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Av y Ben – El misterio del Padre y el Hijo

Cuando ponemos las palabras av (padre) y ben (hijo) juntas, sucede algo maravilloso en la lengua hebrea…

A pesar de que Yeshúa conocía el nombre del Padre, es interesante cómo, cuando le preguntaron sus discípulos acerca de la manera correcta de orar, él no incluyó ese nombre en esa oración:

[…] Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. […] Mt 6:9-10

Padre nuestro en hebreo, es: avinu (אַבינוּ). Sin el posesivo (‘nuestro’), tenemos la palabra padre; av (אַב). Esta palabra es utilizada tanto para un padre terrenal, como para el Padre celestial.

(Muchos reconocen la palabra Abba como ‘padre’. Abba es la forma aramea de la palabra hebrea ‘av’, Rom 8:15)

Un ejemplo de los profetas anteriores a Yeshúa, que también entendían el vínculo entre Dios y su Creación como el vínculo entre un padre y sus hijos viene de Malaquías 2:10:

¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios?

אַב

Las letras hebreas que componen esta palabra son extremadamente interesantes, y es por este tipo de razones que considero la lengua hebrea como una lengua celestial.

Sabemos que la letra alef (א) es la primera letra del alfabeto hebreo. Es por eso que históricamente esta letra fue asociada con el Padre, el Creador. El número uno. “Shemá Israel”, Oye Israel, Yehováh es uno, EJAD. Esto equivale a la letra alef.

La letra bet, la segunda y última letra de la palabra av, es (no) coincidentemente, ¡la segunda letra del alfabeto hebreo! Después del uno viene el dos. El concepto del “segundo”, el “dos”, ya existe dentro del “primero”, tal como la simiente, el potencial de un hijo, existe en el padre, incluso antes de engendrar.

Para asombro de cualquier persona que aprenda esto, ¿Sabía cuál es la palabra hebrea para hijo?

בֵּן (ben)

Como les mencionaba más arriba, el número dos puede tomarse como representación del hijo, ya que es quién viene después del uno, el padre. Es por eso que la palabra ben, hijo, comienza justamente con esta misma letra. Resulta interesante que la segunda letra en: ben, es la: nun. ¿Recuerdan a Yehoshúa ben nun? (Josué). La letra nun representa una semilla, algo que tiene potencial de vida y de crear continuidad, en el sentido de descendencia.

En el antiguo Medio Oriente el engendrar un hijo (varón) era de suma importancia, ya que desde la perspectiva del padre, él era la única oportunidad para la continuidad de su nombre, de su casa, de su herencia. El linaje era extremadamente importante y es por eso que no existían los apellidos en ese entonces, sino que uno era llamado: “hijo de…”. Esta era una forma más en la que este vínculo entre padre e hijo era fortalecido.

Cuando ponemos las palabras av (padre) y ben (hijo) juntas, sucede algo maravilloso (el hebreo se lee de derecha a izquierda, por eso acomodé el español de la misma forma):

אַב+בֵּן=אֶבֶן
even=ben+av

¡La unión del padre y el hijo equivale a una piedra! La fortaleza y la permanencia de una piedra es comparable a la de la unión entre un padre y un hijo.

Con esto en mente podemos entender la pasión de Yeshúa, llamando a Yehováh su padre, considerando la fortaleza de la unión con Él como Su hijo, y enseñando a otros a tener el mismo tipo de vínculo.

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Los Jueces de la Torá y los Jueces de Hoy

Cortesía del Club de Patrocinadores

La palabra jueces en español, fue traducida del hebreo: Elohim, que es generalmente traducido como “Dios”.

No ofenderás a los jueces ni maldecirás al príncipe de tu pueblo.

Éxodo 22:28

De acuerdo a una cuenta rabínica de Maimónides hay 613 mandamientos en la Torá, y comenzando con los 10 mandamientos en Éxodo 20, vemos como luego de una breve interrupción, en donde el pueblo le pide a Moisés que solo él siga hablando con el Todopoderoso (hasta ese punto todos estaban oyendo las palabras desde el cielo), hay una continuación en la narrativa y enumeración de más mandamientos.

La palabra mishpatim, que da nombre a la parashá que abarca de Éxodo 21:1 a 24:18, viene de la palabra shafat (שפט) que significa juzgar. Shofet significa juez.

