Ruth recogiendo trigo

La Justicia con Compasión: Un Camino Equilibrado

Las Escrituras nos aseguran que cuando practicamos la justicia con compasión, podemos hacer grandes cambios y recibimos bendiciones.

Es fácil considerar la Justicia como algo frío y estricto, que está basada solo en leyes y normas. Sin embargo, las Escrituras nos enseñan que la verdadera Justicia debe ir acompañada de compasión. Yehováh mismo modela este equilibrio perfecto. En Éxodo 21:1-24:18, el Todopoderoso establece instrucciones para el pueblo de Israel, muchas de las cuales protegen a los más vulnerables, como los siervos, las criadas, los esclavos, los huérfanos y las viudas. Tales leyes no solo aseguran justicia, sino también reflejan la misericordia de nuestro Padre.

Un ejemplo claro de esta combinación entre justicia y compasión se encuentra en la historia de Ruth y Noemí, y cómo Boaz actuó con ellas. Ruth era una viuda moabita que decidió quedarse con su suegra Noemí, también viuda y sin hijos. Su situación era difícil, pues en la antigüedad, las viudas sin apoyo familiar estaban en una posición muy vulnerable. Sin embargo, Rut demostró amor y lealtad, diciéndole a Noemí:

Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios.
Ruth 1:16

Ruth estaba dispuesta a sacrificar su seguridad por cuidar de su suegra.

Al llegar a Belén, Ruth comenzó a recoger espigas en los campos de Boaz, un hombre rico y respetado que también era pariente de Noemí. La ley permitía a los pobres recoger lo que quedaba en los campos después de la cosecha (Levítico 19:9-10). Boaz podía haber seguido la ley de forma estricta, sin hacer nada más, pero en cambio, eligió mostrar compasión. No solo permitió que Ruth espigara (recogiera espigas), sino que también ordenó a sus siervos que a propósito dejaran más grano para ella (Ruth 2:15-16).

Más adelante, Boaz actuó como “pariente redentor” . La Torá establecía que un pariente cercano podía casarse con la viuda de un familiar fallecido para preservar su linaje y protegerla. Aunque Boaz podía haber dejado que otro pariente reclamara el derecho de redención, él eligió actuar con justicia y amor. Se casó con Ruth y juntos tuvieron un hijo, quien se convirtió en el abuelo del rey David (Ruth 4:13-17). Esta historia no solo muestra la fidelidad de Yehováh, sino también cómo la justicia con compasión puede traer grandes bendiciones.

Otro ejemplo poderoso es el de Yosef (José) en Egipto. Sus hermanos lo vendieron como esclavo, y él podría haber usado su posición de poder para vengarse cuando ellos llegaron buscando alimento durante la hambruna. Pero Yosef eligió el perdón y la restauración, diciéndoles:

Yosef (José) recibe y perdona a sus hermanos

Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien.
Génesis 50:20

Aunque Yosef podría haber hecho justicia castigando a sus hermanos, prefirió mostrar compasión y así salvó a su familia.

Entonces, ¿qué podemos aprender de estos ejemplos? La justicia por sí sola puede volverse dura y sin alma; por otro lado, la compasión sin justicia puede conducir a la impunidad.

Yehováh nos llama a buscar un equilibrio, actuando con rectitud pero también con amor. En nuestras vidas diarias, podemos aplicar esto en el trato con los demás. ¿Somos justos, pero fríos, con aquellos que nos fallan? ¿O sabemos perdonar y restaurar cuando alguien está arrepentido?

Las Escrituras nos aseguran que cuando practicamos la justicia con compasión, podemos hacer grandes cambios y recibimos bendiciones, como dice Proverbios 21:21:

El que sigue la justicia y la misericordia hallará la vida, la justicia y la honra.

Tanto Boaz como Yosef, nos muestran que cuando equilibramos estos dos principios, Yehováh actúa poderosamente en nuestras vidas.

Reflexionemos: ¿Cómo podemos aplicar esta lección en nuestras familias, en nuestro trabajo y en nuestras relaciones? ¿Hay alguien a quien necesitamos perdonar o tratar con mayor compasión sin dejar de lado la justicia? Si seguimos este camino, veremos cómo la gracia de nuestro Padre transforma no solo nuestras vidas sino las de otros y todos seremos bendecidos.


