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Génesis 1:1 – 6:8

Parashá B'reshit

Génesis 1:1 – 6:8

El comienzo de la Torá (el Pentateuco) es probablemente el texto más misterioso de todas las Escrituras. De una manera extremadamente sucinta se comunica al lector las más asombrosas hazañas, en las que Elohim (el término hebreo utilizado para “Dios” en Genesis 1) crea el mundo de la nada.

La falta de detalle en esta narrativa puede atribuirse al hecho de que el autor de Genesis no esta intentando explicar de manera científica cómo el Creador realiza la obra de creación de cada uno de los elementos, sino más bien el hecho de que existe un Creador. Que el mundo no surgió “de la nada” sino que un Ser Superior que preexistió el mundo, fue el autor de todo lo que hoy vemos y experimentamos con nuestros sentidos.

Habiendo establecido eso, es interesante considerar la manera en que la obra de creación se comunica al lector. Hay un orden específico que surge desde las primeras palabras expresadas; “que haya luz…”.

En el siguiente infográfico podemos apreciar la conexión temática que conectan los primeros 3 días de la creación con los siguientes 3 días, dejando el día séptimo como único en su categoría. Este esquema puede apreciarse en los siete brazos de la menorá, que se encontraba en el Tabernáculo.

 

La primera porción de las Escrituras abarca muchísima historia. Desde los días de la creación, pasando por la expulsión del Edén, el primer asesinato de la historia, todas las generaciones hasta Noé, y el estado espiritual de la humanidad que precipitó el diluvio, que se desarrolla en la siguiente porción.

A medida que avanzamos a través de estos capítulos, aprendemos que la propensidad del hombre al pecado es algo que se manifestó desde el comienzo, y a pesar de que el Creador no había aún entregado su Ley a la humanidad, siempre existió un parámetro de justicia, que es utilizado como el lente por el cual analizamos estos sucesos.


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Enoc, ¿el Hijo del Hombre?

Desde la perspectiva cristiana el concepto: Hijo del Hombre es a veces entendido como: “Hijo de Dios” o, a veces ¡como Dios mismo!

El Libro de Enoc ha sido fuente de gran interés y controversia en tiempos antiguos y modernos. Muchas personas dentro del movimiento mesiánico lo consideran como Escritura inspirada a pesar de no estar incluido en el canon bíblico. 

Hay varios elementos en esta obra, que la colocan históricamente junto con la literatura seudoepigráfica; posiblemente fue escrito entre el cuarto siglo AEC (Antes de la Era Común) y el primer siglo EC (Era Común). Es importante señalar también que, aparte de que existe más de un libro atribuido a Enoc, incluso dentro de este primer libro existen al menos cinco divisiones claras, que indicarían una sola autoría y posiblemente períodos diferentes.

En este artículo quiero discutir acerca de una temática específica contenida en el libro de Enoc: El Hijo del Hombre. En el ámbito cristiano todos conocen esta terminología puesto que es utilizada por Yeshúa, pero ¿Cómo se comparan los escritos de Enoc a las enseñanzas de Yeshúa en lo que respecta a este tema?

Yeshúa como el Hijo del Hombre

Analicemos primero lo que todos conocemos. Yeshúa se refirió a sí mismo como el Hijo del Hombre. De hecho, este término aparece en los Evangelios más de 60 veces, la mayoría de ellas siendo Yeshúa quien se autodenomina como el mismo.

Podemos ver ejemplos en donde el Hijo del Hombre es un ser celestial, con poder sobrenatural, comparable al significado dado en el libro de Enoc, como veremos a continuación:

Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.

Mateo 24:30

Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria…

Mateo 25:31

Y por el otro lado vemos esta expresión aplicada a aspectos más humildes o terrenales de la experiencia humana:

Yeshúa le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza.

Mateo 8:20

De algo podemos estar seguros, y eso es de que Yeshúa no inventó este concepto; y su audiencia de hace dos mil años, mayormente judía, ya lo había escuchado y constituía una parte esencial de la discusión bíblica y doctrinal de su tiempo.

