Adam's creation

La Naturaleza de Adam

El primer hombre no recibió un nombre como todos nosotros, el fue llamado simplemente dada la cualidad de haber sido “formado del polvo de la tierra” (Gen 2:7). La palabra tierra en hebreo es adamá (אַדַמָה), y de aquí es que proviene el nombre de Adán, que se pronuncia en hebreo como Adam.

Qué buen recordatorio para el hombre que llevaría el espíritu del Creador dentro suyo, no haber sido formado del oro, ni de la plata, ni siquiera de cobre o de piedra dura. Tal vez Dios quería mostrarle que no hay nada de valor intrínseco en lo que somos. La tierra es tal vez una de las cosas de menor valor en la creación. Y al mismo tiempo, el Todopoderoso tomó de esta tierra, para formar un ser “a su propia imagen y semejanza”. 

La palabra Adam está relacionada también con la palabra adom (אַדֹם), que significa rojo. La tierra tiene muchas matices, pero la mejor arcilla siempre es la de color rojo; y muy probablemente este fue el color que tuvo la piel del primer hombre.

Para colmar el contenido y riqueza que puede haber en tan solo un nombre hebreo, las últimas dos letras del nombre de Adam, forman la palabra hebrea dam (דַם) que significa sangre, y, a estas alturas comprenderán que no es por coincidencia, que la sangre sea de color rojo, independientemente de cual sea el color de nuestra piel.

Por el otro lado dice en Genesis que Dios sopló en su nariz aliento de vida, y fue así el hombre un ser viviente. La sustancia más terrenal, que es, valga la redundancia, la tierra, fue combinada con el aliento de vida; algo completamente etéreo, pero al mismo tiempo más real que el cuerpo mismo. Ya que es la sustancia que realmente nos da vida. El recién nacido inhala su primer respiro al salir del vientre, y el anciano expira su último aliento. Y en las palabras del Rey Salomón, “el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio”. Es por eso mismo que enterramos a los difuntos. 

El hombre fue también recordado de su naturaleza terrenal en su castigo Divino: 

“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.”

Genesis 3:19

Es esta realidad dual, entre celestial y terrenal, que el hombre deberá aprender a conjugar en su existencia en esta tierra.

 

Es en Genesis 1:26 y 27 donde dice que Dios creó al hombre a Su Imagen y Semejanza, y esto aparece de manera conjunta con la cualidad de liderazgo y control que Adam tendría sobre toda la creación. Control sobre animales de todo tipo, y una orden para multiplicarse y “sojuzgar” la tierra. La palabra sojuzgar en el hebreo es “conquistar”.

Al mismo tiempo, el Creador puso a Adam en el huerto del Edén “para que lo labrara y lo guardase”. Cualidades relacionadas con el cuidado, que es un aspecto presumiblemente más femenino que contrasta el ejercicio de poder en la conquista de la tierra y el control sobre las bestias, cualidades tal vez más masculinas.

Y tiene sentido, ya que Adam no era necesariamente un hombre como nos lo imaginamos, al menos en el comienzo. Genesis 1:27 dice que Adam había sido creado varón y hembra. Esto es, hasta que la mujer fue sacada de su costado, en Genesis 2:21.

A partir de ese momento, el Adam no encontraría un estado de totalidad, salvo a través de la unión con su otra mitad, la mujer.

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Celebra Sukot en familia

La Toráh nos instruye a reunirnos en esos días para regocijarnos delante de Yehováh

Habló Yehováh a Moshé, diciendo: 
 Habla a los hijos de Israel, y diles: El día quince de ese mes séptimo es la solemnidad de los Tabernáculos para Yehováh durante siete días. El primer día habrá santa convocación. No haréis ningún trabajo de servidumbre…  En el octavo día tendréis santa convocación, y presentaréis ofrenda ígnea ante Yehováh: es reunión solemne, ninguna obra de servidumbre haréis. Levítico 23:34-36

Algunas versiones de las Escrituras utilizan la palabra: Tabernáculos para referirse a la Fiesta de Sukot, que también puede ser nombrada como de las Cabañas ó Tiendas ó Enramadas (todos estos nombres son sinónimos y se pueden usar sin problema).

