Reconstruccion de los muros

Reconstruyendo muros

Espiritualmente, los muros simbolizan la protección que Yehováh da a Su pueblo, cuando vive en obediencia a Su Torá.

Nadie tiene mayor amor que éste: dar la vida por los amigos. Vosotros sois mis amigos…
Juan 15:13-14

En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo. Nehemías 1:7

Desde tiempos antiguos, murallas han sido construidas por diversos motivos, ya sea para proteger ciudades y pueblos, controlar fronteras, garantizar privacidad o preservar la seguridad. Ejemplos como la Gran Muralla China o simples paredes domésticas muestran cómo las “murallas” ofrecen funciones prácticas esenciales.

En el contexto bíblico, los muros de una ciudad no solo representaban protección física, sino también espiritual, significando la obediencia a los mandamientos de Yehováh.

Jerusalén, originalmente una ciudad jebusea con imponentes murallas difíciles de accesar, fue conquistada por el rey David, quien la convirtió en la Ciudad de David. Posteriormente, su hijo Salomón construyó ahí el primer templo, y Yehováh la eligió como el lugar donde Su Nombre residiría para siempre:

Y puso una imagen de Asera que él había hecho, en la casa de la cual Jehová había dicho a David y a Salomón su hijo: Yo pondré mi nombre para siempre en esta casa, y en Jerusalén, a la cual escogí de todas las tribus de Israel 2Reyes 21:7

Edificó también altares en la casa de Jehová, de la cual había dicho Jehová: En Jerusalén estará mi nombre perpetuamente.5Edificó asimismo altares a todo el ejército de los cielos en los dos atrios de la casa de Jehová. 6Y pasó sus hijos por fuego en el valle del hijo de Hinom; y observaba los tiempos, miraba en agüeros, era dado a adivinaciones, y consultaba a adivinos y encantadores; se excedió en hacer lo malo ante los ojos de Jehová, hasta encender su ira. Además de esto puso una imagen fundida que hizo, en la casa de Dios, de la cual había dicho Dios a David y a Salomón su hijo: En esta casa y en Jerusalén, la cual yo elegí sobre todas las tribus de Israel, pondré mi nombre para siempre. 2Crónicas 33:4-7

Sin embargo, la desobediencia del pueblo llevó a la intervención de Nabucodonosor de Babilonia, quien asoló la ciudad, destruyó el templo y derribó sus muros en el año 587 a.C., cumpliendo la advertencia de juicio divino de Jeremías 25:8-11.

Durante los 70 años de cautiverio en Babilonia, el pueblo de Dios experimentó humillación y arrepentimiento. Tras el cumplimiento de ese periodo, Yehováh, fiel a Su promesa, permitió su retorno a Jerusalén bajo el decreto del rey Ciro el Grande, donde reconstruyeron el templo (Esdras 6:15).

Pero los muros permanecieron en ruinas hasta que Nehemías, movido por su devoción, clamó a Yehováh y lideró una reconstrucción milagrosa del muro en solo 52 días, devolviendo la seguridad a la ciudad (Nehemías 1:4-11).

Espiritualmente, los muros simbolizan la protección que Yehováh ofrece cuando Su pueblo vive en obediencia a Su Torá. Estos mandamientos son las murallas que proporcionan seguridad y bendición; alejarnos de ellas lleva al colapso y a ser esclavizados por el pecado (Deuteronomio 11:26-28; 30:15-18).

Así como los muros antiguos rodeaban Jerusalén, la futura y gloriosa Nueva Jerusalén tendrá grandes muros que representan la obediencia a la Torá. Solo los que sigan los mandamientos de Dios entrarán en esta ciudad eterna (Apocalipsis 21:12-14; 22:14).

Que seamos fieles a Yehováh, viviendo dentro de los muros de Sus enseñanzas, y seamos hallados dignos de residir por siempre en Su santa ciudad. Amén.


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Vosotros sois mis amigos

Las redes sociales han demostrado ser tanto una enorme bendición como una horrenda maldición. Todo de pende del uso que se les de.

Nadie tiene mayor amor que éste: dar la vida por los amigos. Vosotros sois mis amigos…
Juan 15:13-14

Vivimos en una época de asombrosos avances tecnológicos. Los nuevos desarrollos en gráficos por ordenador, realidad virtual, inteligencia artificial, ciencia de cohetes, vehículos eléctricos e incluso coches que se conducen solos hacen que parezca que vivimos sacados de las páginas de una novela de ciencia ficción del siglo XX. Lo que ayer era ciencia ficción hoy es ciencia real.

