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Desde el Monte Sinaí hasta el Aposento Alto


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Yeshua y el leproso

Si quieres, puedes limpiarme …

Mateo 8:1-4
13-19 de Julio, Semana 22

Leví hijo de Alfeo o mejor conocido como Mateo el levita, nos cuenta a este punto de la cronología de los evangelios cómo Yeshúa sana a un leproso justo después de haber terminado su famoso discurso del “Sermón del Monte”.

Los leprosos eran personas que estaban en una condición de inmundicia física (Lev 13:44) y debían gritar “inmundo, inmundo” (Lev 13:45) y ser echados fuera del campamento (Num 5:2), a una zona aislada. Sin duda, eran gente no deseada en el pueblo, y rechazados por su condición impura.

Mateo nos dice que el leproso vino delante de Yeshúa y se postró ante él, y le dijo que si quería, lo limpiara. Yeshúa movido a misericordia le respondió “¡Quiero!” y de inmediato fue limpio de la lepra.

Cada vez que leo este pasaje, no tengo duda de que Yeshúa tenía la autoridad, el poder y la mejor disposición de sanar al leproso, pero no fue sino hasta que el leproso se rindió ante él, postrándose y reconociendo el señorío de Yeshúa, que recibió su milagro.

¿Cuántas veces hemos pasado por situaciones difíciles de enfermedad, aflicción, dolor, o incluso tormento, esperando que Yehováh “haga la obra” y no sucede nada? Sabemos que nuestro Padre celestial tiene el poder para sanarnos y que por las llagas de Yeshúa fuimos nosotros curados (Is 53:5) pero aun así seguimos enfermos.

Quizás, aun teniendo todo este entendimiento, podamos aprender algo acerca de este leproso. Yehováh conoce nuestras necesidades y Él sabe de que tenemos nosotros necesidad, pero en ocasiones Él permite que la enfermedad nos toque (así como le sucedió a Job) porque Él está esperando que seamos nosotros los que nos volvamos a Él y nos postremos diciendo “Señor, si quieres puedes limpiarme.”

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La Toráh y los Profetas

Cuando empezamos a estudiar las Escrituras desde una perspectiva hebraica, muchas cosas que vamos aprendiendo se tornan muy emocionantes ya que en otro tiempo, nos las habían enseñado con una mentalidad occidental griega, omitiendo así muchos detalles acerca de la cultura y el lenguaje hebreo.

Una de las primeras reacciones es, “¡que hermoso este pasaje, hasta ahora logro entenderlo!” o: “¡Mira esa parábola, Yeshúa se estaba refiriendo a esto, o a aquello…!”. Ahora muchas cosas empiezan a tomar sentido. Palabras y enseñanzas de Yeshúa van aclarándose a medida que las asociamos con mandamientos de la Toráh, o incluso con profecías bíblicas que no habíamos leído antes. Hasta el libro de Apocalipsis se vuelve un poco más claro cuando entendemos el contexto de las Fiestas de Yehováh (Levítico 23).

Después llevamos a cabo una búsqueda de un grupo o una congregación “mesiánica” donde podamos aprender y compartir con otros hermanos que han iniciado este nuevo caminar, que se reúnan en Shabbat para leer la parashá (la porción bíblica de la semana), que celebren las Fiestas de Yah y que hablen el mismo idioma que hemos empezado a estudiar.

Cada semana estamos anhelando que llegue el Shabbat para podernos sentar a explorar y discutir los temas nuevos que vamos descubriendo en la Toráh, los profetas y los demás escritos. Además de los famosos 10 Mandamientos, empezamos a poner en práctica los mandamientos que hemos ido aprendiendo tales como aquellos que están relacionados con la dieta del Creador (Levítico 11), la pronunciación “correcta” del nombre de Yah, y las fechas “correctas” del calendario bíblico para poder celebrar el día “exacto” las Fiestas Bíblicas, entre otras cosas.

Para entones, el nivel de emoción que sentimos se eleva a tal punto que, deseamos compartir primeramente con nuestros familiares, seres queridos y amigos este nuevo entendimiento y conocimiento para que sean parte de este despertar. Pero… ¿acaso no les ha sucedido que se han encontrado con cierta resistencia de parte de algunas personas creyentes, quizás más conservadoras, que no están listas para recibir esta información? ¿o han experimentado la pérdida de amistades que ahora más bien los consideran a ustedes sectarios? Creo que a todos nos ha sucedido.

De hecho, en algún momento de todo este caminar, nos atrevemos a mirar a otros por debajo del hombro, pensando que somos mejores porque tenemos la revelación de la Tora y los profetas, porque guardamos el Shabbat y las Fiestas del Altísimo, porque no comemos cerdo (sino solo alimentos “kosher”) y porque al final del camino nos creemos más santos y justos que los demás debido a que los demás no guardan Sus mandamientos…

Es aquí hermanos donde encajan las palabras de Yeshúa…

“Un hombre… cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese” (Lc 10:30-35).

