Josías, el joven rey que reformó a Israel

Tal como Josías lideró a Judá hacia el arrepentimiento y la obediencia, nosotros también podemos ser instrumentos de cambio en nuestras familias, comunidades o lugares de trabajo.

Josías tenía solo ocho años cuando se convirtió en rey de Judá, después del asesinato de su padre, el rey Amón. Reinó 31 años y es mencionado en la genealogía de Yeshúa en el Evangelio según Mateo.

A los 18 años, Josías le ordenó al Sumo Sacerdote Hilcías que usara el dinero recaudado de los impuestos a lo largo de los años para restaurar el Templo. Durante este tiempo, Hilcías hizo un descubrimiento majestuoso, al encontrar un rollo descrito como “El libro de la Ley” en la Casa de Yehováh, el cual contenía las palabras dichas por Moisés.

Cuando Hilcías trajo este rollo delante de rey Josías, se lo leyeron; y cuando el rey hubo escuchado las palabras de este libro se “rasgó sus vestiduras” y se alarmó de que las calamidades mencionadas en el libro pudieran caer sobre él y el pueblo por no observar los mandamientos de Yehováh.

La reacción de Josías al escuchar el Libro de la Torá nos enseña la importancia de tener un corazón sensible a la corrección divina. Cuando reconoció que su pueblo estaba lejos de los mandamientos de Yehováh, no buscó justificar el pecado ni ignorar la advertencia. En cambio, se humilló y buscó el consejo del Altísimo. Esto nos recuerda que, cuando nos enfrentamos al error, nuestra primera respuesta debe ser un arrepentimiento genuino que nos lleve a actuar. El Todopoderoso honra a aquellos que se humillan delante de Él, como lo hizo con Josías, quien logró evitar que el juicio cayera durante su reinado.

Luego, el rey Josías envió a consultarle a la profetisa Hulda si toda esta calamidad le acontecería, y ella le aseguró que el mal anunciado sí vendría, pero no en sus días, debido a su corazón humilde y arrepentido.

“…y tu corazón se enterneció, y te humillaste delante de Yehováh, cuando oíste lo que yo he pronunciado contra este lugar y contra sus moradores, que vendrán a ser asolados y malditos, y rasgaste tus vestidos, y lloraste en mi presencia, también yo te he oído, dice Yehováh” 2 Reyes 22:19.

Posteriormente, se convocó una asamblea de los ancianos de Judá, de Jerusalén y de todo el pueblo, y renovaron el antiguo pacto con Yehováh.

Todo esto provocó que Josías se diera a la tarea de limpiar la tierra de la idolatría. Fomentó la adoración exclusiva a Yehováh y prohibió todas las demás formas de culto. Limpió el Templo en Jerusalén de los instrumentos y emblemas de la adoración a Baal y “el ejército del cielo”, y destruyó los santuarios locales corruptos y lugares altos, desde Beerseba en el sur hasta Betel y las ciudades de Samaria en el norte. ¡Incluso exhumó los huesos de los sacerdotes muertos de Betel y los quemó en sus altares! Josías también restableció las celebraciones de Pésaj a tal punto que la escritura hace una pausa y destaca la manera en que esto se llevó a cabo:

“Nunca fue celebrada una pascua (pésaj) como esta en Israel desde los días de Samuel el profeta; ni ningún rey de Israel celebró pascua tal como la que celebró el rey Josías, con los sacerdotes y levitas, y todo Judá e Israel, los que se hallaron allí, juntamente con los moradores de Jerusalén.” 2 Crónicas 35:18.

Además, Josías destruyó altares e imágenes de deidades paganas en las ciudades de las tribus de Manasés, Efraín y Simeón, y devolvió el Arca del Pacto al Templo de Yehováh. La única excepción a esta destrucción fue la tumba de un profeta anónimo que se encontraba en Betel, quien había predicho que estos lugares religiosos que había levantado Jeroboam serían destruidos algún día. Josías ordenó que se dejara en paz la tumba del “hombre de Dios” y del profeta de Betel, ya que estas profecías se habían hecho realidad.

Josías fue un gran rey que siguió los pasos de su padre David y se volvió hacia Yehováh con todo su corazón, alma y fuerza. Ni antes ni después, hubo un rey como él que siguiera todas las leyes de Moisés. (2 Reyes 22:2; 23:25; 2 Crónicas) 34:2; 35:18).

“E hizo [Josías] lo recto ante los ojos de Yehováh, y anduvo en todo el camino de David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda… No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Yehováh de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual” 2 Reyes 22:2, 23:25.

Josías no solo se arrepintió personalmente, sino que también guió a toda su nación hacia una renovación espiritual. Limpió la tierra de idolatría, restauró el Templo y devolvió el centro de la adoración a Yehováh. Este ejemplo nos desafía a tomar decisiones valientes para influir en nuestro entorno. A veces, nuestras acciones pueden parecer pequeñas, pero cuando están alineadas con la voluntad de Yehováh, tienen el poder de impactar a muchos. Tal como Josías lideró a Judá hacia el arrepentimiento y la obediencia, nosotros también podemos ser instrumentos de cambio en nuestras familias, comunidades o lugares de trabajo.


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