El concepto Hijo del Hombre en las Escrituras Hebreas

Veamos algunos ejemplos en donde este término aparece en el canon bíblico:

¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,

Y el hijo del hombre, para que lo visites?

Salmo 8:4

Sea tu mano sobre el varón de tu diestra,

Sobre el hijo de hombre que para ti afirmaste.

Salmo 80:17

En estos ejemplos en los Salmos (los cuales les invito a leer en contexto para tener una mejor comprensión), el término, es utilizado primero para referirse a una persona común, y segundo, para referirse a alguien específico que cumple con la voluntad de Yehováh. Podría tomarse con connotaciones mesiánicas, pero en mi opinión señala a todos aquellos que hacen Su voluntad.

Siendo consistentes con esta idea, vemos el término utilizado tanto por Ezequiel (decenas de veces) y por Daniel:

Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo.

Ezequiel 2:1

 Pero él me dijo: Entiende, hijo de hombre, porque la visión es para el tiempo del fin.

Daniel 8:17

En estos casos vemos claramente cómo el término es aplicado a Ezequiel y Daniel, dos hombres comunes.

Hijo de Hombre en hebreo es ben adam, literalmente: hijo de Adam. Es decir: toda la raza humana, porque todos somos hijos de Adam. Desde la perspectiva cristiana el concepto: Hijo del Hombre es a veces entendido como: “Hijo de Dios” o, a veces ¡como Dios mismo! Pero con todos los ejemplos presentados aquí, podrás ver cómo la imagen es bastante más rica e intrincada cuando la estudiamos en el contexto de todas las Escrituras.

Enoc, el Hijo del Hombre

Finalmente llegamos a Enoc. Y aquí es donde se pone interesante, ya que a diferencia de los ejemplos que les compartí del Tanaj, en el Libro de Enoc el hijo del hombre es un ser celestial, con muchísimo en común con el libro de Apocalipsis. Quienes desean estudiar esto en profundidad pueden leer los capítulos 46 al 71, en donde esta frase aparece 14 veces.

Me respondió y me dijo: «Este es el Hijo del Hombre, que posee la justicia y con quien vive la justicia y que revelará todos los tesoros ocultos, porque el Señor de los espíritus lo ha escogido y tiene como destino la mayor dignidad ante el Señor de los espíritus, justamente y por siempre. 

Enoc 46:3

Hay muchísimos paralelos también entre los atributos y la función de este Hijo del Hombre en el libro de Enoc, con profecías mesiánicas en Jeremías, Isaías, Daniel y otros profetas canónicos.

Otras partes, nos remitirán a conceptos que hasta el momento hubiésemos asociado solo con Yeshúa y la teología mesiánica, tal como el siguiente:

El se sentó sobre el trono de su gloria y la suma del juicio le ha sido dada al Hijo del Hombre y Él ha hecho que los pecadores sean expulsados y destruidos de la faz de la tierra. […] A partir de entonces nada se corromperá, porque este Hijo del Hombre ha aparecido y se ha sentado en el trono de su gloria, toda maldad se alejará de su presencia y la palabra de este Hijo del Hombre saldrá y se fortalecerá ante el Señor de los espíritus. Esta es la tercera parábola de Enoc.

Enoc 69:27,29

El momento más problemático llega en el capítulo 71, cuando Enoc, trasladado al cielo, le es revelada la identidad de este misterioso hijo del hombre (énfasis dado a las palabras en negrita):

Vino a mí, me saludó con su voz y me dijo: tú eres el Hijo del Hombre que ha sido engendrado por la justicia, la justicia reside sobre y la Cabeza de los Días no te abandonará». Me dijo: «Él proclamará sobre ti la paz, en nombre del mundo por venir, porque desde allí ha provenido la paz desde la creación del mundo y así la paz estará sobre ti para siempre y por toda la eternidad. 

Enoc 71:13-14

A pesar de que a muchos les guste especular acerca de las posibles “profecías mesiánicas” contenidas en el libro de Enoc, es importante reconocer que el autor atribuyó estas características y título a Enoc mismo.

