La muerte de Yeshúa no cambió la naturaleza de los animales ni la función original para la que fueron creados.
El propio sentido común nos dice que después de entrar en contacto con excremento, o con fluidos corporales en general (semen, flujos menstruales, etc.) nos contaminamos de alguna manera, por lo cual buscamos asearnos cuidadosamente; sin embargo no pensamos así con respecto a la comida que las Escrituras declaran no apta para comer, la cual aceptamos o toleramos sin mayor inconveniente.
Consideremos el problema de la comida declarada inmunda. Se nos ha enseñado que “lo que se arrastra, corre o vuela toda va a la cazuela!” Pero eso es un terrible error. La muerte de Yeshúa no cambió la naturaleza de los animales ni la función original para la que fueron creados.
Por ejemplo, el zopilote o gallinazo, es una ave carroñera que fue creada con el propósito de asear la tierra al comerse los cadáveres que halla en el campo. Así era antes de la venida de Yeshúa y así sigue siendo ahora; por tal razón, nadie piensa en comerse uno.
De forma similar, el cerdo, fue creado para procesar los desechos de la materia orgánica; su función no fue cambiada tampoco. Los mariscos, langostas, cangrejos, ostras y demás cuya función es limpiar el fondo del mar y purificar sus aguas, siguen cumpliendo esa tarea. Y la lista es interminable. Ahora, si en realidad consideramos que Yeshúa cambió la función del cerdo y los mariscos ¿por qué no hizo lo mismo con el zopilote? ¡Piénsalo!
Piénsalo bien; consumir comida inmunda, afecta no solo nuestros cuerpos sino también nuestras almas:
…No hagáis abominables vuestras almas por (comer) cualquier animal que se arrastra ni os contaminéis con ellos, para que no lleguéis a ser inmundos, porque Yo soy Yehováh vuestro Dios. Vosotros, por tanto, os santificaréis y seréis santos, porque Yo soy santo. Lev 11:42-44