Entonces tenemos una serie de “juicios” o más bien, leyes o estatutos acerca de cómo comportarnos, principalmente con nuestros prójimos (aunque hay también leyes entre el hombre y Dios). Un criterio universal que puede ser utilizado a través de la historia para comprender el concepto de justicia desde un punto de vista Divino.

Es dentro de este contexto que encontramos entre estos decretos el de “no ofender a los jueces ni maldecir al príncipe (líder) de nuestro pueblo”.

Para comenzar, es interesante resaltar que la palabra jueces en español, fue traducida del hebreo Elohim, que es generalmente traducido como “Dios”, pero también es asociado con un estatus social determinado, y por eso en ciertos casos utilizado para personas con autoridad dentro de la sociedad, tal como los jueces.

El Rol de los Jueces

Cuando leemos la Torá en su contexto entenderemos primero que los jueces forman parte de un sistema establecido por Moshé para determinar resoluciones a disputas. Vale la pena mencionar que por un par de meses luego de haber salido de Egipto, fue Moshé mismo quien se dedicó a solucionar todo tipo de disputas que se sucitaban entre miembros de la gran multitud de Israelitas que transitaban por el desierto. Esta situación no era sostenible al largo plazo, por lo cual cuando Yitro, el suegro de Moisés, se topó con esta realidad, no dudó en sugerirle a Moisés el nombramiento de una serie de jueces para poder solucionar disputas menores entre personas de una familia o tribu determinada, y sólo aquellos casos más graves y difíciles de solucionar pasarían a niveles más altos en el proceso judicial. Tal como hoy en día tenemos cortes judiciales locales y estatales o provinciales, y luego existe una Corte Suprema que evalúa casos particulares que no pudieron ser solucionados en cortes menores, o que fueron apelados.

Estos jueces debían ocuparse de disputas relacionadas con la propiedad privada, daños a terceros, injurias, y muchas cosas más. El sistema instituído por Moshé e implementado durante el período del viaje de los israelitas en el desierto, se institucionalizó en la Tierra Prometida mas tarde en las cortes locales llamadas Sanedrín. El Gran Sanedrín existía en Jerusalén y se mantuvo activo hasta el siglo IV de la Era común.

El rol de los jueces y su importancia en la sociedad hebrea antigua deben ser enfatizados. Moisés mismo recapitula en el libro de Deuteronomio:

Cuando alguna cosa te sea difícil en el juicio, entre una clase de homicidio y otra, entre una clase de derecho legal y otra, y entre una clase de herida y otra, en negocios de litigio en tus ciudades; entonces te levantarás y recurrirás al lugar que Yehová, tu Dios, escoja. Acudirás a los sacerdotes levitas y al juez que haya en aquellos días, y preguntarás. Ellos te enseñarán la sentencia del juicio.

Y harás lo que indique la sentencia que te dicten los del lugar que Yehová escoja, cuidando de cumplir todo lo que te manifiesten. Procederás según las instrucciones que te den y el juicio que te pronuncien; no te apartarás ni a la derecha ni a la izquierda de la sentencia que te dicten. El hombre que proceda con soberbia, no obedeciendo al sacerdote que está para ministrar allí delante de Yehová, tu Dios, o al juez, ése morirá. Así apartarás el mal de en medio de Israel. Y cuando todo el pueblo lo sepa, temerá y no se ensoberbecerá.

Deuteronomio 17:8-13

¿Quiénes son los jueces de hoy?

Tal como dice el versículo citado al comienzo de este artículo, debemos respetar a nuestros jueces y líderes. La pregunta que me gustaría postular es si este requerimiento aplica a todos los jueces en todo lugar y en todos los tiempos. Lo siguiente, es simplemente mi opinión, y si tienes una opinión diferente o te quieres opinar acerca de esta exposición, te invito a que lo hagas en la sección de comentarios más abajo.

En la sección anterior de este artículo presenté el caso bíblico acerca de la función de los jueces en relación a las leyes establecidas por el Creador en su Torá. La Torá no tiene provisiones para nuevas legislaciones, al contrario, está prohibido añadir y quitar de la palabra (Deu 4:2). El rol de los jueces era simplemente el de resolver disputas civiles interpretando la ley de la Torá a la luz de distintas situaciones.

En contraste a esto, los jueces de hoy en nuestras diversas naciones, no interpretan las leyes de la Torá, sino leyes locales de los países en donde residen. Países que tienen constituciones propias, y legislaturas que añaden y quitan leyes de acuerdo a las agendas políticas de turno. Tales leyes pueden o no, coincidir con lo que el Dios de Israel llama justicia. No es necesario aclarar que los jueces a los que el Todopoderoso se refiere, a los cuales debemos acatar, son aquellos que dan sus decretos basados en las leyes eternas de la Torá.

