Históricos

Moshé – Esclavo, Príncipe y Redentor


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Pésaj (פֶּסַח) – La Pascua

A pesar de que la palabra Pascua es asociada con la Pascua católica, en donde los huevos y conejos de chocolate son elementos tradicionales, la palabra “Pascua” en sí es una palabra que encuentra su origen en la lengua hebrea. Fue a través de la palabra griega Πάσχα (pronunciada ‘pasja’) que esta palabra llegó al español, y el griego la tomó a su vez del original hebreo פֶּסַח (pronunciado ‘pésaj’). El origen de esta palabra se remonta a la tierra de Egipto, en donde el primer Pésaj ocurrió hace más de 3400 años.

Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua (pésaj, פֶּסַח) de Yehováh. (Éxodo 12:1)

Aquí podemos ver cómo la palabra pésaj fue originalmente utilizada; no como el nombre de una fiesta o celebración, sino como el nombre de un sacrificio, que a su vez sería comido por cada familia. Vemos en este versículo como el pésaj se “comía apresuradamente”. Cabe aclarar que a partir de este sacrificio y evento, la palabra Pésaj fue adoptada para denominar esta celebración. En el siguiente versículo vemos como el rey Josías celebra  el pésaj, además de sacrificar el pésaj: 

Josías celebró la pascua (pésaj) a Yehová en Jerusalén, y sacrificaron la pascua (pésaj) a los catorce días del mes primero. ( 2 Cro 35:1)

Lo siguiente que veremos en este estudio es el origen de esta palabra en el hebreo. Veíamos acerca de ese primer pésaj que debía comerse de manera apresurada cuando fue ordenado por primera vez. Unos versículos mas adelante, las Escrituras Hebreas indican de manera inequívoca la razón por la cual el pésaj recibió ese nombre, y lamentablemente esto es algo que no puede verse en español ni en ninguna otra lengua fuera del hebreo. La palabra pésaj proviene del verbo hebreo pasaj (פָּסַח), que significa “pasar”. Es interesante ver incluso cómo el hebreo y el español comparten esta similitud fonética entre las palabras pasaj y pasar. La palabra viene del siguiente versículo:

Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré (pasaj) de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto. (Ex 12:13)

Otro ejemplo muy bello que utiliza el verbo pasaj, se halla en el libro del profeta Isaías, que dice:

Como las aves que vuelan, así amparará Yehováh de los ejércitos a Jerusalén, amparando, librando, preservando (pasóaj y salvando. (Is 31:5)

En este ejemplo el verbo pasaj está conjugado de manera diferente, pero se trata de la misma raíz verbal y un significado muy parecido. En este caso el traductor asoció el verbo no simplemente con la idea de “pasar”, sino también con la idea de “preservar”. Es decir, se le dio a la palabra un significado más específico dado el contexto en el que Isaías la mencionó. Con base en esto, podemos ahora retornar al episodio del primer pésaj que sucedió antes del Éxodo, y asociar también esta idea de “preservar” con la idea original de “pasar por encima de las casas” en cuyas puertas estaba la sangre del cordero. En otras palabras, el pésaj nos enseña que a través de nuestra fe y confianza en la protección del eterno es cómo realmente Él nos preservará y guardará de que el mal no entre en nuestras casas.
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Jacob (Yaa’kov), el patriarca que transformó la historia

Sueños místicos e incidentes asombrosos sucedieron en la vida de Jacob, que estuvo repleta de vicisitudes y desafíos que pusieron a prueba su fe.

Pocos personajes bíblicos tienen la prominencia de Ya’akov, Jacob, en la historia del pueblo de Israel. Ya’akov fue el mismísimo padre de los doce hombres que fundaron cada una de las tribus del pueblo de Israel. Nieto de Avraham, e hijo de Itzjak, la promesa del Eterno le fue reafirmada en varias ocasiones a través de las Escrituras. Sueños místicos e incidentes asombrosos sucedieron en su vida, repleta de vicisitudes y desafíos que pusieron a prueba su fe.

Ya’akov fue una de las pocas personas en las Escrituras a las que sabemos que les fue cambiado el nombre, y esto representa un cambio espiritual que él vivió en su vida, a raíz de todas sus experiencias y propósito profético. Pero antes de que su nombre fuese cambiado a Israel, él nació con el nombre de Ya’akov.

