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En el Jardín del Edén, Adam, el primer hombre, estaba en comunión con el Creador y escuchaba Su voz. No había nada que el debía hacer para establecer esa conexión con el Creador porque el vivía delante de Su presencia.

Luego de haber sido expulsado, desde los orígenes más antiguos, los descendientes de Adam buscaron esa conexión con Dios a través de las ofrendas y sacrificios.

Pasando por nuestros patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob, y especificado en la misma Torá, la intención del Todopoderoso era que Israel fuese un Reino de Cohanim (Sacerdotes), pero dadas las circunstancias, sólo Aarón y sus descendientes fueron los que llevaron a cabo ese ministerio.

Y ¿qué es un cohén (sacerdote? Un cohén es aquel que tiene la misión de establecer una conexión entre el Todopoderoso y el resto del pueblo. Y para llevar a cabo esa misión el cohén debe mantenerse en un estado de pureza ritual que está por sobre el nivel de la gente común. De hecho, el ritual de iniciación, que aparece en esta parashá y se complementa en Levítico 8, requería a los candidatos permanecer por siete días en el tabernáculo mientras se ofrecían sacrificios diarios, se los rociaba con sangre y ungía con aceite. 

El cohén (sacerdote) en Israel tenía un papel crucial en la vida espiritual de Israel. Yeshúa cumplió un papel similar fuera del Templo en un período en donde la corrupción de la casta sacerdotal abundaba, y el Templo pasaba por sus últimas décadas antes de la destrucción por los romanos.

Hoy en día, 2000 años más tarde y aún sin un Templo o servicio sacerdotal, pero teniendo el ejemplo de Yeshúa y el consejo de seguir tras sus pasos, es un buen ejercicio en nuestro desarrollo espiritual considerar cómo deberíamos actuar en el día a día si tomásemos seriamente el rol sacerdotal en nuestras vidas, convirtiéndonos en una conexión entre el Creador y nuestros círculos de influencia.

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