Parashá Lej Lejå

Génesis 12:1-17:27

La historia de Abram comienza cuando habitaba en tierra de los caldeos. De allí fue llamado por Yehováh para salir en pos de Él, a una tierra que le sería mostrada. Sin embargo, fue su padre Taré quien tomó la iniciativa de arrancar en ese viaje llevando consigo a Abram, a su esposa y a Lot que era hijo de Harán, quien murió a edad temprana en Ur. Su primera estación fue en un lugar llamado Harán y allí se quedó Taré hasta el día de su muerte, pero Abram continuó su camino para llegar a la tierra de Canaán.

Esta porción (Parashá) de la Escritura, nos permite dar un vistazo al peregrinar de nuestro padre Abram, para quien no fue nada fácil dejar atrás la estabilidad que representaba permanecer asentado en un solo lugar rodeado de toda su familia.  

Al concluir esta lectura, hallamos a Abrampadre exaltado, transformado en Abraham padre de multitudes. Al leer con atención, descubriremos los cambios en el carácter de Abraham a lo largo de su jornada.

Abraham fue el primer hebreo (palabra hebrea que viene de: heber y que significa: cruzar al otro lado), figura viene a ser para nosotros un modelo. Quienes conocemos a Yehováh y su Torá, estamos llamados a “cruzar al otro lado”, es decir a salir del sistema del mundo para introducirnos en el Reino de los Cielos gobernado por Él.

Resulta desafiante la obediencia decidida y diligente de Abraham, porque tan pronto recibió la orden de la circuncisión como señal del pacto, ese mismo día la llevó a cabo: Génesis 17:23.

Esta es la clase obediencia que estamos llamados a vivir: con decisión, diligencia y voluntad firme a pesar lo difícil que esto pueda ser; pues tomando esta última señal del pacto como ejemplo, una cosa sería circuncidar a los niños al 8º día; y otra muy distinta (y dolorosa por cierto), circuncidar a hombres adultos y en edad mayor.


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¿Cómo surgieron las divisiones de la Parashá?

Cada siete años durante la Fiesta de Sukot del año Sabático, todo el pueblo de Yisrael era convocado para ser educado por los sacerdotes y levitas.

Los libros sagrados del Pueblo Hebreo fueron considerados siempre patrimonio de toda la comunidad de Yisrael. Nunca fueron posesión de una élite privilegiada, como sucediera a menudo con los textos sagrados de otras comunidades. Si bien es cierto que a los sacerdotes y a los levitas, se les encomendó la custodia de los libros sagrados, también se les confió la responsabilidad de enseñar la Toráh – Instrucciones de Yehováh al pueblo, sin que esto significara que ellos tuvieran el dominio exclusivo del estudio y conocimiento de ella.

La clave de la supervivencia del pueblo hebreo ha dependido de la fidelidad en el cumplimiento de esta misión. Por esta razón, la ignorancia de la Toráh es imperdonable en el pueblo hebreo, aparte de que la misma Toráh hace esta demanda en forma reiterada. El propio Moshé señaló este camino al enseñarla al pueblo:

“Y tomó (Moshé) el Libro del Pacto y leyó a oídos del pueblo” Exodo 24:7 

 Una de las disposiciones de la Toráh exige específicamente la lectura de todo el libro de Deuteronomio ante el pueblo reunido:

Y Moshé les mandó, diciendo: Al fin de cada siete años, en el tiempo señalado del año de remisión, en la solemnidad de los Tabernáculos (Sukkot), cuando todo Yisrael vaya a presentarse ante Yehováh tu Elohim en el lugar que Él haya escogido, leerás esta Toráh delante de todo Yisrael a oídos de ellos.

Congregarás al pueblo, hombres, mujeres y niños, y a tu extranjero que está en tus puertas, para que escuchen y aprendan, y teman a Yehováh vuestro Elohim, y guarden las palabras de esta Toráh para cumplirlas.