Lider delegando

La Sabiduría de Delegar

Las Escrituras nos enseñan que delegar no solo es sabio, sino que también es una forma efectiva de cumplir con nuestras responsabilidades sin agotarnos.

En la vida diaria, muchas veces sentimos la necesidad de hacerlo todo nosotros mismos. Ya sea en el trabajo, en la familia o en cualquier responsabilidad que asumimos, nos cuesta confiar en otros para que nos ayuden. Sin embargo, las Escrituras nos enseñan que delegar no solo es sabio, sino que también es una forma efectiva de cumplir con nuestras responsabilidades sin agotarnos.

Uno de los ejemplos más claros de esto lo encontramos en la historia de Moisés y su suegro, Yitró. Moisés lideraba al pueblo de Israel y se encargaba de resolver todos los problemas y disputas. Sin embargo, esto le consumía mucho tiempo y energía. Entonces, Yitró le dio un consejo sabio:

“…no está bien lo que haces. Desfallecerás del todo, tú, y también este pueblo que está contigo; porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo. Oye ahora mi voz; yo te aconsejaré, y Yehováh estará contigo… Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Yehováh, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez.
(Éxodo 18:17-19,21).

Moisés escuchó este consejo y estableció un sistema de liderazgo con jueces para que se encargaran de las causas más simples y solo las más difíciles llegaran hasta él. Gracias a esto, Moisés pudo concentrarse en guiar espiritualmente al pueblo y no agotarse con cada pequeño problema.

La Escritura está llena de ejemplos en los que delegar funciones trajo grandes beneficios. Veamos algunos de ellos:

1. Josué y los espías

Antes de entrar a la Tierra Prometida, Josué envió dos espías a Jericó para explorar la tierra y conocer a sus habitantes (Josué 2:1). No fue él mismo a espiar la ciudad, sino que confió en otros para que hicieran ese trabajo. Como resultado, los espías trajeron información valiosa y ayudaron en la conquista de Jericó.

2. Nehemías y la reconstrucción de Jerusalén

Cuando Nehemías regresó a Jerusalén para reconstruir los muros de la ciudad, no intentó hacerlo todo solo. Organizó a las familias y a los habitantes para que cada grupo trabajara en una parte del muro (Nehemías 3). Gracias a esta estrategia, terminaron la reconstrucción en solo 52 días (Nehemías 6:15).

3. Yeshúa y sus discípulos

Yeshúa envía a sus discípulos a predicar el mensaje del Evangelio

Yeshúa, podría haber llevado a cabo Su ministerio sin ayuda, pero decidió elegir a doce discípulos para que lo acompañaran y aprendieran de él. No solo los enseñó, sino que también les dio tareas específicas, como predicar, sanar enfermos y expulsar demonios (Marcos 6:7-13). Luego, antes de ascender al cielo, les confió la misión de llevar el evangelio al mundo entero (Mateo 28:19-20).

Beneficios de delegar funciones

A través de estos ejemplos bíblicos, podemos ver varios beneficios de delegar funciones a otros:

  1. Alivio de la carga personal: Cuando Moisés delegó, pudo enfocarse en lo más importante sin agotarse.
  2. Eficiencia y rapidez: Nehemías pudo reconstruir los muros en tiempo récord porque cada persona contribuyó.
  3. Formación de nuevos líderes: Yeshúa preparó a sus discípulos para continuar Su obra después de él.
  4. Unidad y colaboración: Cuando trabajamos juntos y compartimos responsabilidades, logramos más de lo que podríamos hacer solos.
  5. Mayor alcance: Josué no podía espiar toda la Tierra Prometida solo, pero al enviar espías, pudo obtener información estratégica.

Reflexión Final

Muchas veces, por orgullo, miedo o desconfianza, nos negamos a delegar tareas a otros. Sin embargo, la Escritura nos muestra que confiar en otros y darles oportunidades no solo es sabio, sino que también es la clave para el éxito en cualquier área de la vida.