Es interesante, porque de todos estos personajes, el que menos sabía o entendía acerca de la Toráh y los Profetas, fue el que puso en práctica el corazón de la Toráh. Yeshúa claramente dijo que él no vino a “abrogar la Toráh ni los Profetas, sino que vino a cumplirla” (Mt 5:17) lo cual incluye los aspectos antes mencionados acerca del Shabbat, las Fiestas, la dieta del Creador etc, sin embargo, Yeshúa nos dejó una clave con respecto al cumplimiento de la ley y los profetas:

“Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la Toráh y los Profetas” (Mateo 7:12).

Por lo tanto, ve y haz tú lo mismo!

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No aprendáis el camino de las naciones

“¿Por qué no celebramos la navidad?” le pregunté a mi hija de tres años, y ella me respondió: “Porque somos pueblo apartado de Dios”. Su respuesta fue clara y simple, a una pregunta que a mí como adulto me parecía complicada de responder, debido a la gran influencia que tiene la navidad en nuestra cultura y a nivel mundial.

Cuando estudiamos el contexto de la navidad, nos damos cuenta que la misma no tiene nada que ver con el nacimiento de Yeshúa, el cual, de acuerdo a la cronología de los Evangelios ocurrió en el otoño, probablemente durante el mes de septiembre. De hecho, estudios acerca de la navidad denotan que no es una fiesta dedicada al Altísimo, más bien todo lo contrario, es una fiesta que hace referencia al nacimiento de Tamuz, el hijo de Semirámis, la diosa babilónica del sexo.

En las Escrituras hebreas encontramos claramente que Yehováh nos dijo que no siguiéramos las costumbres de las naciones (de los pueblos paganos) que habitaban la tierra de Canaán antes de que los hijos de Israel tomáramos posesión de ella:

“Estos son los estatutos y decretos que cuidaréis de poner por obra en la tierra que Yehováh el Elohim de tus padres te ha dado para que tomes posesión de ella, todos los días que vosotros viviereis sobre la tierra. Destruiréis enteramente todos los lugares donde las naciones que vosotros heredaréis sirvieron a sus dioses, sobre los montes altos, y sobre los collados, y debajo de todo árbol frondoso. Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y sus imágenes de Asera consumiréis con fuego; y destruiréis las esculturas de sus dioses, y raeréis su nombre de aquel lugar. No haréis así a Yehováh vuestro Elohim…” Deuteronomio 12:1-4.

En otras palabras, los paganos tienen sus maneras de adorar a sus dioses falsos, y Yehováh no quería que nosotros lo adoráramos a Él tal como las naciones lo hacían con sus dioses.

Pero, ¿qué sucedió con nosotros? ¿cómo llegamos nosotros a esto? ¿cuándo se torció el camino?

Después de los días del rey David, el pueblo fue dividido en dos, a causa del pecado de Salomón quien se relacionó con mujeres extranjeras que causaron el desvío de su corazón hacia dioses ajenos (1 Reyes 11:1-2). Seguidamente, las diez tribus que conformaron el reino del norte (la Casa de Israel), fueron gobernadas por Yeroboam el cual condujo al pueblo a la idolatría (1 Reyes 12:28) y a la observancia de fiestas que no habían sido establecidas por Yehováh (1 Reyes 12:32).

Yehováh nos había ordenado destruir los lugares donde las naciones servían a sus dioses, incluyendo aquellos sitios “debajo de todo árbol frondoso”. Pero a pesar del mandamiento, Israel desobedeció y copió las prácticas paganas al punto que “levantaron estatuas e imágenes de Asera en todo collado alto, y debajo de todo árbol frondoso…” (2 Reyes 17:11).

La frase “debajo de todo árbol frondoso” la asocio con la navidad, y la razón es muy sencilla, pues es hoy en día es muy común poner el “pasito” o las imágenes de José, María y el niño Jesús así como los regalos de navidad debajo del árbol de navidad.

Hay otra referencia en el libro de Jeremías que en lo personal también la asocio con la celebración de navidad y el árbol:

“…leño (árbol) del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. Con plata y oro lo adornan; con clavos y martillo lo afirman para que no se mueva. Derechos están como palmera, y no hablan; son llevados, porque no pueden andar. No tengáis temor de ellos, porque ni pueden hacer mal, ni para hacer bien tienen poder” (Jeremías 10:3b-5).

Al leer estos pasajes, puedo interpretar que participar de la navidad no es algo que agrade al Padre. Mucho menos lo es llevar arboles a casa, “adornarlos, afirmarlos para que no se muevan y permanezcan derechos” y además colocar imágenes debajo de estos mismos arboles … Esto simplemente no representa al Elohim de Israel ni a su pueblo.