Y para que los hijos de ellos que no la conocen, escuchen y aprendan a temer a Yehováh vuestro Elohim, todos los días que viváis sobre la tierra adonde vais, pasando el Yardén, para tomar posesión de ella. Deuteronomio 31:12 

Así sucedía que cada siete años durante la Fiesta de Sukot del año Sabático, todo el pueblo de Yisrael era convocado para ser educado por los sacerdotes y levitas, quedando claro desde el principio de su existencia como nación, que eran el pueblo elegido por Yehováh para desarrollar esa identidad única, razón por la cual los libros sagrados nunca fueron documentos secretos, sino patrimonio de toda la comunidad.

La tradición atribuye a Moshé la práctica de leer públicamente porciones de la Toráh en Shabbat, en las Festividades de Yehováh y en Rosh Jodesh (Luna Nueva). Sin embargo la lectura por porciones, como la conocemos hoy, data de la época del cautiverio en Babilonia (siglo IV AC).

Maimónides, el rabino que propuso la división de la lectura anual, entre los años 1170 y 1180

Al principio no hubo un orden establecido para la lectura pública de la Toráh. Con el tiempo, la lectura sistemática de la Toráh en cada Shabbat y en los Días Festivos cobró más importancia logrando así una significativa influencia sobre el pueblo. La Toráh no sólo debía ser leída, sino también comentada y explicada para facilitar su aplicación, de lo cual da testimonio la siguiente porción del libro de Nehemías:

 Y los levitas Jesuá, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetay, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaía, hacían entender al pueblo la Toráh, y el pueblo permanecía atento en su lugar. Y leían en el Rollo de la Toráh de Dios explicando y aclarando el sentido, de modo que entendieran la lectura. Nehemías 8:7-8

Cuando el pueblo hebreo retornó del exilio en Babilonia, cosa que relatan los libros de Esdras y Nehemías, había dejado de hablar la lengua hebrea, debido a que en ese reino el idioma común era el arameo. Entonces se hizo necesario traer una persona para traducir en voz alta cada frase a medida que se hacía la lectura.

Posteriormente, El Talmud registra el establecimiento de la práctica llevada a cabo por los Rabinos, de explicar ampliamente el sentido del texto leído.  Ellos utilizaban parábolas para presentar las verdades y facilitar su aplicación a la vida cotidiana. Así se originó el “sermón”, tradición establecida entre los judíos desde hace mucho tiempo, y cuya finalidad era tanto explicar la Toráh, como enseñar el judaísmo al público congregado, lo cual no ha cambiado hasta el presente.

En vista de que los lunes y jueves eran los días de mercado, cuando los campesinos llegaban a las ciudades para vender sus productos y hacer sus compras, surgió una excelente oportunidad para reunir al pueblo por unas horas esos días, a fin de enseñarle algo de la Toráh. Pero como los comerciantes urbanos estaban ocupados atendiendo a los campesinos que venían en estos días, y no podían asistir a tales reuniones, se estableció para beneficio de ellos la lectura adicional de la Toráh el Shabbat por la tarde.

La porción de la Toráh que se lee semanalmente se denomina en hebreo:  Parashat ha-Shavua, pero es más conocida simplemente como Parashá (o Parshah) y también recibe el nombre de Sidra (o Sedra).

Cada Parashá, toma su nombre de alguna de las primeras palabra del texto hebreo de la porción en cuestión, a menudo del primer verso.

Cuando se inició esta práctica, la Toráh fue dividida en 155 porciones, lo que requería de tres años para su lectura completa. A principios del siglo XIX y XX, tanto las sinagogas reformadas como también algunas conservadoras mantuvieron este ciclo trienal; pero esta costumbre fue siendo reemplazada poco a poco por el ciclo anual que sigue la mayoría hoy día.

¿Son mandatorias las divisiones?

Es muy importante ser conscientes de que ni la división anual, ni la trienal para la lectura de la Toráh, son ordenadas por nuestro padre Yehováh y por tanto no es mandatorio seguir una de ellas. Pero es indudable que para el propósito de familiarizarnos y profundizar en la comprensión de la Toráh y su papel como fundamento del resto de las Escrituras, es muy conveniente mantenernos leyéndola de forma permanente.

¿Y qué de cuándo comenzar?