Si Yehováh mismo, a través de Yeshúa, delegó funciones a sus discípulos, ¡cuánto más nosotros deberíamos aprender a compartir nuestras responsabilidades! Cuando delegamos, no solo aligeramos nuestra carga, sino que también damos a otros la oportunidad de crecer y contribuir.

Pregúntate hoy:

  • ¿Estoy sobrecargado porque no confío en los demás?
  • ¿Podría compartir algunas de mis responsabilidades con alguien más?
  • ¿Cómo puedo aplicar el principio de delegación en mi vida diaria?

Aprender a delegar es una decisión sabia y nos ayuda a vivir de una manera más equilibrada y productiva. ¡Anímate a ponerlo en práctica hoy mismo!

¡Shalom!

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El impacto del Exilio Asirio

Había una gran cantidad de idolatría que se estaba volviendo cada vez más común, y esto desencadenó la ira divina. Los reyes tampoco pudieron mantener la estabilidad y la paz en sus territorios.

El exilio de Israel por los asirios fue un evento histórico significativo que tuvo lugar en el siglo VIII a.C. e inicios del siglo VII a.C. Fue un capítulo oscuro en la historia de Israel que tuvo un impacto duradero en su cultura y religión.

Para entender completamente el exilio asirio, es necesario conocer el contexto histórico en el que se desarrolló. Israel estaba dividido en dos reinos después de la muerte del rey Salomón, con el Reino de Israel en el norte y el Reino de Judá en el sur. Tanto el norte como el sur estuvieron implicados en conflictos políticos y religiosos. Había una gran cantidad de idolatría que se estaba volviendo cada vez más común, y esto desencadenó la ira divina. Los reyes tampoco pudieron mantener la estabilidad y la paz en sus territorios.

Y los hijos de Israel hicieron secretamente cosas no rectas contra Yehováh su Dios, edificándose lugares altos en todas sus ciudades…y levantaron estatuas e imágenes de Asera en todo collado alto, y debajo de todo árbol frondoso, y quemaron allí incienso en todos los lugares altos, a la manera de las naciones que Yehováh había traspuesto de delante de ellos, e hicieron cosas muy malas para provocar a ira a Yehováh. Y servían a los ídolos, de los cuales Yehováh les había dicho: Vosotros no habéis de hacer esto” 2 Reyes 17:9-12.

Todo esto sucedió mientras que los asirios, un imperio bélico y en expansión, estaban conquistando y sometiendo diferentes regiones alrededor de su territorio. Los líderes de Israel estaban preocupados por la amenaza que representaba el imperio asirio, pero en lugar de buscar la ayuda de Yehováh, solicitaron ayuda de otros países para luchar contra el enemigo. Esto finalmente llevó a la caída del Reino del norte de Israel y al exilio de muchos israelitas.

“Mas el rey de Asiria descubrió que Oseas (rey de Israel) conspiraba; porque había enviado embajadores a So, rey de Egipto, y no pagaba tributo al rey de Asiria, como lo hacía cada año… Y el rey de Asiria invadió todo el país, y sitió a Samaria, y estuvo sobre ella tres años…y llevó a Israel cautivo a Asiria…” 2 Reyes 17:4-6.

Las causas del exilio asirio fueron varias. Para empezar, hubo mucha desobediencia a Dios por parte del Reino de Israel. La idolatría se había convertido en una práctica común, y muchos hebreos habían abandonado la fe en Yehováh. El pueblo de Israel había perdido su conexión con la voluntad divina y había comenzado a adorar a otros dioses. Además, había una corrupción política y una debilidad militar en el Reino de Israel. El liderazgo del país estaba fracturado y no había una visión clara de cómo manejar la amenaza asiria.

La duración del exilio asirio no se sabe con certeza, aunque se cree que la mayoría de los hebreos del norte se quedaron exiliados. Aquellos que no fueron deportados, tuvieron que manejar un cambio significativo en su cultura y religión, ya que los asirios impusieron su propio estilo de vida y costumbres.

Las condiciones del exilio no eran favorables para los hebreos. Fueron tratados de manera cruel y sufrieron bajo el dominio de los asirios. Los hebreos quedaron obligados a aceptar la cultura y las tradiciones de los asirios, y esto los obligó a perder gran parte de su identidad. Como resultado, muchos hebreos se vieron alienados de las creencias y prácticas religiosas de sus antepasados.

