Espiritualmente, los muros simbolizan la protección que Yehováh da a Su pueblo, cuando vive en obediencia a Su Torá.
Nadie tiene mayor amor que éste: dar la vida por los amigos. Vosotros sois mis amigos…
Juan 15:13-14
En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo. Nehemías 1:7
Desde tiempos antiguos, murallas han sido construidas por diversos motivos, ya sea para proteger ciudades y pueblos, controlar fronteras, garantizar privacidad o preservar la seguridad. Ejemplos como la Gran Muralla China o simples paredes domésticas muestran cómo las “murallas” ofrecen funciones prácticas esenciales.
En el contexto bíblico, los muros de una ciudad no solo representaban protección física, sino también espiritual, significando la obediencia a los mandamientos de Yehováh.
Jerusalén, originalmente una ciudad jebusea con imponentes murallas difíciles de accesar, fue conquistada por el rey David, quien la convirtió en la Ciudad de David. Posteriormente, su hijo Salomón construyó ahí el primer templo, y Yehováh la eligió como el lugar donde Su Nombre residiría para siempre:
Y puso una imagen de Asera que él había hecho, en la casa de la cual Jehová había dicho a David y a Salomón su hijo: Yo pondré mi nombre para siempre en esta casa, y en Jerusalén, a la cual escogí de todas las tribus de Israel 2Reyes 21:7
Edificó también altares en la casa de Jehová, de la cual había dicho Jehová: En Jerusalén estará mi nombre perpetuamente.5Edificó asimismo altares a todo el ejército de los cielos en los dos atrios de la casa de Jehová. 6Y pasó sus hijos por fuego en el valle del hijo de Hinom; y observaba los tiempos, miraba en agüeros, era dado a adivinaciones, y consultaba a adivinos y encantadores; se excedió en hacer lo malo ante los ojos de Jehová, hasta encender su ira. Además de esto puso una imagen fundida que hizo, en la casa de Dios, de la cual había dicho Dios a David y a Salomón su hijo: En esta casa y en Jerusalén, la cual yo elegí sobre todas las tribus de Israel, pondré mi nombre para siempre. 2Crónicas 33:4-7
Sin embargo, la desobediencia del pueblo llevó a la intervención de Nabucodonosor de Babilonia, quien asoló la ciudad, destruyó el templo y derribó sus muros en el año 587 a.C., cumpliendo la advertencia de juicio divino de Jeremías 25:8-11.
Durante los 70 años de cautiverio en Babilonia, el pueblo de Dios experimentó humillación y arrepentimiento. Tras el cumplimiento de ese periodo, Yehováh, fiel a Su promesa, permitió su retorno a Jerusalén bajo el decreto del rey Ciro el Grande, donde reconstruyeron el templo (Esdras 6:15).
Pero los muros permanecieron en ruinas hasta que Nehemías, movido por su devoción, clamó a Yehováh y lideró una reconstrucción milagrosa del muro en solo 52 días, devolviendo la seguridad a la ciudad (Nehemías 1:4-11).
Espiritualmente, los muros simbolizan la protección que Yehováh ofrece cuando Su pueblo vive en obediencia a Su Torá. Estos mandamientos son las murallas que proporcionan seguridad y bendición; alejarnos de ellas lleva al colapso y a ser esclavizados por el pecado (Deuteronomio 11:26-28; 30:15-18).
Así como los muros antiguos rodeaban Jerusalén, la futura y gloriosa Nueva Jerusalén tendrá grandes muros que representan la obediencia a la Torá. Solo los que sigan los mandamientos de Dios entrarán en esta ciudad eterna (Apocalipsis 21:12-14; 22:14).
Que seamos fieles a Yehováh, viviendo dentro de los muros de Sus enseñanzas, y seamos hallados dignos de residir por siempre en Su santa ciudad. Amén.