Tampoco existe un mandato respecto a cuándo empezar a leer la Toráh. Pudiera ser en cualquier fecha y si alguien desea y puede leerla toda de una vez, sería grandioso! Pero como somos una sociedad con tiempo muy limitado, es conveniente establecer un orden; y comprometiéndonos con nuestro Padre, podemos determinar cuándo y cómo realizar tal lectura-estudio; así cuando tengamos la oportunidad de reunirnos con otros hacedores de la Toráh, podremos tener verdades frescas para compartir con los ellos conforme vamos descubriendo los tesoros que hay en ella y que seguramente están transformando nuestra vida.

Si hemos de afirmar nuestra identidad como Pueblo de Yehováh, necesitamos mantenernos sumergidos en su Palabra, porque de otra manera no seremos capaces de discernir la Verdad, entre la multitud de voces y mensajes que llegan cada día a nuestros oídos. El camino es angosto y mantenerse dentro de él requiere de toda nuestra atención a las Instrucciones -Toráh que nuestro Padre nos ha proporcionado.

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La sutil trampa de la Apostasía

El “activismo ministerial” nos permite llevar una vida de tolerancia al pecado y de conveniencia social para no parecer fanáticos legalistas…

Quienes afirmamos ser seguidores de Yeshúa, en algún momento hicimos una decisión libre y voluntaria. Nadie nos la impuso. Pero tal decisión, también llevaba implícito un compromiso de seguir Sus caminos, es decir de obedecer sus instrucciones. Esto es lo que significa “someter nuestras vidas a Él como Señor”. Por tal razón, Yeshúa pregunta:

 ¿Por qué me llamáis: Señor, Señor, y no hacéis lo que digo?
Lucas 6.46
 

Comparemos este verso con Deuteronomio 26:17:

(Israel), hoy has declarado solemnemente que Yehováh es tu Elohim, y que andarás en sus caminos, y guardarás sus estatutos, sus mandamientos y sus decretos para obedecer su voz.

Israel, había tomado una decisión similar a la nuestra: Declarar que Yehováh sería su Señor y su Elohim (Dios), y que por tanto seguiría sin vacilación alguna los mandamientos y demás instrucciones dadas por Él. Como bien lo sabemos, el pueblo de Israel no cumplió. ¿Por qué no pudo hacerlo? ¿Nos sigue sucediendo lo mismo que a nuestros ancestros?

La sutilidad de la apostasía

A la apostasía no se llega de golpe. Es un proceso lento y sutil por el que somos arrastrados, haciendo uso de nuestro razonamiento para justificar la desobediencia. Por supuesto que la teología cristiana tradicional que nos han enseñado, es una gran aliada en este proceso cuando nos dice: “Jesús, abolió la Ley”; “obedecer los mandamientos es legalismo”; “el Antiguo Testamento no está vigente”, etc. Mentiras todas, tan bien articuladas que las aceptamos sin reparo, porque estamos convencidos de que los teólogos son los que saben y por otro lado nos da pereza investigar.

Así, nuestros ojos son cegados poco a poco al igual que nuestros oídos son ensordecidos tal como advirtió Yeshúa:

Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. Mateo 13:13

Mientras tanto jugamos a la religión yendo a la iglesia sin falta, sirviendo en ella incluso frenéticamente, diezmando y quizás hasta evangelizando! Tanto que no nos queda tiempo para escudriñar la Palabra y cuestionar lo que no está de acuerdo con ella.

El “activismo ministerial” nos permite llevar una vida de tolerancia al pecado y de conveniencia social para no parecer fanáticos legalistas; porque la otra mentira que se nos enseñó es que: obedecer los Mandamientos es renunciar a la obra salvadora del Mesías!  ¡Habrase visto…! Corrijamos de una vez por todas esa falsedad y el engaño de esa mentira observando lo que Moshé le dice a Yisrael:

 …hasta el día de hoy Yehováh no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír. Deuteronomio 29:4

El verso pareciera hacer responsable a Yehováh de la dureza de corazón de nuestros padres israelitas, mas no es así. El pueblo había tenido suficientes evidencias (vs: 5-7) para concluir cuál es el carácter de su Elohim Protector y Benefactor; pero a causa de su estilo de vida pagano y alejado de Él, tan arraigado, habían blindado su corazón, siendo insensibles de manera que no podían ni entender que Yehováh actuaba a su favor, ni podían ver su mano poderosa día tras día y mucho menos oír su voz dirigiendo sus vidas.