Lo primero que necesitamos tener en mente es que tanto el Primer día de la Fiesta como el Octavo, son declarados “de santa convocación… ningún trabajo de servidumbre haréis.” Lo cual significa que cada uno de estos días es de reposo.

La Toráh nos instruye a reunirnos en esos días para regocijarnos delante de Yehováh y presentar holocausto u ofrenda ígnea, cosa que no podemos hacer por las razones obvias. Entonces, ¿Qué podemos hacer?

Aspectos importantes

En primer lugar, es una celebración que se realiza después de haber recogido la cosecha. Para nosotros que no estamos en el campo, esto puede carecer de sentido; sin embargo, si reflexionamos acerca de los alimentos que llegan a nuestra mesa cada día, nos daremos cuenta de que son el producto de la tierra que semanas o meses atrás fueron provistos por la bondad de Yehováh, entonces la celebración comenzará a cobrar significado.

En segundo lugar, observemos que la Fiesta sigue un patrón similar al de la Fiesta de Matzot – Panes Sin Levadura: Comienza con un día de reposo, continúa por siete días y el Octavo será otro día de reposo, lo que trae a nuestra mente la sombra de un nuevo comienzo! Así mismo la humanidad está determinada a vivir por siete milenios antes del nuevo comienzo que se menciona al final del libro de Apocalipsis.

En tercer lugar, se nos da la instrucción de tomar cuatro clases de ramas: Árbol frutal, palmera, árbol frondoso y sauce. No dice que para construir una enramada con ellas, sino para regocijarnos en presencia de Yehováh.

Ciertamente el día quince de este mes séptimo, cuando hayáis recogido el fruto de la tierra, celebraréis una fiesta solemne a Yehováh durante siete días. El primer día habrá un reposo solemne, y el octavo día también habrá un reposo solemne. 

El primer día tomaréis para vosotros fruto de árbol selecto, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos y sauces del arroyo, y durante siete días os regocijaréis en presencia de Yehováh vuestro Dios. 

Levítico 23:39-40

A continuación compartiré los significados que nuestros hermanos judíos han hallado en cada una de las especies usadas en la Fiesta, pero aclaro que no es mandatorio que estemos de acuerdo con ellos.

    1. Una fruta de árbol selecto: Puede ser un cítrico o cualquier otra fruta especial de buen gusto y fragancia. Representa a una persona sabia en la Toráh y con buenas acciones.
    2. La palmera (de dátiles): Es comestible, pero no tiene fragancia. Representa a una persona con sabiduría pero sin buenas acciones.
    3. Arbol frondoso (Mirto): Buena fragancia, pero incomible. Representa a una persona que realiza buenas acciones pero que le falta sabiduría.
    4. Sauce: No tiene ni sabor ni fragancia. Representa a la persona que no tiene sabiduría y que tampoco realiza buenas acciones.

En cada noche de la semana podríamos “invitar” a grandes personajes de Israel tales como Avraham, Yitzjak, Ya`akov, Moshé, Aharón, Yosef (José), David, etc. para compartir acerca de ellos en la Sucá, lo cual haríamos leyendo porciones de sus vidas y tomando lecciones de ellos, para aplicarla a la vida de los presentes:

En cuarto lugar, el pasaje anterior nos ordena “regocijarnos en la presencia de Yehováh“. Así, los días intermedios de Sukot son marcados por celebraciones, canciones y danzas para Yehováh. También se puede leer el libro de Eclesiastés durante el primer Shabat de Sukot, porque constituye una buena reflexión acerca de lo que significa la vida.

¡EN SUKOT NOS PREPARAMOS PARA EL REGRESO DE YESHÚA!

