Este relato contrasta con la experiencia de otros personajes bíblicos, como Esaú, cuyas esposas cananeas causaron dolor a sus padres al no compartir su fe. Asimismo, el ejemplo de Salomón, quien fue desviado de su devoción al Dios de Israel por sus esposas extranjeras, subraya las consecuencias de ligar el destino con alguien que no comparte la misma fe.

La insistencia de Abraham en asegurar una esposa adecuada para Isaac no era una cuestión de exclusión cultural, sino de preservar la pureza de la fe. Dios deseaba que su pueblo permaneciera apartado y fiel, libre de influencias que pudieran desviarlo de la adoración verdadera.

El ejemplo de Abraham es una lección sobre la búsqueda de la dirección divina en decisiones importantes, especialmente en el matrimonio. Nos recuerda que las cualidades de fe, carácter y fidelidad a Dios son esenciales para cumplir con los propósitos divinos, tal como expresa Proverbios 3:5-6:

“Fíate de Yehováh de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”.


Pareja compartiendo

La tuya es una pareja poco común

La fe no ofrece soluciones rápidas ni fáciles a los problemas que surgirán en nuestra vida de pareja.

El título de este tema podría corresponder a cualquiera de las parejas existentes, porque cada una constituye una combinación única de un hombre y una mujer únicos, que traen consigo herencias culturales y familiares únicas, cuya formación, carácter, personalidad, físico y demás características los hacen únicos y por tanto la familia que componen también lo será.

​Avraham y Sarah son un buen modelo que nos enseña muchas cosas. Una de ellas y quizás la principal, es que la fe no ofrece soluciones rápidas ni fáciles a los problemas que surgirán en nuestro camino.

De Avraham se dice que enfrentó diez pruebas a lo largo de su vida, que fueron demandando un aumento y madurez de su fe, como cuando se afinan las cuerdas de una guitarra, hasta que al final dio el tono esperado por Yehováh.

​Las diez pruebas de Abraham

1 – El llamado a salir de su tierra y de su parentela.
2 – El hambre en Canaán, que le obligó a descender a Mitsráyim (Egipto)
3 – El secuestro de Sarah en Mitsráyim
4 – La guerra con los cuatro reyes, para rescatar a su sobrino
5 – La larga espera por un hijo y su relación con Hagar
6 – El Mandamiento de La circuncisión a su edad
7 – El secuestro de Saráh por Abimelej
8 – El exilio de Hagar luego de que Sarah dio a luz a Yitsjak
9 – El exilio de Yismael
10 – El sacrificio de Yitsjak (Isaac)

​La vida de Avraham no fue nada fácil y aunque podríamos describir en detalle cada una de las pruebas y lo que significaron para él,  solo nos detendremos en aquellas que involucran directamente a Sarah.

​Una relación de amor más allá del tiempo​

Avram, atraído por la belleza exuberante de Saray, se une a ella y para su sorpresa resulta ser una mujer estéril. En la cultura oriental, esto se considera una señal de maldición; sin embargo Avram no la rechazó ni consiguió otra esposa, lo que hubiera sido lícito por tales circunstancias.​

Más tarde al descender a Mitsráyim (Egipto), nos resulta un poco confuso que Avram le diera instrucciones a Saray para que se presentara como su hermana sin revelar que era su esposa, (la palabra “hermano/na era usada  para designar otros parentescos como primos, sobrinos, etc), es seguro que él nunca pensó que esto resultaría en el secuestro de ella para ser llevada al harén del faraón.

​Avram tuvo que haber pensado algo como: “por qué se me ocurrió tal locura?”, pues ¡más fácil hubiera sido orar o confiar en la protección de Yehováh! Pero su fe había fallado y el mal ya estaba hecho.

Imaginemos su situación: en Canaán, la vida se había vuelto difícil y comenzaban a pasar hambre; entonces Avraham desciende a Mitsrayim solo para perder a su esposa! Las cosas van de mal en peor. Sin embargo, su fe es llevada un peldaño más arriba, lo que suele suceder cuando en lugar de dar paso al resentimiento por los errores que cometemos, los llevamos a nuestro Padre y buscamos Su ayuda. 

