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Las Fiestas de Yehováh para el Otoño

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Cuando comienzas a practicar estas celebraciones, recibes una luz mayor para comprender las Escrituras y puedes así mismo descubrir con más claridad el rol que nuestro Padre espera que tú juegues en estos tiempos finales.

Este época del año, es una de las más relevantes, por cuanto estamos en los días previos a los Moedim (tiempos señalados) para el otoño, entregados por Yehováh, para que Su pueblo se acerque a Él. Por esta razón te recomiendo leer atenta y repetidamente el capítulo 23 del libro de Levítico, orando que Yehováh te dé entendimiento al respecto.

Cuando comienzas a practicar estas celebraciones, recibes una luz mayor para comprender las Escrituras y puedes así mismo descubrir con más claridad el rol que nuestro Padre espera que tú juegues en estos tiempos finales. He aquí las Fiestas mencionadas en éste capítulo:

A. El Sábado ó SHABBATH

B.  LAS CELEBRACIONES DE PRIMAVERA

1. Pascua – Pesaj
2. Panes sin Levadura – Jag HaMatzot 
3. Primeros Frutos – Bikkurim
4. Pentecostés ó Semanas – Shavuot

C. LAS CELEBRACIONES DE OTOÑO

 5. Trompetas – Yom Zikaron Teru’ah
 6. Día de la Expiación – Yom Kippur
 7. Tabernáculos ó Enramadas- Sukot

En particular las Celebraciones de Otoño son un balance entre ayuno y reuniones con comidas. Por ejemplo, Yom Kippur es un día de ayuno total, mientras que Sukot, cinco días después es una Fiesta de regocijo por la cosecha, cuya celebración se lleva a cabo con comida abundante.

La palabra hebrea para festival es JAG, que tiene la misma raíz que JUG, cuyo significado es círculo. Esto nos recuerda no sólo los Festivales que se repiten cada año, sino la naturaleza cíclica de la vida misma. En otras palabras no solo los MOEDIM (tiempos designados por Yehováh) se repiten una y otra vez sino también las situaciones de dolor y alegría de la vida; casos en que pasamos de etapas de oscuridad a la luz, u otros en los que vamos de la tragedia a la felicidad. Todas ellas bajo el control absoluto de nuestro Padre quien las utiliza para llevar a cabo su plan perfecto por medio de nosotros.

Cada una de estas celebraciones representa un “ensayo” que la nación de Yisrael debería realizar cada año a manera de preparación para la llegada del Mesías. Así todas las Celebraciones de Primavera (las cinco primeras), dejaron de ser ensayo y fueron “puestas en escena” cuando llegó Yeshúa quien cumplió con exactitud asombrosa todos los detalles de tales ensayos.

Las tres últimas Fiestas, conocidas como las Celebraciones de Otoño apuntan a la Segunda Venida del Mesías. Por esto, cuando  las observamos o practicamos, estamos “ensayando” lo que sucederá cuando Yeshúa regrese.

Siempre se puede mejorar

Lamentablemente, la iglesia ha desechado estas celebraciones debido a una teología torcida y antisemítica desarrollada y enseñada por generaciones. Sin embargo el plan perfecto de Yehováh apunta a que tanto los judíos como el resto de Yisrael (parte del cual se halla dentro de la iglesia sin ser consciente de su identidad), volverán a ser una sola nación que obedece la Toráh y que practica sus Festivales por la eternidad.

Yehováh es muy claro en establecer que quienes nos consideramos Su pueblo, debemos practicar estas celebraciones, porque ellas constituyen una prueba de que lo reconocemos a Él como nuestro Dios-Creador y Padre, y a la vez de que Él nos reconoce como sus hijos.

¿Y tú, qué harás al respecto? 

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Av y Ben – El misterio del Padre y el Hijo

Cuando ponemos las palabras av (padre) y ben (hijo) juntas, sucede algo maravilloso en la lengua hebrea…

A pesar de que Yeshúa conocía el nombre del Padre, es interesante cómo, cuando le preguntaron sus discípulos acerca de la manera correcta de orar, él no incluyó ese nombre en esa oración:

[…] Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. […] Mt 6:9-10

Padre nuestro en hebreo, es: avinu (אַבינוּ). Sin el posesivo (‘nuestro’), tenemos la palabra padre; av (אַב). Esta palabra es utilizada tanto para un padre terrenal, como para el Padre celestial.

(Muchos reconocen la palabra Abba como ‘padre’. Abba es la forma aramea de la palabra hebrea ‘av’, Rom 8:15)

Un ejemplo de los profetas anteriores a Yeshúa, que también entendían el vínculo entre Dios y su Creación como el vínculo entre un padre y sus hijos viene de Malaquías 2:10:

¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios?

