Esta última porción de Levítico, se ocupa de la bendiciones que resultan de la obediencia así como de las maldiciones que conlleva la desobediencia.
Yehováh nuestro Padre, tiene el derecho legal y total de exigir a sus criaturas el cumplimiento de los mandamientos que Él establece, por múltiples razones:
A pesar de todo lo anterior, nuestro Padre Yehováh no obliga a su pueblo a obedecer Su Toráh (instrucciones o mandamientos), sino que nos deja en plena libertad de hacerlo, por cuanto Él espera que el acto de obedecer sea una demostración de amor y gratitud, más que simplemente un acto de sometimiento.
Prestemos atención a la conveniencia de obedecer, porque hay bendiciones que se desprenden de hacerlo; así está diseñada Su Creación. Él no es un policía que está al acecho pendiente de quién comete una infracción para “caerle” encima con una maldición. NO! simplemente nuestras decisiones tienen consecuencias “naturales” que se desencadenarán de acuerdo a las acciones que realizamos.
El tema de los votos nos resulta complejo, por cuanto estaban directamente relacionados con la existencia de la Casa de Yehováh (Templo) y con los cohanim (sacerdotes). Una persona podía haber hecho un voto en un momento de dificultad, pero luego encontrar que le era difícil cumplirlo. Entonces existía la posibilidad de que ella misma o alguien más, pagara un monto determinado, para en cierto sentido “deshacer” tal voto, y por eso estaba establecido un valor dependiendo de la condición de la persona y de su edad.
Cabe la pregunta: ¿en el presente podemos hacer votos? No de esa clase que se hacían en los tiempos cuando la Casa de Yehováh estaba en pie. Pero podríamos comprometernos a hacer o dejar de hacer algo con miras a honrar a nuestro Padre y para mejorar nuestra condición como seres humanos. Solo que al hacerlo, tengamos presente lo que nos dice la misma Escritura:
Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas. No dejes que tu boca te haga pecar, ni digas delante del ángel, que fue ignorancia. ¿Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu voz, y que destruya la obra de tus manos? Eclesiastés 5:4-6 RVR