Y entre todos estos increíbles avances tecnológicos de última generación, uno que nos ha acercado a la vez que, irónicamente, nos ha distanciado aún más, son las REDES SOCIALES, que han demostrado ser un arma de doble filo. Son a la vez una tremenda bendición y una horrenda maldición.

Es una bendición asombrosa poder comunicarnos cara a cara con nuestros hijos y nietos con sólo pulsar un botón. Podemos participar en acontecimientos que ocurren literalmente al otro lado del planeta de manera directa. Podemos aprender nuevas habilidades, buscar conocimientos, asistir a clases virtuales y profundizar en nuestra comprensión del mundo y del cosmos. Incluso podemos reunirnos en línea con compañeros creyentes de todo el mundo para sumergirnos en la verdad liberadora de la Palabra de Dios.

Pero esta misma tecnología también ha facultado a los siervos de Satanás para difundir los malvados designios de su amo más lejos y más rápido que nunca.

Imágenes sensuales e incluso descaradamente pornográficas son arrojadas diariamente a nuestras caras. Se nos bombardea constantemente con las mentiras y la desinformación impulsadas por las cabezas parlantes compradas y pagadas de los principales medios de comunicación. A los tipos profundamente perturbados y psicópatas se les ha dado libertad para intimidar verbalmente, acosar y escupir el lenguaje más profano imaginable, todo ello permaneciendo completamente anónimos y libres de consecuencias. Y a las ideologías que acaban con la civilización -ideas que antes estaban aisladas en pequeñas zonas geográficas- se les ha dado un megáfono virtual, permitiendo la propagación a todo el mundo de un virus mental liberal, hedonista, adorador de sí mismo y ateo.

Una vez más, las redes sociales han demostrado ser tanto una enorme bendición como una horrenda maldición. Todo depende de cómo se utilice esta poderosa herramienta.

Y ciertamente, un aspecto malo adicional de los medios sociales es cómo han hecho que nuestras interacciones entre nosotros sean tan superficiales.

En realidad es difícil de creer, pero han pasado 20 años enteros desde la creación de la plataforma de medios sociales Facebook (lanzada el 4 de febrero de 2004). ¡Eso es toda una generación de tiempo! Y durante todo ese tiempo, Facebook ha permitido que nos conectemos con miles de personas de todo el mundo, llamándolos «Amigos»:

  • Usted envía una «Solicitud de amistad» a una persona concreta.
  • La persona acepta o rechaza la solicitud.
  • Si la acepta, ya son «amigos».

Sencillo, ¿verdad?

Sin embargo, como recientemente he estado reflexionando tanto sobre los beneficios como sobre los peligros de las redes sociales, tuve que hacerme la pregunta: «¿Qué significa ser amigo de alguien?».

Las definiciones de la palabra «amigo» que se encuentran en múltiples diccionarios son las siguientes:

  • «Una persona a la que uno conoce, aprecia y en la que confía» (American Heritage).
  • «Persona a la que se conoce bien y se tiene cariño; asociado íntimo; conocido cercano» (Webster’s).
  • «Persona con la que se ha desarrollado una estrecha relación de confianza e intimidad mutuas» (Oxford).
  • «Persona del mismo bando en una lucha; alguien que no es enemigo ni enemigo; aliado» (Webster’s).

Pregúntese: ¿Cuántos de los individuos de su «lista de amigos» de Facebook encajan en estas definiciones? ¿A cuántas de estas personas conoce personalmente? ¿En cuántas de ellas confía? ¿Cuántas de ellas están alineadas con sus mismos intereses, valores, objetivos, fe, luchas y justos deseos?

Son preguntas que todos necesitamos hacernos.

Las palabras importan, y sin duda uno de los efectos perjudiciales de las redes sociales es que el término «amigo» se ha vuelto superficial y prácticamente carente de significado.

Un amigo mío (sí, un ser humano real al que conozco personalmente, en el que confío y con el que me relaciono en el mundo real) me preguntó hace poco si estaba en su derecho de hacer un post en su página de Facebook diciéndole a sus «amigos» en línea que si alguno de ellos apoyaba los males del aborto, la homosexualidad, la transexualidad, el ateísmo o el liberalismo que por favor se deshiciera de su amistad.

Fue amable al respecto. Simplemente trazó una línea metafórica en la arena y dijo: «Si te sitúas a ese lado de la línea, prefiero no asociarme contigo».

Y no se creería el avispero que se armó con un post y una petición tan sencillos.

Muchos (entre los que me incluyo) creían que tenía todo el derecho a hacer un post así, mientras que otros insistían rotundamente en que lo que había hecho no es lo que haría un seguidor de El Mesías.