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Ya’akov (Jacob)

Como casi todos los nombres hebreos, el de Ya’akov también está relacionado con las circunstancias que rodearon su nacimiento. Rebeca, su madre, había tenido revelación previamente, acerca de la concepción de gemelos en su vientre, y el hecho de que ya se peleaban antes de nacer estaba relacionado con el destino profético de los descendientes de estos dos hermanos.

El momento del nacimiento se nos cuenta de la siguiente manera:

Cuando se cumplieron sus días para dar a luz, he aquí había gemelos en su vientre. Y salió el primero rubio, y era todo velludo como una pelliza; y llamaron su nombre Esaú. Después salió su hermano, trabada su mano al calcañar de Esaú; y fue llamado su nombre Jacob. Y era Isaac de edad de sesenta años cuando ella los dio a luz. (Genesis 25:24-26)

El calcañar es sinónimo de talón. Ya’akov salió agarrando a Esaú por el talón. En hebreo, lo agarró del akev. Y por eso lo llamaron Ya’akov. Es decir, este nombre tiene que ver con una parte de la anatomía humana, pero al mismo tiempo tiene un significado figurativo: akav es un verbo que significa “seguir (de atrás)”,suplantar” o también puede ser “engañar”. En español tenemos la expresión que alguien nos viene pisando los talones, cuando queremos expresar que están muy cerca, que nos están siguiendo y casi alcanzando. Algo parecido sucede en el hebreo, con un aún un poco más de ramificaciones metafóricas.

Luego de haber engañado a su padre haciéndole creer que él era Esaú, con fin de recibir la bendición, su hermano se lamentó diciendo:

Bien llamaron su nombre Ya’akov, pues ya me ha suplantado (Ya’kveni) dos veces: se apoderó de mi primogenitura, y he aquí ahora ha tomado mi bendición. Y dijo: ¿No has guardado bendición para mí? (Genesis 27:36)

Aquí Esaú hace referencia directa a la elección del nombre de su hermano por parte de sus padres, el cual se relacionaba con un incidente en el evento de su nacimiento, pero ahora él lo utiliza de manera metafórica, haciendo un juego de palabras y llamando a su hermano “engañador”, o “suplantador”.

La palabra Ya’akov aparece en una connotación negativa en Jeremías 9:4:

Guárdese cada uno de su compañero, y en ningún hermano tenga confianza; porque todo hermano engaña (akov) con falacia (ya’akov), y todo compañero anda calumniando.

Se puede observar aquí que no hay dos palabras distintas en el hebreo, sino que ambas palabras son idénticas: “akov ya’akov” es una expresión hebrea que lo que hace es simplemente enfatizar la acción, en este caso, la acción de engañar.

A pesar de todas las dificultades que Ya’akov experimento en su vida, o tal vez gracias a ellas, su destino fue marcado por el Altísimo y consecuentemente, su nombre cambiado a Israel. Un “nuevo nacimiento” (espiritual), sucede en su vida.

El profeta Oseas cita en sus escritos ambas naturalezas de nuestro patriarca:

En el seno materno tomó por el calcañar (akav) a su hermano, y con su poder venció (sará) al ángel. (Oseas 12:3)

Akav es la raíz de Ya’akov. Sará es la raíz de Israel.


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Bait (בָּית) – la Casa

La palabra bait, casa, está asociada con la letra bet, que es la segunda letra del alfabeto hebreo y la primera letra de la Torá, en la palabra b’reshit  (en el comienzo). Tradicionalmente, esto fue entendido como que el Creador creó al principio una casa (bait) en donde puso a Su creación.

La palabra bait en hebreo no es meramente una casa construida con materiales de construcción en donde una persona o familia viven. Es mucho más que eso.

Cuando en hebreo se lee “la casa de” tal persona o de otra, esto se está refiriendo a su familia. Así, cuando dice “Entra tú y toda tu casa en el arca (Gen 7:1) o “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre” (Gen 12:1), se está refiriendo a la familia. Tal vez los ejemplos más famosos sean cuando se habla de la casa de Israel: 

Venid, oh casa de Yaacob, y caminaremos a la luz de Yehováh. (Isaías 2:5)

La Biblia está repleta de ejemplos de la “casa” de tal persona o de tal otra, siempre asociándolo con su familia, su pueblo, su heredad. 