¿Debemos respetar a nuestros líderes? – Conclusión

Cuando la Torá habla de un príncipe de tu pueblo, ¿Cuál es nuestro pueblo? ¿En dónde esta fundamentada nuestra identidad? ¿En algún país-estado, fundado hace un par de siglos, o en la nación eterna de Israel, la cual el Padre dice que “desaparecerán las estrellas”, antes de que Israel deje de ser un pueblo?

A pesar de mi visión radical acerca de la realidad política en la que vivimos, me gustaría cerrar con una postura balanceada que podemos encontrar en la persona del profeta Daniel y su relación con varios reyes de Babilonia y Persia. Viviendo en el exilio y bajo la hegemonía de un gran poder opresor, Daniel entendió que participar de ese sistema representaría una ventaja para cumplir su propósito en esta tierra. Daniel sirvió a reyes paganos de la misma manera que Yeshúa les recomendó a sus discípulos pagarle tributo al César.

Por el otro lado, Daniel nunca comprometió su integridad en lo que respecta a las leyes eternas de la Torá, incluso cuando le costaron la oposición, hostilidad y persecución a manos de aquellos que tenían el poder para hacerlo y no podían tolerar ni el menor indicio de desobediencia.

En conclusión: ¿Debemos respetar a nuestros líderes?

Cuando la Torá habla de un príncipe de tu pueblo, ¿Cuál es nuestro pueblo? ¿En dónde esta fundamentada nuestra identidad? ¿En algún país-estado, fundado hace un par de siglos, o en la nación eterna de Israel, la cual el Padre dice que “desaparecerán las estrellas”, antes de que Israel deje de ser un pueblo?

A pesar de mi visión radical acerca de la realidad política en la que vivimos, me gustaría cerrar con una postura balanceada que podemos encontrar en la persona del profeta Daniel y su relación con varios reyes de Babilonia y Persia. Viviendo en el exilio y bajo la hegemonía de un gran poder opresor, Daniel entendió que participar de ese sistema representaría una ventaja para cumplir su propósito en esta tierra. Daniel sirvió a reyes paganos de la misma manera que Yeshúa les recomendó a sus discípulos pagarle tributo al César.

Por el otro lado, Daniel nunca comprometió su integridad en lo que respecta a las leyes eternas de la Torá, incluso cuando le costaron la oposición, hostilidad y persecución a manos de aquellos que tenían el poder para hacerlo y no podían tolerar ni el menor indicio de desobediencia.

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La Dispersión de Israel: Un Camino hacia la Reconciliación Divina


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El poder de Dios

El (אֶל) – El Poder de Dios

Cortesía del Club de Patocinadores

La palabra hebrea EL es utilizada tanto para referirse al Dios de Israel como a otros dioses.

Títulos de Dios

A pesar de que Dios tiene sólo un nombre propio, Yehováh, existe una multiplicidad de títulos por los cuales el Creador es referido en las Escrituras. La mayoría de estos son títulos que nos revelan distintas características acerca de Dios y también acerca de cómo él era percibido en la sociedad del Medio Oriente en tiempos bíblicos.

En esta ocasión analizaremos el título: EL, en las Escrituras hebreas.

La palabra EL (אֶל) es la palabra que se traduce al español simplemente como “Dios”, al igual que Elohim. Note como EL son las primeras dos letras de Elohim; siendo El  la forma singular, y Elohim el plural mayestático. También existe Eloah, una forma aramea singular femenina de la misma raíz. Existe también el plural elim, que siempre se refiere a dioses paganos. Por el contrario, Elohim puede ser utilizado tanto para referirse al Creador, como a dioses (en plural) de otras naciones.

La palabra EL es también utilizada en conjunción con otros sustantivos para formar un término compuesto en referencia exclusiva al Dios de Israel. Ejemplos de esto serían EL Elión (Dios Supremo) y EL Shadai (traducido como Dios Todopoderoso, pero con un significado más profundo que analizaremos en un futuro artículo).

