El poder de Dios

El (אֶל) – El Poder de Dios


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Emuna

Emuná (אֶמוּנָה) – La fe que nos sustenta

La emuná, nuestra fe, así como también la verdad, es en donde nos apoyamos, por eso esta palabra tiene la definición de ser un soporte.

¿Qué es la fe? ¿Intentó definirla alguna vez? Si no se puede explicar lo que es, ¿podemos afirmar que la poseemos?

En el diccionario, esta palabra está asociada con la creencia y la esperanza, y si bien esto es cierto también en el hebreo, el significado de la palabra emuná (אֶמוּנָה) es muchísimo más abarcativo.

Lo primero que debemos comprender es que el sustantivo emuná proviene de un verbo. Este verbo es amán (אָמַן). Amán significa creer, pero tiene también varias implicaciones físicas, o prácticas, como veremos a continuación.

Y creyó a Yehováh, y le fue contado por justicia. Génesis 15:6

El verbo creyó (הֶאֱמִן) aqui viene del verbo amán (אָמַן). Y en el contexto de la historia de Avraham, vemos como él era un hombre de acción y recibe esta visitación de Yehováh ya habiendo dejado su tierra natal. Su emuná lo llevó a tomar acción.

Emuná se relaciona con la verdad:

El testigo verdadero (emunim) no mentirá; mas el testigo falso hablará mentiras. 
Proverbios 14:5

Abrid las puertas, y entrará la gente justa, guardadora de verdades (emunim)
Isaías 26:2

En ambos casos, la palabra que se relaciona con la verdad proviene de la palabra emuná.

La emuná, nuestra fe, así como también la verdad, es en donde nos apoyamos, por eso esta palabra tiene la definición de ser un soporte. Una cosa que sostiene a otra. Una persona fiel (que tiene fe) en hebreo es ne’emán; una persona que tiene una base de apoyo firme.

Tal vez una de las figuras más impresionantes que esta palabra nos puede enseñar está en la relación con una madre; em (אֵם). Una madre es la que sostiene y sustenta al bebé. Esta palabra está dentro de la palabra emuná y el verbo amán. Hay otra palabra parecida, omén (para hombre) u omenet (para mujer) que proviene de la palabra em (madre), pero no se trata necesariamente de una madre de sangre sino de alguien que cuida y sustenta a un bebé. En el español de Reina Valera, una aya.

Y tomando Noemí el hijo, lo puso en su regazo, y fue su aya (omenet).
Rut 4:16

O en el siguiente caso, en donde Moisés se queja ante Yehováh en el desierto por los hijos de Israel:

¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva el que cría (omén) al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres?

Todos estos conceptos, tan diferentes, convergen en la raíz de la palabra emuná. La fe requiere de sustento, y requiere también de acción. Una persona fiel es una persona firme. 

Tal vez algunas de estas cosas ayuden a poner en perspectiva las palabras de Ya’akov (Santiago), cuando escribió: “muéstrame tu fe (emuná) sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.

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Bendición בְּרָכָה (brajá)

Una bendición es un hermoso gesto de amor. Puede darse a otros, así como también recibirse. Cuando bendecimos a una persona, es alguien que nos importa, alguien para quien deseamos el bien y alguien a quien respetamos. Cuando alguien nos bendice a nosotros, eso nos hace sentir bien, significa que la persona que nos bendice quiere lo mejor para nosotros.

Es difícil conceptualizar una bendición y la acción de bendecir, separado del contexto cristiano en el que lo aprendimos. Raramente se escucha acerca de alguien que bendiga a otra persona, fuera del marco de la iglesia, la congregación, o una reunión entre creyentes.
La palabra bendición viene del latín benedicere, que significa simplemente “hablar (dicere) bien (ben)”. Decir algo bueno, pronunciar una buena palabra sobre alguien… con esta definición, una bendición y un cumplido tienen poca diferencia.

¿Qué podemos aprender de esta palabra en la lengua hebrea?

בְּרָכָה
(brajá)

La primera vez que el concepto de bendecir (en forma de acción) aparece en las escrituras, es en el primer capítulo de Génesis, cuando el Creador bendice a los animales en el agua y el aire para que sean fructíferos y se multipliquen. Como veremos, una bendición siempre está relacionada con otorgar algo en la Torá. En este caso, el Eterno le entrega a los animales esa capacidad para ser fructíferos y multiplicarse.