Para sumar a la confusión, un traductor del libro de Enoc al inglés, llamado R.H. Charles, traducción de la cual provienen muchas de las versiones que se encuentran distribuidas en internet, cambió erróneamente la traducción para que las referencias al Hijo del Hombre apareciesen en tercera persona. Es decir, en lugar de leerse: “Tú eres el hijo del hombre”, en su versión se lee: “Este es el Hijo del Hombre” y de la misma manera en las demás instancias. Esto se debe a la intención de querer alinear este texto con el entendimiento cristiano de quién es el Hijo del Hombre. Sería inaceptable desde la perspectiva cristiana, aceptar que Enoc fuera ese Hijo del Hombre descrito en el texto, cuando Yeshúa se describe a sí mismo de la misma manera.

Conclusión

No es la intención de este artículo confundir a nadie ni poner al lector en la posición de elegir quién es “El Hijo del Hombre“. En la perspectiva judía una cosa no contradice a la otra, a pesar de que aparenten ser mutuamente excluyentes. Como les compartí, el término: Hijo de hombre , e: Hijo del hombre, aparecen de manera extensa en las Escrituras Hebreas.

Por el otro lado, tanto si uno acepta o no el libro de Enoc como “inspirado”, se tiene que aceptar y tener conocimiento, de que el autor atribuyó a Enoc mismo este título.

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Yom Tru’á – ¡Despiértate!

Un ruido. Un estruendo ¡A poner atención! Se anuncia la llegada del Rey. 

Estas son algunas de las ideas que nos pueden venir a la mente cuando pensamos en Yom Tru’á. La llegada del séptimo mes trae consigo el final de un ciclo. La tierra dio su fruto y se prepara ahora para recibir las lluvias de estación que llegarán generalmente para sucot. El sol se aleja del hemisferio norte hacia el hemisferio sur, marcando el equinoccio otoñal. 

Este tiempo era considerado por el Israel antiguo y preservado en el judaísmo moderno como un tiempo de juicio. De hecho otro nombre tradicional para yom tru’á es yom haDin; el día del juicio. No es por casualidad que, también tradicionalmente, se le haya asignado la constelación de Libra a este mes, que es la balanza. En donde Dios pesa las acciones de los hombres. A partir de yom tru’a, de hecho, comienza un período bastante solemne de diez días, hasta yom kipur.

Una de las únicas cosas en las que todos concuerdan que se hace en este día es hacer sonar el shofar. El significado detrás de esto es que es un anuncio. Una alerta. Un llamado a despertarse.

¿De dónde viene y qué significa el término hebreoYom tru’á?

El término Yom tru’á aparece sólo una vez en las escrituras, en Números 29:1:

En el séptimo mes, el primero del mes, tendréis santa convocación; ninguna obra de siervos haréis; os será día de sonar las trompetas (Yom tru’á).

La otra ocasión en la que se nos ordena observar este día, se halla en Levítico 23:24:

Habla a los hijos de Israel y diles: En el mes séptimo, al primero del mes tendréis día de reposo, una conmemoración al son de trompetas (zijrón tru’á), y una santa convocación.

La palabra tru’á es traducida como “trompeta” en ambas ocasiones a pesar de que este no es el significado correcto de la palabra. De hecho, existe una palabra en hebreo para trompeta; jatzotzrá (Num 10:2, 31:6).

La palabra tru’á, no es el instrumento que se utiliza para hacer un sonido, sino el sonido mismo. Y este sonido no tiene que ser necesariamente el de una trompeta (aunque también lo puede ser), pero haciendo un estudio de la palabra en las Escrituras podemos encontrar por ejemplo, el término tru’á en las siguientes instancias (entre muchas más):

  • La alarma que se anunciaba con trompetas cuando había peligro inminente (Num 10:9).
  • El grito que lanzó todo el pueblo luego de rodear Yericó, cuando cayeron las murallas (Jos 6:5).
  • Los gritos de alegría en tiempos del rey David, cuando entraron con el arca (2Sa 6:15).

Como vemos, el término tru’á no está limitado a un uso positivo ni negativo en especial, pero deberemos meditar y considerar la palabra en el amplio contexto de las Escrituras, para tener una mejor idea del significado profético de este tiempo señalado del Creador. 