​[Nosotros también] nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, y la paciencia, carácter aprobado, y el carácter aprobado, esperanza, y la esperanza no será avergonzada, porque el amor de Yehováh ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. 
Romanos 5:3-5

Así, sucedió que Yehováh, quien toma el matrimonio seriamente, se reveló a faraón para evitar que Saray cometiera adulterio con él y le instruyó para que la devolviera a su marido. Las cosas terminan bien: Saray retorna sana y salva y su esposo es compensado por el faraón a pesar del error.

​Saray siente que es un obstáculo para Avram

Y dijo Saray y a Avram: Mira ahora, Yehováh me ha impedido tener hijos, te ruego que te llegues a mi sierva, quizás los obtenga de ella. Y oyó Abram la voz de Saray.
Bereshit (Génesis) 16.2

​En vista de que los años pasaban y nada que Saray queda embarazada. ella de su iniciativa, incita a su esposo a tener relaciones con su sierva Hagar y de allí nace Yismael. Esto no debió ser fácil para ella, pero no estaba pensando en su bienestar solamente, sino en cómo ayudar “a su manera”, a que su esposo cumpliera la misión que le había sido encomendada. A pesar de que la sierva le dio el hijo que esperaba, Avram en ningún momento desplazó a Saray de su corazón, ni permitió tampoco que fuera desplazada de su lugar como señora de la familia.

​La prueba del amor de Avram por su esposa, se mantiene aún cuando los años pasan y Saray se hace vieja. Cuando él completa 99 años, y ella 90, Yehováh interviene para cumplir su promesa de darles descendencia.

​Entonces les da nuevos nombres para evidenciar el cambio que había sucedido en sus vidas. Avram (padre exhaltado) será llamado a partir de allí: Abraham (padre de multitudes) y Saray (princesa) se llamará: Sarah (mujer noble, reina). Así finalmente, Yehováh abre la matriz de Sarah, quien concibe y da a luz a Yitsjak (Isaac), cuyo nombre significa risa, pues afirma: 

’Elohim me ha hecho reír. Todo el que lo oiga, reirá conmigo. Bereshit (Génesis) 21.6

​Pasados cerca de 30 años, y luego de pasar la prueba de ofrecer a su hijo Yitsjak en sacrificio, Sarah fallece. Entonces aún en ese momento, Abraham demuestra su amor y respeto por su difunta esposa, pues compra una tumba digna de ella, donde la sepulta conservando un lugar a su lado para él en el futuro.​

Esta es la historia de una vida, o mejor dos vidas, que se complementaron, que sufrieron juntos las pruebas que les trajo la vida, y que renunciando a sus propias complacencias, supieron afirmarse mutuamente, perdonándose sus errores, respetándose y acompañándose hasta que la muerte los separó.

Ese es el modelo que nos dejaron nuestros padres en la fe. No fueron perfectos, cometieron errores, pero ante todo fueron fieles a Yehováh y el uno al otro hasta el último día. Quiera Yehováh que podamos enfrentar con éxito la vida como lo hicieron ellos y quiera Yehováh que podamos modelar para nuestro descendientes, de manera que nuestras vidas les estimulen a imitarnos.


Abraham e Isaac 2

Imágenes erradas de relatos Bíblicos

Cuando leemos las Escrituras estamos sujetos a paradigmas. Dicho de una manera sencilla, leemos con unos lentes que nos conducen a entender y a ver aquellas cosas que nuestras mentes han sido entrenadas previamente para interpretar de determinada manera.

Un Paradigma, es un conjunto de teorías, normas o incluso costumbres que se aceptan sin cuestionar y constituyen un marco rígido de pensamiento.

¿Abraham tratando de sacrificar un niño?

Cuando leemos las Escrituras estamos sujetos a paradigmas. Dicho de una manera sencilla, leemos con unos lentes que nos conducen a entender y a ver aquellas cosas que nuestras mentes han sido entrenadas previamente para interpretar de determinada manera. Uno de estos casos sucede al leer el relato de Abraham ofreciendo a Yitsjak (Isaac) su hijo como se comenta en la Parashá de esta semana. Siempre se nos ha mostrado que Yitsjak era un niño de algunos 7 años anda más, lo cual si lo miramos con atención resultaría en un intento de asesinato por parte de su padre. Pero cuando leemos todo el contexto con atención, podemos darnos cuenta de que en realidad Yitsjak ya era un hombre maduro de alrededor de 27 años, que voluntariamente aceptó ser ofrecido sin resistencia alguna, convirtiéndose así en una figura del Mesías, quien “cargó” el madero y fue voluntariamente a la muerte.