אַב

Las letras hebreas que componen esta palabra son extremadamente interesantes, y es por este tipo de razones que considero la lengua hebrea como una lengua celestial.

Sabemos que la letra alef (א) es la primera letra del alfabeto hebreo. Es por eso que históricamente esta letra fue asociada con el Padre, el Creador. El número uno. “Shemá Israel”, Oye Israel, Yehováh es uno, EJAD. Esto equivale a la letra alef.

La letra bet, la segunda y última letra de la palabra av, es (no) coincidentemente, ¡la segunda letra del alfabeto hebreo! Después del uno viene el dos. El concepto del “segundo”, el “dos”, ya existe dentro del “primero”, tal como la simiente, el potencial de un hijo, existe en el padre, incluso antes de engendrar.

Para asombro de cualquier persona que aprenda esto, ¿Sabía cuál es la palabra hebrea para hijo?

בֵּן (ben)

Como les mencionaba más arriba, el número dos puede tomarse como representación del hijo, ya que es quién viene después del uno, el padre. Es por eso que la palabra ben, hijo, comienza justamente con esta misma letra. Resulta interesante que la segunda letra en: ben, es la: nun. ¿Recuerdan a Yehoshúa ben nun? (Josué). La letra nun representa una semilla, algo que tiene potencial de vida y de crear continuidad, en el sentido de descendencia.

En el antiguo Medio Oriente el engendrar un hijo (varón) era de suma importancia, ya que desde la perspectiva del padre, él era la única oportunidad para la continuidad de su nombre, de su casa, de su herencia. El linaje era extremadamente importante y es por eso que no existían los apellidos en ese entonces, sino que uno era llamado: “hijo de…”. Esta era una forma más en la que este vínculo entre padre e hijo era fortalecido.

Cuando ponemos las palabras av (padre) y ben (hijo) juntas, sucede algo maravilloso (el hebreo se lee de derecha a izquierda, por eso acomodé el español de la misma forma):

אַב+בֵּן=אֶבֶן
even=ben+av

¡La unión del padre y el hijo equivale a una piedra! La fortaleza y la permanencia de una piedra es comparable a la de la unión entre un padre y un hijo.

Con esto en mente podemos entender la pasión de Yeshúa, llamando a Yehováh su padre, considerando la fortaleza de la unión con Él como Su hijo, y enseñando a otros a tener el mismo tipo de vínculo.

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Los Profetas de la Casa Judá


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El Plan de Yehováh en Cinco Etapas

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Yehováh dejó por escrito su plan, visión y deseo para su pueblo y nos lo transmitió a través de su siervo Moisés en el rollo de la Torá.

Al mirar tanta incertidumbre, inseguridad, caos, y maldad en nuestros días, ¿se ha preguntado usted alguna vez para dónde vamos, en que va a terminar todo esto, o qué será de nosotros? A veces nos podemos sentir agobiados a causa de las noticias, y pareciera que el panorama se torna cada vez más oscuro, e incluso en ocasiones sentimos que perdemos el sueño y nos falta tranquilidad para llevar una vida normal… pero, ¿sabía usted que Yehováh nos dejó saber el plan para su pueblo con anticipación? Incluso podríamos decir que ese plan está dividido en cinco diferentes etapas.

Yehováh dejó por escrito su plan, visión y deseo para su pueblo y nos lo transmitió a través de su siervo Moisés en el rollo de la Torá. Tomemos un momento para examinar y desglosar de manera general ese plan y el rol que nos corresponde cumplir a nosotros para poder llegar a ese nivel de plenitud que Él desea que alcancemos.

Empecemos con el nombre de los cinco libros de la Torá. En español, el primer libro de la Torá es “Génesis” que significa ‘origen’ o ‘principio’, sin embargo, el mismo texto denota que el Génesis es el inicio de un plan, y no el origen de todas las cosas. Evidentemente el Creador mismo ya existía antes de la creación, y su deseo era crear una morada para Él, esa era su visión. El libro de Génesis incluye un listado de personajes con los que Yehováh va a trabajar en su plan. Ya sabemos con quién se va a llevar a cabo el plan.

El siguiente paso es saber dónde se va a llevar a cabo. ¿Cuál es la ubicación de esta morada? De esto nos habla el libro del Éxodo. El segundo libro de la Torá nos brinda una descripción detallada del Tabernáculo que es la morada física de Yehováh en la tierra. Si bien es cierto que el libro de Éxodo relata la salida del pueblo de Israel de la tierra de Egipto, también nos dice que el propósito de Dios era conducir al pueblo hasta el Monte Sinaí para recibir ahí los mandamientos. El Monte Sinaí fue el lugar que escogió Yehováh para entregar su Torá a su pueblo Israel.

