Feliz Año Nuevo

De Babilonia al Año Nuevo

El concepto de un año nuevo es mucho más antiguo que el calendario moderno que utilizamos hoy en día, y sus orígenes están arraigados en la agricultura, la astronomía, los imperios y la teología.

Cada año, millones de personas en todo el mundo celebran la llegada de un “año nuevo” el 1 de enero, a menudo sin detenerse a hacer una pregunta sencilla pero importante: ¿por qué esta fecha y de dónde proviene? El concepto de un año nuevo es mucho más antiguo que el calendario moderno que utilizamos hoy en día, y sus orígenes están arraigados en la agricultura, la astronomía, los imperios y la teología. Para comprender qué es lo que realmente estamos celebrando, es necesario alejarse de las suposiciones modernas y examinar cómo las diferentes civilizaciones entendían el tiempo, cómo el 1 de enero se convirtió en el punto de partida civil del año y cómo esto contrasta con el marco bíblico establecido en las Escrituras.

Yosef no asimilado

Y Tú… ¿Ya fuiste asimilado?

Yosef no fue el primero en enfrentarse al problema de la asimilación cultural, venciéndolo con éxito.

Ante todo, precisemos la expresión: Asimilación Cultural. Es el proceso mediante el cual una persona o grupo adopta, de manera parcial o total, las costumbres, valores, normas, idioma y comportamientos de otra cultura, a menudo dominante o diferente a la suya. Este proceso puede ser voluntario, como una forma de integración, o resultado de presiones sociales, económicas o políticas. Aunque facilita la convivencia y la adaptación en un nuevo entorno, también puede implicar la pérdida o dilución de la identidad cultural original.

Yosef en Egipto

Yosef no fue el primero en enfrentarse al problema de la asimilación cultural, venciéndolo con éxito. Abraham, Yitsjak (Isaac) y su padre Israel (Ya’akov), habían sido capaces de mantener su identidad y su lealtad a Yehováh, a pesar de estar rodeados de gente pagana.

¡Ahora Yosef estaba solo! Por supuesto que Yehováh estaba con él; pero no había nadie más de su familia; sin embargo fue capaz de mantener sus valores y su confianza en ‘El, Elohim de sus padres, lo cual se hace evidente cuando les dice a sus hermanos durante su primer encuentro después de 17 años:

Yo temo a Elohim (Dios) Genesis 42:18

Yosef no solo no había asimilado, sino que influyó en quienes estaban cerca de él, lo cual es evidente cuando en el segundo viaje, al retornar el dinero al siervo de Yosef, este lo recibe y dice a sus hermanos:

Paz a vosotros, no temáis.  Vuestro ‘Elohim, el ‘Elohim de vuestro padre os dio un tesoro escondido en vuestros costales; vuestra plata llegó a mi. Génesis 43:23.

Así a pesar de que Yosef lucía externamente como un egipcio, hablaba la lengua egipcia y tenía un nombre egipcio: Tsafnat Panéaj, nunca dejó de ser Yosef, el hijo de Ya’akov. Pensemos: una vez establecido en Egipto, Yosef podría haberse olvidado de su familia y de sus creencias; después de todo, le habían rechazado fríamente vendiéndolo como si no fuera de la familia; sin embargo, mantuvo su identidad.  Esta convicción, es lo que dirige las acciones de Yosef aún respecto de su familia.

¿Y tú, ya te asimilaste?

No eres del mundo; porque fuiste “sacado de Egipto” cuando aceptaste someterte a Yeshúa el Mesías. Pero…  si vistes siguiendo la moda del mundo, hablas como cualquier persona del mundo, comes lo que todo el mundo come, tus metas son las que establece el mundo (dinero, buen nombre y poder), si la manera en que haces tus negocios es la misma del mundo que te rodea y además celebras las fiestas del mundo y sus tradiciones entonces, la respuesta es un lamentable SI. ¡HAS SIDO ASIMILADO!

Maccabees

La Prueba Macabea: Fe Bajo Presión

Para algunos no es evidente, que la presión de la sociedad y el sistema del mundo, actualmente nos están llevando a una situación similar a la de los Macabeos.