¿Un niño que mató un gigante???

Otro caso similar, sucede con la historia de David y Goliat. Nos parece mucho más emocionante imaginar a un niño pequeño enfrentando un gigante, que a un hombre de talla normal; y así cuando leemos el texto bíblico, acude a nuestra mente aquella imagen que ya hemos aprendido de las historias animadas o de los libros de historias bíblicas para niños, sin cuestionarla y que damos por veraz.

La realidad…

David al enfrentar a Goliat, era un hombre de la estatura de Shaúl quien al momento de su unción como rey, sobresalía del resto de los varones por su altura. Esto lo sabemos porque David trató de usar la armadura del rey y al no estar entrenado para ir a la guerra con ella, prefirió no utilizarla. No podemos pensar que la gente era tan tonta como para tratar de poner una armadura de un hombre grande a un niño como lo muestran muchas ilustraciones o dibujos animados. Por otro lado, tampoco podemos perder de vista que David, una vez derribado Goliat, tomó la espada de éste y le cortó la cabeza; si hubiera sido tan solo un niño, ¿cómo pudo ser capaz de levantar la espada del gigante para darle muerte?

La Última Cena…,  ¿en un restaurante griego?

Otro caso similar es el de la última cena de Yeshúa con sus discípulos. Pintada por Leonardo D’Vinci en el Siglo XVI, no corresponde en absoluto al ambiente y a la cultura hebrea. Pareciera copiada de una foto tomada por alguien una noche, donde todos los participantes posan, y los “discípulos” son hombres mayores (algunos ancianos) que morirían en corto tiempo, lo que hubiera sido una pobre estrategia del Maestro por haber escogido hombres con corta expectación de vida que no lograrían impacto alguno en su generación.

La mesa es de tipo occidental con asientos ubicados todos del mismo lado; la comida, para nada corresponde a la de la época y la arquitectura del salón mucho menos. Pero cuando leemos el relato de los Evangelios, escenas como esa fluyen automáticamente a nuestra mente y nos bloquean detalles importantes, aparte de robarnos el “sabor” de la cultura hebrea.

Al igual que éstas, muchas otras interpretaciones son erradas. Han sido distorsionadas y acomodadas para secuestrar a Yeshúa y sus discípulos de su cultura judía; no podemos afirmar que tales cosas hayan sido hechas con premeditación o con mala intención, pero lo cierto es que lograron desviar nuestra atención de aspectos colaterales importantes, así como de los cuadros y sombras proféticas que representan.

Así es como surgieron doctrinas, algunas de las cuales son vitales dentro del cristianismo, pero que ignoran no solo el contexto cultural sino el propósito por el cual fueron incluidas en los relatos sagrados.

Por todo lo anterior, es necesario que nos despojemos de tradiciones, acondicionamientos, enseñanzas y demás cosas adquiridas con el paso de los siglos; entonces podremos leer tales relatos con una frescura renovada para descubrir lo que realmente sucedió y seremos capaces de discernir la correcta interpretación de los hechos y su aplicación a nuestras vidas.


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Abraham y la Torre de Babel

¿Qué relación podría existir entre una multitud de personas que hicieron lo malo delante de los ojos de Yehováh y el patriarca Abraham?

Quizás, antes de responder a ese interrogante, deberíamos de hacernos otra pregunta, ¿cuál fue realmente el pecado de tales personas?

Analicemos el texto por un momento:

“Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo…” Génesis 11:1-4. 

¿Qué hay de malo en edificar una ciudad y una torre? ¿Será acaso que lo que enfadó a Dios fue que la torre llegara al cielo?

El versículo 4 nos revela que el pecado de esta gente fue su altivez y arrogancia: “…hagámonos un nombre”. El objetivo de estas personas era  hacerse un nombre para nunca ser olvidados en caso de que fueran dispersados por toda la tierra y es aquí donde la historia de Abram (su nombre en ese entonces) se conecta con la Torre de Babel.