Sin embargo, aunque las condiciones eran difíciles, algunos profetas como Amós y Oseas predicaron la palabra de Dios al pueblo de Israel. A pesar de la situación en el exilio, estos profetas ofrecieron una visión de restauración a través del amor y la justicia divina, que dio esperanza a aquellos que habían perdido todo.

La consecuencia más significativa del exilio asirio fue el fin del Reino de Israel. Los asirios repoblaron los territorios del norte de Israel con personas de otras áreas de su imperio, lo que significó que la mayoría de los hebreos del norte perdieron sus raíces culturales y su fe. Esto condujo a la diáspora de los israelitas, separando a su pueblo en diferentes regiones alrededor del mundo, lo que sigue siendo tangible hasta el presente.

Y trajo el rey de Asiria gente de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim, y los puso en las ciudades de Samaria, en lugar de los hijos de Israel; y poseyeron a Samaria, y habitaron en sus ciudades” 2 Reyes 17:24.

Además, la influencia asiria en la cultura hebrea tuvo un impacto duradero. Los hebreos se vieron obligados a adoptar la cultura y las tradiciones de los asirios, (al menos los que sobrevivieron al exilio) lo que a su vez influenció el desarrollo de la religión hebrea después del exilio. La adopción paulatina de un nuevo estilo de vida hizo emerger una nueva forma de comprender la relación con Dios, la cual sería claramente diferente a la que existía antes del exilio asirio.

En resumen, el exilio asirio fue un evento desafortunado en la historia y tuvo un impacto hasta nuestros días tanto en la cultura como en la fe de Israel. La diáspora y el cambio cultural tuvieron un efecto duradero en torno a la relación con Dios. El exilio asirio es un recordatorio de que la obediencia y la lealtad a Yehováh es lo más importante, ya que el quebrantar sus mandamientos provoca la ruptura del pacto y por ende la protección del Altísimo se aparta de su pueblo.

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Transformación a través de la lucha

Las luchas de la vida son inevitables, pero también son oportunidades para ser transformados.

La vida está llena de luchas. Todos enfrentamos momentos de incertidumbre, dolor o conflicto que nos desafían y transforman. Sin embargo, en medio de ellas, también podemos encontrar una oportunidad para el crecimiento espiritual y personal. La Escritura nos muestra que la lucha, cuando se vive con fe y perseverancia, puede ser el instrumento para una transformación positiva y duradera. Reflexionemos por un momento cómo los desafíos nos moldean y cómo la presencia del Altísimo puede guiarnos hacia una nueva versión de nosotros mismos.

Uno de los relatos más poderosos sobre la transformación a través de la lucha se encuentra en la historia de Ya’akov. En Génesis 32:24-30, lo hallamos solo, antes de enfrentar a su hermano Esaú. Durante la noche, se enfrenta con un ángel hasta el amanecer. Tal lucha no solo es física, sino también espiritual. Tras el encuentro Ya’akov sale herido con una cadera dislocada, pero también recibe una bendición y un nuevo nombre: Israel, que significa “El que lucha con Dios y prevalece”.

Este cambio de nombre simboliza la transformación de Ya’akov. Pasó de ser un hombre conocido por su astucia a convertirse en alguien que reconoce su dependencia de Dios. La lucha lo preparó para enfrentar a Esaú con humildad y valentía, y marcó el comienzo de una nueva etapa en su vida.

¿Cómo podemos permitir que nuestras propias luchas nos transformen? Jacob nos enseña que, aunque las pruebas puedan dejarnos cicatrices, también pueden acercarnos más a nuestro verdadero propósito. La clave está en perseverar y buscar la presencia de Yehováh en medio de la dificultad.

La influencia de un padre

Otra historia inspiradora es la de Yosef, el hijo de Ya’akov. Desde joven, Yosef enfrentó luchas enormes: fue vendido como esclavo por sus propios hermanos y luego encarcelado injustamente en Egipto. Sin embargo, Yosef nunca perdió su fe en el Dios de Israel. En cada etapa de su vida, siguió confiando en que el Todopoderoso tenía un plan para él.

