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El Alfarero y la Vasija

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Isaías 64:8 nos dice:
“Tú eres nuestro Padre, nosotros barro, y Tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros”.

Nuestro padre es Yehováh, y en este verso Isaías nos dice que fue Él quien nos formó. Pon atención a que, en particular, no se está hablando de Adam quien fue el primer hombre que “literalmente” fue formado del polvo de la tierra, sino que está hablando de “todos nosotros”.

Aquel que nos formó, el que trabaja con el barro, con la arcilla, es El Alfarero. La palabra “alfarero” en hebreo es yotzer(יוצר), y está relacionada con la raíz del verbo formar (yatzar, יצר) en el verso de Isaías. El Padre es El Alfarero, y es Él quien nos forma. Pero, ¿Qué quiere decir que Él nos forma?

Una imagen profética muy impactante es el episodio que Jeremías experimenta en el capítulo 18:1-6

Palabra de Yehováh que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a casa del alfarero (yotzer), y allí te haré oír mis palabras. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra de Yehováh, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Yehováh. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel.

Aquí vemos cómo el alfarero trabaja una vasija de la misma manera que Yehováh trabaja con nosotros; es la misma idea que menciona Isaías.

Regresando a la pregunta planteada anteriormente, ¿qué quiere decir que Él nos forma?, ¿que Él trabaja en nosotros? Obviamente, nuestro cuerpo ya está formado desde el vientre de nuestra madre. Pero a lo largo de nuestra vida experimentamos todo tipo de situaciones que nos hacen crecer espiritualmente. El producto final que el Creador desea hacer de nosotros no tiene que ver con la belleza o perfección física, sino con un nivel espiritual.

¿Cómo se crece espiritualmente?

Esta es una parte que a muchos no les va a gustar, o mejor dicho, no le va a gustar a nuestra carne. Recuerda que el espíritu está en enemistad con la carne (Rom 8:7).

La manera en que el Creador nos ayuda a crecer espiritualmente es a través del sufrimiento de la carne. ¿Cómo lo sé? Simple: en el hebreo, podemos encontrar la misma raíz de la palabra formar alfarero en palabras que asociamos con el sufrimiento.

Por ejemplo, la palabra tribulación, traducida como angustia en Jeremías 30:7 es tzará (צרה). La palabra para Egipto en hebreo es Mitzraim (מצרים), entendido como un lugar estrecho y de sufrimiento. El “camino angosto” del cual Yeshúa habla, es el camino tzar (angosto, sufrido).

De aquí es que podemos asociar el sufrimiento con el alfarero trabajando en nosotros. Todos estos ejemplos tienen que ver con nuestro sufrimiento, pero al mismo tiempo, con el nacimiento de un deseo insaciable de conectarnos con el Creador, de llamarlo en medio de nuestro llanto, de rendirnos a Su voluntad para con nosotros.

En este contexto podemos entender lo que Shaúl (Pablo) dice en Romanos 5:3: nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia“.

Y también podemos entender como Ya’akov (Santiago) dice:tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.” (1:2).

La alegría dentro del sufrimiento es encontrada cuando nos damos cuenta de que el Creador está trabajando en nosotros tal como el alfarero trabaja en su vasija. A través de la presión de sus dedos el moldea su pieza y elimina las asperezas.

Cuando nos identificamos con el espíritu, en lugar de la carne, es cuando podemos apreciar y hasta regocijarnos, en tiempos de pruebas y tribulación.

 


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La historia de los Libros Apócrifos


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Aviv (אַביב) – ¿Qué significa?

La palabra aviv puede que no sea muy conocida para la mayoría del público general, pero si usted ha estado en los círculos mesiánicos y de raíces hebreas, no hay duda de que habrá escuchado sobre ella, en especial en relación al comienzo del año en el calendario del Creador. A pesar de ser una palabra hebrea, dado que es difícil traducir su significado exacto, será vista en varias traducciones en Español de la Biblia (incluyendo la Reina Valera) como “Abib”.

El primer caso ocurre en Éxodo 13:4:

Vosotros salís hoy en el mes de Abib.

Este es el mes en que el Todopoderoso sacó al pueblo de Israel de Egipto, y a pesar de que en el versículo anterior pareciera que Abib es el nombre del mes, en realidad no lo es. En hebreo dice הַיֹּום אַתֶּם יֹצְאִים בְּחֹדֶשׁ הָאָבִֽיב: vosotros salís hoy en el mes del Aviv. El artículo “el” (הָ) nos indica que aviv no es el nombre de un mes, sino mas bien ‘algo’ que ocurre en ese mes, una cualidad.

Antes de mostrarle la pieza que resuelve este rompecabezas quiero compartirle versículos sobre la importancia de este mes en las Escrituras.