Otra acepción interesante de la palabra bait tiene que ver con la preposición “dentro”. Tal como una casa se construye para vivir dentro de ella, la misma palabra puede utilizarse para describir en donde se encuentra un objeto o sujeto, en relación con otro. Por ejemplo:

Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca, y la calafatearás con brea por dentro y por fuera. (Gen 6:14)

Se preguntará porque puse este ejemplo si la palabra casa no aparece allí… ¡Justamente para probar el punto! La palabra bait en este verso fue traducida como “dentro”. Obviamente no tendría sentido que el traductor hubiese traducido “la calafatearás con brea por casa y por fuera”. De acuerdo al contexto, esta palabra fue traducida como “dentro” a pesar de que la palabra que Noé hubiese escuchado de Dios hubiese sido la misma; bait.

Lo mismo sucede más tarde cuando se le ordenó a Moisés construir la “otra” arca (aunque las palabras hebreas son distintas: tevá es el arca de Noé y arón es el arca de la alianza) se cubrió en este caso con oro:

Y la cubrirás de oro puro por dentro (bait) y por fuera, y harás sobre ella una cornisa de oro alrededor. (Éxodo 25:11)

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Rúaj haKodesh – El Espíritu Santo

Esta expresión se ha vuelto bastante popular en el movimiento mesiánico y de raíces hebreas en las últimas décadas. Sabemos que es una expresión compuesta. Por un lado tenemos el rúaj, qué es traducido como el espíritu y por el otro tenemos kodesh, qué es traducido como santo o santificado. Tal vez la parte más simple sea explicar primero, que kodesh no significa santo sino más bien separado

La palabra rúaj tiene un significado muy abarcativo y se conecta con todo lo etéreo, es decir, todo lo que no es físico. No necesariamente con el espíritu asociado con el alma al cual nos referimos cuando hablamos del término rúaj haKodesh, sino a cualquier cosa que no sea física, incluido el intelecto, nuestro estado de ánimo, o nuestros pensamientos y emociones en circunstancias específicas.

Y los egipcios hombres son, y no Dios; y sus caballos carne, y no espíritu (rúaj)
Isaías 31:3

Para explicar más sobre el significado de cuán versátil es la palabra rúaj dependiendo de la palabra con la que se encuentre conectada, considere los siguientes ejemplos:

A una persona se puede denominar como paciente o impaciente, dependiendo de qué tipo de espíritu posea: kotser rúaj (corto de espíritu) es una persona impaciente, mientras que erej rúaj (largo de espíritu) es una persona paciente. En el mismo versículo en Eclesiastés 7:8 menciona también al g’vá rúaj (espíritu alto); este es el “orgulloso”. 

El término ruaj haKódesh como tal, no aparece en las escrituras hebreas, pero una forma muy similar si aparece: junto con el posesivo. “Rúaj kodshejá”: Tu rúaj haKodesh, es lo que aparece en el salmo 51:11, cuando el rey David le ruega al Creador no ser despojado de Su espíritu. Es interesante notar cómo en el mismo salmo se habla también de “otros” espiritus: rúaj najón (espíritu “recto”, v10), rúaj nedivá (espíritu “noble”, v12) y por último rúaj nishbará (espíritu “quebrantado”, v17).

Mientras que es cierto que existe tal cosa como el espíritu de Dios (rúaj Elohim), y sabemos que como seres humanos lo podemos poseer, es importante tener en cuenta, a la luz de los ejemplos presentados en este artículo, que el rúaj no debe mirarse necesariamente como un término místico desconcertante, sino que se debe reflejar en nuestro carácter, emociones y temperamento. 

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Yehudí (יְהוּדי) -El significado de ser judío

Primero que nada me es necesario aclarar que estoy escribiendo este artículo como judío de nacimiento, además de por elección. Con el correr de los años mi entendimiento, y por consiguiente, mi definición acerca de lo que significa ser judío se ha expandido de manera significativa.

De acuerdo a la definición rabínica moderna, un judío es aquel que nació de vientre judío (es decir, que su madre es judía, independientemente de la religión del padre). También es judío aquel que se convierte a la religión judía.

Pero el término podría analizarse también desde otra perspectiva. Ahondemos en las Escrituras, ya que el término Yehudí (judío), tiene connotaciones más abarcativas y significados más profundos de los que normalmente le atribuimos. De cierta manera, se podría comparar en ciertos aspectos con el término Ivrí , o el nombre Israel (vea los artículos sobre estas palabras haciendo click en ellas) .