Pero en lugar de lanzar nuestras opiniones personales sobre lo que creemos que debería hacer un seguidor de El Mesías, sumerjámonos en la Santa Biblia para ver cómo la Palabra de Dios define lo que es un amigo y con quiénes estamos llamados a asociarnos.

Yeshúa dijo a sus 11 fieles discípulos (por favor note que Judas Iscariote no estaba presente en ese momento, pues ya había abandonado al grupo para traicionar al Mesías):

Nadie tiene mayor amor que este: dar la vida por los amigos. Vosotros sois mis amigos SI hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque un siervo no conoce los asuntos de su amo. En cambio, os he llamado amigos, porque todo lo que aprendí de mi Padre os lo he dado a conocer. Juan 15:13-15

Observe cómo Yeshúa llama amigos a sus once discípulos, pero esa amistad no es incondicional. Se aplica una condición importante para que sean considerados dignos de ese alto y honorable título.

VOSOTROS SOIS MIS AMIGOS SI HACÉIS LO QUE YO OS MANDO.
Juan 15:14

Sólo aquellos que son obedientes a los mandamientos de Dios tienen el honor de ser llamados «amigos».

Una vez más, fíjese en que Judas Iscariote ya no estaba presente cuando Yeshúa dijo estas palabras. Judas -el que traicionó al Maestro- no fue encontrado como un «amigo» sino como uno «condenado a la destrucción» (Juan 17:12).

Vemos esta misma verdad enseñada en la epístola de Santiago donde relata la fidelidad del padre Abraham al obedecer el mandamiento de Dios de ofrecer a Isaac.

¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Santiago 2:22-23

Abraham fue obediente a Yehováh, y por lo tanto se ganó ese glorioso título de ser llamado «amigo de Dios».

Santiago continúa en su carta y define lo que significa ser enemigo de Dios, diciendo:

Gente adúltera, ¿no sabéis que la amistad con el mundo significa enemistad contra Dios? Por lo tanto, cualquiera que elija ser amigo del mundo se convierte en enemigo de Dios. Santiago 4:4

En otras palabras, aquellos que son obedientes a los caminos de su mundo, son llamados amigos de este mundo (y por lo tanto también son amigos de Satanás, quien es el «dios de este mundo» [2 Corintios 4:4]). No se puede ser amigo del mundo y amigo de Dios al mismo tiempo. Sencillamente, no es posible. Como enseñó Yeshúa:

…odiaréis a uno y amaréis al otro, o seréis devotos de uno y despreciaréis al otro. Mateo 6:24

Ser amigo de este mundo es ser enemigo de Dios y de Yeshúa el Mesías. Por lo tanto, ser amigo del mundo es también ser enemigo de aquellos que obedientemente aman y siguen a El Mesías. Y se nos ha ordenado numerosas veces que no nos asociemos con tales personas.

Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo… Tito 3:10-11

Puede estar seguro de que tales personas son torcidas y pecadoras; se condenan a sí mismas.

No dejes que nadie te engañe diciéndote cosas que no son ciertas, porque esas cosas atraerán la ira de Dios sobre los que no le obedecen. Así que no tengan nada que ver con ellas. Efesios 5:6-7

Pero ahora os escribo que no debéis juntaros con nadie que diga ser hermano o hermana pero sea sexualmente inmoral o avaro, idólatra o calumniador, borracho o estafador. Ni siquiera comáis con gente así. 1Corintios 5:11

No os unáis en yugo con los incrédulos. Porque ¿qué tienen en común la justicia y la maldad? ¿O qué comunión puede tener la luz con las tinieblas? ¿Qué armonía hay entre El Mesías y Belial? ¿O qué tiene en común un creyente con un incrédulo? ¿Qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?. 2 Corintios 6:14-16

Se nos ha ordenado que elijamos sabiamente a nuestros amigos y que no seamos amigos del mundo ni de los de él. ¿Y por qué? Porque, al igual que los antiguos israelitas que se mezclaban con las naciones paganas que les rodeaban, si elegimos asociarnos con el mal, no tardaremos en corrompernos igual que ellos.

No os dejéis engañar: LAS MALAS COMPAÑÍAS CORROMPEN LAS BUENAS COSTUMBRES. 1Corintios 15:33

Camina con los sabios y hazte sabio, pues el compañero de los necios sufre daño». Proverbios 13:20

Otro ejemplo de la Santa Biblia que define quiénes son los amigos y la familia de Yeshúa se encuentra en el Evangelio de Mateo. Dice así:

Alguien le dijo [a Yeshúa]: ‘Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo’. Él respondió: ‘¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?’. Señalando a sus discípulos, dijo: Aquí están mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. Mateo 12:47-50

Ésas son las personas amigas de Yeshúa el Mesías. Esas son las personas con las que él elige asociarse: Aquellos que hacen la voluntad de Yehováh Dios el Padre Eterno. Aquellos que son obedientes a sus mandamientos.