Guardarás el mes de Abib, y harás Pascua a Yehováh tu Dios; porque en el mes de Abib te sacó Yehováh tu Dios de Egipto, de noche. (Deu 16:1)

La Fiesta de los Panes sin Levadura guardarás; siete días comerás pan sin levadura, según te he mandado, en el tiempo señalado del mes de Abib; porque en el mes de Abib saliste de Egipto. (Ex 34:18)

Estos ejemplos no solo demuestran la importancia de este mes, también son prueba de que no podemos celebrar la Fiesta de Pésaj a menos que conozcamos cuándo es ese mes. Y para saber cuándo es ese mes, debemos entender que es lo que la palabra aviv significa.

Notará que en este artículo aparece escrito en las dos formas: Abib y también: aviv. La forma Abib aparece donde la traducción de la Biblia al español lo escribió de esa manera, mientras que la otra forma: aviv, es la manera correcta en que se pronuncia en hebreo. La “a” está en minúscula porque  como fue explicado mas arriba, no es un nombre.

Ahora, conforme le prometí, veamos cómo resolver este rompecabezas. Para esto nos deberemos ir a la primera vez que esta palabra aparece en la Toráh, en Éxodo 9:31:

El lino, pues, y la cebada fueron destrozados, porque la cebada estaba ya espigada, y el lino en caña.

Le decepcionará enterarse que la palabra aviv o, como fue transliterada por Reina, “Abib”, no aparece en la versión en español de este versículo, por lo cual, como verá es imposible encontrar la correlación a menos que nos vayamos al hebreo. Gracias al Eterno, Su palabra fue preservada por Su pueblo a través de los milenios hasta llegar a nuestros días.

En la versión hebrea del versículo anterior, se nos dice que “el lino y la cebada fueron destrozados, porque la cebada estaba ¡aviv!” o “espigada”, en el español. Esta palabra esta relacionada con la etapa de maduración de la cebada.

De ahí es que proviene la conexión entre la palabra aviv y la cebada.

La cebada era el cultivo del cual se ofrecían los primeros frutos proscritos en Levítico 23:10. La cebada es también una de las siete especies con las que Yehováh bendijo la tierra de Israel (Deu 8:8). Era de hecho la primera en madurar y llegaba a cosecharse en la primavera, precisamente durante la fiesta de Panes sin Levadura, y no era sino hasta después de este evento, que era permitido a todo el pueblo de Israel consumir el “grano nuevo” (Lev 23:14).

Es por esta razón que se debe esperar a la maduración de la cebada en Israel para determinar el comienzo del primer mes bíblico, y por consiguiente, el mes en el que celebraremos Pésaj.

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Origen y significado del nombre del Mesías Yeshúa (יְֹשוּעַ) – Jesús

Muchos malentendidos se han generado e información errónea se ha difundido acerca del significado y origen del nombre de nuestro Mesías.

Sabemos que el nombre Jesús en español, proviene del latín y del griego, en los cuales su nombre se pronunciaba como Iesus. El sonido de la letra “J”, de hecho, no existió en español sino hasta comienzos del siglo XVII. Sin embargo, es importante aclarar que no hay ningún origen pagano en la versión griega del nombre, y la razón por la que suena de esa manera es simplemente debido a la gramática griega. El sonido de la “Shin” hebrea (ש) no existe en el griego por lo cual la “sh” de Yeshúa pasó a una simple “s”, y la “s” final fue agregada en el griego para marcar el género masculino del nombre.

Este, tal como todos los nombres hebreos, tiene un origen y un significado. Es importante conocer la lengua de origen de cada nombre ya que cada uno de ellos tiene un significado específico en el idioma en el cual se originó. En el caso del nombre del Mesías, el hebreo es la lengua de su origen, por lo cual le invito a que estudie conmigo la historia de este nombre desde su primera aparición en las escrituras.

Hoshea (הושע), mejor conocido como Oseas hijo de Nun, fue el israelita de la tribu de Efraín elegido para ir a espiar la tierra junto con otros once espías, según Números capítulo 13. Su nombre, proveniente de la raíz ישע, que significa salvación. En el mismo capítulo, y antes de salir en su arriesgada misión, Moshé cambia el nombre de Hoshea (Oseas) a Yehoshúa (Josué). Si bien el cambio parece significativo en el español, en el hebreo todo lo que Moshé hizo fue agregarle una letra, la Yud, la más pequeña de todas las letras hebreas, a su nombre; de הושע a יהושע. A pesar de ser la letra hebrea más pequeña, al agregarla al nombre de Hoshea, cambió su significado.
Y así, de significar simplemente “salvación” pasó a significar “la salvación de Yehováh” o “Yehováh salva”. Moshé sabía, proféticamente, que Hoshea necesitaría de Yehováh para emprender esta peligrosa misión; y posteriormente, para conquistar la Tierra de Israel junto con el resto del pueblo.