Con el tiempo, Yosef fue elevado a una posición de gran autoridad como gobernador de Egipto. Desde ese lugar, pudo salvar a su familia y a muchas otras personas durante un tiempo de hambre severa. Su transformación no solo lo benefició a él, sino que también tuvo un impacto positivo en quienes lo rodeaban.

“Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (Génesis 50:20).

La historia de Yosef nos recuerda que incluso las circunstancias más adversas pueden ser usadas por Yehováh para un bien mayor. Los problemas que enfrentamos hoy pueden ser parte del proceso que nos lleva a cumplir un propósito más grande el día de mañana.

Ambas historias nos muestran que las luchas son una parte inevitable de la vida, pero también son herramientas poderosas en las manos de Dios. Aquellos que están dispuestos a enfrentar sus pruebas con fe y perseverancia pueden experimentar una transformación profunda.

Aquí hay algunas maneras prácticas de aplicar estas lecciones en nuestra vida diaria:

  1. No temas a la lucha: Las dificultades no son señales de fracaso, sino oportunidades para crecer. Acepta cada prueba como un paso hacia algo mejor.
  2. Busca la presencia de Yehováh: Como Ya’akov y Yosef, confía en que Dios está contigo en medio de la lucha. Ora, medita en Su palabra y pídale dirección.
  3. Permanece perseverante: No te rindas. La transformación toma tiempo, pero vale la pena. Tus esfuerzos y fe serán recompensados.

Como Jacob y José, podemos salir de nuestras pruebas más fuertes, más sabios y más cercanos a nuestro Padre Celestial. Permítele a Él moldearte en medio de tus luchas y confía en que cada paso, incluso los más difíciles, te llevan hacia un futuro lleno de propósito y esperanza.


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Josías, el joven rey que reformó a Israel

Tal como Josías lideró a Judá hacia el arrepentimiento y la obediencia, nosotros también podemos ser instrumentos de cambio en nuestras familias, comunidades o lugares de trabajo.

Josías tenía solo ocho años cuando se convirtió en rey de Judá, después del asesinato de su padre, el rey Amón. Reinó 31 años y es mencionado en la genealogía de Yeshúa en el Evangelio según Mateo.

A los 18 años, Josías le ordenó al Sumo Sacerdote Hilcías que usara el dinero recaudado de los impuestos a lo largo de los años para restaurar el Templo. Durante este tiempo, Hilcías hizo un descubrimiento majestuoso, al encontrar un rollo descrito como “El libro de la Ley” en la Casa de Yehováh, el cual contenía las palabras dichas por Moisés.

Cuando Hilcías trajo este rollo delante de rey Josías, se lo leyeron; y cuando el rey hubo escuchado las palabras de este libro se “rasgó sus vestiduras” y se alarmó de que las calamidades mencionadas en el libro pudieran caer sobre él y el pueblo por no observar los mandamientos de Yehováh.

La reacción de Josías al escuchar el Libro de la Torá nos enseña la importancia de tener un corazón sensible a la corrección divina. Cuando reconoció que su pueblo estaba lejos de los mandamientos de Yehováh, no buscó justificar el pecado ni ignorar la advertencia. En cambio, se humilló y buscó el consejo del Altísimo. Esto nos recuerda que, cuando nos enfrentamos al error, nuestra primera respuesta debe ser un arrepentimiento genuino que nos lleve a actuar. El Todopoderoso honra a aquellos que se humillan delante de Él, como lo hizo con Josías, quien logró evitar que el juicio cayera durante su reinado.

Luego, el rey Josías envió a consultarle a la profetisa Hulda si toda esta calamidad le acontecería, y ella le aseguró que el mal anunciado sí vendría, pero no en sus días, debido a su corazón humilde y arrepentido.

“…y tu corazón se enterneció, y te humillaste delante de Yehováh, cuando oíste lo que yo he pronunciado contra este lugar y contra sus moradores, que vendrán a ser asolados y malditos, y rasgaste tus vestidos, y lloraste en mi presencia, también yo te he oído, dice Yehováh” 2 Reyes 22:19.