«¿Pero cómo se supone que ministraremos a los perdidos si no nos asociamos con ellos?» fue la pregunta que tanta gente hizo en el post de Facebook de mi amigo.

La respuesta:

  • A través del servicio ministerial.
  • A través de la enseñanza y la predicación de la verdad.
  • A través de llamarlos al arrepentimiento.
  • No haciéndose amigo de ellos.
  • No a través de asociarse con ellos.

Y si usted es inspirado por el Espíritu de Dios para crear una página pública en los medios sociales con el propósito expreso de alcanzar a los perdidos con la verdad de la Palabra de Dios, entonces por todos los medios hágalo. Y que Dios le bendiga por sus justos esfuerzos.

Pero los amigos de uno -aunque sólo sean esos «amigos» superficiales que se encuentran en los medios sociales- deberían ser los amigos reales de uno. Deberían ser sólo aquellas personas con las que usted (y Dios) querrían asociarse. Deberían ser sólo aquellos con los que usted y Dios están de acuerdo.

No podemos ser amigos de los del mundo.

No podemos encontrarnos entre los enemigos de Dios.

Que elijamos sabiamente a nuestros amigos y los amemos sinceramente. Shalom.


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El arrebatamiento que nunca sucederá

En los años que siguieron a mi propia emancipación de la esclavitud a la religión hecha por el hombre, ha sido mi mayor honor y privilegio servir a Dios y ayudar a muchos de mis hermanos y hermanas mormones a reconocer también el error de su religión y salir de ella.

Inmediatamente DESPUÉS de la tribulación de aquellos días…
Mateo 24:29

Odio las mentiras. Es así de simple. Realmente odio las mentiras, sin importar su tamaño.

Ya sea una gran mentira descarada salida de las profundidades del infierno, o una pequeña “mentira piadosa” (específicamente llamada “blanca,” el color asociado con la pureza, porque quienes las dicen suelen engañarse a sí mismos pensando que son justificables), no importa.

Odio todas las mentiras.

Y mi razón para odiarlas es igualmente simple. Si algo es una mentira, sé quién es su autor: Satanás, “el padre de la mentira” (Juan 8:44). Las mentiras son el opuesto exacto de la Palabra de Dios, que es la “verdad” perfecta (Juan 17:17), y la verdad tiene el poder de “hacer libres” las almas (Juan 8:32). Si la verdad libera, entonces el poder de la mentira es atar, encadenar, encarcelar y, finalmente, destruir.

Jesús incluso asocia directamente el poder de las mentiras con el asesinato:

Él [Satanás] ha sido homicida desde el principio, y no permanece en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando dice mentiras, habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso y padre de mentira.
Juan 8:44

¿Comparar el poder de las mentiras con el asesinato? ¿Por qué?

Así como Dios salva almas con la verdad liberadora de Su Palabra Escrita (la Santa Biblia) y Su Palabra Viva (Jesucristo), Satanás busca “robar, matar y destruir” (Juan 10:10) mediante la proliferación de sus mentiras. Cualquiera que sea lo suficientemente necio para creer las mentiras del diablo será cuidadosamente alimentado con mentira tras mentira hasta que finalmente lo haya llevado a la destrucción y al asesinato de su alma eterna.

Por eso, repito, odio las mentiras. Las odio porque son malignas, y todos los que aman a Yehováh Dios han sido llamados a odiar el mal.

Los que amáis a Yehováh, aborreced el mal.
Salmo 97:10

Y una de las mentiras que últimamente he visto cada vez más es la mentira del “arrebatamiento pre-tribulación” . Solo esta semana, he visto a docenas de personas compartiendo esta falsa doctrina en línea.

Uno de estos mensajes decía: “PREPÁRENSE. JESÚS PODRÍA REGRESAR HOY.”

A lo que respondí: “No, no puede. Jesucristo debe cumplir cada palabra de Su Padre, cada ‘jota y tilde’ … Mateo 5:18. Todavía quedan numerosas profecías por cumplirse, incluido el período de tribulación de 3 años y medio. Es literalmente imposible que Jesús regrese hoy, ni mañana, ni en varios años.”

Sobre el tema del arrebatamiento, primero debe señalarse que el término “arrebatamiento” no se encuentra en traducciones al español de la Biblia (salvo en la Biblia textual 4 Edición). Proviene del latín “rapiemur” (de “rapio,” que significa arrebatar), usado solo una vez en la Vulgata latina en 1 Tesalonicenses 4:17.

Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. 18Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.
1Tesalonicenses 4:16-18).

El arrebatamiento en sí es una doctrina verdadera, un evento glorioso que sucederá en un futuro Día de las Trompetas cuando Cristo regrese y los santos fieles sean “arrebatados para recibir al Señor en el aire” y se les conceda vida eterna. Es una doctrina hermosa con la cual debemos “alentarnos unos a otros.”

El arrebatamiento en sí no es cuestionable. La única pregunta es: ¿CUÁNDO ocurrirá este evento glorioso?

¿Ocurre ANTES o DESPUÉS de la Gran Tribulación?

La realidad es que la idea del arrebatamiento pre-tribulación no puede encontrarse en la Biblia. Es una doctrina falsa creada en los años 1830 por un teólogo llamado John Nelson Darby. Darby, una figura clave en el movimiento de los Hermanos de Plymouth, introdujo el dispensacionalismo, un marco teológico que permite la idea de que Dios trata con la humanidad de manera diferente en distintos períodos, llevando a la creencia de que la iglesia sería removida antes de la tribulación mundial.

La creencia en un arrebatamiento pre-tribulación es una doctrina que debe ser creída primero e interpretada en la Biblia. No es una doctrina que uno pueda obtener simplemente leyendo el texto. Al contrario, cuando uno lee la Biblia y permite que se explique por sí misma, se hace claro que el arrebatamiento es un evento que ocurre inmediatamente después de la gran tribulación.

Inmediatamente DESPUÉS de la tribulación de aquellos días el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor; las estrellas caerán del cielo y los poderes de los cielos serán conmovidos. ENTONCES aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces todas las tribus de la tierra se lamentarán, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y Él enviará a sus ángeles con gran voz de trompeta, y reunirán a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.
Mateo 24:29-31

La línea de tiempo presentada por Jesucristo mismo es clara. El período de gran tribulación viene primero, y solo DESPUÉS de la tribulación aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo, y Jesús enviará a sus ángeles a reunir a sus elegidos.

En pocas palabras: el arrebatamiento pre-tribulación es una mentira.

La verdadera doctrina del arrebatamiento es post-tribulación.

Entonces, ¿por qué han llegado a creer tantos millones de cristianos temerosos de Dios en la mentira del arrebatamiento pre-tribulación?

La respuesta es sencilla. Porque las mentiras son muy reconfortantes para la mente carnal, especialmente esta. Con su promesa de escapar de un período tan terrible, ¿quién no se sentiría reconfortado con la idea de ser llevado al cielo antes de que todo el infierno se desate?

Sin embargo, el camino de escapar del sufrimiento es exactamente lo contrario de lo que nuestro Señor nos mandó. Jesús prometió a sus discípulos que este es el destino de los que viven una vida piadosa en un mundo caído:

En este mundo tendréis tribulación… Juan 16:33

El pueblo de Dios atravesará tribulación en este mundo. ¡Es una garantía! Y eso es algo que los santos de Dios no deben evitar, sino abrazar con valentía.

Los mayores galardones de la eternidad requieren que el pueblo de Dios enfrente los mayores desafíos. La verdadera fortaleza viene a través de la prueba, no al evitarla. Son en los fuegos de la tribulación donde tenemos la esperanza de ser refinados como el oro.

Consideren que es motivo de sumo gozo, hermanos míos, cuando se enfrenten con diversas pruebas, porque saben que la prueba de su fe produce perseverancia. Y la perseverancia debe llevar a cabo su obra completa para que sean maduros y completos, sin que les falte nada.
Santiago 1:2-4

Comprender que Cristo no regresará hasta “inmediatamente DESPUÉS de la tribulación de aquellos días” (Mateo 24:29) puede ser más difícil de aceptar que el consuelo que da el arrebatamiento pre-tribulación. Pero ese consuelo es una mentira, vacía y totalmente incapaz de satisfacer. Como el vagabundo que se adentra en el desierto persiguiendo un espejismo, todas las mentiras dejan a la gente vacía al final.

Cientos de millones de cristianos esperan falsamente que Jesús regrese en cualquier momento, pero se decepcionarán mucho cuando las cosas se pongan indescriptiblemente difíciles y ninguno de ellos haya sido arrebatado.

Si en aquel tiempo alguien les dice: ‘¡Aquí está el Mesías!’ o ‘¡Allí está!,’ no lo crean. Porque falsos mesías y falsos profetas aparecerán y harán grandes señales y prodigios para engañar, de ser posible, aún a los elegidos. Ya se los he advertido de antemano.
Mateo 24:23-25

Odio las mentiras, incluso si son reconfortantes.
Amo la verdad, aunque sea desagradable.