La primera vez que la palabra brajá, aparece en forma de sustantivo en la Torá, es en Génesis 12:2, en donde el Altísimo le dice a Abraham que lo bendecirá, y hará que él mismo se convierta en una brajá.

Más tarde vemos como Ya’akov toma la brajá que le correspondía a Esaú (Gen 27:35-38). Aquí vemos nuevamente una bendición como algo que “se entrega” de padre a hijo. Posteriormente vemos este ritual en Génesis 49, cuando Ya’akov bendice a sus hijos.

Tal como el padre da la bendición a su hijo, podemos ver también como Yehováh, nuestro padre celestial, otorga sus bendiciones a nosotros en la tierra:

…entonces yo os enviaré mi bendición el sexto año, y ella hará que haya fruto por tres años.
Levítico 25:21

En todos estos casos podemos ver como una bendición, en el sentido bíblico, está intrínsecamente relacionada con el concepto de dar algo. En este último caso, una abundancia en la cosecha antes del año de jubileo, y en el caso de los padres, ellos entregaban una parte de todo lo que poseían (su herencia) a sus hijos, siendo el hijo primogénito quien recibía una doble porción de todo.

Cuando observamos la palabra hebrea brajá, y analizamos su raíz, encontramos la palabra berej (ברך), que significa “rodilla”. La bendición puede ir en dos direcciones: cuando un padre bendice a su hijo es una, y la otra es cuando nosotros bendecimos a nuestro Padre celestial. En este caso, nos arrodillamos ante Él, tal como podemos ver en el siguiente pasaje:

…Salomón había hecho un estrado de bronce de cinco codos de largo, de cinco codos de ancho y de altura de tres codos, y lo había puesto en medio del atrio; y se puso sobre él, se arrodilló delante de toda la congregación de Israel, y extendió sus manos al cielo.
2 Crónicas 6:13

Hasta el día de hoy, hay mucha gente que se arrodilla para orar o bendecir al Eterno. En la tradición judía, cuando se recitan las bendiciones se acostumbra doblar las rodillas en señal de reverencia, haciendo honor a esta antigua tradición.

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Israel (יִשְׂרָאֵל) – el que lucha

Se podría decir que, posiblemente, el nombre de Israel sea uno de los nombres más relevantes en todas las escrituras hebreas. Es el nombre del pueblo elegido por Yehováh, así como también el nombre dado a la tierra en la que el pueblo entró y conquistó en tiempos de Josué. Tan relevante es este nombre, que dos mil años más tarde, con el surgimiento del movimiento sionista moderno, la subsecuente creación del estado, aún preservó el ancestral nombre de Israel.

Con casi nueve millones de habitantes viviendo hoy en día en la Tierra de Israel, y alrededor de quince millones de judíos en el mundo que se consideran de una manera u otra como parte de Israel, podemos trazar el origen de este nombre a tan sólo un hombre; nuestro patriarca Ya’akov (Jacob). Y dentro de la vida difícil de este personaje bíblico, podemos trazar el origen de su nombre a un evento en particular, mencionado en las páginas del libro de Genesis:

Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.
Genesis 32:24-28

La explicación del varón que luchó con Ya’akov es que el estaba recibiendo el nombre Israel porque “luchó con Dios y con los hombres y venció”. Obviamente, leyéndolo en el español no se puede encontrar una correlación entre estos términos.

La palabra Israel (יִשְׂרָאֵל) está compuesta por un verbo conjugado, proveniente de la raíz שָׂרָה (S.R.H.) y la palabra “el” (אֵל) que significa Dios o poderoso. La raíz del verbo en cuestión, si prestó atención, se habrá dado cuenta de que es idéntica al nombre Sara, la esposa de Abraham. En forma de sustantivo su nombre es traducido como princesa. Pero el significado real tiene que ver con el liderazgo. De aquí es que proviene el concepto de luchar; el líder del pueblo guiaba al ejército en la batalla, por ejemplo. Interesantemente, el concepto de príncipe (sar – שָׂר) en hebreo, fue transmitido a otras lenguas, tal como el latín César (el emperador romano) o el ruso Zar (título equivalente de liderazgo en la antigua Rusia).

