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Los capítulos de esta porción de la Toráh, nos invitan a reflexionar tanto en el carácter justo de Yehováh, como en lo que Él espera de su pueblo. Observemos la importancia de no comprometer, bajo ninguna circunstancia el juicio justo. El soborno, ya practicado en ese tiempo, no se debía aceptar porque tuerce el derecho, es decir hace que el juez pierda su objetividad.

Hoy, el soborno ha cambiado su nombre a “lobby” y los grandes empresarios e interesados emplean enormes sumas de dinero para influenciar las decisiones de los senadores encargados de aprobar nuevas leyes que están muy lejos de ser justas.

La justicia es la esencia de la prosperidad; su ausencia, el caos y la destrucción, que es lo que se aproxima sobre el mundo: un juicio del Legislador Soberano debido a la injusticia de los hombres.

Instrucciones para la guerra

Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, y veas caballos y carros y gente más numerosa que tú, no tengas temor de ellos, porque Yehováh tu Dios está contigo, el mismo que te hizo subir de la tierra de Egipto. Deuteronomio 20:1

En este capítulo se habla de guerras físicas, y Yehováh nos muestra un aspecto muy considerado y amoroso de su parte, al instruir cómo se debe ejecutar un guerra. Debemos tener claro que estas instrucciones no tienen que ver con la conquista de Canaán. Los siete pueblos que habitaban allí debían ser desarraigados completamente debido a sus prácticas ocultistas, pervertidas e idolátricas; pero cuando se iniciara un proceso de conquista de las naciones vecinas debido a la expansión natural que ocurriría por obedecer la Toráh, entonces se debería proceder de otra manera:

Hacer una propuesta de paz; si la aceptaban, serían tributarios y trabajadores para Israel. Mas si la rechazaban, la ciudad sería sitiada y una vez sucumbiera, darían muerte a todos los varones, pero tomarían las mujeres, los niños y el ganado. El botín de estos pueblos sería para Israel.

Estos versos nos muestran los términos en que Yisrael debería plantear la guerra a los pueblos distantes de su heredad. No era de manera cruel al estilo de los mercenarios (asesinos pagados como suele ocurrir en el presente). Habría propuestas y ante las negociaciones fallidas, actuarían sin reparo.

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