Las Escrituras nos relatan que Abram, hijo de Taré, decidió casarse con Sarai (su nombre en ese momento) sin importar el hecho de que ella era estéril (Gen 11:30). Esto significaba que Abram no iba a tener descendencia lo cual era la única manera para que su nombre se prolongara y pudiera a la vez tener un heredero.

Esta acción de Abram agradó tanto a Yehováh, al punto que justo en el siguiente capítulo Yehováh lo llama para que salga de su tierra y deje su parentela, y le promete una serie de cosas que incluían hacer de él una gran nación, bendecirlo, ser bendición y ¡engrandecer su nombre!

La intención de Abram nunca fue la de engrandecer su nombre tal como la de los hombres de Babel, por el contrario, él se mostró humilde, y no tuvo problema de tomar a una mujer estéril como esposa sin esperanza de tener descendencia.

Esto es lo que Dios estaba buscando, un hombre en toda la tierra que no buscara su propia gloria y lo encontró en Abram. Como recompensa, Yehováh lo honró no sólo prometiéndole que “engrandecerá su nombre” sino que le promete que de sus lomos hará salir una gran nación y eventualmente le cambia su nombre por Abraham que significa ‘padre de muchas naciones’.

La bendición de Abraham no terminó ahí ya que Yehováh le promete fidelidad diciéndole de la siguiente manera:

“Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” Génesis 12:3.

Vemos también que Yehováh le revela su nombre a Abraham:

“…e invocó allí Abram el nombre de Yehováh” Génesis 13:4.

La relación de Abraham con Yehovah llega a tal nivel que Dios mismo llama a Abraham como a nadie más en las Escrituras:

“Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo” Isaías 41:8.

Abraham se convierte en un confidente de Yehováh, el único Dios verdadero, al punto que Yehováh le confía a Abraham sus planes:

“¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer, habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra?” Génesis 18:17-18.

Que gran lección podemos aprender del padre Abraham, que confirma lo dicho por el salmista, ciertamente Yehováh atiende al humilde y mira de lejos al altivo.

El Calendario del Creador


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THE PLAGUE OF ASHDOD or EPIDEMIC AMONG THE PHILISTINES. The Old Testament scene shows God's destruction of the temple and idol of Dagon. Engraving by Picart after Poussin painting of 1660.

¿Por qué Yehováh castigó a David por hacer el censo?

Una posible respuesta es que David no estaba confiando en Dios por su seguridad, y buscaba consuelo en el poder militar de la nación.

“Volvió a encenderse la ira de Yehováh contra Israel, e incitó a David contra ellos a que dijese: Vé, haz un censo de Israel y de Judá” 2 Samuel 24:1.

En el pasaje anterior vemos que Yehováh fue quien “incitó a David” a realizar un censo, y luego en 2 Samuel 24:12 vemos que Yehováh lo disciplina por haberlo hecho, lo cual nos lleva a cuestionar el porqué de este castigo.

Analicemos el texto, lo que está ocurriendo y posteriormente veamos una posible explicación.  Este evento histórico se registra tanto en 2 Samuel 24 como en 1 Crónicas 21, aunque en el libro de las Crónicas el relato es un poco diferente, de lo cual nos ocuparemos más adelante.

En 2 Samuel 24:2 vemos cómo David le pide a su general Joab, que cuente a los hombres de Israel y Judá. Más adelante se nos dice que David quería específicamente un censo de los militares. 

   “Y dijo el rey a Joab, general del ejército que estaba con él: Recorre ahora todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Beerseba, y haz un censo del pueblo, para que yo sepa el número de la gente”.

Sin embargo, a Joab no le gustó la idea y le preguntó a David por qué deseaba que se hiciera el censo (2 Samuel 24:3). David insiste en que se realice (2 Samuel 24:4 y 1 Crónicas 21:4) y sus hombres obedecen.  Pero, ¿por qué David quería un censo?

La Escritura en realidad no lo menciona. Sin embargo, una posible respuesta es que David no estaba confiando en Dios por su seguridad, y buscaba consuelo en el poder militar de la nación. David quería que incluso los sacerdotes fueran contados (1 Crónicas 21:6). Joab considera que esto es “abominable” y se niega a contar a los hombres de las tribus de Benjamín y Leví (1 Crónicas 21:6). Los sacerdotes no debían servir en el ejército. Números 1:1-16, 47; 2:32-33 no incluyó a la tribu de Leví como una tribu militar.