El libro de Levítico se centra principalmente en los sacrificios. ¿Qué es un sacrificio? Es literalmente la acción de tomar un animal puro (a saber, una oveja, un cabrito, una vaca, etc.), sacrificarlo y llevarlo al altar para que fuera posteriormente consumido por el fuego, lo cual viene a ser una manifestación de cómo un animal físico se convertía en una ofrenda espiritual. En otras palabras, el libro de Levítico nos señala el ‘cómo’. ¿Cómo tornamos una ovejita ordinaria en algo apartado (kadosh)? A través de un sacrificio.

Continuamos con el libro de Números. El libro de Números nos ayuda a medir el progreso del plan. ¿Estamos haciendo bien las cosas? Muchas veces pareciera que estamos atravesando un desierto debido a que “nada crece”, “no hay vida”, “todo está seco” y nada pareciera avanzar. Después de tantas situaciones lamentables por las que ha pasado la humanidad (por ejemplo, las guerras mundiales), ¿podríamos decir que nos hemos convertido en una mejor sociedad? Números nos habla acerca del “cuando” del plan.

Finalmente llegamos al último libro de la Torá, que básicamente es la conclusión del plan. El libro de Deuteronomio son las anotaciones finales previas a entrar a la tierra prometida. Una vez que veamos la culminación de cada una de estas etapas, podemos decir entonces que el plan se ha completado y hasta entonces estaremos listos para llevar una vida de plenitud en un mundo que ha sido depurado y perfeccionado por el Altísimo.

Hermanos, ¡que nuestros corazones puedan ser perfeccionados en su palabra y podamos cumplir en nuestras vidas el plan perfecto del Eterno Dios de Israel guardando y caminando en sus estatutos!

Shalom!

“¡Oh, cuánto amo yo tu Torá! Todo el día es ella mi meditación”
Salmos 119:97

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Los Jueces de la Torá y los Jueces de Hoy

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La palabra jueces en español, fue traducida del hebreo: Elohim, que es generalmente traducido como “Dios”.

No ofenderás a los jueces ni maldecirás al príncipe de tu pueblo.

Éxodo 22:28

De acuerdo a una cuenta rabínica de Maimónides hay 613 mandamientos en la Torá, y comenzando con los 10 mandamientos en Éxodo 20, vemos como luego de una breve interrupción, en donde el pueblo le pide a Moisés que solo él siga hablando con el Todopoderoso (hasta ese punto todos estaban oyendo las palabras desde el cielo), hay una continuación en la narrativa y enumeración de más mandamientos.

La palabra mishpatim, que da nombre a la parashá que abarca de Éxodo 21:1 a 24:18, viene de la palabra shafat (שפט) que significa juzgar. Shofet significa juez.

Entonces tenemos una serie de “juicios” o más bien, leyes o estatutos acerca de cómo comportarnos, principalmente con nuestros prójimos (aunque hay también leyes entre el hombre y Dios). Un criterio universal que puede ser utilizado a través de la historia para comprender el concepto de justicia desde un punto de vista Divino.

Es dentro de este contexto que encontramos entre estos decretos el de “no ofender a los jueces ni maldecir al príncipe (líder) de nuestro pueblo”.

Para comenzar, es interesante resaltar que la palabra jueces en español, fue traducida del hebreo Elohim, que es generalmente traducido como “Dios”, pero también es asociado con un estatus social determinado, y por eso en ciertos casos utilizado para personas con autoridad dentro de la sociedad, tal como los jueces.

El Rol de los Jueces

Cuando leemos la Torá en su contexto entenderemos primero que los jueces forman parte de un sistema establecido por Moshé para determinar resoluciones a disputas. Vale la pena mencionar que por un par de meses luego de haber salido de Egipto, fue Moshé mismo quien se dedicó a solucionar todo tipo de disputas que se sucitaban entre miembros de la gran multitud de Israelitas que transitaban por el desierto. Esta situación no era sostenible al largo plazo, por lo cual cuando Yitro, el suegro de Moisés, se topó con esta realidad, no dudó en sugerirle a Moisés el nombramiento de una serie de jueces para poder solucionar disputas menores entre personas de una familia o tribu determinada, y sólo aquellos casos más graves y difíciles de solucionar pasarían a niveles más altos en el proceso judicial. Tal como hoy en día tenemos cortes judiciales locales y estatales o provinciales, y luego existe una Corte Suprema que evalúa casos particulares que no pudieron ser solucionados en cortes menores, o que fueron apelados.

