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Vaykrá, significa: Y Él llamó. El libro comienza con la letra vav, una conjunción que nos da la idea de continuidad con el relato del Éxodo. Para comprender este libro es importante entender el problema que se está tratando de resolver. La palabra hebrea para Ofrenda es korbán, cuya raíz es la palabra hebrea karav, que significa: acercarse. Es decir que una persona trae un korbán con el propósito de acercarse a Yehováh.

Tan solo imaginar el escenario donde se llevaban a cabo todos los sacrificios que vamos a estudiar, nos produce un rechazo inconsciente; pensar en los sacerdotes cortando la yugular del animal para recoger su sangre y luego abriéndolo para retirar sus órganos, y realizando todos los demás procedimientos, nos hace desear ir al Nuevo Testamento donde apreciamos que Yeshúa haya terminado con el sistema de sacrificios.

Si embargo, es muy importante descubrir que el propósito de Yehováh no era simplemente ordenar sacrificios para percibir el olor de la carne quemada, sino que por tal medio Él estaba mostrando al pueblo de Israel la necesidad de un Mesías que haría expiación por todos nosotros. Entonces comenzamos a entender que “el olor fragante”, era en cierto sentido una sombra del significado que la obra de Yeshúa representaría para el Padre, porque en él estaba reconciliando a su pueblo y rescatando lo que se había perdido.

No perdamos de vista, mientras iniciamos nuestra jornada a través de este libro, que independientemente de nuestras preferencias personales, lo que vamos a hallar son los procedimientos ordenados por Yehováh para relacionarnos con Él. Como podemos verificarlo desde los albores de la humanidad, Yehováh instruyó al ser humano para que le presentara ofrendas, tal y como lo vemos registrado en la historia de Caín y Abel. Posteriormente vemos que esta práctica se extendió conforme la humanidad se fue dispersando y generando civilizaciones y culturas que practicaron el ofrecimiento de sacrificios a sus deidades. Hoy no es posible presentar sacrificios de ninguna clase por cuanto no existe la Casa de Yehováh, y ni judíos ni cristianos pueden efectuarlos porque tal práctica resulta en una violación de la Toráh.

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