No ofenderás a los jueces ni maldecirás al príncipe de tu pueblo.
Éxodo 22:28
De acuerdo a una cuenta rabínica de Maimónides hay 613 mandamientos en la Torá, y comenzando con los 10 mandamientos en Éxodo 20, vemos como luego de una breve interrupción, en donde el pueblo le pide a Moisés que solo él siga hablando con el Todopoderoso (hasta ese punto todos estaban oyendo las palabras desde el cielo), hay una continuación en la narrativa y enumeración de más mandamientos.
La palabra mishpatim, que da nombre a la parashá que abarca de Éxodo 21:1 a 24:18, viene de la palabra shafat (שפט) que significa juzgar. Shofet significa juez.
Entonces tenemos una serie de “juicios” o más bien, leyes o estatutos acerca de cómo comportarnos, principalmente con nuestros prójimos (aunque hay también leyes entre el hombre y Dios). Un criterio universal que puede ser utilizado a través de la historia para comprender el concepto de justicia desde un punto de vista Divino.
Es dentro de este contexto que encontramos entre estos decretos el de “no ofender a los jueces ni maldecir al príncipe (líder) de nuestro pueblo”.
Para comenzar, es interesante resaltar que la palabra jueces en español, fue traducida del hebreo Elohim, que es generalmente traducido como “Dios”, pero también es asociado con un estatus social determinado, y por eso en ciertos casos utilizado para personas con autoridad dentro de la sociedad, tal como los jueces.
El Rol de los Jueces
Cuando leemos la Torá en su contexto entenderemos primero que los jueces forman parte de un sistema establecido por Moshé para determinar resoluciones a disputas. Vale la pena mencionar que por un par de meses luego de haber salido de Egipto, fue Moshé mismo quien se dedicó a solucionar todo tipo de disputas que se sucitaban entre miembros de la gran multitud de Israelitas que transitaban por el desierto. Esta situación no era sostenible al largo plazo, por lo cual cuando Yitro, el suegro de Moisés, se topó con esta realidad, no dudó en sugerirle a Moisés el nombramiento de una serie de jueces para poder solucionar disputas menores entre personas de una familia o tribu determinada, y sólo aquellos casos más graves y difíciles de solucionar pasarían a niveles más altos en el proceso judicial. Tal como hoy en día tenemos cortes judiciales locales y estatales o provinciales, y luego existe una Corte Suprema que evalúa casos particulares que no pudieron ser solucionados en cortes menores, o que fueron apelados.
Estos jueces debían ocuparse de disputas relacionadas con la propiedad privada, daños a terceros, injurias, y muchas cosas más. El sistema instituído por Moshé e implementado durante el período del viaje de los israelitas en el desierto, se institucionalizó en la Tierra Prometida mas tarde en las cortes locales llamadas Sanedrín. El Gran Sanedrín existía en Jerusalén y se mantuvo activo hasta el siglo IV de la Era común.
El rol de los jueces y su importancia en la sociedad hebrea antigua deben ser enfatizados. Moisés mismo recapitula en el libro de Deuteronomio:
Cuando alguna cosa te sea difícil en el juicio, entre una clase de homicidio y otra, entre una clase de derecho legal y otra, y entre una clase de herida y otra, en negocios de litigio en tus ciudades; entonces te levantarás y recurrirás al lugar que Yehová, tu Dios, escoja. Acudirás a los sacerdotes levitas y al juez que haya en aquellos días, y preguntarás. Ellos te enseñarán la sentencia del juicio.
Y harás lo que indique la sentencia que te dicten los del lugar que Yehová escoja, cuidando de cumplir todo lo que te manifiesten. Procederás según las instrucciones que te den y el juicio que te pronuncien; no te apartarás ni a la derecha ni a la izquierda de la sentencia que te dicten. El hombre que proceda con soberbia, no obedeciendo al sacerdote que está para ministrar allí delante de Yehová, tu Dios, o al juez, ése morirá. Así apartarás el mal de en medio de Israel. Y cuando todo el pueblo lo sepa, temerá y no se ensoberbecerá.
Deuteronomio 17:8-13
¿Quiénes son los jueces de hoy?
Tal como dice el versículo citado al comienzo de este artículo, debemos respetar a nuestros jueces y líderes. La pregunta que me gustaría postular es si este requerimiento aplica a todos los jueces en todo lugar y en todos los tiempos. Lo siguiente, es simplemente mi opinión, y si tienes una opinión diferente o te quieres opinar acerca de esta exposición, te invito a que lo hagas en la sección de comentarios más abajo.
En la sección anterior de este artículo presenté el caso bíblico acerca de la función de los jueces en relación a las leyes establecidas por el Creador en su Torá. La Torá no tiene provisiones para nuevas legislaciones, al contrario, está prohibido añadir y quitar de la palabra (Deu 4:2). El rol de los jueces era simplemente el de resolver disputas civiles interpretando la ley de la Torá a la luz de distintas situaciones.
En contraste a esto, los jueces de hoy en nuestras diversas naciones, no interpretan las leyes de la Torá, sino leyes locales de los países en donde residen. Países que tienen constituciones propias, y legislaturas que añaden y quitan leyes de acuerdo a las agendas políticas de turno. Tales leyes pueden o no, coincidir con lo que el Dios de Israel llama justicia. No es necesario aclarar que los jueces a los que el Todopoderoso se refiere, a los cuales debemos acatar, son aquellos que dan sus decretos basados en las leyes eternas de la Torá.
¿Debemos respetar a nuestros líderes? – Conclusión
Cuando la Torá habla de un príncipe de tu pueblo, ¿Cuál es nuestro pueblo? ¿En dónde esta fundamentada nuestra identidad? ¿En algún país-estado, fundado hace un par de siglos, o en la nación eterna de Israel, la cual el Padre dice que “desaparecerán las estrellas”, antes de que Israel deje de ser un pueblo?
A pesar de mi visión radical acerca de la realidad política en la que vivimos, me gustaría cerrar con una postura balanceada que podemos encontrar en la persona del profeta Daniel y su relación con varios reyes de Babilonia y Persia. Viviendo en el exilio y bajo la hegemonía de un gran poder opresor, Daniel entendió que participar de ese sistema representaría una ventaja para cumplir su propósito en esta tierra. Daniel sirvió a reyes paganos de la misma manera que Yeshúa les recomendó a sus discípulos pagarle tributo al César.
Por el otro lado, Daniel nunca comprometió su integridad en lo que respecta a las leyes eternas de la Torá, incluso cuando le costaron la oposición, hostilidad y persecución a manos de aquellos que tenían el poder para hacerlo y no podían tolerar ni el menor indicio de desobediencia.