Si te interesa profundizar más sobre este tiempo señalado del Creador, te invitamos a descargar el estudio en PDF de 13 páginas, Yom Tru’á – La Última Trompeta, para estudiarlo con tu familia o grupo de estudio!

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Descubriendo los Mandamientos en las maldiciones del Monte Ebal


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Av y Ben – El misterio del Padre y el Hijo

Cuando ponemos las palabras av (padre) y ben (hijo) juntas, sucede algo maravilloso en la lengua hebrea…

A pesar de que Yeshúa conocía el nombre del Padre, es interesante cómo, cuando le preguntaron sus discípulos acerca de la manera correcta de orar, él no incluyó ese nombre en esa oración:

[…] Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. […] Mt 6:9-10

Padre nuestro en hebreo, es: avinu (אַבינוּ). Sin el posesivo (‘nuestro’), tenemos la palabra padre; av (אַב). Esta palabra es utilizada tanto para un padre terrenal, como para el Padre celestial.

(Muchos reconocen la palabra Abba como ‘padre’. Abba es la forma aramea de la palabra hebrea ‘av’, Rom 8:15)

Un ejemplo de los profetas anteriores a Yeshúa, que también entendían el vínculo entre Dios y su Creación como el vínculo entre un padre y sus hijos viene de Malaquías 2:10:

¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios?

אַב

Las letras hebreas que componen esta palabra son extremadamente interesantes, y es por este tipo de razones que considero la lengua hebrea como una lengua celestial.

Sabemos que la letra alef (א) es la primera letra del alfabeto hebreo. Es por eso que históricamente esta letra fue asociada con el Padre, el Creador. El número uno. “Shemá Israel”, Oye Israel, Yehováh es uno, EJAD. Esto equivale a la letra alef.

La letra bet, la segunda y última letra de la palabra av, es (no) coincidentemente, ¡la segunda letra del alfabeto hebreo! Después del uno viene el dos. El concepto del “segundo”, el “dos”, ya existe dentro del “primero”, tal como la simiente, el potencial de un hijo, existe en el padre, incluso antes de engendrar.

Para asombro de cualquier persona que aprenda esto, ¿Sabía cuál es la palabra hebrea para hijo?

בֵּן (ben)

Como les mencionaba más arriba, el número dos puede tomarse como representación del hijo, ya que es quién viene después del uno, el padre. Es por eso que la palabra ben, hijo, comienza justamente con esta misma letra. Resulta interesante que la segunda letra en: ben, es la: nun. ¿Recuerdan a Yehoshúa ben nun? (Josué). La letra nun representa una semilla, algo que tiene potencial de vida y de crear continuidad, en el sentido de descendencia.

En el antiguo Medio Oriente el engendrar un hijo (varón) era de suma importancia, ya que desde la perspectiva del padre, él era la única oportunidad para la continuidad de su nombre, de su casa, de su herencia. El linaje era extremadamente importante y es por eso que no existían los apellidos en ese entonces, sino que uno era llamado: “hijo de…”. Esta era una forma más en la que este vínculo entre padre e hijo era fortalecido.

Cuando ponemos las palabras av (padre) y ben (hijo) juntas, sucede algo maravilloso (el hebreo se lee de derecha a izquierda, por eso acomodé el español de la misma forma):

אַב+בֵּן=אֶבֶן
even=ben+av

¡La unión del padre y el hijo equivale a una piedra! La fortaleza y la permanencia de una piedra es comparable a la de la unión entre un padre y un hijo.

Con esto en mente podemos entender la pasión de Yeshúa, llamando a Yehováh su padre, considerando la fortaleza de la unión con Él como Su hijo, y enseñando a otros a tener el mismo tipo de vínculo.

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Los Jueces de la Torá y los Jueces de Hoy

Cortesía del Club de Patrocinadores

La palabra jueces en español, fue traducida del hebreo: Elohim, que es generalmente traducido como “Dios”.

No ofenderás a los jueces ni maldecirás al príncipe de tu pueblo.