El camino de la apostasía es nublado y facilita la confusión

Pero lo que realmente hace Moshé es motivarles a buscar esa revelación de Yehováh para ellos. Y es lo mismo que puede suceder en nuestras vidas: Las circunstancias pueden parecernos bajo control, la vida puede parecer que se desarrolla de forma plácida y tranquila; o por lo contrario, puede parecer fuera de control, llena de altibajos, de pruebas desgarradoras y difíciles; pero si no buscamos diligentemente a Yehováh por medio de Yeshúa para que nos de un corazón entendido, ojos para ver y oídos para oír, estaremos siempre considerándonos víctimas de nuestro entorno, o de las personas que nos rodean, perdiendo así de vista el propósito que nuestro Padre Eterno tiene con nosotros.

A esto hace alusión Yeshúa cuando expresa:

Porque a todo el que tiene le será dado y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.  Mateo 25:29 

A una persona que se acerca a la Palabra buscando obedecer, más le será mostrado; el Ruaj (Espíritu) de Yehováh le dará más. Pero aquél que teniendo la oportunidad de crecer se limita por lo que ya conoce debido a la comodidad de permanecer en sus deleites, vicios y pecados ocultos, aún la poca luz que tiene le será quitada!

Un claro ejemplo de esto es el de Faraón en el tiempo del Éxodo: Ante los prodigios y señales evidentes, razonó y no aceptó el poder manifiesto de Yehováh; como resultado, su corazón se endureció; en otras palabras la luz que fluía de esas señales, en vez de iluminarlo más, lo cegó sumiéndolo en una profunda oscuridad, hasta llevarlo a la destrucción de su pueblo, de su ejército y de sí mismo en el mar.

Así mismo, quienes nos acercamos deseosos de conocer más, de mejorar nuestra obediencia y nuestro carácter agradando a nuestro Padre, recibimos como respuesta Suya más entendimiento, más luz, más discernimiento, y estas cosas son las que contarán en estos tiempos finales.


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Las Fiestas de Yehováh para el Otoño

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Cuando comienzas a practicar estas celebraciones, recibes una luz mayor para comprender las Escrituras y puedes así mismo descubrir con más claridad el rol que nuestro Padre espera que tú juegues en estos tiempos finales.

Este época del año, es una de las más relevantes, por cuanto estamos en los días previos a los Moedim (tiempos señalados) para el otoño, entregados por Yehováh, para que Su pueblo se acerque a Él. Por esta razón te recomiendo leer atenta y repetidamente el capítulo 23 del libro de Levítico, orando que Yehováh te dé entendimiento al respecto.

Cuando comienzas a practicar estas celebraciones, recibes una luz mayor para comprender las Escrituras y puedes así mismo descubrir con más claridad el rol que nuestro Padre espera que tú juegues en estos tiempos finales. He aquí las Fiestas mencionadas en éste capítulo:

A. El Sábado ó SHABBATH

B.  LAS CELEBRACIONES DE PRIMAVERA

1. Pascua – Pesaj
2. Panes sin Levadura – Jag HaMatzot 
3. Primeros Frutos – Bikkurim
4. Pentecostés ó Semanas – Shavuot

C. LAS CELEBRACIONES DE OTOÑO

 5. Trompetas – Yom Zikaron Teru’ah
 6. Día de la Expiación – Yom Kippur
 7. Tabernáculos ó Enramadas- Sukot

En particular las Celebraciones de Otoño son un balance entre ayuno y reuniones con comidas. Por ejemplo, Yom Kippur es un día de ayuno total, mientras que Sukot, cinco días después es una Fiesta de regocijo por la cosecha, cuya celebración se lleva a cabo con comida abundante.