Por estos día celebramos Janucá; la Fiesta principalmente hace memoria de la victoria que Yehováh otorgó a nuestros padres cuando los ejércitos griegos invadieron Judea y quisieron eliminar todo vestigio de la Toráh y de su influencia en el pueblo de Israel, profanando el Templo y obligando a la gente a abdicar de su obediencia a la Toráh.

Pero una familia, la de Sh’món Macabeo, se levantó y lideró un pequeño ejército que derrotó la enorme máquina militar de los griegos; posteriormente llevaron a cabo la re-dedicación del Templo, para limpiarlo de toda contaminación, y así se estableció que anualmente se hiciera memoria de todos estos hechos en las generaciones por venir.

Vale la pena aclarar, que hay una leyenda respecto a la multiplicación milagrosa del aceite para mantener encendida la Menorá del Templo tras su purificación en aquél tiempo, y que da origen a la tradición del encendido de un candelabro de nueve brazos llamado hanukia. Según los rabinos debe seguirse un orden inventado por ellos para encender las velas cada día, recitando ciertas plegarias en el momento indicado.

Lamentablemente, esta tradición ha desplazado la verdadera razón de la celebración, que debe ser el valor, la decisión, el compromiso, la bravura, y la dependencia total de Yehováh de los Macabeos, para vencer a los enemigos que amenazaron su libertad y sus creencias.

¿Qué de Yeshúa?  

Yeshúa participó en esta Fiesta de la Dedicación, tal como lo nos relata el Evangelio según Juan. Sin embargo al ignorar la conexión de esta festividad con la historia de los macabeos, perdemos totalmente el sentido de responsabilidad y compromiso que Yeshúa tenía con su cultura y las tradiciones de su pueblo.

Entonces cabe preguntarnos… ¿Estamos en condiciones similares hoy?

Para algunos no es evidente, aunque la presión de la sociedad y el sistema del mundo, actualmente nos están llevando a situaciones similares. Ahora bien, antes tales presiones podemos asumir una de tres posiciones:

  1. Abiertamente transgredir la Toráh, con una actitud desafiante, alegando que tales Instrucciones no me conciernen.
  2. Ignorar la Toráh y sus exigencias, pensando en que quizás ya no es relevante para hoy y resulta muy fanático obedecerla.
  3. Tomar partido por la obediencia que corresponde a un hijo de Yehováh, actuando como lo hicieron los Macabeos.

Estos son tiempos que ponen a prueba nuestras convicciones; la presión irá en aumento y nos veremos obligados a asumir una de las tres posiciones mencionadas. Tú… ¿Qué harás?


Queriendo escuchar una voz

¿Tiene Dios que hablarte para que decidas obedecer?


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Esau y Jacob 25

Viendo la Vida como la vio Jacob

Piénsalo bien:
¿Qué hombre rico, en su lecho de muerte, no entregaría toda su fortuna por un año más de vida?
¿O por una sola semana?
¿Quién cambiaría salud por dinero? Nadie.

Ya’akov vio a su hermano Esav por primera vez después de muchos años de vivir escondido. En su juventud, Esav ardía en enojo, creyendo que Ya’akov le había robado la primogenitura. Ahora, al reencontrarse, Ya’akov trató de ofrecerle parte de su rebaño como un gesto de paz. Esav rechazó la ofrenda y dijo:

Tengo abundancia, hermano mío; quédate con lo tuyo.”
Pero Ya’akov respondió: “No, por favor… acepta mi regalo, porque ver tu rostro benévolo es como ver el rostro de ’Elohim. Toma este presente que he traído para ti, porque ’Elohim me ha favorecido y yo tengo todo.

Génesis 33:9–11

Una lección de vida

Hay un contraste enorme entre lo que Esav quiso decir con “tengo abundancia” y lo que Ya’akov expresó cuando declaró: “yo tengo todo.”

Esav, enfocado en las posesiones materiales, hablaba en términos cuantitativos. Para él, abundancia significaba tener mucho. Su identidad dependía de lo que poseía. Si algún día perdía sus bienes, sentía que ya no tendría nada.