Éxodo 22:28

De acuerdo a una cuenta rabínica de Maimónides hay 613 mandamientos en la Torá, y comenzando con los 10 mandamientos en Éxodo 20, vemos como luego de una breve interrupción, en donde el pueblo le pide a Moisés que solo él siga hablando con el Todopoderoso (hasta ese punto todos estaban oyendo las palabras desde el cielo), hay una continuación en la narrativa y enumeración de más mandamientos.

La palabra mishpatim, que da nombre a la parashá que abarca de Éxodo 21:1 a 24:18, viene de la palabra shafat (שפט) que significa juzgar. Shofet significa juez.

Entonces tenemos una serie de “juicios” o más bien, leyes o estatutos acerca de cómo comportarnos, principalmente con nuestros prójimos (aunque hay también leyes entre el hombre y Dios). Un criterio universal que puede ser utilizado a través de la historia para comprender el concepto de justicia desde un punto de vista Divino.

Es dentro de este contexto que encontramos entre estos decretos el de “no ofender a los jueces ni maldecir al príncipe (líder) de nuestro pueblo”.

Para comenzar, es interesante resaltar que la palabra jueces en español, fue traducida del hebreo Elohim, que es generalmente traducido como “Dios”, pero también es asociado con un estatus social determinado, y por eso en ciertos casos utilizado para personas con autoridad dentro de la sociedad, tal como los jueces.

El Rol de los Jueces

Cuando leemos la Torá en su contexto entenderemos primero que los jueces forman parte de un sistema establecido por Moshé para determinar resoluciones a disputas. Vale la pena mencionar que por un par de meses luego de haber salido de Egipto, fue Moshé mismo quien se dedicó a solucionar todo tipo de disputas que se sucitaban entre miembros de la gran multitud de Israelitas que transitaban por el desierto. Esta situación no era sostenible al largo plazo, por lo cual cuando Yitro, el suegro de Moisés, se topó con esta realidad, no dudó en sugerirle a Moisés el nombramiento de una serie de jueces para poder solucionar disputas menores entre personas de una familia o tribu determinada, y sólo aquellos casos más graves y difíciles de solucionar pasarían a niveles más altos en el proceso judicial. Tal como hoy en día tenemos cortes judiciales locales y estatales o provinciales, y luego existe una Corte Suprema que evalúa casos particulares que no pudieron ser solucionados en cortes menores, o que fueron apelados.

Estos jueces debían ocuparse de disputas relacionadas con la propiedad privada, daños a terceros, injurias, y muchas cosas más. El sistema instituído por Moshé e implementado durante el período del viaje de los israelitas en el desierto, se institucionalizó en la Tierra Prometida mas tarde en las cortes locales llamadas Sanedrín. El Gran Sanedrín existía en Jerusalén y se mantuvo activo hasta el siglo IV de la Era común.

El rol de los jueces y su importancia en la sociedad hebrea antigua deben ser enfatizados. Moisés mismo recapitula en el libro de Deuteronomio:

Cuando alguna cosa te sea difícil en el juicio, entre una clase de homicidio y otra, entre una clase de derecho legal y otra, y entre una clase de herida y otra, en negocios de litigio en tus ciudades; entonces te levantarás y recurrirás al lugar que Yehová, tu Dios, escoja. Acudirás a los sacerdotes levitas y al juez que haya en aquellos días, y preguntarás. Ellos te enseñarán la sentencia del juicio.

Y harás lo que indique la sentencia que te dicten los del lugar que Yehová escoja, cuidando de cumplir todo lo que te manifiesten. Procederás según las instrucciones que te den y el juicio que te pronuncien; no te apartarás ni a la derecha ni a la izquierda de la sentencia que te dicten. El hombre que proceda con soberbia, no obedeciendo al sacerdote que está para ministrar allí delante de Yehová, tu Dios, o al juez, ése morirá. Así apartarás el mal de en medio de Israel. Y cuando todo el pueblo lo sepa, temerá y no se ensoberbecerá.

Deuteronomio 17:8-13

¿Quiénes son los jueces de hoy?