Estos jueces debían ocuparse de disputas relacionadas con la propiedad privada, daños a terceros, injurias, y muchas cosas más. El sistema instituído por Moshé e implementado durante el período del viaje de los israelitas en el desierto, se institucionalizó en la Tierra Prometida mas tarde en las cortes locales llamadas Sanedrín. El Gran Sanedrín existía en Jerusalén y se mantuvo activo hasta el siglo IV de la Era común.

El rol de los jueces y su importancia en la sociedad hebrea antigua deben ser enfatizados. Moisés mismo recapitula en el libro de Deuteronomio:

Cuando alguna cosa te sea difícil en el juicio, entre una clase de homicidio y otra, entre una clase de derecho legal y otra, y entre una clase de herida y otra, en negocios de litigio en tus ciudades; entonces te levantarás y recurrirás al lugar que Yehová, tu Dios, escoja. Acudirás a los sacerdotes levitas y al juez que haya en aquellos días, y preguntarás. Ellos te enseñarán la sentencia del juicio.

Y harás lo que indique la sentencia que te dicten los del lugar que Yehová escoja, cuidando de cumplir todo lo que te manifiesten. Procederás según las instrucciones que te den y el juicio que te pronuncien; no te apartarás ni a la derecha ni a la izquierda de la sentencia que te dicten. El hombre que proceda con soberbia, no obedeciendo al sacerdote que está para ministrar allí delante de Yehová, tu Dios, o al juez, ése morirá. Así apartarás el mal de en medio de Israel. Y cuando todo el pueblo lo sepa, temerá y no se ensoberbecerá.

Deuteronomio 17:8-13

¿Quiénes son los jueces de hoy?

Tal como dice el versículo citado al comienzo de este artículo, debemos respetar a nuestros jueces y líderes. La pregunta que me gustaría postular es si este requerimiento aplica a todos los jueces en todo lugar y en todos los tiempos. Lo siguiente, es simplemente mi opinión, y si tienes una opinión diferente o te quieres opinar acerca de esta exposición, te invito a que lo hagas en la sección de comentarios más abajo.

En la sección anterior de este artículo presenté el caso bíblico acerca de la función de los jueces en relación a las leyes establecidas por el Creador en su Torá. La Torá no tiene provisiones para nuevas legislaciones, al contrario, está prohibido añadir y quitar de la palabra (Deu 4:2). El rol de los jueces era simplemente el de resolver disputas civiles interpretando la ley de la Torá a la luz de distintas situaciones.

En contraste a esto, los jueces de hoy en nuestras diversas naciones, no interpretan las leyes de la Torá, sino leyes locales de los países en donde residen. Países que tienen constituciones propias, y legislaturas que añaden y quitan leyes de acuerdo a las agendas políticas de turno. Tales leyes pueden o no, coincidir con lo que el Dios de Israel llama justicia. No es necesario aclarar que los jueces a los que el Todopoderoso se refiere, a los cuales debemos acatar, son aquellos que dan sus decretos basados en las leyes eternas de la Torá.

¿Debemos respetar a nuestros líderes? – Conclusión

Cuando la Torá habla de un príncipe de tu pueblo, ¿Cuál es nuestro pueblo? ¿En dónde esta fundamentada nuestra identidad? ¿En algún país-estado, fundado hace un par de siglos, o en la nación eterna de Israel, la cual el Padre dice que “desaparecerán las estrellas”, antes de que Israel deje de ser un pueblo?

A pesar de mi visión radical acerca de la realidad política en la que vivimos, me gustaría cerrar con una postura balanceada que podemos encontrar en la persona del profeta Daniel y su relación con varios reyes de Babilonia y Persia. Viviendo en el exilio y bajo la hegemonía de un gran poder opresor, Daniel entendió que participar de ese sistema representaría una ventaja para cumplir su propósito en esta tierra. Daniel sirvió a reyes paganos de la misma manera que Yeshúa les recomendó a sus discípulos pagarle tributo al César.

Por el otro lado, Daniel nunca comprometió su integridad en lo que respecta a las leyes eternas de la Torá, incluso cuando le costaron la oposición, hostilidad y persecución a manos de aquellos que tenían el poder para hacerlo y no podían tolerar ni el menor indicio de desobediencia.

En conclusión: ¿Debemos respetar a nuestros líderes?