EL, no es una palabra exclusivamente hebrea

EL, también era el nombre de la deidad suprema de los cananeos. Pero esto no hace que la palabra “se vuelva pagana” de ninguna manera. Mas bien, debemos ahondar en el origen lingüístico de esta palabra que poseía un significado en la lengua cananea y que estaba ligado con la lengua hebrea. Muchas lenguas semíticas de la región estaban relacionadas y hasta tenían los mismos sistemas de escritura, lo cual permitía la comunicación entre las naciones vecinas, incluyendo a los hebreos, los cananeos, los fenicios y los moabitas.

Significado de la palabra EL

La manera más simple de entender el significado de esta palabra, tanto en el hebreo bíblico como en la lengua de Canaán / Fenicia, es comprender el significado pictográfico de las dos letras que componen esta palabra.

Aclaración: en los últimos años ha habido una gran cantidad de “maestros” mesiánicos que han desarrollado un sistema de interpretación del hebreo bíblico basándose en los significados primitivos de los caracteres. Como hebreo parlante y como alguien que ha enseñado hebreo bíblico por varios años, puedo decirle que la mayoría de estas interpretaciones son bastante ‘forzadas’, generalmente para hacer caber su propia teología dentro del hebreo y de la Biblia. Además, la mayoría de estas personas ni siquiera pueden leer hebreo de manera fluida. Yo no endoso tales “maestros” ni dicho tipo de interpretación. 

Habiendo hecho esta breve aclaración, permítame confirmarle que es cierto que cada letra en el alfabeto hebreo tiene un significado, y si lo analizamos de manera contextual con las escrituras y la teología hebrea y con integridad moral, podemos obtener una clara y simple revelación tal como la que veremos a continuación.

(EL) אֶל   

Dos letras hebreas son las que forman esta palabra. En la foto de arriba, dentro del recuadro se encuentra la palabra EL en la escritura paleo hebrea o proto cananea. La primera letra, álef (a mano derecha), representa la cabeza de un toro. De hecho, más allá de la escritura, la palabra álef tiene también ese significado de toro. De aquí se deriva la conexión con la fuerza y el liderazgo.

La segunda letra, la lamed, es la representación de un bastón de un pastor de rebaño, y el verbo lamad está relacionado con “enseñar”. En otras palabras, tanto el pastor del rebaño como aquel que enseña, están actuando a manera de guía. Alguien a quien debemos seguir.

Poniéndolo todo junto, EL, vendría a ser “un fuerte líder a quien seguir”. De aquí que los cananeos utilizaban la misma terminología, a pesar de que no seguían al mismo dios de los hebreos.

De aquí podemos comprender la lógica del pueblo de Israel construyendo un becerro (un pequeño toro) en la base del Monte Sinaí. Un líder visible a quien podrían seguir en la ausencia de Moisés.

Conclusión

La palabra hebrea EL es utilizada tanto para referirse al Dios de Israel como a otros dioses. Es pertinente comprender el significado hebreo, que se relaciona con la “fuerza” y el “liderazgo”. Cuando aplicamos estos conceptos al EL (Dios) de Israel, podemos entender la función crucial que Él cumple en nuestras vidas y caminar diario.

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El Poder y la Profundidad de La Bendición Sacerdotal

La Biblia está repleta de bendiciones, y una de las más destacadas es la bendición sacerdotal que se encuentra en el libro de Números. Esta bendición, impartida por los sacerdotes a la comunidad de Israel, tiene un significado profundo y duradero. En este blog, exploraremos la profundidad de esta bendición en relación con la lengua hebrea así como también su relación con otras bendiciones en las escrituras hebreas, para comprender mejor su valor espiritual y su aplicabilidad en nuestras vidas.

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5 Paralelos impresionantes entre Yosef y Yeshúa

A Pesar de haber vivido separados por mas de 1300 años de historia, las Escrituras dan varios indicios acerca de muchos paralelos entre las vidas de José, el hijo de Ya’akov y Yeshúa de Nazaret.
A continuación veremos las más llamativas.
Te invito a que abras las Escrituras para buscar los siguientes pasajes para estudiarlos y compararlos con aún más profundidad.

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La Septuaginta – La Primera Traducción de la Torá

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La Palabra Septuaginta (abreviada simplemente LXX) se refiere a la cantidad de traductores involucrados en traducir la Torá al griego (redondeado a 70, aunque en realidad fueron 72). 

Hoy en día la Biblia hebrea, la Torá, existe publicada en cientos de lenguas y dialectos alrededor del mundo. Pero hubo un tiempo cuando la Torá existía solamente en hebreo. Y no sólo eso, las autoridades religiosas judías hubieran considerado una aberración traducir la Torá a cualquier otro idioma, ya que hay innumerables palabras y expresiones hebreas que no pueden traducirse o entenderse fuera del contexto lingüístico y cultural del medio oriente antiguo.