Posteriormente, se convocó una asamblea de los ancianos de Judá, de Jerusalén y de todo el pueblo, y renovaron el antiguo pacto con Yehováh.

Todo esto provocó que Josías se diera a la tarea de limpiar la tierra de la idolatría. Fomentó la adoración exclusiva a Yehováh y prohibió todas las demás formas de culto. Limpió el Templo en Jerusalén de los instrumentos y emblemas de la adoración a Baal y “el ejército del cielo”, y destruyó los santuarios locales corruptos y lugares altos, desde Beerseba en el sur hasta Betel y las ciudades de Samaria en el norte. ¡Incluso exhumó los huesos de los sacerdotes muertos de Betel y los quemó en sus altares! Josías también restableció las celebraciones de Pésaj a tal punto que la escritura hace una pausa y destaca la manera en que esto se llevó a cabo:

“Nunca fue celebrada una pascua (pésaj) como esta en Israel desde los días de Samuel el profeta; ni ningún rey de Israel celebró pascua tal como la que celebró el rey Josías, con los sacerdotes y levitas, y todo Judá e Israel, los que se hallaron allí, juntamente con los moradores de Jerusalén.” 2 Crónicas 35:18.

Además, Josías destruyó altares e imágenes de deidades paganas en las ciudades de las tribus de Manasés, Efraín y Simeón, y devolvió el Arca del Pacto al Templo de Yehováh. La única excepción a esta destrucción fue la tumba de un profeta anónimo que se encontraba en Betel, quien había predicho que estos lugares religiosos que había levantado Jeroboam serían destruidos algún día. Josías ordenó que se dejara en paz la tumba del “hombre de Dios” y del profeta de Betel, ya que estas profecías se habían hecho realidad.

Josías fue un gran rey que siguió los pasos de su padre David y se volvió hacia Yehováh con todo su corazón, alma y fuerza. Ni antes ni después, hubo un rey como él que siguiera todas las leyes de Moisés. (2 Reyes 22:2; 23:25; 2 Crónicas) 34:2; 35:18).

“E hizo [Josías] lo recto ante los ojos de Yehováh, y anduvo en todo el camino de David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda… No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Yehováh de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual” 2 Reyes 22:2, 23:25.

Josías no solo se arrepintió personalmente, sino que también guió a toda su nación hacia una renovación espiritual. Limpió la tierra de idolatría, restauró el Templo y devolvió el centro de la adoración a Yehováh. Este ejemplo nos desafía a tomar decisiones valientes para influir en nuestro entorno. A veces, nuestras acciones pueden parecer pequeñas, pero cuando están alineadas con la voluntad de Yehováh, tienen el poder de impactar a muchos. Tal como Josías lideró a Judá hacia el arrepentimiento y la obediencia, nosotros también podemos ser instrumentos de cambio en nuestras familias, comunidades o lugares de trabajo.


Rebeca y los camellos

En busca de una esposa fiel

Hay decisiones que tenemos que tomar y que son trascendentales, porque después de hacerlas, nuestras vidas tomarán rumbos significativamente diferentes.

A lo largo de nuestra vida, hay decisiones que tenemos que tomar y que son trascendentales, porque después de hacerlas, nuestras vidas tomarán rumbos significativamente diferentes; tal es el caso de la búsqueda de un cónyuge.

En la narración bíblica de Génesis 24, encontramos una enseñanza profunda sobre la obediencia, la fe y la importancia de buscar la voluntad divina cuando se trata de asuntos tan cruciales como el matrimonio.

Abraham, consciente de la importancia de preservar la bendición de Dios sobre su descendencia, confió a su siervo de mayor confianza la misión de buscar una esposa para su hijo Isaac. Para asegurarse de que esta compañera compartiera la fe y valores de su familia, lo instruyó para que no la buscara entre las hijas de los cananeos.

Tras un largo viaje, el siervo, confiando en la guía divina, oró pidiendo una señal clara para identificar a la mujer correcta. Entonces apareció Rebeca, mostrando notable hospitalidad al ofrecer agua para él y sus camellos, cumpliendo con los criterios buscados mediante la oración y confirmando así que ella era la elección divina. La selección de una esposa que compartiera los principios de Abraham y su fidelidad al Dios Altísimo era fundamental para que se cumplieran las promesas hechas a Isaac y su descendencia.