Por otro lado, cada vez que celebramos la Fiesta, estamos mirando hacia el futuro, cuando Yeshúa retornará como Rey para establecer su autoridad, sometiendo a todas las naciones y rescatando a Israel de lo que parecería una destrucción inevitable.

En resumen

Mirando hacia atrás, recordamos que Yehováh hizo su morada entre los hombres, durante la travesía de nuestros padres por el desierto, y también hacemos memoria de que Yeshúa se hizo hombre viniendo a morar en un cuerpo (tienda) similar a nosotros; y mirando hacia adelante celebramos con esperanza que un día Yeshúa descenderá para establecer su morada definitiva en medio de su pueblo y nunca más se irá. Como ves, toda la Fiesta tiene que ver con la Presencia de Yehováh y/o Yeshúa entre nosotros, ya en el pasado, ya en el futuro.

Por eso es una celebración de regocijo, de alegría, de relajación, de disfrutar las cosas buenas que Yehováh nos ha provisto. Ese es el mandamiento. En otras palabras: se prohibe estar tristes! Gocémonos pues y busquemos que nuestro Padre nos enseñe mucho más de Él y de su bendita Palabra por medio de esta Celebración.

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Lo ideal fuera que durante toda la semana de Sukot, pudiéramos comer, dormir y pasar el mayor tiempo posible en la suka.

Tengamos presente que la Fiesta recibe diferentes nombres: Tabernáculos, Tiendas, Cabañas, Enramadas, etc. Todos en referencia a una vivienda provisional. Sukot, su nombre hebreo, es una festividad de gran alegría, en la que expresamos nuestra completa confianza en Yehováh a la vez que estamos agradecidos, por haber reiniciado nuestra vida limpia después del Día de la Expiación o Yom Kippur.

Lo ideal fuera que durante toda la semana de Sukot, pudiéramos comer, dormir y pasar el mayor tiempo posible en la sucá (tienda, enramada, cabaña), para:

  1. Recordar que Yehováh, hizo vivir en tiendas a nuestros padres, los Israelitas, al salir de Mitsráyim (Egipto),  durante 40 años en el desierto, sin que les faltara cosa alguna.
  2. Tener presente que Yehováh es nuestra verdadera protección y suficiente provisión, de la misma manera como protegió a nuestros padres en el desierto mediante la Nube y la Columna de Fuego y proveyó para todas sus  necesidades durante esos 40 años. (Éxodo 13:21).

De hecho hay familias que optan por irse a “acampar” durante esa semana, ya sea viviendo en una tienda de campaña,  o construyendo una suka (tienda) en su jardín o en su balcón y experimentando las “incomodidades” de ese tipo de experiencia.

El propósito de esta experiencia es también desacostumbrarnos a las comodidades que disfrutamos en el presente, considerando que estas no son lo fundamental en la vida; y que Yehováh es nuestra verdadera fuente de satisfacción.

Durante los días de Sukot, puedes al menos comer en la suka; y si no la puedes construir, entonces adorna tu comedor con alguna ramas de arbustos o de árboles para tener memoria del relato bíblico y poder enseñar a tus hijos acerca de las grandes verdades que encierra esta experiencia.

Pero recuerda: El mandamiento por sobre todo es que nos regocijemos durante la Celebración por todas las bondades de Yehováh para nosotros; entonces prepara platos especiales, postres, bebidas e invita a familiares o amigos para compartir con ellos y contarles de qué trata todo esto.

¡Jag Sameaj!

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¡Confiesa, y se libre!

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Cuando Yehováh nos creó, fuimos dotados con una conciencia. Esta es un tipo de juez que originalmente está equipado para señalarnos lo que es correcto o incorrecto según la Toráh eterna que refleja el carácter justo del Creador y mediante la cual Él rige toda Su Creación.

