“Y aconteció en el camino, que en una posada Yehováh le salió al encuentro, y quiso matarlo” Éxodo 4:24.
¡Un momento! ¿Qué está pasando aquí? ¡Moisés acaba de hablar con Dios! Yehováh le ha dicho que él es el hombre indicado para liberar a Israel de las garras del Faraón. Moisés es ahora un experto haciendo milagros, convierte la vara en serpiente, sana su mano de lepra, convierte el agua en sangre ¡ah! y además de eso, Yehováh le garantiza que Él mismo le enseñará lo que habrá de decir delante del Faraón… Moisés está ahora listo para presentarse delante del rey de Egipto, pero en su regreso a Egipto, ¡Yehováh le sale al encuentro para matarlo!
¿Cómo es posible que Dios se le apareciera a Moisés justo después de haberlo ordenado como el profeta que liberaría a su pueblo Israel de la esclavitud de Egipto “para querer matarlo”? ¿cómo se explica esto? ¿Qué pudo haber provocado la ira de Yehováh para venir contra Moisés?
Conforme continuamos leyendo el texto, nos damos cuenta que Yehováh al que quiso matar no fue a Moisés, sino a su hijo el cual no estaba circuncidado. Séfora su madre, tuvo que intervenir tomando una piedra afilada para cortar el prepucio de su hijo salvándole así su vida.
“Entonces Séfora tomó un pedernal afilado y cortó el prepucio de su hijo…”
Éxodo 4:25.
Con esto surgen otros interrogantes, ¿no se supone que Moisés debió haber circuncidado a su hijo al octavo día de nacido? ¿y qué hay de su madre? ¿cómo sabía ella que, al circuncidar a su hijo, lo salvaría de haber sido muerto por Yehováh mismo?
Volvamos al punto anterior. Recordemos que Yehováh desde tiempos muy antiguos, había hecho un pacto eterno con su amigo Abraham, el cual establece que toda la tierra, desde el Éufrates hasta el río de Egipto le pertenece a la descendencia de Abraham, y la señal de ese pacto es la circuncisión.
“Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros” Génesis 17:10.
Resulta interesante que antes de que Yehováh le saliera al encuentro para dar muerte la hijo de Moisés, ya le hubiera dicho que Él mataría al primogénito de Faraón si este no deja salir libre a su pueblo Israel.
“Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo (Israel), para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir; he aquí yo voy a matar a tu hijo, tu primogénito” Éxodo 4:23.
Pero ahora, ¡el que se encuentra entre la vida y la muerte es el hijo de Moisés! Es tiempo para que Moisés se ponga en regla con el Altísimo. Yehováh va a matar al primogénito de Faraón por la dureza de su corazón, pero de la misma manera, Yehováh no tiene “problema” de matar al primogénito de Moisés por no tener la señal del pacto, demostrándole así a Moisés que a pesar de que él fue llamado por Yehováh (así como el rey Saúl), si no alinea a su hijo con sus mandamientos, no queda exento de sufrir las consecuencias, es decir, nadie está por encima de la Palabra de Yehováh: ni Moisés ¡ni su hijo!.
La reputación de Yehováh estaba en juego, ¿qué hubieran dicho los egipcios y el resto de las naciones si Yehováh mata al primogénito de Faraón y le perdona la vida al hijo de Moisés el cual ha quebrantado el pacto (Gn 17:14)? ¿Que el Dios de los hebreos es un Dios injusto? ¡Jamás podrán decir eso, sino todo lo contrario! Las naciones dirán “¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley?” (Dt 4:8).
La carta de presentación de Yehováh delante de las naciones es Israel, por eso el comportamiento y el estilo de vida de Israel debe de ser ejemplar e intachable. ¡Jamás Israel puede parecerse al resto de las naciones! El caminar de Israel ha de ser diferente, empezando por Moisés, la cabeza.
Finalmente, ¿cómo sabía Séfora lo que debía de hacer? Séfora era Madianita, los madianitas eran descendientes de Abraham (Gen 25:2), Abraham les enseñó acerca de la circuncisión (Gen 17:10), dado que eran parte de su simiente.