Hace dos mil años, un yehudí era todo aquel que vivía en el area de Yehudáh, además de practicar la religión judía. A esa área se la llamó Yehudá porque solía ser originalmente, cuando la tierra se dividió en los tiempos de Josué, la tierra correspondiente a la tribu de Yehudá, o Judá. Los límites de esta tierra se expandieron en los tiempos posteriores a Salomón, cuando existían dos áreas principales en Israel; el Reino de Judá (al sur) y el Reino de Israel (en las tierras de Samaria y Galilea, al norte).

Si nos regresamos a la persona en la que se origina este nombre, debemos remontarnos hasta los tiempos de Ya’akov, nuestro patriarca. Su cuarto hijo fue llamado Yehudá por su mamá, Lea, cuando dijo “esta vez alabaré (‘odé’, de la misma raíz que Yehudá) a Yehováh” (Génesis 29:35).

Otro versículo que nos ayudará con el contexto de lo que estamos examinando hoy, viene de otro yehudí, Shaul (Pablo), quien da su opinión al final del segundo capítulo de la epístola a los romanos:

Pues no se es un verdadero judío solo por haber nacido de padres judíos ni por haber pasado por la ceremonia de la circuncisión. No, un verdadero judío es aquel que tiene el corazón recto a los ojos de Dios. La verdadera circuncisión no consiste meramente en obedecer la letra de la ley, sino que es un cambio en el corazón, producido por el Espíritu. Y una persona con un corazón transformado busca la aprobación de Dios, no la de la gente”.

Pablo era un fariseo, y este pasaje debe entenderse en contexto. No hay duda de que él creía, tal como la religión judía de su tiempo, que  si un niño nacía de padres judíos era judío. Pero el está implicando aquí un significado más profundo a lo que quiere decir ser un yehudí. El nacer de determinados padres no determina la manera en que actuaremos en este mundo. Pablo está utilizando el término de yehudí para aquellos que “se lo ganan”, por así decirlo.

En este contexto, Yehudí sería “aquel que alaba a Dios con sus obras” (interpretación libre de Tzvi).

Por eso, sí, un yehudí es aquel que nació de padres judíos, como yo o Pablo; y también un yehudí es aquel que se convierte a la religión judía. Pero por sobre todas las cosas, un yehudí es quien actúa de manera recta y justa, con un corazón transformado para agradar al Creador.

Emuna

Emuná (אֶמוּנָה) – La fe que nos sustenta

La emuná, nuestra fe, así como también la verdad, es en donde nos apoyamos, por eso esta palabra tiene la definición de ser un soporte.

¿Qué es la fe? ¿Intentó definirla alguna vez? Si no se puede explicar lo que es, ¿podemos afirmar que la poseemos?

En el diccionario, esta palabra está asociada con la creencia y la esperanza, y si bien esto es cierto también en el hebreo, el significado de la palabra emuná (אֶמוּנָה) es muchísimo más abarcativo.

Lo primero que debemos comprender es que el sustantivo emuná proviene de un verbo. Este verbo es amán (אָמַן). Amán significa creer, pero tiene también varias implicaciones físicas, o prácticas, como veremos a continuación.

Y creyó a Yehováh, y le fue contado por justicia. Génesis 15:6

El verbo creyó (הֶאֱמִן) aqui viene del verbo amán (אָמַן). Y en el contexto de la historia de Avraham, vemos como él era un hombre de acción y recibe esta visitación de Yehováh ya habiendo dejado su tierra natal. Su emuná lo llevó a tomar acción.

Emuná se relaciona con la verdad:

El testigo verdadero (emunim) no mentirá; mas el testigo falso hablará mentiras. 
Proverbios 14:5

Abrid las puertas, y entrará la gente justa, guardadora de verdades (emunim)
Isaías 26:2

En ambos casos, la palabra que se relaciona con la verdad proviene de la palabra emuná.

La emuná, nuestra fe, así como también la verdad, es en donde nos apoyamos, por eso esta palabra tiene la definición de ser un soporte. Una cosa que sostiene a otra. Una persona fiel (que tiene fe) en hebreo es ne’emán; una persona que tiene una base de apoyo firme.