Y ¿por qué? Porque una mentira reconfortante todavía conduce a la esclavitud, mientras que una verdad desagradable todavía tiene el poder de liberar almas.

Amigos, la verdad desagradable que debemos enfrentar es que nos esperan tiempos muy difíciles. Pasaremos por gran tribulación.

No hay boleto gratuito para nadie.

Pero en lugar de consolarnos con la falsa y vacía esperanza de un rapto previo a la Tribulación, afrontemos más bien el futuro con valentía y fe, animándonos con el consuelo real y duradero de que, si bien es cierto que tendremos tribulaciones en este mundo, nuestro Señor venció al mundo y en él tenemos la fuerza para hacer todas las cosas (véase Filipenses 4:13):

«Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. Juan 16:33

Que la paz de nuestro Señor le conceda fuerza y valor para afrontar el futuro y resistir fielmente hasta el final. Amén.


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¡Libres al fin! ¡Libres al fin!

En los años que siguieron a mi propia emancipación de la esclavitud a la religión hecha por el hombre, ha sido mi mayor honor y privilegio servir a Dios y ayudar a muchos de mis hermanos y hermanas mormones a reconocer también el error de su religión y salir de ella.

¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios Todopoderoso, ¡por fin somos libres!
(Martin Luther King Jr.; Discurso «Tengo un sueño»)

El 28 de agosto de 1963, Martin Luther King Jr. se plantó en las escaleras del Lincoln Memorial durante la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad, donde pronunció su mundialmente famoso discurso «Tengo un sueño». Muchos de nosotros nos sabemos de memoria segmentos de su discurso, palabras tan familiares, veraces e imponentes como:

«Tengo el sueño de que mis cuatro hijos pequeños vivan algún día en una nación en la que no se les juzgue por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter. Hoy tengo un sueño».

Y:

«Tengo el sueño de que un día todo valle será exaltado, toda colina y montaña será rebajada, los lugares escabrosos se allanarán y los lugares torcidos se enderezarán, y la gloria del Señor se manifestará y toda carne la contemplará juntamente».

Las palabras del Dr. King resonaron triunfalmente por todo el National Mall del Capitolio de nuestra nación. Su mensaje de verdad y libertad resonó alto y claro en los oídos de decenas de miles de personas reunidas aquel día, y ese mismo mensaje ha llegado desde entonces a los oídos de cientos de millones más en las décadas posteriores.

Tras lo que fueron aproximadamente 17 minutos de discurso, Martin Luther King Jr. llevó su poderosa oratoria a un final culminante alzando la voz más alto que nunca y gritando:

«¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios Todopoderoso, ¡por fin somos libres!».

Recientemente he reflexionado sobre esas palabras finales del discurso del Dr. King, decidiendo aplicarlas a mí mismo y a mi propio viaje personal para salir de la esclavitud.

«¿Esclavitud?», te estarás preguntando. «¿Qué quieres decir con esclavitud?».

La «esclavitud» de la que hablo es obviamente de un tipo muy diferente a la que el Dr. King se refería en su famoso discurso. Él, por supuesto, se estaba centrando en la esclavitud física de los hombres y mujeres negros del sur de Estados Unidos – los que estaban en esclavitud literal hasta que la Proclamación de Emancipación de Abraham Lincoln el 1 de enero de 1863 los declaró «libres para siempre». El Dr. King también se centraba en las graves injusticias de la discriminación y la segregación que trágicamente continuaron en Estados Unidos durante muchas décadas después.

Aunque ciertamente no puedo aplicarme las palabras del Dr. King en ningún sentido literal, puedo, sin embargo, aplicarlas en sentido figurado.

Aplicada a mi propia vida, la «esclavitud» en la que pienso es la que yo (y tantos otros) hemos experimentado a nivel espiritual: La esclavitud de la religión hecha por el hombre; las cadenas de las falsas doctrinas; los grilletes de las mentiras de Satanás que se hacen pasar por la perfecta verdad de Dios.

Como muchos de ustedes ya saben, nací y me crié en la falsa religión del mormonismo. Fue sólo después de muchos años de estudio personal de la Santa Biblia, y con la ayuda de maravillosos ministerios basados en la Torá como Un Rudo Despertar, que las gruesas cadenas de siete generaciones de mormonismo fueron finalmente rotas de mis muñecas y tobillos mentales y espirituales.

Tras años de dolorosa lucha y continuo forcejeo con Dios, la guerra que se había estado librando en mi mente y en mi corazón llegó finalmente a su fin.