Ya’akov no heredó el derecho a ese título, sino que se lo ganó por mérito propio, sobreponiéndose a los desafíos en su propia vida, ya sea luchando con personas comunes o poderosas, y no dándose por vencido.

De la misma manera, cada uno de nosotros puede formar parte de ese pueblo ancestral, de esa simiente proveniente de Ya’akov/Israel, en tanto no nos resignemos a quejarnos por los problemas que enfrentamos en nuestras vidas, pero aceptemos ese desafío de liderazgo y determinación y obediencia que ejemplificó nuestro patriarca.

Primeros Frutos

Bikurim (בִּכּוּרים) – Primeros frutos

El día de las primicias NO es llamado Yom haBikurim en la Torá.

La palabra bikurim fue popularizada en el movimiento mesiánico a raíz de “yom haBikurim”, el día “después del Shabat” cuando un omer de los primeros frutos de la cebada era ofrecido en el templo (Lev 23:10). Interesantemente, la palabra bikurim no aparece en este versículo. La palabra, o mejor dicho, las palabras para “primeros frutos”, aquí es reshit k’tzirjem, literalmente “el comienzo de vuestra cosecha”.

Tal vez sorprenda a muchos conocer que en el mismo capítulo, tan sólo unos versículos más adelante, la palabra bikurim aparece, pero ahora en el contexto de otro tiempo señalado, que es Shavuot:

De vuestras habitaciones traeréis dos panes para ofrenda mecida, que serán de dos décimas de efa de flor de harina, cocidos con levadura, como primicias (bikurim בִּכּוּרִים) para Yehováh. (Lev 23:17)

En el versículo 20 se menciona el léjem haBikurim, o “pan de las primicias” y en Números 28:26 la Fiesta de Shavuot es llamada: Yom haBikurim.

¿De nuevo hemos aprendido algo de manera errónea? No exactamente. La realidad es que, temáticamente hablando, el “comienzo de la cosecha”, aquellos frutos de la cebada ofrecidos durante la semana de Jag haMatzot (Fiesta de Panes sin Levadura), desde cuando comenzamos a contar los cincuenta días hasta Shavuot, pueden también ser llamados bikurim figurativamente hablando.

Pero si queremos definir los términos de manera correcta y exacta, es importante entender que aquel día de las primicias NO es llamado Yom haBikurim en la Torá. Y por el otro lado, el día que es llamado Yom haBikurim es Shavuot, como vimos más arriba.

Por último, les compartiré el significado de esta palabra. Bikurim es el plural de la palabra bikur, que es el “primero”, relacionado con elementos orgánicos tales como animales y frutos o plantas. Esta relacionado con la raíz bajar (בָכַר) que significa “primogénito”. En Egipto por ejemplo, la décima plaga fue llamada makat haBejorot, “plaga de los primogénitos”.

Tal como se expresa bíblicamente, el primer “fruto del vientre” de la mujer esta relacionado lingüísticamente con las primicias de la tierra.

Las Fiestas

Jag (חַג) – Fiesta

Muy probablemente haya escuchado en el pasado acerca de las “Fiestas del Creador” o “Fiestas Bíblicas”. En un sentido general, se utiliza este término para referirse a los tiempos señalados (mo’adim) especificados en Levítico 23. Lo que a la mayoría le sorprenderá enterarse, es que no todos los tiempos señalados son “Fiestas” (jaguim). Déjeme decirlo de esta manera: todas las Fiestas (jaguim) son tiempos señalados (mo’adim), pero no todos los tiempos señalados son Fiestas. En una rápida búsqueda en Google podrá encontrar que muchos hablan de siete “Fiestas”, otros hablan de todavía más. Pero todos se basan en la “interpretación” de aquel que decide categorizarlas de esa manera. Sin embargo, si nos basamos estrictamente por lo que nos dice la Torá, veremos que no hay siete, ni ocho, ni diez, sino solamente tres Fiestas en las Escrituras Hebreas. La palabra חַג (Jag) es utilizada en referencia a tres Fiestas específicas en Deuteronomio 16: la Fiesta de Pésaj (Jag haPésaj), la Fiesta de Shavuot (Jag haShavuot) y la Fiesta de Sucot (Jag haSucot). Y hay un común denominador entre estas tres Fiestas, las únicas tres Fiestas (propiamente llamadas de esa manera) y es que eran las tres veces en el año en que “todo varón” debía subir a Yerushalaim a adorar en el Templo y traer ofrendas y/o sacrificios (Fiestas de peregrinación):

