¡La Vida aún es asombrosa!

Cuando perdemos la capacidad de asombrarnos por las cosas sencillas, también perdemos la capacidad de reconocer la grandeza de nuestro Creador y Padre Yehováh y fácilmente quedamos atrapados en la rutinas de la religión…

He aquí, anhelo tus mandamientos; vivifícame en tu justicia.
Salmo 119:40

Cuando éramos niños, descubríamos la vida a cada paso que dábamos, y hallábamos cosas nuevas que nos generaban inquietudes y multitud de preguntas;  teníamos la capacidad de admirarnos por cosas sencillas tales como piedras, o insectos, pero conforme nos fuimos acostumbrando a ellas, perdieron su encanto y comenzamos a buscar nuevas experiencias.

Nos sucede algo similar en las relaciones sentimentales: Conocer a una persona nueva que nos atrae, hace que todo en ella sea novedoso; nos sentimos bien en su presencia y queremos compartir más tiempo juntos; pero cuando se establecen las relaciones por un largo tiempo, y si llegamos a casarnos con tal persona, entonces ese encanto inicial se desvanece conforme compartimos más tiempo.

Nuestra relación con nuestro Padre Yehováh, no es la excepción. Un encuentro real con Yeshúa, trastorna nuestra vida; nos transforma y nos abre una dimensión antes desconocida que nos resulta fascinante porque está más allá de nuestros sentidos y nos catapulta a niveles eternos. Pero entonces tropezamos con la religión. Quiero decir, caemos en rutinas y casi sin darnos cuenta, la relación se torna obligatoria.

He definido todo esto como: “la fuerza de la costumbre”. Y esto es algo sumamente peligroso, porque termina desensibilizándonos y afectando gravemente nuestra percepción de la vida, de nuestras relaciones interpersonales y por supuesto de nuestra relación con Yehováh nuestro Padre.

Cuando perdemos la capacidad de asombrarnos por las cosas sencillas, tales como el canto de un ave, la apariencia de un pájaro o de una flor, o por el complejo diseño de un insecto, o por las capacidades o talentos de otras personas, entonces también perdemos la capacidad de reconocer la grandeza de nuestro Creador y Padre Yehováh y fácilmente quedamos atrapados en la rutinas de la vida, de la religión o de las relaciones con otros.

Por lo tanto, hay que quebrar esa “fuerza de la costumbre”. Yeshúa usó otras palabras para describir lo mismo::

Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.” (Apocalipsis 2:4, BTX)

Durante el Primer Amor, todo nos parece fascinante, ¿lo recuerdas?: Las canciones, leer las Escrituras, hablar a otros de lo que hemos encontrado, observar la Creación, conversar por horas sobre el tema sin agotamiento, etc. 

Es tiempo de tomar la decisión consciente, de regresar a ese Primer Amor. Tiempo de recuperar la capacidad de asombro, tiempo de observar y reflexionar en las Escrituras, tiempo de construir relaciones significativas con otros y de recuperar nuestra admiración por las obras de Yah, por su Creación.

¿Cómo hacerlo?

  • Lo primero es reconocer que todo esto lo hemos dejado atrás.
  • Lo segundo, recurriendo a nuestro Padre Yehováh, quien es el Único que puede restaurar nuestra vida vivificándonos, abriendo nuestros ojos a sus maravillas. Salmo 119
  • Lo tercero es zafarnos de lo que el sistema en que vivimos nos impone, porque al no tener en cuenta Yehováh, invierte las prioridades, pervierte los valores y nos convierte en accidentes de la evolución.
  • Cuarto, reconociendo nuestra identidad como pueblo escogido, separado, apartado por Yehováh para ser su especial tesoro; un pueblo que vive conforme a las instrucciones -Toráh- provista por Él, que le honra y le reconoce en todos los detalles de la vida.
  • En quinto lugar, frenando el acelere de la vida. Esto se hace apartando tiempo para observar, reflexionar, conversar, orar, leer y reconocer en cada paso la intervención Divina.
  • Por último, volviendo a ser como un niño retomando la capacidad de asombrarse ante las cosas sencillas, creyendo en las promesas de nuestro Padre y viviendo el día a día con la certidumbre de que Él tiene cuidado de nosotros:

De cierto os digo: El que no reciba el reino de Dios como un niño, de ningún modo entrará en él.” (Lucas 18:17, BTX)

Sea Yehováh, contigo llevándote de la mano por este Camino Estrecho.

Shalom.  

Cantidades limitadas.

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