La dura batalla había sido finalmente ganada.
La verdad había obtenido la victoria sobre las mentiras.
Los días de esclavitud a la palabra del hombre habían terminado.
¡Aleluya!

En ese brillante y hermoso día en que la luz de la verdad de Dios finalmente se abrió paso a través de toda la oscuridad del mormonismo, recuerdo haber sentido que un gran peso -como una terrible carga que había estado llevando toda mi vida- se desprendía de mis hombros. Y era libre. La verdad, en efecto, me había hecho libre (véase Juan 8:32).

Ese día, cuando esas gigantescas cadenas metafóricas cayeron estrepitosamente al suelo, caí de rodillas y di gracias a YeHoVaH mi Padre por liberarme de esa terrible esclavitud. Y aunque no pronuncié literalmente las siguientes palabras con mi boca, fue como si mi corazón las cantara en voz alta:

«¡Libre al fin! ¡Libre al fin! Gracias a Dios Todopoderoso, ¡por fin soy libre!».

En los años que siguieron a mi propia emancipación de la esclavitud a la religión hecha por el hombre, ha sido mi mayor honor y privilegio servir a Dios y ayudar a muchos de mis hermanos y hermanas mormones a reconocer también el error de su religión y salir de ella.

Y justo el fin de semana pasado, tuve la clara bendición de poder bautizar a dos hermanas que recientemente han hecho el viaje para salir del mormonismo y entrar en la relación de la Torá con YeHoVaH Dios y Yeshua Mesías. Una de estas dos hermanas tenía 82 años, habiendo pasado toda su larga vida en la esclavitud de las mentiras de los falsos profetas y apóstoles mentirosos. Y ahora, a los 82 años, sus propias cadenas han sido rotas y ella camina libre en la hermosa luz de la verdad de Dios.

De nuevo, ¡Aleluya! ¡Dios es tan bueno! Nunca es demasiado tarde para cambiar. Nunca es demasiado tarde para elegir entregar tu corazón a Dios y a Sus caminos de vida y libertad.

Antes de llevar a estas dos maravillosas hermanas al agua para su inmersión, una de ellas quiso leer en voz alta una oración que había escrito para la ocasión. Los tres juntos inclinamos la cabeza en reverencia mientras ella pronunciaba estas palabras:

Yehováh, Padre Santo, en este hermoso día, venimos ante Ti con un corazón desbordante de gratitud y un espíritu anhelante de Tu presencia. Reconocemos Tu amor y gracia que nos han guiado en este viaje de fe. Gracias por revelarnos Tu Palabra y por abrir nuestro corazón a Tu verdad.

Hoy, elegimos declarar públicamente nuestra fe en Ti, Yehováh, el Único Dios Verdadero, y en Tu Hijo, Yeshua el Mesías. Declaramos nuestra creencia en el sacrificio de Yeshua en la cruz, lavando nuestros pecados y ofreciéndonos el don de la vida eterna. Al entrar en estas aguas bautismales, renunciamos a nuestro viejo yo y abrazamos una nueva vida en Ti.

Por favor, ayúdanos a identificar y desechar todas las mentiras, la insignificancia y las cosas inútiles que hemos aprendido en nuestra vida anterior de religión hecha por el hombre. Oramos por un nuevo corazón apasionado por la verdad y dispuesto a escuchar y obedecer todo lo que Tú nos enseñes en nuestro caminar contigo.

Concédenos la sabiduría para discernir Tu voluntad. Danos fuerza para resistir la tentación y el valor para vivir una vida que Te glorifique. Continúa haciendo crecer nuestra fe a través del estudio de Tu Palabra. Danos poder para ser discípulos fieles, compartiendo Tu amor y mensaje de esperanza, siendo una luz a través del fruto de nuestra fe.

Te pedimos, Padre, que nos llenes de Tu Espíritu Santo, como guía y consuelo constante en nuestro camino.

Que este bautismo sea un símbolo de nuestro compromiso continuo contigo, Abba. En el precioso nombre de Yeshua Mesías, oramos. Amén.

Tras la hermosa oración de la hermana, y con el dulce Espíritu de nuestro Padre llenándonos, conduje a cada hermana una por una a las aguas, donde fueron sumergidas en el liberador nombre de Yeshua Mesías, dando testimonio ante Dios y los hombres de su firme compromiso de seguir obedientemente a su Señor, aquel que es «el Camino y la Verdad y la Vida» (Juan 14:6).

Durante muchos años, fueron esclavas de la falsa religión. Pero ahora, son verdaderamente «¡Libres al fin!».