La palabra hebrea para festival es JAG, que tiene la misma raíz que JUG, cuyo significado es círculo. Esto nos recuerda no sólo los Festivales que se repiten cada año, sino la naturaleza cíclica de la vida misma. En otras palabras no solo los MOEDIM (tiempos designados por Yehováh) se repiten una y otra vez sino también las situaciones de dolor y alegría de la vida; casos en que pasamos de etapas de oscuridad a la luz, u otros en los que vamos de la tragedia a la felicidad. Todas ellas bajo el control absoluto de nuestro Padre quien las utiliza para llevar a cabo su plan perfecto por medio de nosotros.

Cada una de estas celebraciones representa un “ensayo” que la nación de Yisrael debería realizar cada año a manera de preparación para la llegada del Mesías. Así todas las Celebraciones de Primavera (las cinco primeras), dejaron de ser ensayo y fueron “puestas en escena” cuando llegó Yeshúa quien cumplió con exactitud asombrosa todos los detalles de tales ensayos.

Las tres últimas Fiestas, conocidas como las Celebraciones de Otoño apuntan a la Segunda Venida del Mesías. Por esto, cuando  las observamos o practicamos, estamos “ensayando” lo que sucederá cuando Yeshúa regrese.

Siempre se puede mejorar

Lamentablemente, la iglesia ha desechado estas celebraciones debido a una teología torcida y antisemítica desarrollada y enseñada por generaciones. Sin embargo el plan perfecto de Yehováh apunta a que tanto los judíos como el resto de Yisrael (parte del cual se halla dentro de la iglesia sin ser consciente de su identidad), volverán a ser una sola nación que obedece la Toráh y que practica sus Festivales por la eternidad.

Yehováh es muy claro en establecer que quienes nos consideramos Su pueblo, debemos practicar estas celebraciones, porque ellas constituyen una prueba de que lo reconocemos a Él como nuestro Dios-Creador y Padre, y a la vez de que Él nos reconoce como sus hijos.

¿Y tú, qué harás al respecto? 

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Lo valioso de la Soledad

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La soledad es un elemento vital para poder conocer de manera más íntima a nuestro Padre Eterno

La vida de Ya`akov (Jacob) constituye un modelo de experiencias variadas de las cuales podemos aprender muchas lecciones.

Conocemos la historia de este hombre, quien desde que estaba en el vientre de su madre Rivka (Rebeca) empezó a tener conflictos, pues lo compartía con su hermano mellizo Esav (Esaú) y reñían desde entonces.

Su vida estuvo llena de aventuras, de encuentros inesperados, de visiones y sueños sobrenaturales, de actividad física, sentimental y aún sexual, pues tuvo dos esposas y dos concubinas!

Sin embargo en medio de todo esto, llegó un momento crucial en su vida en el que tuvo que aislarse de todo eso, incluida su familia, para: “cruzar el arroyo” y estar en soledad.

 Así que los presentes cruzaron delante de él, y él mismo se quedó esa noche en el campamento. Esa noche se levantó, tomó a sus dos esposas, a sus dos esclavas y a sus once hijos, y vadeó el Yabok. Los tomó y los envió al otro lado del arroyo, y luego envió sus posesiones al otro lado; y Ya’akov se quedó solo. Entonces un hombre luchó con él hasta el amanecer. Génesis 32:22-25

Sí. Los momentos de soledad son de suma importancia. Son aquellos en los que debemos separarnos de todo lo que nos rodea, aún de nuestros seres queridos, para buscar un contacto mucho más personal con Yehováh nuestro Padre. El relato nos informa que hubo una “lucha” cuerpo a cuerpo con un hombre, a quien podemos identificar como el Angel de Yehováh.

Ahora, resulta difícil especular y tampoco me atrevo a inferir qué clase de lucha fue esta. Lo único cierto es que fue un contacto más cercano de lo usual, y del cual resultaron varias cosas:

  • Ya’akov, recibe una confirmación del Plan Supremo de Yehováh para su vida y su descendencia.

  • Su nombre fue cambiado a Yisrael (Israel), poniendo en evidencia que ahora era una persona totalmente renovada.

  • Su cuerpo físico quedó con una marca de tal encuentro, que lo hizo inolvidable.