Tal como dice el versículo citado al comienzo de este artículo, debemos respetar a nuestros jueces y líderes. La pregunta que me gustaría postular es si este requerimiento aplica a todos los jueces en todo lugar y en todos los tiempos. Lo siguiente, es simplemente mi opinión, y si tienes una opinión diferente o te quieres opinar acerca de esta exposición, te invito a que lo hagas en la sección de comentarios más abajo.

En la sección anterior de este artículo presenté el caso bíblico acerca de la función de los jueces en relación a las leyes establecidas por el Creador en su Torá. La Torá no tiene provisiones para nuevas legislaciones, al contrario, está prohibido añadir y quitar de la palabra (Deu 4:2). El rol de los jueces era simplemente el de resolver disputas civiles interpretando la ley de la Torá a la luz de distintas situaciones.

En contraste a esto, los jueces de hoy en nuestras diversas naciones, no interpretan las leyes de la Torá, sino leyes locales de los países en donde residen. Países que tienen constituciones propias, y legislaturas que añaden y quitan leyes de acuerdo a las agendas políticas de turno. Tales leyes pueden o no, coincidir con lo que el Dios de Israel llama justicia. No es necesario aclarar que los jueces a los que el Todopoderoso se refiere, a los cuales debemos acatar, son aquellos que dan sus decretos basados en las leyes eternas de la Torá.

¿Debemos respetar a nuestros líderes? – Conclusión

Cuando la Torá habla de un príncipe de tu pueblo, ¿Cuál es nuestro pueblo? ¿En dónde esta fundamentada nuestra identidad? ¿En algún país-estado, fundado hace un par de siglos, o en la nación eterna de Israel, la cual el Padre dice que “desaparecerán las estrellas”, antes de que Israel deje de ser un pueblo?

A pesar de mi visión radical acerca de la realidad política en la que vivimos, me gustaría cerrar con una postura balanceada que podemos encontrar en la persona del profeta Daniel y su relación con varios reyes de Babilonia y Persia. Viviendo en el exilio y bajo la hegemonía de un gran poder opresor, Daniel entendió que participar de ese sistema representaría una ventaja para cumplir su propósito en esta tierra. Daniel sirvió a reyes paganos de la misma manera que Yeshúa les recomendó a sus discípulos pagarle tributo al César.

Por el otro lado, Daniel nunca comprometió su integridad en lo que respecta a las leyes eternas de la Torá, incluso cuando le costaron la oposición, hostilidad y persecución a manos de aquellos que tenían el poder para hacerlo y no podían tolerar ni el menor indicio de desobediencia.

En conclusión: ¿Debemos respetar a nuestros líderes?

Cuando la Torá habla de un príncipe de tu pueblo, ¿Cuál es nuestro pueblo? ¿En dónde esta fundamentada nuestra identidad? ¿En algún país-estado, fundado hace un par de siglos, o en la nación eterna de Israel, la cual el Padre dice que “desaparecerán las estrellas”, antes de que Israel deje de ser un pueblo?

A pesar de mi visión radical acerca de la realidad política en la que vivimos, me gustaría cerrar con una postura balanceada que podemos encontrar en la persona del profeta Daniel y su relación con varios reyes de Babilonia y Persia. Viviendo en el exilio y bajo la hegemonía de un gran poder opresor, Daniel entendió que participar de ese sistema representaría una ventaja para cumplir su propósito en esta tierra. Daniel sirvió a reyes paganos de la misma manera que Yeshúa les recomendó a sus discípulos pagarle tributo al César.

Por el otro lado, Daniel nunca comprometió su integridad en lo que respecta a las leyes eternas de la Torá, incluso cuando le costaron la oposición, hostilidad y persecución a manos de aquellos que tenían el poder para hacerlo y no podían tolerar ni el menor indicio de desobediencia.

El poder de Dios

El (אֶל) – El Poder de Dios

Cortesía del Club de Patocinadores

La palabra hebrea EL es utilizada tanto para referirse al Dios de Israel como a otros dioses.

Títulos de Dios

A pesar de que Dios tiene sólo un nombre propio, Yehováh, existe una multiplicidad de títulos por los cuales el Creador es referido en las Escrituras. La mayoría de estos son títulos que nos revelan distintas características acerca de Dios y también acerca de cómo él era percibido en la sociedad del Medio Oriente en tiempos bíblicos.