No nos damos cuenta, pero hasta regalos les llevamos a estos “dioses” que “no hablan, y que son llevados, porque no pueden andar”, y los ponemos a sus pies… No se equivocó el profeta Jeremías al decirnos que “ciertamente hemos heredado mentiras de parte de nuestros padres, vanidad, y no hay en ello provecho” (Jer 16:19).

Escucha oh Israel la palabra de Yehováh, ¡no aprendáis el camino de las naciones! ¡arrepintámonos de nuestras vanidades e idolatrías y volvamos en pos del Elohim de Israel, porque ¡No hay semejante a ti, oh Yehováh; grande eres tú, y grande tu nombre en poderío!

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¿Deben los Creyentes participar en la Política?

¿Deben los creyentes involucrarse en la política? ¿Existe algún pasaje que nos prohíba involucrarnos en política? ¿Qué personajes bíblicos estuvieron relacionados en la política y que lección de vida aprendemos de ellos?

Uno de los primeros hombres en la Biblia que vemos relacionado con políticos es sin duda alguna Abraham. Por alguna razón, desde pequeño tuve la impresión de que Abraham era un simple pastor de ovejas, que había salido de su tierra natal y que iba en busca de una promesa. Sin embargo, a medida que leemos el texto bíblico, nos damos cuenta de que Abraham fue un hombre de influencia que tuvo relación con altos jerarcas políticos, tales como algunos reyes de su época: Faraón (Gen 12), el rey de Sodoma (Gen 14), y Abimelec (Gen 20). Abraham tuvo incluso que orar por Abimelec, el rey de Gerar, para que no muriera él y su casa y fueran también fértiles:

“Entonces Abraham oró a Dios; y Dios sanó a Abimelec y a su mujer, y a sus siervas, y tuvieron hijos” Génesis 20:17.

Yosef (José) es otro personaje bíblico que se vio involucrado en política hasta llegar a ser segundo después de Faraón.

“Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú. Dijo además Faraón a Yosef: He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto” Génesis 41:40-41.

Yehováh usa a José para bendecir a Egipto en medio de la hambruna. Esto permite que tanto Jacob como sus hijos sean prosperados y librados de la muerte.

“Y comenzaron a venir los siete años del hambre, como Yosef había dicho; y hubo hambre en todos los países, mas en toda la tierra de Egipto había pan” Génesis 40:54.

El siguiente ejemplo lo encontramos en la vida de Moisés. Después de haber sido recogido de las aguas, Moisés crece como protegido de la hija de Faraón.

“Y cuando el niño Moshé creció, ella lo trajo a la hija de Faraón, la cual lo prohijó, y le puso por nombre Moshé, diciendo: Porque de las aguas lo saqué” Éxodo 2:10.

Esa formación de la “realeza” eventualmente la utiliza Yehováh para negociar con Faraón y liberar así al pueblo de Israel de esclavitud.

Otro caso que me gustaría destacar es el del profeta Daniel. Daniel fue llevado cautivo a Babilonia y llega a ser tercero después del rey.

“Entonces mandó Belsasar vestir a Daniel de púrpura, y poner en su cuello un collar de oro, y proclamar que él era el tercer señor del reino” Daniel 5:29.

Después de haber mencionado unos cuantos casos acerca de hombres que estuvieron relacionados con la política, veamos dos aspectos que los caracterizaban y los convertían en los mejores candidatos al puesto político:

Los 4 fueron ordenados por Dios:

  1. Avraham“…porque Abraham es profeta, y orará por ti (Abimelec), y vivirás” Génesis 20:7.
  2. Yosef –“… y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios? Y dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú” Génesis 41:38-39.
  3. Moshé – “Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel” Éxodo 3:10.
  4. Daniel – “El rey habló a Daniel, y dijo: Ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes, y el que revela los misterios, pues pudiste revelar este misterio” Daniel 2:47.

Los 4 temían a Yehováh:

  1. Avraham – “ por cuanto oyó Avraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes” Génesis 26:5.
  2. Yosef – “Respondió Yosef a Faraón, diciendo: No está en mí; Dios será el que dé respuesta propicia a Faraón” Génesis 40:16.
  3. Moshé – “Y aquel varón Moshé era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra” Éxodo 3:10.
  4. Daniel – “Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía… Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad…” Daniel 1:8-9

No hay un pasaje en las Escrituras que nos prohíba participar de la política, sin embargo, ninguno de estos personajes mencionados se postuló para ser político, sino que todos fueron llamados por el Altísimo, y Él mismo se encargó de ponerlos en puestos de eminencia. ¿Cuál era el común denominador de ellos? ¡Temían a Yehováh con todo su corazón! ¡Shalom!