Toda esta situación nos conduce a ponderar la soledad como un elemento vital para poder conocer de manera más íntima a nuestro Padre Eterno. 

Somos seres sociales por naturaleza, y por esa misma razón sufrimos constantemente la influencia de quienes nos rodean, sea para bien o para mal. ¿Quién no ha tenido la experiencia de querer desarrollar una nueva idea o un proyecto novedoso, y que al ser comunicado a aquellos que están en su entorno, recibe generalmente un alud de comentarios de desánimo? 

Yehováh conduce a sus hijos por caminos fuera de las normas convencionales de la sociedad en que vivimos; Él no es predecible y nunca podremos encasillarlo diciendo que esta o aquella es su manera de obrar. Yehováh es enteramente soberano y siempre hace cosas nuevas.

En el caso de Ya’akov, ¿era recomendable aislarse? ¿no era mejor, desde el punto de vista humano, enviar a conseguir refuerzos para enfrentar a su hermano? ¿le funcionaría su estratagema de los regalos enviados por delante a Esau?

Afortunadamente, Ya’akov descubrió que la manera de superar este obstáculo sería yendo en busca de Yehováh, a solas. Había aprendido a ser diferente y a no dejarse influenciar por su entorno. Cuando vivió al lado de Labán, no aprendió sus costumbres, mas se mantuvo fiel a los principios que seguramente había aprendido de su padre Yitzjak y de su abuelo Avraham.

Tengamos en cuenta que la soledad nos permite conocernos a nosotros mismos al estar fuera del alcance de las críticas o adulaciones de quienes nos rodean. En la soledad solo está la voz de nuestra conciencia y la de Yehováh; desde luego no dejará de manifestarse la voz de perturbador; pero el discernimiento que nos da la presencia de Yehováh lo pondrá de manifiesto.

No temamos nadar en contra de la corriente; hoy más que nunca es imperioso aprender a hacerlo y mantener al firmeza y el valor que corresponde a los hijos de Yehováh, como discípulos de Yeshúa el Mesías, quien es nuestro mejor modelo.


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Hebreñol… ¿una nueva lengua?

Hablar mezclando palabras hebreas y españolas, muchas veces impresiona a los oyentes, aunque los deja desconcertados y confundidos. 

¿Se es más espiritual por usar palabras hebreas?

Pareciera que haber hallado nuestra identidad como Casa de Israel ha conducido al desarrollo de una nueva lengua que bien pudiéramos llamar: HEBRAÑOL; porque no es ni hebreo ni español, sino una mezcla de las dos.

Y no vamos a juzgar la motivación de quienes hablan de esta manera, dejando muchas veces a sus oyentes desconcertados, aunque impresionados por el uso de los nuevos términos. 

Lo primero que es necesario aclarar, es que utilizar palabras hebreas, no nos hace más espirituales. De hecho hay delincuentes que hablan hebreo y gente recta a los ojos de Yehováh, que no lo hace. Sin embargo hay que reconocer que ciertas palabras en nuestra lengua española (castellana es el nombre real), no alcanzan a representar adecuadamente el contenido o la fuerza de algunos términos hebreos. Pero en general podríamos aceptar que la mayoría de palabras hebreas de uso común, tienen un apropiado equivalente en nuestra lengua.

Veamos algunos casos en que se justifica el uso de términos hebreos porque su traducción es pobre o distorsionada:

Los nombres propios tanto de personas como de lugares. Cuando estos se traducen, lo cual es una violación de las normas internacionales de traducción, despojan a sus poseedores de las características propias de su entorno. Por ejemplo la imagen que se forma en la mente de alguien que escucha el nombre Juan, es muy diferente a la que se haría si escucha el nombre Yohanán. En el primer caso, es muy posible que tenga amigos o vecinos con ese nombre, lo que le hace pensar en una persona culturalmente cercana. En el segundo caso cuando escucha Yohanán, quizás surjan en su mente preguntas como: ¿Usará el cabello largo? ¿Cómo viste? ¿Será rudo? ¿Qué come? etc. y algo similar puede suceder con los nombres de lugares: Mitsráyim, en lugar de Egipto, Kfar-Nahum en lugar de Capernaum, etc.