Cuando la Torá habla de un príncipe de tu pueblo, ¿Cuál es nuestro pueblo? ¿En dónde esta fundamentada nuestra identidad? ¿En algún país-estado, fundado hace un par de siglos, o en la nación eterna de Israel, la cual el Padre dice que “desaparecerán las estrellas”, antes de que Israel deje de ser un pueblo?

A pesar de mi visión radical acerca de la realidad política en la que vivimos, me gustaría cerrar con una postura balanceada que podemos encontrar en la persona del profeta Daniel y su relación con varios reyes de Babilonia y Persia. Viviendo en el exilio y bajo la hegemonía de un gran poder opresor, Daniel entendió que participar de ese sistema representaría una ventaja para cumplir su propósito en esta tierra. Daniel sirvió a reyes paganos de la misma manera que Yeshúa les recomendó a sus discípulos pagarle tributo al César.

Por el otro lado, Daniel nunca comprometió su integridad en lo que respecta a las leyes eternas de la Torá, incluso cuando le costaron la oposición, hostilidad y persecución a manos de aquellos que tenían el poder para hacerlo y no podían tolerar ni el menor indicio de desobediencia.

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Gran enseñanza tras una gran desdicha

Dios le muestra a Job que su visión del mundo es limitada y que Dios tiene sus ojos puestos sobre cada detalle del Universo

¿Se ha encontrado en una situación donde las cosas no le salen bien y no entiende por qué? Usted teme y honra a Dios pero pareciera que el mundo ahora conspira en contra suyo y a pesar de que usted clama a Dios, su oración pareciera no pasar del techo de su casa. ¿Dónde está Dios en esos momentos donde más lo necesitamos? Algo parecido le sucedió a Job, pero, ¿conoce usted la enseñanza detrás de su desgracia?

Analicemos a amplios rasgos la vida de Job. Se nos dice él era un hombre “perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal (Job 1:1). De repente, se nos menciona a Yehováh alardeando de su siervo Job delante de Satanás, el cual desafía a Dios diciéndole que Job le es fiel solamente porque Yehováh ha puesto un cerco que protege todo lo que tiene. Dios le permite entonces a Satanás tocar sus bienes incluyendo a su familia. Job pasa la prueba y reconoce que Yehováh fue el que dio y el que quitó, y más bien, bendice su nombre (Job 1:21).

Pero, la situación se pone más difícil. Yehováh le permite ahora a Satanás tocar el cuerpo de Job sin que lo mate, esto para comprobar que Job teme a Dios de corazón y no solo porque Dios le ha cercado. Job, después de haberlo perdido todo, incluso a sus hijos, cae enfermo con una sarna maligna; pero aún así, se nos dice que Job “en todo esto no pecó con sus labios” (Job 2:10). Sin embargo, aparecen tres amigos de Job que empiezan a cuestionar su comportamiento, ya que deducen que toda esta desgracia no pudo haberle sucedido sin una razón lógica.

¿Es Dios justo? ¿Gobierna Dios en base a la justicia? ¿Por qué entonces el sufrimiento de Job? ¿Cuántas veces nos hemos hecho estas preguntas? ¿Se merecía Job pasar por todo este dolor? ¿Acaso no era él un hombre recto y justo? Job, cansado de su situación, presenta su causa delante de Dios y le reclama diciéndole que por qué “se niega a hacerle justicia” (Job 27:2).

Es aquí donde llegamos a la preciosa enseñanza de este relato. El Todopoderoso se aparece y se digna a contestarle a Job los cuestionamientos acerca de la supuesta “incompetencia” de Dios, y lo hace de una manera asombrosa.

Primero, le pregunta a Job “¿estabas tu ahí cuando diseñé la tierra, las constelaciones, el sol o el clima (Job 38:4), o incluso el orden que existe con los animales?” En otras palabras, Dios le muestra a Job que su visión del mundo es limitada y que Dios tiene sus ojos puestos sobre cada detalle del Universo, y Job por el contrario, solo se enfoca en su experiencia de vida.

Yehováh quiere que Job entienda que el mundo es más complejo que simplemente aplicar la justicia castigando las malas obras de cada persona a cada momento, y que nunca es blanco o negro como Job y sus amigos piensan. El mundo que Yehováh creó es bueno, pero no es perfecto, es ordenado y hermoso, pero también puede ser difícil y peligroso.

Por último, podemos ver al cierre de la historia, que Dios invita a Job, y por ende a nosotros a que confiemos en su sabiduría, porque a pesar de nuestra condición (cualquiera que sea), ¡Yehováh está en control de todas las cosas!

Y quitó Yehováh la aflicción de Job… Y bendijo Yehováh el postrer estado de Job más que el primero.
Job 42:10,12