Por: Miha'el -
Cuando leemos los capítulos 10 al 13 del Exodo, nos encontramos con las obras poderosas que hizo Yehováh para liberar a nuestros padres. Las plagas no sucedieron todas en un par de semanas, sino que hubo un desenvolvimiento de acciones que progresarían hasta llegar al clímax de la libertad de Yisrael.
Las plagas que vinieron sobre Mitsráyim sucedieron en grupos de tres, con el propósito de establecer tres principios eternos:
- Las tres primeras plagas prueban la existencia de Yehováh: “En esto conocerás que Yo Soy Yehováh…” (Exodo 7:17)
- Las tres siguientes prueban que su providencia se extiende a los asuntos terrenales del día a día, y que Él elige no ser inconsciente de las cosas materiales: “Sin embargo aquél día exceptuaré la tierra de Goshén, en la cual habita mi pueblo…” (Exodo 8:22)
- Las tres que continúan, prueban que el poder de YHVH es inigualable: “Yo enviare todas mis plagas sobre tu corazón, sobre tus siervos y sobre tu pueblo, a fin de que sepas que no hay otro como Yo en toda la tierra.” (Exodo 9:14).
- La décima plaga es la que quiebra al Paroh y trae la redención a Israel.
Toda esta historia desemboca en Pesaj, la cual es establecida por Yehováh para recordatorio.
Ahora bien, acostumbramos celebrar los cumpleaños, porque conmemoran el día de nuestro nacimiento físico. Sin embargo nunca celebramos nuestro “nacimiento” a la nueva vida que hemos obtenido mediante Yeshúa, en parte porque es imposible saber con certeza en qué día o fecha nuestro Padre Yehováh nos otorgó vida espiritual.
Sin embargo, Yehováh nos dio Pesaj (Pascua). Es la Celebración en la cual hacemos memoria de aquél día en que fuimos trasladados de las tinieblas a Su Reino, el Reino de Yehováh, el Reino de la Luz.
Por eso se nos ordena contar la historia de nuestros padres cuando salieron de Mitsráyim (Egipto), para que las generaciones nuevas se conecten con sus raíces y puedan tener así una identidad clara. Pero no debemos quedarnos allí solamente, porque cada uno tenemos una historia de nuestra propia partida de “Egipto”. Es la noche en la que podemos compartir con nuestros allegados, dónde estábamos, de qué éramos esclavos; cómo nos rescató Yehováh y cómo nos sacó a una nueva vida.
Es la oportunidad para celebrar nuestra libertad y para imprimir en las vidas de las nuevas generaciones, nuestros niños o nuestros nietos, que Yehováh es real y que aún es capaz de transformar vidas.