Yéndonos muchos años atrás, cuando Moisés realizó el censo del pueblo, se nos dice que “todos los contados fueron 603,550” (Números 1:46). Ese conteo lo hizo en obediencia, ya que Yehováh así lo había pedido. La nación había crecido. En ese momento Israel y Judá sumaban probablemente más de 2 millones de personas, incluidas mujeres y niños.

Volviendo al relato del censo, David se dio cuenta de que ha pecado y Yehováh le respondió dándole a escoger entre tres castigos distintos.

“Después que David hubo censado al pueblo, le pesó en su corazón; y dijo David a Yehováh: Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; mas ahora, oh Yehováh, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque yo he hecho muy neciamente. ” 2 Samuel 24:10. 

En este punto Yehováh le envía al profeta y le permite a David escoger. Cada castigo implicaba muerte. Sin duda, esto preocupó el corazón de David pero al mismo tiempo Yehováh estaba usando esto para que confiara en Él y no en la fuerza militar.

“Y viniendo Gad a David, le dijo: Así ha dicho Yehováh: Escoge para ti: o tres años de hambre, o por tres meses ser derrotado delante de tus enemigos con la espada de tus adversarios, o por tres días la espada de Yehováh, esto es, la peste en la tierra, y que el ángel de Yehováh haga destrucción en todos los términos de Israel. Mira, pues, qué responderé al que me ha enviado.” 1 Crónicas 21:11-12.

David escogió la última opción porque prefirió “caer en manos de Yehováh” y no en las de los hombres. Yehováh respondió a su pedido enviando la pestilencia. 

“Así Yehováh envió una peste en Israel, y murieron de Israel setenta mil hombres.” 1 Crónicas 21:14.

“Y dijo David a Dios: ¿No soy yo el que hizo contar el pueblo? Yo mismo soy el que pequé, y ciertamente he hecho mal; pero estas ovejas, ¿qué han hecho? Yehováh Dios mío, sea ahora tu mano contra mí, y contra la casa de mi padre, y no venga la peste sobre tu pueblo.” 1 Crónicas 21:17.

A este punto podemos ver que David finalmente se arrepiente y admite que está equivocado y ha pecado. Esto responde al mismo tiempo la pregunta inicial de por qué Yehováh castigó a David por el censo. Él sabía que había fallado al no poner su confianza en Yehováh. Algunos podrían no estar de acuerdo con esta posición lo cual es muy válido, ya que argumentarían que David hubiera pecado por no obedecer a Yehováh habiendo sido Él mismo el que mandó el censo. Pero, ¿fue realmente Yehováh el que incitó a David a hacer el censo?

Es aquí donde 1 Crónicas 21:1 nos brinda una luz. En este pasaje leemos que Satanás fue el que llevó a David a realizar el censo. 

“Satanás se levantó contra Israel, e incitó a David a que hiciese censo de Israel”.

Este escenario nos hace recordar la manera en que opera Satanás y como Yehováh permite en ocasiones que sus siervos sean afligidos por el adversario, como fue el caso de Job. 

Y Yehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa?

Note que en el pasaje anterior Satanás fue el que “incitó” a Yehováh a irse en contra de Job para “arruinarlo sin causa”. Algo similar sucedió aquí, la diferencia fue, que contrario a Job, David cedió en esta ocasión y por ende pecó contra Yehováh, obteniendo la consecuencia de su pecado. Necesitamos entender que Yehováh permite que seamos probados; pero lo importante es estar atentos y permanecer firmes.

¡Shalom!

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El verdadero significado del Arcoíris

Cada vez que aparece un arcoíris, estamos ante una prueba visual de que Dios es bueno y cumple lo que promete.

Cada vez que vemos un arcoíris estamos mirando una promesa eterna de Yehováh. En la historia de Noé, el Altísimo hizo un pacto con la humanidad, comprometiéndose a nunca más destruir la tierra con un diluvio. No fue simplemente una promesa; es un recordatorio constante de Su amor, Su misericordia y Su fidelidad inquebrantable.

En Génesis 9:12-17, después de que el diluvio cubriera la tierra y purificara el mundo de la maldad, el Creador hizo un pacto con Noé y toda su descendencia:

“He aquí que establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros descendientes después de vosotros; y con todo ser viviente que está con vosotros… Este es el pacto eterno que hago con ustedes: nunca más destruiré toda carne con el diluvio de aguas.”

