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“…los hijos de Israel comerán su pan inmundo entre las naciones a donde Yo los disperse.”
Ezeq 4:13
En estos tiempos, necesitamos asumir mayor responsabilidad por nuestra propia salud. El cuerpo humano diseñado por Yehováh, fue equipado para que constantemente se renovara y reparara a sí mismo; si tan solo siguiéramos las instrucciones provistas por Él como creador y diseñador, superaríamos muchos inconvenientes de salud.
Por su parte, la humanidad ha desarrollado, a lo largo de los años, tanto medicamentos como procedimientos para ayudar a la gente a enfrentar múltiples enfermedades; y curiosamente aun quienes hemos tenido un encuentro con Yeshúa, tendemos a poner toda nuestra confianza en tales cosas desconociendo las instrucciones provistas por el Creador y fortaleciendo la dependencia de los sistemas de salud.
Nuestro cuerpo, alma y espíritu, se ven afectados cuando consumimos cosas diferentes a aquellas que las Escrituras definen claramente como alimento. Somos lo que comemos y si nos mantenemos consumiendo comidas procesadas industrialmente, supuestamente mejoradas con colorantes, saborizantes, preservantes y quién sabe que más, estaremos proveyendo a nuestros cuerpos productos que no puede procesar, carentes de nutrientes naturales, que nos debilitarán en lugar de fortalecernos.
Mas si proveemos a nuestro organismo con la ‘comida original’ es decir las cosas que produce la tierra directamente, y tenemos en cuenta las instrucciones respecto a los animales que son comestibles, entonces estaremos en armonía con la Creación de Yehováh y veremos el fruto de ello, teniendo una salud radiante, como fue el caso del profeta Daniel, quien “decidió en su corazón no contaminarse con la comida del rey ni con el vino que bebía, por lo que pidió al príncipe de los eunucos que lo dispensara de esa contaminación.” Daniel 1:8
¿Cuál fue el resultado de esa decisión?
“Al final de los diez días, sus semblantes tenían mejor parecer y estaban más saludables que todos los jóvenes que comían de los delicados manjares del rey.” Daniel 1:15
La decisión es de cada uno de nosotros. No es del médico, ni del dietista. Si proveemos al cuerpo lo que necesita, le estaremos ayudando a realizar su trabajo; de otra manera se lo estaremos dificultando y finalmente nos pasará la cuenta, padeciendo quebrantos, y convirtiéndonos en dependientes de medicinas, rebajando la calidad de vida y terminando como una carga para la familia.
No pospongamos esta importante decisión: Hoy es el día de iniciar un nuevo camino volviéndonos a los alimentos creados por Yehováh; esforcémonos por consumir verduras, frutas, tubérculos, y plantas diversas que nacen de la tierra; evitemos los alimentos procesados; bebamos agua pura; rebajemos o eliminemos el consumo de harinas refinadas y de azúcar; si consumimos carne, que sea solo de animales limpios conforme a las instrucciones de Levítico 11, para mantener nuestro ser en óptimas condiciones.
Cuando nuestros ancestros se olvidaron de Yehováh y su Pacto, Él los dispersó entre las naciones y advirtió:
“…los hijos de Israel comerán su pan inmundo entre las naciones a donde Yo los disperse.”
Ezekiel 4:13
Tristemente, esto se ha cumplido; en nuestra ignorancia hemos estado consumiendo pan inmundo; es decir, comida que no proviene de la tierra y que lejos de proveernos la nutrición valiosa que requieren nuestros cuerpos, nos está matando lentamente.
Sí. Este es un llamado a volvernos a la Creación para consumir solamente las cosas que brotan de la tierra y que provienen de los animales declarados limpios por Yehováh, es la alternativa que tenemos para hacer frente a la contaminación presente que nos abruma por todas partes y que busca nuestra destrucción . Es tiempo de fortalecernos y disfrutar de una salud como la planeó Yehováh para sus hijos.
Tomemos conciencia de que somos un pueblo apartado, un pueblo especial que muestre aún por su salud radiante, que vivimos de acuerdo a las Instrucciones o Toráh de Yehováh.