Hay un pasaje en el Talmud que cuenta la historia del evento cuando la Torá fue traducida por primera vez, lo cual sucedió en el siglo 3 AEC (Antes de la Era Común), catalogándolo como “un día tan siniestro para Israel como aquel en el que se hizo el becerro de oro, ya que la Torá no se pudo traducir con precisión”. Esta historia tiene un paralelo en la famosa Carta de Aristeas que veremos más adelante.

Del Tratado de Sofrim, capitulo 1:

Sucedió que el rey Tolomeo reunió a setenta y dos ancianos y los colocó en setenta y dos habitaciones [separadas] sin decirles la razón por la que los había reunido. Luego fue a cada uno de ellos y le dijo: “Escribe para mí [una traducción de] la Torá de Moisés tu maestro”. El Omnipresente los inspiró y la mente de todos era idéntica, de modo que cada uno por su cuenta escribió la [misma traducción de la] Torá, introduciendo [las mismas] trece alteraciones de la siguiente manera […]

Esta, por supuesto, es la postura según la tradición judía. Pero es un hecho verificable que sí hay diferencias entre la Torá hebrea y la traducción griega.

Muchas de estas discrepancias pueden apreciarse también en los escritos del Nuevo Testamento, lo cual llevó a muchos académicos a concluir que los apóstoles se basaron en la traducción griega de la Septuaginta cuando escribieron los Evangelios.

Contexto histórico

La influencia del imperio griego y la Elenización del pueblo judío y el Mediterráneo es bien conocida. Además, había un gran porcentaje de judíos que vivía en Egipto, particularmente en la ciudad griega de Alejandría. A pesar de que no existen registros de censos en el período griego, es un hecho establecido que durante el período romano más del 30% de la ciudad era judía.

Todos estos judíos hablaban griego y lo utilizaban como una lengua primaria en esa cultura. La biblioteca de Alejandría (más tarde quemada por los Romanos), poseía cientos de miles de copias de manuscritos con toda la sabiduría del mundo conocido en la antigüedad. Muchos de los grandes pensadores judíos de esa época fueron instruidos en Alejandría, incluidos Flavio Josefo, Filón y Ben Sirá (autor del libro de Eclesiástico – Escuchar programa aquí).

Entre todas esas obras que contenían el conocimiento del mundo, existía una que no había sido traducida hasta el momento, pero era muy popular dentro de la cultura judía; La Torá. Y este es el contexto en el que se genera la famosa Carta de Aristeas.

La Carta de Aristeas

Esta carta, a pesar de que sus manuscritos más antiguos datan del siglo XI, es citada en gran parte en las obras de Josefo y Filón, además de tener un paralelo con la historia talmúdica citada al comienzo de este artículo. Fue escrita supuestamente por Aristeas, un funcionario de la corte de Tolomeo II (285-246 a. C.) y fue dirigida a su hermano Filócrates. 

De acuerdo con la carta, Tolomeo, deseando tener una versión griega de las leyes judías para la Biblioteca de Alejandría, pidió al sumo sacerdote de Jerusalén que le enviara expertos reconocidos para realizar la traducción. Este le respondió enviándole 72 eruditos.

De acuerdo a la carta, cuando los traductores llegaron a Alejandría, el rey lloró de alegría y durante siete días les planteó preguntas filosóficas, cuyas sabias respuestas se relatan en su totalidad en la carta. Los 72 traductores completaron su tarea en exactamente 72 días y los judíos de Alejandría, al oír leer la Ley en griego, solicitaron copias y maldijeron a cualquiera que cambiara la traducción. Luego, el rey recompensó generosamente a los traductores y los envió de regreso a casa.

Conclusión

A pesar de los relatos extraordinarios narrados en la Carta de Aristeas y en el Talmud y las disputas académicas al respecto, no cabe duda de que la Septuaginta es una de las traducciones más relevantes en la historia de las Escrituras, ya que fue la primera, y tuvo un increíble impacto cultural, no sólo en aquella época para toda la comunidad judía, sino también para el mundo gentil desde entonces, influenciando no sólo la manera en que el mensaje de Yeshúa se expandió por el mundo antiguo, sino también facilitando el conocimiento de la Torá y las Escrituras hebreas en el mundo actual.