Como recordatorio visible de su promesa, el Todopoderoso colocó el arcoíris en el cielo. Este no es solo un pacto temporal; es una promesa eterna y firme que permanece hasta el presente. Yehováh, quiso dejarnos una señal que trascendiera las generaciones y los siglos, para que cada persona que mirara el arcoíris supiera que Él no es un Dios que se olvida o abandona, sino Uno que honra y cumple Su palabra.

Yehováh honra Su Palabra

El Creador es fiel a Su palabra, aun cuando la humanidad no siempre responda con fidelidad. Aunque las generaciones posteriores al diluvio hemos fallado, desobedecido y seguido caminos alejados de Él, nunca quebró Su promesa. Como dice Lamentaciones 3:22-23:

“Por la misericordia de Yehováh no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; ¡grande es tu fidelidad!”

Estos versículos nos recuerdan que el amor de Dios es constante y que con cada nuevo amanecer Él renueva su misericordia para nosotros. En otras palabras, a pesar nuestros errores y debilidades, Yehováh permanece fiel, reafirmando Su promesa de protección sobre el mundo que creó.

En el Salmo 89:1-2, el salmista declara:

Las misericordias de Yehováh cantaré perpetuamente; de generación en generación haré notoria tu fidelidad con mi boca. Porque dije: Para siempre será edificada misericordia; en los cielos mismos afirmarás tu fidelidad.

Aquí, la fidelidad de Yehováh es descrita como inquebrantable y continua a través de todas las generaciones y se expande como el cielo sobre nuestras cabezas, de manera firme e inmutable.

¿Qué significa el Arcoíris?

Cada vez que aparece un arcoíris, estamos ante una prueba visual de que Dios es bueno y cumple lo que promete. Aun en tiempos de oscuridad y de conflicto, el arcoíris es una declaración de que el Altísimo sigue ahí, sosteniendo el mundo con amor y compasión. Es un llamado silencioso, pero poderoso, que nos recuerda Su fidelidad. No importa cuántos errores cometamos o cuán lejos podamos sentirnos de Él, el arcoíris es una invitación a a regresar, recordando que Su pacto es eterno y que Su amor permanece inalterable.

El arcoíris nos invita a reflexionar acerca de nuestro propio compromiso con Yehováh. Si nuestro Padre celestial cumple Su palabra de manera tan fiel, ¿cómo respondemos? ¿Estamos viviendo de acuerdo con Su voluntad, honrando la vida que Él nos ha dado y cuidando la Creación que nos ha confiado? Cada vez que vemos la señal en el cielo, tenemos la oportunidad de hacer una pausa y recordar que estamos incluidos en una gran promesa, y que el Plan Divino continúa desarrollándose.

Un llamado a volver al Creador

Cuando aparece el arcoíris tras la lluvia, podemos mirar alrededor y ver las pruebas del amor y fidelidad de Yehováh por todas partes: en el amanecer, en la naturaleza, en las relaciones que disfrutamos, en nuestros talentos, etc. Esta señal nos invita a reflexionar sobre nuestras vidas, de manera que podamos reconocer dónde hemos fallado para corregiros y acercarnos a Él. Al hacer esto, estamos no solo honrando el pacto de Dios, sino también experimentando la paz y la seguridad que vienen de una relación cercana con Él.

Vivimos en un mundo que cambia constantemente, donde la incertidumbre y el temor pueden llenar nuestras mentes y corazones. Sin embargo, el arcoíris nos recuerda que hay Alguien eterno y confiable en quien podemos esperar.

Así que la próxima vez que veas un arcoíris, tómate un momento para agradecer a Yehováh por Su fidelidad. Permítete recordar que, a pesar de tus fallas, Su amor permanece. Y si alguna vez te sientes sin rumbo o distante de Él, deja que el arcoíris sea una llamada Suya para volverte a Él, para cambiar tu rumbo y vivir en la luz de Su misericordia. Recuerda: El pacto de Yehováh es eterno, y Su amor es inagotable. Que este recordatorio nos inspire a caminar con fe y a mantenernos en los caminos de Aquel que siempre cumple Sus promesas.