Ya’akov, sin embargo —rodeado de su familia y consciente del favor de Yehovah— podía decir con certeza: “Yo tengo todo.”

Porque lo esencial —vida, salud, familia, propósito— no se compra con dinero. Son regalos del Altísimo.

Por generaciones, los sabios han repetido esta verdad, pero seguimos luchando por aceptarla. Pregunta a cualquier anciano por sus mayores arrepentimientos: casi siempre mencionarán no haber pasado más tiempo con su familia, no haber cuidado su salud, no haber valorado las pequeñas bendiciones de cada día. Nunca verás una lápida que celebre logros financieros o empresariales. Las que hablan, honran a la persona como esposo, esposa, padre, madre, hermano o amigo. Y cuando esas virtudes faltaron, la piedra simplemente calla.

La sociedad aplaude el éxito material, pero ese no es el criterio con el que se evalúa una vida… ni ante los hombres, ni ante Yehovah.

El éxito profesional es bueno y, en muchos casos, necesario. Yehovah nos diseñó para crecer, producir y avanzar. Pero ignorar lo que es invaluable hasta que se pierde es una tragedia. Ya’akov sabía que tenía “todo” porque lo más importante seguía firme.

Piénsalo bien:
¿Qué hombre rico, en su lecho de muerte, no entregaría toda su fortuna por un año más de vida?
¿O por una sola semana?
¿Quién cambiaría salud por dinero? Nadie.

Sin embargo, muchos viven como si no tuvieran nada porque ven la vida con los ojos de Esav: siempre enfocados en lo que falta, nunca en lo que ya tienen.

Si mides tu vida como Esav, vivirás frustrado. Pero si abrazas la perspectiva de Ya’akov, descubrirás que, en lo que verdaderamente importa, ya tienes todo.

Reflexión devocional

Tómate hoy un momento de honestidad.
Reflexiona sobre lo que Yehovah ya puso en tus manos: tu vida, tu salud, tu familia, tu fe, tu propósito. No lo des por sentado. No permitas que la cultura defina qué significa “tener”.

Ora así:
Yehovah, abre mis ojos para reconocer la verdadera riqueza. Líbrame de la mentalidad de Esav, que fija la mirada en lo que falta. Forma en mí el corazón de Ya’akov, que reconoce tu favor y sabe que Contigo lo tiene todo.

Y mañana, cuando despiertes, graba esta convicción en tu alma:
“Tengo todo, porque Yehovah está conmigo.”

Sembrador

Una ley universal que se cumplirá, tarde o temprano

Si tratamos a los demás conforme a los Mandamientos, Estatutos, Leyes y Ordenanzas de Yehovah, eso mismo regresará a nosotros.

La Escritura relata que desde su nacimiento, Ya’akov mostró un impulso por adelantarse a su hermano. Aunque nació de segundo, salió aferrado al talón de Esaw (Génesis 25:26). Por esto recibió el nombre de “suplantador” (Génesis 27:36).

Pero vale preguntarnos:
¿Influyó ese nombre en su carácter?
¿O simplemente reflejaba algo que ya estaba en su interior?

Cuando Esav (Esaú) perdió la bendición, acusó a su hermano de haberle “robado” la primogenitura. Sin embargo, eso no era cierto. Él mismo la entregó voluntariamente, mediante un trato justo, sin engaño alguno.
Años después, el verdadero problema surgió cuando, con ayuda de su madre, Yaaqov se hizo pasar deliberadamente por Esaw para recibir la bendición que —aunque ya era suya por el acuerdo previo— obtuvo mediante engaño.

Lo interesante es que, con el tiempo, Ya’akov cosechó lo mismo que sembró.

Su tío Laván le prometió a Rajel como esposa, pero en la noche de bodas le dio a Leah. Lavan quebrantó el pacto, lo engañó, y Ya’akov terminó siendo víctima del mismo tipo de suplantación que él había cometido años antes.
Durante los años que trabajó bajo Lavan, este le cambió el salario en repetidas ocasiones, siempre buscando la ventaja.