Este relato contrasta con la experiencia de otros personajes bíblicos, como Esaú, cuyas esposas cananeas causaron dolor a sus padres al no compartir su fe. Asimismo, el ejemplo de Salomón, quien fue desviado de su devoción al Dios de Israel por sus esposas extranjeras, subraya las consecuencias de ligar el destino con alguien que no comparte la misma fe.

La insistencia de Abraham en asegurar una esposa adecuada para Isaac no era una cuestión de exclusión cultural, sino de preservar la pureza de la fe. Dios deseaba que su pueblo permaneciera apartado y fiel, libre de influencias que pudieran desviarlo de la adoración verdadera.

El ejemplo de Abraham es una lección sobre la búsqueda de la dirección divina en decisiones importantes, especialmente en el matrimonio. Nos recuerda que las cualidades de fe, carácter y fidelidad a Dios son esenciales para cumplir con los propósitos divinos, tal como expresa Proverbios 3:5-6:

“Fíate de Yehováh de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”.


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Abraham y la Torre de Babel

¿Qué relación podría existir entre una multitud de personas que hicieron lo malo delante de los ojos de Yehováh y el patriarca Abraham?

Quizás, antes de responder a ese interrogante, deberíamos de hacernos otra pregunta, ¿cuál fue realmente el pecado de tales personas?

Analicemos el texto por un momento:

“Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo…” Génesis 11:1-4. 

¿Qué hay de malo en edificar una ciudad y una torre? ¿Será acaso que lo que enfadó a Dios fue que la torre llegara al cielo?

El versículo 4 nos revela que el pecado de esta gente fue su altivez y arrogancia: “…hagámonos un nombre”. El objetivo de estas personas era  hacerse un nombre para nunca ser olvidados en caso de que fueran dispersados por toda la tierra y es aquí donde la historia de Abram (su nombre en ese entonces) se conecta con la Torre de Babel.

Las Escrituras nos relatan que Abram, hijo de Taré, decidió casarse con Sarai (su nombre en ese momento) sin importar el hecho de que ella era estéril (Gen 11:30). Esto significaba que Abram no iba a tener descendencia lo cual era la única manera para que su nombre se prolongara y pudiera a la vez tener un heredero.

Esta acción de Abram agradó tanto a Yehováh, al punto que justo en el siguiente capítulo Yehováh lo llama para que salga de su tierra y deje su parentela, y le promete una serie de cosas que incluían hacer de él una gran nación, bendecirlo, ser bendición y ¡engrandecer su nombre!

La intención de Abram nunca fue la de engrandecer su nombre tal como la de los hombres de Babel, por el contrario, él se mostró humilde, y no tuvo problema de tomar a una mujer estéril como esposa sin esperanza de tener descendencia.

Esto es lo que Dios estaba buscando, un hombre en toda la tierra que no buscara su propia gloria y lo encontró en Abram. Como recompensa, Yehováh lo honró no sólo prometiéndole que “engrandecerá su nombre” sino que le promete que de sus lomos hará salir una gran nación y eventualmente le cambia su nombre por Abraham que significa ‘padre de muchas naciones’.

La bendición de Abraham no terminó ahí ya que Yehováh le promete fidelidad diciéndole de la siguiente manera:

“Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” Génesis 12:3.

Vemos también que Yehováh le revela su nombre a Abraham:

“…e invocó allí Abram el nombre de Yehováh” Génesis 13:4.

La relación de Abraham con Yehovah llega a tal nivel que Dios mismo llama a Abraham como a nadie más en las Escrituras:

“Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo” Isaías 41:8.

Abraham se convierte en un confidente de Yehováh, el único Dios verdadero, al punto que Yehováh le confía a Abraham sus planes:

“¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer, habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra?” Génesis 18:17-18.

Que gran lección podemos aprender del padre Abraham, que confirma lo dicho por el salmista, ciertamente Yehováh atiende al humilde y mira de lejos al altivo.