Tal vez una de las figuras más impresionantes que esta palabra nos puede enseñar está en la relación con una madre; em (אֵם). Una madre es la que sostiene y sustenta al bebé. Esta palabra está dentro de la palabra emuná y el verbo amán. Hay otra palabra parecida, omén (para hombre) u omenet (para mujer) que proviene de la palabra em (madre), pero no se trata necesariamente de una madre de sangre sino de alguien que cuida y sustenta a un bebé. En el español de Reina Valera, una aya.

Y tomando Noemí el hijo, lo puso en su regazo, y fue su aya (omenet).
Rut 4:16

O en el siguiente caso, en donde Moisés se queja ante Yehováh en el desierto por los hijos de Israel:

¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva el que cría (omén) al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres?

Todos estos conceptos, tan diferentes, convergen en la raíz de la palabra emuná. La fe requiere de sustento, y requiere también de acción. Una persona fiel es una persona firme. 

Tal vez algunas de estas cosas ayuden a poner en perspectiva las palabras de Ya’akov (Santiago), cuando escribió: “muéstrame tu fe (emuná) sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.

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Bendición בְּרָכָה (brajá)

Una bendición es un hermoso gesto de amor. Puede darse a otros, así como también recibirse. Cuando bendecimos a una persona, es alguien que nos importa, alguien para quien deseamos el bien y alguien a quien respetamos. Cuando alguien nos bendice a nosotros, eso nos hace sentir bien, significa que la persona que nos bendice quiere lo mejor para nosotros.

Es difícil conceptualizar una bendición y la acción de bendecir, separado del contexto cristiano en el que lo aprendimos. Raramente se escucha acerca de alguien que bendiga a otra persona, fuera del marco de la iglesia, la congregación, o una reunión entre creyentes.
La palabra bendición viene del latín benedicere, que significa simplemente “hablar (dicere) bien (ben)”. Decir algo bueno, pronunciar una buena palabra sobre alguien… con esta definición, una bendición y un cumplido tienen poca diferencia.

¿Qué podemos aprender de esta palabra en la lengua hebrea?

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(brajá)

La primera vez que el concepto de bendecir (en forma de acción) aparece en las escrituras, es en el primer capítulo de Génesis, cuando el Creador bendice a los animales en el agua y el aire para que sean fructíferos y se multipliquen. Como veremos, una bendición siempre está relacionada con otorgar algo en la Torá. En este caso, el Eterno le entrega a los animales esa capacidad para ser fructíferos y multiplicarse.

La primera vez que la palabra brajá, aparece en forma de sustantivo en la Torá, es en Génesis 12:2, en donde el Altísimo le dice a Abraham que lo bendecirá, y hará que él mismo se convierta en una brajá.

Más tarde vemos como Ya’akov toma la brajá que le correspondía a Esaú (Gen 27:35-38). Aquí vemos nuevamente una bendición como algo que “se entrega” de padre a hijo. Posteriormente vemos este ritual en Génesis 49, cuando Ya’akov bendice a sus hijos.

Tal como el padre da la bendición a su hijo, podemos ver también como Yehováh, nuestro padre celestial, otorga sus bendiciones a nosotros en la tierra:

…entonces yo os enviaré mi bendición el sexto año, y ella hará que haya fruto por tres años.
Levítico 25:21

En todos estos casos podemos ver como una bendición, en el sentido bíblico, está intrínsecamente relacionada con el concepto de dar algo. En este último caso, una abundancia en la cosecha antes del año de jubileo, y en el caso de los padres, ellos entregaban una parte de todo lo que poseían (su herencia) a sus hijos, siendo el hijo primogénito quien recibía una doble porción de todo.

Cuando observamos la palabra hebrea brajá, y analizamos su raíz, encontramos la palabra berej (ברך), que significa “rodilla”. La bendición puede ir en dos direcciones: cuando un padre bendice a su hijo es una, y la otra es cuando nosotros bendecimos a nuestro Padre celestial. En este caso, nos arrodillamos ante Él, tal como podemos ver en el siguiente pasaje:

…Salomón había hecho un estrado de bronce de cinco codos de largo, de cinco codos de ancho y de altura de tres codos, y lo había puesto en medio del atrio; y se puso sobre él, se arrodilló delante de toda la congregación de Israel, y extendió sus manos al cielo.
2 Crónicas 6:13

Hasta el día de hoy, hay mucha gente que se arrodilla para orar o bendecir al Eterno. En la tradición judía, cuando se recitan las bendiciones se acostumbra doblar las rodillas en señal de reverencia, haciendo honor a esta antigua tradición.