Desde el “elel” que se grita en las fiestas tradicionales etíopes al son de instrumentos primitivos hasta el “haleluyah” que se grita en iglesias pentecostales hoy en día, tengamos o no conocimiento acerca de su origen, todo está relacionado con la alabanza del antiguo Israel.
La palabra halel, de donde proviene haleluYah es traducida generalmente como “alabar” o “dar gloria”. Halelú es simplemente la forma imperativa del verbo halal y Yah es la primera parte del nombre del Creador. Por lo cual el significado de esta antigua palabra sería “alabad a Yah” (o “den gloria a Yah”).
El problema que surge es que el concepto de alabar o dar gloria no es algo concreto en el español. Para ahondar en el significado de esta palabra y el concepto de alabanza en el hebreo bíblico debemos remontarnos a los primeros usos de esa palabra en las Escrituras.
Cuando hacía resplandecer (hiló, הִלֹּו) sobre mi cabeza su lámpara, A cuya luz yo caminaba en la oscuridad. (Job 29:3)
En el ejemplo anterior tenemos la raíz de halel acortada y vemos que tiene el significado de brillar, resplandecer, la misma acción del iluminar de una vela.
El siguiente es un ejemplo muy interesante ya que ha traído mucha confusión en las distintas traducciones:
¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero (heilel, הֵילֵל), hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. (Isaías 14:12)
En este versículo de Isaías, la palabra heilel, la cual está relacionada con halel también nos da esa imagen de “brillar” o “dar luz”, en este caso la luz que da una estrella, la estrella más brillante que se ve en el cielo justo antes del amanecer. En el contexto del capítulo se está hablando del rey de babilonia y su orgullo. La palabra heilel fue traducida en la Vulgata de Jerónimo como Lucifer en latín. Lucifer es simplemente algo que da luz, tal como un lucero, pero al ser una de las palabras con las que se denomina a Satanás (“el angel de luz”), este verso es a menudo sacado fuera de contexto. De hecho, muchas traducciones en español y otros idiomas preservaron aquí la palabra latina Lucifer (en mayúscula, como si fuera un nombre) en lugar de la traducción más adecuada de la Reina-Valera: lucero.
En la tradición judía el halel es también el nombre dado a los Salmos 113 a 118, que eran cantados en el Templo al tiempo que los corderos eran sacrificados en Pésaj y, muy probablemente, los himnos que Yeshúa y sus discípulos hubieran cantado al terminar la “última cena” (Mateo 26:30; Marcos 14:26).
En conclusión, vimos como la palabra halel está conectada con la acción de brillar, tal como una luz, ya sea del fuego de una vela o de una estrella. Las luces (fuegos) y las estrellas eran utilizados en la antigüedad como marcadores de referencia, es decir como objetos de orientación que se podían seguir para llegar a un destino correcto y seguro.
Más allá de la traducción básica y poco certera de “alabanza” o “gloria”, la próxima vez que diga o piense en la palabra halelu-Yah, tenga en cuenta todas estas antiguas acepciones y conexiones, que le darán un significado más profundo a todo aquello que debemos atribuir a Yah.