En esta ocasión analizaremos el título: EL, en las Escrituras hebreas.

La palabra EL (אֶל) es la palabra que se traduce al español simplemente como “Dios”, al igual que Elohim. Note como EL son las primeras dos letras de Elohim; siendo El  la forma singular, y Elohim el plural mayestático. También existe Eloah, una forma aramea singular femenina de la misma raíz. Existe también el plural elim, que siempre se refiere a dioses paganos. Por el contrario, Elohim puede ser utilizado tanto para referirse al Creador, como a dioses (en plural) de otras naciones.

La palabra EL es también utilizada en conjunción con otros sustantivos para formar un término compuesto en referencia exclusiva al Dios de Israel. Ejemplos de esto serían EL Elión (Dios Supremo) y EL Shadai (traducido como Dios Todopoderoso, pero con un significado más profundo que analizaremos en un futuro artículo).

EL, no es una palabra exclusivamente hebrea

EL, también era el nombre de la deidad suprema de los cananeos. Pero esto no hace que la palabra “se vuelva pagana” de ninguna manera. Mas bien, debemos ahondar en el origen lingüístico de esta palabra que poseía un significado en la lengua cananea y que estaba ligado con la lengua hebrea. Muchas lenguas semíticas de la región estaban relacionadas y hasta tenían los mismos sistemas de escritura, lo cual permitía la comunicación entre las naciones vecinas, incluyendo a los hebreos, los cananeos, los fenicios y los moabitas.

Significado de la palabra EL

La manera más simple de entender el significado de esta palabra, tanto en el hebreo bíblico como en la lengua de Canaán / Fenicia, es comprender el significado pictográfico de las dos letras que componen esta palabra.

Aclaración: en los últimos años ha habido una gran cantidad de “maestros” mesiánicos que han desarrollado un sistema de interpretación del hebreo bíblico basándose en los significados primitivos de los caracteres. Como hebreo parlante y como alguien que ha enseñado hebreo bíblico por varios años, puedo decirle que la mayoría de estas interpretaciones son bastante ‘forzadas’, generalmente para hacer caber su propia teología dentro del hebreo y de la Biblia. Además, la mayoría de estas personas ni siquiera pueden leer hebreo de manera fluida. Yo no endoso tales “maestros” ni dicho tipo de interpretación. 

Habiendo hecho esta breve aclaración, permítame confirmarle que es cierto que cada letra en el alfabeto hebreo tiene un significado, y si lo analizamos de manera contextual con las escrituras y la teología hebrea y con integridad moral, podemos obtener una clara y simple revelación tal como la que veremos a continuación.

(EL) אֶל   

Dos letras hebreas son las que forman esta palabra. En la foto de arriba, dentro del recuadro se encuentra la palabra EL en la escritura paleo hebrea o proto cananea. La primera letra, álef (a mano derecha), representa la cabeza de un toro. De hecho, más allá de la escritura, la palabra álef tiene también ese significado de toro. De aquí se deriva la conexión con la fuerza y el liderazgo.

La segunda letra, la lamed, es la representación de un bastón de un pastor de rebaño, y el verbo lamad está relacionado con “enseñar”. En otras palabras, tanto el pastor del rebaño como aquel que enseña, están actuando a manera de guía. Alguien a quien debemos seguir.

Poniéndolo todo junto, EL, vendría a ser “un fuerte líder a quien seguir”. De aquí que los cananeos utilizaban la misma terminología, a pesar de que no seguían al mismo dios de los hebreos.

De aquí podemos comprender la lógica del pueblo de Israel construyendo un becerro (un pequeño toro) en la base del Monte Sinaí. Un líder visible a quien podrían seguir en la ausencia de Moisés.

Conclusión

La palabra hebrea EL es utilizada tanto para referirse al Dios de Israel como a otros dioses. Es pertinente comprender el significado hebreo, que se relaciona con la “fuerza” y el “liderazgo”. Cuando aplicamos estos conceptos al EL (Dios) de Israel, podemos entender la función crucial que Él cumple en nuestras vidas y caminar diario.