Más adelante, cuando ya vivía en Canaán, el engaño llegó una vez más a su casa: sus propios hijos vendieron a Yosef como esclavo y mentieron al respecto. Mojaron su túnica en sangre de un cordero—sangre que suplantó la de Yosef—para hacerle creer a su padre que una bestia lo había devorado.
Aquella mentira fue el último fruto maduro de una siembra larga y dolorosa.

Rajel también sembró semillas equivocadas. Al robar los ídolos de su padre y mentir al respecto, quedó bajo la maldición que Ya’akov mismo declaró:

Aquel con quien halles tus dioses, ¡que no viva!

Génesis 31:32

Tiempo después, Rajel murió prematuramente en el camino a Canaán mientras daba a luz a Binyamín. Fue un golpe devastador para Ya’akov, pues ella era su esposa amada.

Todo esto nos enseña algo muy claro:

La vida es una escuela divina. Entramos en ella al nacer y, con cada etapa, Yehováh nos pone lecciones que forman nuestro carácter. Si no aprobamos una, la repetimos hasta aprenderla. Y al final de nuestra vida, el tipo de persona que somos revela qué tanto dejamos que Él nos moldeara.

En el caso de Ya’akov, cada prueba lo llevó a convertirse en un hombre íntegro, sabio, humilde, paciente y quebrantado—exactamente el instrumento que Yehováh necesitaba para ser padre de quienes formarían las Doce Tribus de Israel.

Esta Ley sigue activa hoy

El universo que creó nuestro Padre Yehovah funciona bajo leyes inquebrantables. Él las estableció, y no fallan.

Lo que sembramos, es lo que cosecharemos.

Si sembramos egoísmo, eso mismo recibiremos.
Si sembramos resentimiento, cosecharemos conflicto.
Si sembramos engaño, mentira o traición, tarde o temprano enfrentaremos esas mismas cosas.

Pero la otra cara de la moneda también es cierta.

Quien siembra compasión, generosidad, perdón y misericordia, encontrará esos mismos frutos en su camino. Por eso Yehovah nos advierte con firmeza:

Pongo hoy delante de vosotros la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia— amando a Yehováh tu Dios, escuchando su voz y permaneciendo fiel a Él. Porque Él es tu vida…

Deuteronomio 30:19–20

En otras palabras:
Si tratamos a los demás conforme a los Mandamientos, Estatutos, Leyes y Ordenanzas de Yehovah, eso mismo regresará a nosotros.

Shaúl lo reafirma de manera contundente:

“No os engañéis; Yehovah no puede ser burlado:
todo lo que el hombre siembre, eso cosechará.
…No nos cansemos de hacer lo bueno, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.”

Gálatas 6:6–10

Y el autor del Eclesiátés añade:

Echa tu pan sobre las aguas, y después de muchos días lo hallarás.
Reparte a siete, y aun a ocho, porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra.

Eclesiastés 11:1–2

La elección siempre ha sido nuestra.
Si hemos sembrado mal y estamos cosechando dolor, todavía estamos a tiempo de cambiar la semilla.

Sembremos lo correcto. Sembremos lo que agrada a Yehovah.
Y cuando llegue la temporada, cosecharemos vida y bendición… si no desmayamos.

Man praying to God

Restaurando la Conexión entre el Cielo y la Tierra

El problema de nuestra generación es que ignora esta realidad: Dios está presente, pero no lo sabe porque está distraída.

La historia de la escalera de Jacob es una de las escenas más profundas y hermosas de toda la Escritura. Jacob está huyendo, solo, cansado y con incertidumbre. No tiene una casa fija, no tiene protección, y no sabe qué pasará después. Pero en medio de esa vulnerabilidad, Yehováh se le revela de una manera sorprendente: Jacob ve una escalera que conecta la tierra con el cielo, y ángeles subiendo y bajando por ella.

Este momento no es solo una visión mística. Es un mensaje que el Altísimo está enviando no solo a Jacob, sino a todos nosotros: Dios no está lejos. El cielo sigue conectado con la tierra. La presencia divina aún toca nuestra realidad.

