Imágenes erradas de relatos Bíblicos

Cuando leemos las Escrituras estamos sujetos a paradigmas. Dicho de una manera sencilla, leemos con unos lentes que nos conducen a entender y a ver aquellas cosas que nuestras mentes han sido entrenadas previamente para interpretar de determinada manera.

Un Paradigma, es un conjunto de teorías, normas o incluso costumbres que se aceptan sin cuestionar y constituyen un marco rígido de pensamiento.

¿Abraham tratando de sacrificar un niño?

Cuando leemos las Escrituras estamos sujetos a paradigmas. Dicho de una manera sencilla, leemos con unos lentes que nos conducen a entender y a ver aquellas cosas que nuestras mentes han sido entrenadas previamente para interpretar de determinada manera. Uno de estos casos sucede al leer el relato de Abraham ofreciendo a Yitsjak (Isaac) su hijo como se comenta en la Parashá de esta semana. Siempre se nos ha mostrado que Yitsjak era un niño de algunos 7 años anda más, lo cual si lo miramos con atención resultaría en un intento de asesinato por parte de su padre. Pero cuando leemos todo el contexto con atención, podemos darnos cuenta de que en realidad Yitsjak ya era un hombre maduro de alrededor de 27 años, que voluntariamente aceptó ser ofrecido sin resistencia alguna, convirtiéndose así en una figura del Mesías, quien “cargó” el madero y fue voluntariamente a la muerte.

¿Un niño que mató un gigante???

Otro caso similar, sucede con la historia de David y Goliat. Nos parece mucho más emocionante imaginar a un niño pequeño enfrentando un gigante, que a un hombre de talla normal; y así cuando leemos el texto bíblico, acude a nuestra mente aquella imagen que ya hemos aprendido de las historias animadas o de los libros de historias bíblicas para niños, sin cuestionarla y que damos por veraz.

La realidad…

David al enfrentar a Goliat, era un hombre de la estatura de Shaúl quien al momento de su unción como rey, sobresalía del resto de los varones por su altura. Esto lo sabemos porque David trató de usar la armadura del rey y al no estar entrenado para ir a la guerra con ella, prefirió no utilizarla. No podemos pensar que la gente era tan tonta como para tratar de poner una armadura de un hombre grande a un niño como lo muestran muchas ilustraciones o dibujos animados. Por otro lado, tampoco podemos perder de vista que David, una vez derribado Goliat, tomó la espada de éste y le cortó la cabeza; si hubiera sido tan solo un niño, ¿cómo pudo ser capaz de levantar la espada del gigante para darle muerte?

La Última Cena…,  ¿en un restaurante griego?

Otro caso similar es el de la última cena de Yeshúa con sus discípulos. Pintada por Leonardo D’Vinci en el Siglo XVI, no corresponde en absoluto al ambiente y a la cultura hebrea. Pareciera copiada de una foto tomada por alguien una noche, donde todos los participantes posan, y los “discípulos” son hombres mayores (algunos ancianos) que morirían en corto tiempo, lo que hubiera sido una pobre estrategia del Maestro por haber escogido hombres con corta expectación de vida que no lograrían impacto alguno en su generación.

La mesa es de tipo occidental con asientos ubicados todos del mismo lado; la comida, para nada corresponde a la de la época y la arquitectura del salón mucho menos. Pero cuando leemos el relato de los Evangelios, escenas como esa fluyen automáticamente a nuestra mente y nos bloquean detalles importantes, aparte de robarnos el “sabor” de la cultura hebrea.

Al igual que éstas, muchas otras interpretaciones son erradas. Han sido distorsionadas y acomodadas para secuestrar a Yeshúa y sus discípulos de su cultura judía; no podemos afirmar que tales cosas hayan sido hechas con premeditación o con mala intención, pero lo cierto es que lograron desviar nuestra atención de aspectos colaterales importantes, así como de los cuadros y sombras proféticas que representan.

Así es como surgieron doctrinas, algunas de las cuales son vitales dentro del cristianismo, pero que ignoran no solo el contexto cultural sino el propósito por el cual fueron incluidas en los relatos sagrados.

Por todo lo anterior, es necesario que nos despojemos de tradiciones, acondicionamientos, enseñanzas y demás cosas adquiridas con el paso de los siglos; entonces podremos leer tales relatos con una frescura renovada para descubrir lo que realmente sucedió y seremos capaces de discernir la correcta interpretación de los hechos y su aplicación a nuestras vidas.


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