Pero conforme crecemos y empezamos a caminar por este mundo, esa conciencia es influenciada, educada, alterada y hasta contaminada, de manera que podemos llegar a perder totalmente el sentido de la justicia, como sucede con muchas personas que no se refrenan en hacer mal a otros, con tal de conseguir sus objetivos personales. Es cuando decimos de ellas: ¡No tienen conciencia!

Pero cuando tenemos un encuentro real y transformador con Yeshúa, sucede algo sobrenatural: Esa conciencia es restaurada y renovada para alinearse de nuevo con la Toráh de Yehováh, y surge un nuevo comienzo, una nueva vida, tal como lo describe Pablo (Shaúl):

“…si alguno es nueva criatura en el Mesías, las cosas viejas pasaron; he aquí son hechas nuevas” 2 Corintios 5:17

Entonces, el potencial de mantenernos actuando recta y justamente es reactivado; sin embargo volvemos a deslizarnos principalmente por la fuerza de la costumbre; y corremos el peligro de volver por los viejos caminos ignorando o menospreciando nuestra conciencia que ahora es alertada por el Espíritu de Yehováh que habita en nosotros.

¿Qué hacer? ¿Cómo enfrentar esos problemas? En esos momentos es cuando debemos echar mano del recurso provisto por nuestro Padre para ser restaurados en nuestro caminar: La Confesión.

Pero no hablo de ir ante otro hombre para rendirle cuentas de lo que hemos hecho. Hablo de conversar con Dios, con Yehováh, para ponernos de acuerdo con Él respecto de lo que Él mismo define como injusticia y entonces aceptar que Él tiene la razón, reconociendo que lo que hemos hecho es malo o incorrecto. Acto seguido, por fe nos apropiamos del perdón que nos ha sido ya otorgado mediante Yeshúa y seguimos adelante perfeccionando nuestro andar.

Quizás te preguntes: ¿Y si he obrado injustamente con alguien, cómo hago? Siempre habrá situaciones en las que deberemos ir con la persona a la que hemos agraviado para reconocer ante ella que hemos actuado erróneamente; eso también es confesión; en otras palabras es ponerme de acuerdo con tal persona, en que le hice mal y entonces, en este caso debo pedirle perdón por tal comportamiento; no, ordenarle que me perdone: “Perdóname por eso…”, sino que le debo dar la opción a ella de que tome la decisión de otorgarme el perdón.

Yehováh nos provee un día especial durante las Fiestas del Otoño: Yom Kippurim, el día de las expiaciones, o de la liberación de las culpas con las que hemos venido cargando durante el año (o la vida). El décimo día del Séptimo mes del Calendario de Yehováh, es apartado para hacernos una auditoría a nosotros mismos. En tal día se nos ordena humillarnos ante Yehováh (lo que significa en lenguaje bíblico: ayunar). Ese día es considerado un Shabbat en el que no se debe realizar trabajo alguno, sino que debemos retirarnos hacia el silencio y la quietud para poner nuestras cuentas claras con nuestro Padre.

De hecho para poderlo hacer, los días precedentes necesitamos prepararnos adecuadamente, haciendo una introspección con la ayuda de nuestro Padre, para traer a la memoria aquellas intenciones, actitudes, comportamientos y demás que necesitan ser corregidos o reparados, y el primer paso para lograrlo es: La Confesión, tal y como la hemos considerado.

Y la verdad, es que no debiéramos esperar hasta la llegada del Yom Kipurim cada año para arreglar las relaciones con nuestro Padre y con los demás. Esto es algo que requerimos hacer día a día, tal como lo hacemos con nuestro cuerpo al respirar: Exhalamos las toxinas e inhalamos el aire fresco y puro; así también exhalemos nuestras injusticias mediante la confesión, e inhalemos el perdón y la justicia que proviene de Yehováh mediante Yeshúa, nuestro Señor y Mesías.

Si confesamos (reconocemos) nuestros pecados, entonces, puesto que él es digno de confianza y justo, los perdonará y nos purificará de todo mal. 1 Juan 1:9