Se podría decir que, posiblemente, el nombre de Israel sea uno de los nombres más relevantes en todas las escrituras hebreas. Es el nombre del pueblo elegido por Yehováh, así como también el nombre dado a la tierra en la que el pueblo entró y conquistó en tiempos de Josué. Tan relevante es este nombre, que dos mil años más tarde, con el surgimiento del movimiento sionista moderno, la subsecuente creación del estado, aún preservó el ancestral nombre de Israel.
Con casi nueve millones de habitantes viviendo hoy en día en la Tierra de Israel, y alrededor de quince millones de judíos en el mundo que se consideran de una manera u otra como parte de Israel, podemos trazar el origen de este nombre a tan sólo un hombre; nuestro patriarca Ya’akov (Jacob). Y dentro de la vida difícil de este personaje bíblico, podemos trazar el origen de su nombre a un evento en particular, mencionado en las páginas del libro de Genesis:
Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.
Genesis 32:24-28
La explicación del varón que luchó con Ya’akov es que el estaba recibiendo el nombre Israel porque “luchó con Dios y con los hombres y venció”. Obviamente, leyéndolo en el español no se puede encontrar una correlación entre estos términos.
La palabra Israel (יִשְׂרָאֵל) está compuesta por un verbo conjugado, proveniente de la raíz שָׂרָה (S.R.H.) y la palabra “el” (אֵל) que significa Dios o poderoso. La raíz del verbo en cuestión, si prestó atención, se habrá dado cuenta de que es idéntica al nombre Sara, la esposa de Abraham. En forma de sustantivo su nombre es traducido como princesa. Pero el significado real tiene que ver con el liderazgo. De aquí es que proviene el concepto de luchar; el líder del pueblo guiaba al ejército en la batalla, por ejemplo. Interesantemente, el concepto de príncipe (sar – שָׂר) en hebreo, fue transmitido a otras lenguas, tal como el latín César (el emperador romano) o el ruso Zar (título equivalente de liderazgo en la antigua Rusia).
Ya’akov no heredó el derecho a ese título, sino que se lo ganó por mérito propio, sobreponiéndose a los desafíos en su propia vida, ya sea luchando con personas comunes o poderosas, y no dándose por vencido.
De la misma manera, cada uno de nosotros puede formar parte de ese pueblo ancestral, de esa simiente proveniente de Ya’akov/Israel, en tanto no nos resignemos a quejarnos por los problemas que enfrentamos en nuestras vidas, pero aceptemos ese desafío de liderazgo y determinación y obediencia que ejemplificó nuestro patriarca.