Luego del exilio en Babilonia, el nombre Yehoshúa (יהושע) fue acortado a Yeshúa (ישוע), teniendo el mismo significado, pero perdiendo la letra Hey y cambiando levemente su vocalización. Esto no ocurrió solamente con este nombre: Yehonatán fue acortado a Yonatán y Yehojanán a Yojanán, por nombrar solo algunos. En todos estos casos, la letra Hey (ה) es la que desaparece del nombre.

El nombre Yeshúa aparece (entre otros lugares) en: Ezr 2:22:62:36, 5:2Neh 3:197:11, 12:8. Interesantemente, el nombre Yeshúa aparece transliterado al español como “Jesúa”, no Jesús ni Josué. En el griego, aparece igual: Iesus.

En el período del segundo Templo Yeshúa era la forma de este nombre que seguía en uso, y este fue el nombre que el angel Gavriel le reveló a Miriam cuando le dijo que llamara a su hijo Yeshúa, porqué él yoshía (salvará) a su pueblo de sus pecados. Este juego de palabras tiene sentido sólo en la lengua hebrea, y es una de las pruebas que confirman que el evangelio de Mateo fue escrito originalmente en esa lengua.

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El Mishkán (מִשְׁכָּן) – Tabernáculo

A pesar de que la palabra “Tabernáculo” haya sido popularizada para referirse al mishkán, es necesario ahondar en estos términos para poder aclarar las similitudes y diferencias entre ambos. El asunto es que la palabra tabernáculo es utilizada en varios contextos en las escrituras, los cuales utilizan en el hebreo palabras diferentes. Por ejemplo, la palabra tabernáculo es utilizada en relación con la “Fiesta de tabernáculos”, pero la palabra hebrea aqui es sucot (sucá en singular) y no mishkán. 

Ambas palabras están relacionadas con el concepto de una “morada”. Pero mientras que sucá tiene que ver con una vivienda física temporal que se erigía para protegerse de la intemperie y cubrirse del sol, el mishkán tiene más que ver con una vivienda permanente. Es por esto mismo que fue la voluntad del Eterno establecer su mishkán para que Él morase entre nosotros, y no simplemente una sucá. 

A diferencia de la palabra sucá, la palabra mishkán proviene de la raíz verbal: שכן (shaján). Es este mismo verbo que es utilizado para la palabra “morar” o “habitar”:

Y harán un santuario (mikdash) para mí, y habitaré (shajánti) en medio de ellos. (Ex 25:8)

 Vemos como fue la voluntad del Padre que Su pueblo construyese un “tabernáculo”, llamado aqui mikdash, que es literalmente un ‘santuario’ para poder morar entre ellos

Y la gloria de Yehováh reposó (shaján) sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. (Ex 24:16)

 En este último pasaje fíjese como la raíz verbal shaján es traducida como “reposar”, en lugar de morar, lo cual haría que pase totalmente inadvertida en nuestros estudios si nos basásemos solamente en la traducción en español.

La razón por la que el “tabernáculo” en el desierto fue llamado mishkán en hebreo, fue porque dentro de esta estructura temporal se encontraba el “lugar santo” (kódesh), dentro del cual estaba a su vez el lugar santísimo (kódesh kodashim), en donde se encontraba el artefacto más santo y más valioso en todo el campamento de los hijos de Israel: el Arca del Pacto. Era entre los dos querubines de oro que la presencia del Todopoderoso se manifestaba. Y era este lugar su morada. Su mishkán.

De aquí proviene el concepto rabínico de la sh’jiná. Un término que no aparece conjugado de esa manera en las Escrituras pero significa la “Presencia divina del Creador”.

Posteriormente, el Eterno hizo mucho énfasis en que todo el pueblo fuese en peregrinación al “lugar en donde Él eligiese para poner allí su Nombre” (Deuteronomio 12:5 entre muchísimos otros). Esa palabra “poner”, es una traducción muy pobre del hebreo (nuevamente) ¡SHAJÁN! Literalmente, el lugar en donde Él ‘hará morar’ Su Nombre.

Ya sea sobre el Monte Sinaí, en el Jardín del Edén o en el Templo de Salomón en Yerushaláyim, el patrón es el mismo, y la intención la misma: el Dios Todopoderoso quiere morar con los hombres, quiere estar en comunión con nosotros.

En un sentido personal, nosotros mismos somos ese mishkány a través de nuestra consagración y dedicación, anhelamos que esa misma presencia divina sea manifiesta en nosotros.

¿O ignoráis que vuestro cuerpo es Templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? (2 Corintios 6:16)