En un tiempo como el nuestro, donde la gente se siente desconectada espiritualmente, donde muchos viven con ansiedad, soledad, o confusión, el mensaje de esta visión es más necesario que nunca.

Jacob durmió en un lugar común, usando una piedra como almohada. No era un sitio “espiritual”, no era un templo, no había música ni un ambiente especial. Era simplemente un espacio vacío en medio del camino.

Sin embargo, allí Yehováh, el Todopoderoso le habló.

Esto nos recuerda que Yehováh no solo se manifiesta en lugares “especiales”, sino en lo cotidiano:

  • En un cuarto simple,
  • En un momento de cansancio,
  • O en medio de la incertidumbre.

Yehováh no se limita a templos o ceremonias. Él se acerca a la vida real, tal como lo hizo con Jacob.

La escalera no era un símbolo cualquiera. Representaba algo que la humanidad había perdido desde el Edén: la conexión directa con lo celestial.

El mensaje es claro: El cielo sigue abierto. La comunicación con el Altísimo no está cerrada.

En tiempos modernos, esa conexión parece haberse debilitado. Vivimos rodeados de pantallas, ruido, redes sociales, distracciones, agendas llenas y mentes cansadas. La espiritualidad se ha vuelto un concepto lejano para muchos. Pero la visión de Jacob nos recuerda que el cielo nunca se cerró; somos nosotros los que hemos dejado de mirar hacia arriba.

Los ángeles subían primero y luego bajaban. Esto muestra que el Altísimo siempre está obrando, organizando, moviendo, enviando ayuda, protegiendo, guiando.

Aunque Jacob no lo veía, aunque él pensaba que estaba solo, el mundo espiritual estaba activo.

Hoy vivimos en una sociedad que solo confía en lo que ve, lo que siente, o lo que la ciencia puede medir. Sin embargo, la visión nos enseña que existe un movimiento invisible del Creador trayendo propósito, orden y protección. Aunque no lo sientas, Dios está obrando. Aunque no lo veas, Él sigue moviendo piezas a tu favor.

La historia no termina con la escalera. Jacob despierta y dice: “Ciertamente Yehováh está en este lugar, y yo no lo sabía”.

Ese es el problema de nuestra generación: Dios está, pero no lo sabemos porque estamos distraídos.

Restaurar la conexión significa: hacer silencio, volver a la oración, estudiar la Palabra, invitar a Yehováh nuestro Creador a todas las áreas de nuestra vida, y vivir con conciencia de Su presencia. No se trata de rituales complicados, sino de volver a una relación viva y real con el Altísimo.

Para Jacob, esta visión fue un antes y un después. Marcó su identidad, su camino, y su relación con Dios. Entendió que no caminaba solo y que el propósito divino seguía en pie.

Hoy, nosotros necesitamos esa revelación nuevamente: el cielo no está lejano, está tocando la tierra. Yehováh nuestro Padre, no está distante, está cerca; no ha dejado de hablarnos, somos nosotros quienes necesitamos abrir el corazón.

La escalera de Jacob es una invitación para volver a escuchar, volver a mirar hacia arriba, volver a restaurar la conexión con lo eterno. Es un recordatorio de que, aun en medio del cansancio o de la incertidumbre, el cielo sigue abierto y Dios sigue cerca.

¡Shalom!


Sepelio honroso

Cremación o Sepultura: Lo Que la Biblia Realmente Enseña

En ningún caso las Escrituras presentan la cremación como una opción honorable. Todo lo contrario: quien es quemado lo es porque cayó bajo condena, o porque se busca borrar su memoria como acto profético.

La porción de Génesis 25 (parashá Jayei Sarah) nos lleva al final de la vida de la primera matriarca. Y es ahí, en ese momento solemne, donde Yehováh nos deja una enseñanza que no cambia con el tiempo: la importancia de dar una sepultura digna a nuestros muertos. Abraham no improvisó; no buscó lo barato, ni buscó lo rápido. Él se levantó, habló con los hijos de Het y adquirió, pagando un altísimo precio, la Cueva de Macpelá para honrar la memoria de Sara (Génesis 23:3–20).
Así actúa un hombre que teme a Yehováh y respeta la vida como un don del Creador, incluso después de la muerte.