Palabras cuyo significado es impreciso en nuestra lengua

ESPÍRITU: En nuestra lengua puede referirse a un ser invisible, incorpóreo, incluyendo un espanto o un fantasma igualmente. Pero en hebreo la palabra ַרוּח pronunciada: Ruaj, significa: aliento, viento, ráfaga y ha sido traducida también como explosión, aire, y coraje según lo requiera el contexto, entre otras cosas. Entonces es más preciso hablar del Ruaj HaKodesh (esta última palabra la veremos enseguida), que simplemente decir espíritu, puesto que esta palabra incluye aquellos otros significados.

SANTO: Santidad. En general para la mente latina, lo santo “huele” a religioso; nos trae a la mente una persona con los ojos volteados hacia el cielo, que “no rompe un plato”; es decir alguien cuyo comportamiento es delicado y casi perfecto! Pero eso no es lo que significa realmente. Santo en hebreo es שׁדֶקֹ que se pronuncia: kodesh y significa: apartado, consagrado, dedicado, etc, según el contexto lo requiera. Así cuando decimos que algo es declarado “santo” por Yehováh es más preciso usar la palabra kodesh, porque nos comunica con más claridad la idea original.

SÁBADO: no es la traducción de Shabbat. La palabra sábado está ligada a Saturno porque ese día fue dedicado a tal planeta, de lo cual da testimonio con claridad la designación en el inglés para ese día: Satur-day (Saturn-day – Día de Saturno)
.
Shabbat (ַבָּתשׁ). Es el nombre que Yehováh le dio al Séptimo Día cuando terminó la Creación y desde entonces lo apartó para Él. Significa: reposo; pero no hay palabra en nuestra lengua que lo designe como tal. Por eso los traductores en lugar de hacer una transliteración, que era lo correcto, prefirieron reemplazar la palabra Shabbat, con la expresión: “día de reposo” lo cual dificulta su comprensión. Gracias a esto, el cristianismo se tomó la libertad de cambiarlo para el primer día de la semana: el domingo. El problema lo resolvemos cuando usamos la palabra hebrea y nos referimos a este día como Shabbat.

Ley: Para cualquier persona, esta palabra significa regla o norma obligatoria. Sin embargo la Toráh es mucho más que leyes. La palabra hebrea se escribe ַבָּתשׁ y se pronuncia torá. Su significado primario es “instrucción” o “enseñanza”. Tal instrucción abarca leyes, pero también ordenanzas, decretos, mandamientos, testimonios, etc. Por eso usar solamente la palabra ley para referirnos a la Toráh resulta insuficiente y errado.

Antiguo Testamento: Esta designación ha causado mucho daño al conducirnos a pensar que solo los escritos del Nuevo Testamento son importantes. En su lugar podemos usar la palabra hebrea TaNaK (תנ׳׳ך) que es la “sigla” para:

Toráh (los cinco primeros libros),
Nevi’im (profetas) y
Ketuvim (escritos).

Al usar la palabra Tanak, estamos describiendo de manera precisa y clara el contenido de esa parte de las Escrituras, cosa que no sucede con la expresión tradicional: Antiguo Testamento que le confiere la categoría de algo en desuso o “pasado de moda”.

Hemos mencionado algunos ejemplos que justificarían el uso de palabras hebreas para expresar más claramente lo que deseamos decir, y es posible que haya algunas más; pero en general no necesitamos alardear o causar impresión en los oyentes usando un vocabulario que en vez de ilustrarlos, les dejarían más que confundidos, asustados y renuentes a escuchar. Es lo que puede suceder cuando escuchamos a alguien impresionando al decir algo como:

Todos los talmidin deben venir a la kehilá, vestidos de manera que no parezcan prushim. Toda rabá.

¿Cómo? ¿Que dijo? Traducción: “Todos los discípulos deben venir a la congregación vestidos de manera que no parezcan fariseos! Muchas gracias.”

En casos como este, podemos ver que no hay ninguna necesidad de usar palabras hebreas. ¿Para qué hacerlo entonces?