Tres veces en el año me celebraréis Fiesta. (Éxodo 23:14)

La palabra Jag (חַג) está relacionada con la palabra Jug (חוּג) que significa “círculo” o “circuito”. En la secuencia del año, son tres puntos específicos determinados por los que pasamos (un circuito). En un sentido más simple y práctico, cuando se celebraba una Fiesta, se salía a las calles, y se danzaba, tocaba música y cantaba, en círculos. Todo esto esta relacionado con la palabra Jag. Una de las primeras veces que vemos esta palabra en la Torá es en Éxodo 5:1 (y subsecuentemente en varias ocasiones), en donde Moshé le insiste al Faraón que libere al pueblo de Israel de Egipto para “ir a celebrar una Fiesta”. La Fiesta a la cual Moshé se está refiriendo, a pesar de que es probable que ni él lo haya sabido en esas instancias, ya que los mandamientos no habían sido todavía entregados, es la Fiesta de Shavuot, la cual tomó lugar por primera vez 50 días después de la salida de Egipto en Pésaj, cuando el Todopoderoso proclamó los Mandamientos desde la cima del Monte Sinaí.  
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Matzá y maror (מַצֹּות עַל־מְרֹרִים)

La tradición judía enseña que cada persona debe verse a sí misma como si ella hubiera salido de Egipto.

Hay muchísimos elementos en la tradición judía que corresponden a la fiesta de Pésaj, pero no todos necesariamente se encuentran en las Escrituras. El más emblemático de estos elementos es, sin duda, el cordero pascual, el cual fue requerido desde el primer Pésaj en la tierra de Egipto, así como también cada año en la tierra de Israel, un cordero por familia debía llevarse a Jerusalén para ser sacrificado en el Templo.

Desde el año 70 EC, cuando el Templo fue destruido por los romanos, el cordero pascual dejó de ser sacrificado y en su lugar, los judíos hoy en día lo recuerdan con un simple hueso de cordero en el plato tradicional del “seder”, el cual posee muchos otros elementos que no aparecen necesariamente ordenados en la Torá.

Fuera del cordero, no hay muchos mandamientos en la Torá sobre qué debe hacerse en Pésaj o cómo hacerlo. Uno de los pocos mandamientos sobre qué comer, aparece en el mismo versículo en el que aparece el mandamiento sobre comer la carne del cordero:

Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura (matzot); con hierbas amargas (merorim) lo comerán. (Éxodo 12:8)

Podemos observar que en hebreo hay dos palabras completamente distintas para pan leudado (léjem) y pan sin levadura (matzá). “Matzot” es simplemente el plural de “Matzá”. La matzá no fue un tipo de pan creado accidentalmente cuando el pueblo de Israel salió de Egipto apurado. Mas bien, este tipo de pan siempre existió y fue preparado en la cultura del Medio Oriente y en todo el mundo.

En el caso del Pésaj, se nos da una razón por la que debemos comer matzá en Pésaj, y es para que recordemos que “salimos de la tierra de Egipto” (Deu 16:3). Aquí, la matzá es también llamada el “pan de aflicción”.

“Merorim” es el plural de “maror”, que viene de la palabra “mar” que significa aMARgo (¡note la similitud fonética con el español!). La amargura viene también de Egipto. De recordar nuestra esclavitud.

La esclavitud no es algo que le sucedió solamente a los hijos de Israel hace más de 3000 años. La tradición judía enseña que “cada persona debe verse a sí misma como si ella hubiera salido de Egipto”. Y es la verdad. La esclavitud es personal, y arraigada en nuestra mente. La aflicción y la amargura tienen que ver con vivir una vida de esclavitud al pecado.

Nuestra celebración tiene que ver con la liberación personal del Todopoderoso frente a esta esclavitud que menciono.

¿Y si fuimos liberados cual es el punto de matzot y merorim?

Debemos saber de dónde venimos. Debemos recordar nuestro pasado y conocer nuestra historia, saber a quién servíamos, si es que viviremos una vida de libertad, y debemos enseñárselo a nuestros hijos, si no queremos que ellos retornen a esa esclavitud de la cual el Eterno nos liberó.