Abraham entendía que sepultar no es solo un acto cultural: es un acto profético, un reconocimiento de que el cuerpo, la obra maestra de las manos de Yehováh, merece descanso y honra hasta el día de la resurrección. Por eso no la incineró; no la redujo a cenizas; no “dispuso” se sus restos como algo que hubiera perdido su valor. La sepultura fue su última muestra de fidelidad y amor.

La cremación en las Escrituras: un símbolo de juicio, no de honra

Aunque hoy la cremación se ha normalizado, en las Escrituras aparece casi siempre en un contexto que nadie querría para sí mismo. El fuego no representa descanso, sino juicio. Esto no es sentimentalismo moderno; es el lenguaje bíblico.

La incineración de cadáveres, está ligado en las Escrituras a juicio divino

 

Algunos ejemplos claros:

Josué 7:24–26 – Acán y los suyos fueron quemados después del juicio divino por haber tomado lo prohibido.

Levítico 20:14; 21:9 – La quema de cuerpos aparece como sentencia para pecados graves.

Amós 2:1 – Yehováh juzga a Moab por quemar los huesos del rey de Edom, mostrando que incinerar huesos era considerado un ultraje.

2 Reyes 23:16–20 – Josías quema huesos sobre los altares como señal profética de juicio y profanación.

En ningún caso la Escritura presenta la cremación como una opción honorable. Todo lo contrario: quien es quemado lo es porque cayó bajo condena, o porque se busca borrar su memoria como acto profético.

Es cierto que algunos textos mencionan cuerpos envueltos en fuego por causa de guerra, desastre o juicio directo de Dios (como Nadab y Abiú en Levítico 10:1–2), pero incluso en esos casos el fuego es señal de la gravedad del juicio, no de un rito funerario.

La sepultura: una señal de esperanza, pacto y resurrección

Sepultar o enterrar es sembrar. Y una semilla solo germina cuando es puesta en la tierra. La resurrección —esperanza firme del pueblo de Yehováh— siempre se modela con la imagen del cuerpo descendiendo a la tierra para esperar la redención (Daniel 12:2; Isaías 26:19; Juan 5:28–29; 1 Tes. 4:16).

Por eso:

  • Abraham fue sepultado (Génesis 25:9).
  • Yitsjak y Rivka fueron sepultados (Génesis 49:31).
  • Ya’akov pidió expresamente ser sepultado en la tierra prometida (Génesis 49:29–33).
  • Yosef ordenó que llevaran sus huesos a la Tierra para sepultarlos allí (Éxodo 13:19).
  • Incluso Yeshúa fue sepultado, no cremado, cumpliendo las Escrituras (Mateo 27:59–60; Isaías 53:9).

La sepultura bíblica expresa continuidad, identidad, honra y esperanza futura. Yeshúa resucita desde una tumba, no desde cenizas, y sus discípulos siguen ese mismo patrón.

Es importante transmitir esta instrucción a nuestra familia

Vivimos en una era donde la presión cultural busca borrar los patrones de Yehováh y reemplazarlos con soluciones rápidas, baratas o “prácticas”. Y muchos creyentes —sin mala intención, pero por falta de instrucción— dejan a sus familias tomando decisiones que van en contra de lo que enseñan las Escrituras.

No esperemos a que llegue el día difícil. ¡El momento de hablar es ahora!

Habla con tu familia.
Deja instrucciones claras.
Explica por qué la sepultura honrosa importa.
No lo dejes al azar ni a la improvisación.

Si honramos a Yehováh en vida, también debemos honrarle en la forma en que dejamos que nos despida nuestra familia. Así protegemos nuestro testimonio, evitamos confusiones y damos gloria al Dios que prometió resucitar a los suyos.


Sodoma y Gomorra 3 copy

La decadencia moral de Sodoma y Gomorra

En Sodoma, no había vergüenza, ni respeto por lo sagrado. Esa misma mentalidad de relativismo moral, domina nuestro tiempo.

Sodoma ayer… y hoy

En tiempos de Abraham, las ciudades de Sodoma y Gomorra florecían en el fértil valle del Jordán. Había riqueza, abundancia y movimiento. Pero detrás de esa prosperidad, había un corazón lejos del Creador. La comodidad alimentó el orgullo, y el orgullo los hundió en corrupción.

Miles de años después, el mundo parece recorrer el mismo camino: tenemos más información, pero menos sabiduría; más comodidades, pero menos paz; más libertades, pero menos verdad.

Cuando Yehováh vio la maldad de Sodoma, declaró:

“El clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo”

Génesis 18:20

Ese clamor vuelve a oírse hoy, levantado desde una humanidad que ha olvidado los caminos del Creador.

En Sodoma, cada uno hacía lo que bien le parecía. No había vergüenza, ni respeto por lo sagrado. Esa misma mentalidad domina nuestro tiempo: el relativismo moral. Lo que antes era pecado, hoy se celebra; lo que antes era pureza, hoy se ridiculiza.

Pero el Altísimo no cambia. Su Palabra sigue distinguiendo lo santo de lo profano. Cuando el hombre borra los límites que Dios estableció, se convierte en esclavo de sus propios deseos. Sodoma no fue destruida solo por sus actos, sino por su falta de arrepentimiento.

Lot: cerca, pero no firme

Lot no era perverso, pero eligió vivir cerca del pecado. La Escritura dice que “puso sus tiendas hasta Sodoma”. Poco a poco, lo que estaba lejos llegó hasta su casa. Hoy ocurre lo mismo con muchos creyentes: no participan del mal, pero lo toleran; no lo aprueban, pero callan.

Yehováh tuvo misericordia de Lot, pero su historia nos advierte: no se puede convivir con el pecado sin ser afectado. Su esposa miró atrás… y su familia sufrió las consecuencias de amar lo que Dios aborrece.

Abraham: el corazón que intercede

Mientras el juicio se acercaba, Abraham no pidió la destrucción de Sodoma, sino misericordia:

“¿Destruirás también al justo con el impío?”

Génesis 18:23

Ese es el corazón que Dios busca: no el que condena, sino el que intercede. Hoy necesitamos menos dedos acusadores y más rodillas dobladas; menos críticas y más clamor por salvación. El justo no se alegra del castigo, sino que suplica por los perdidos.

La ruina de Sodoma comenzó por dentro

Sodoma no cayó solo por fuego del cielo; cayó primero desde el corazón. Una sociedad empieza a morir cuando llama “bueno” a lo que Dios llama “malo”.

El profeta Isaías advirtió:

“¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo!”

Isaías 5:20

Hoy vemos familias fragmentadas, confusión moral y una generación incapaz de distinguir entre verdad y mentira. Pero el Creador siempre guarda un remanente: hombres y mujeres que permanecen firmes, enseñan a sus hijos la verdad y caminan en santidad.

Aún cuando el juicio estaba cerca, Yehováh envió ángeles para rescatar a Lot. Así también hoy, el Creador sigue dando advertencias, oportunidades y tiempo para volver a Él:

“Salid de ella, pueblo mío.”

Apocalipsis 18:4

Su misericordia no ha terminado. No desea destruir, sino salvar. Pero el tiempo de gracia no será eterno. Ahora es el momento de arrepentirse.

Reflexión: Ser luz en medio de Sodoma

El mensaje sigue vivo: la pureza, la justicia y la verdad siguen siendo el camino de vida.

Yeshúa dijo:

“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres.”

Mateo 5:16

Aunque el mundo se oscurezca, la luz del justo no se apaga. No miremos atrás como la esposa de Lot. Miremos adelante, hacia el propósito que el Altísimo tiene para quienes le obedecen.

Sodoma fue destruida… pero Abraham siguió caminando con Yehováh. Esa es la invitación para nosotros hoy: caminar en fe, vivir en santidad y ser luz en medio de la confusión.

¡Shalom!