Mis queridos hermanos y hermanas: Al igual que Martin Luther King Jr. antes que yo, yo también tengo un sueño. Tengo el sueño de que un día todas las mentiras, la futilidad y todas las cosas inútiles serán desterradas de cada corazón, de cada mente y de cada alma por el Espíritu Santo de Dios Todopoderoso.

Tengo el sueño de que un día los grilletes de la religión hecha por el hombre caigan de las muñecas y los tobillos del pueblo de Dios y salgan de ese horno de hierro espiritual con gritos de «¡Hosanna! Bendito el que viene en el Nombre de Yehováh!».

Tengo el sueño de que un día el Gran y Santificado Nombre de Yehováh será conocido y alabado y glorificado en cada nación, cada ciudad, cada comunidad, cada hogar y en cada corazón; cuando ya no sea necesario decir a nuestros vecinos: «Necesitas conocer a Yehováh», pues todos los pueblos en todas partes conocerán a su magnífico Creador, desde el más pequeño hasta el más grande.

Tengo el sueño de que un día la paz y la justicia del Único Dios Verdadero cubrirán toda la tierra como las aguas cubren el mar. Norte, Sur, Este y Oeste – hasta los confines más lejanos de la tierra – el pueblo de Dios en todas partes exaltará el Nombre y la Palabra de su Creador sobre todas las cosas.

Y en ese gran día futuro de libertad eterna por venir, mi sueño es ver a toda la humanidad unir sus manos y con una sola voz lanzar un grito de júbilo de: 

«¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios Todopoderoso, ¡por fin somos libres!».
Amén.


Warrior Sheperd1

¿Puede un pastor, ser a la vez un guerrero?

Un pastor bíblico es también un guerrero: un hombre lleno de gran valor y con un corazón dispuesto a enfrentarse a cualquier amenaza con tal de salvar a sus ovejas.

David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. 1Samuel 17:34-35

Cuando cerramos los ojos e imaginamos a un pastor de los tiempos bíblicos, la imagen tradicional que puede venirnos a la mente sería la de un hombre joven, con un cayado de pastor en la mano, conduciendo suave y tiernamente a su amado rebaño hacia hermosos pastos verdes. Nos lo imaginamos cuidando de su rebaño de forma solícita y cariñosa. Nos lo imaginamos alzando sobre sus hombros a un corderito perdido, tal y como nuestro Señor Yeshua expresó en la parábola, diciendo:

Y cuando lo encuentra, se lo pone alegremente sobre los hombros y se va a casa. Entonces convoca a sus amigos y vecinos y les dice: ‘Alegraos conmigo; ya encontré a mi oveja perdida’. Lucas 15:5-6

Es obvio que una imagen tan hermosa no es errónea, ya que éstas son algunas de las principales obligaciones de un pastor. El primer y más importante deber de un pastor es amar a sus ovejas, y porque las ama las cuida con compasión, las guía con ternura y se asegura de que están siendo alimentadas adecuadamente con lo mejor que la tierra puede ofrecer.

Esta imagen es, por supuesto, muy familiar para todos los cristianos, ya que es la misma que se utiliza con frecuencia para ilustrar a nuestro Señor Yeshua. Él utilizó esta figura simbólica para representarse a sí mismo y sus deberes para con los creyentes, diciendo:

Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen. Juan 10:14

Es maravilloso y hermoso centrarse en el amor sacrificado de nuestro Maestro, su servicio desinteresado, su toque compasivo y sanador, sus palabras amables y veraces y su espíritu humilde.

Pero necesitamos recordar que Yeshúa, nuestro Señor, nunca rehuyó los conflictos. Dijo la verdad en todo momento y en toda circunstancia, incluso cuando hacerlo hubiera sido extremadamente arriesgado e incómodo.

Cuando se estaba faltando al respeto a la Casa de su Padre, hizo un látigo y expulsó a los animales y a los mercaderes (véase Juan 2:13-17); reprendió cara a cara a los líderes religiosos hipócritas, incluso en sus propias casas (véase Lucas 11:37-54) y expuso abiertamente las malas acciones de los líderes más poderosos de Israel; avergonzando públicamente a los hombres más respetados del país (véase Mateo 23:13-38).

Todo por el bien de su amado rebaño. Nuestro «buen pastor» nunca tuvo miedo de enfrentarse a los lobos del mundo.

Y ese también es uno de los principales deberes de un pastor: proteger a su rebaño luchando contra los leones, los osos y los lobos del mundo. Por cuanto en verdad ama a su rebaño, un verdadero pastor se enfrentará a cualquier amenaza y luchará contra todo animal peligroso, hasta la muerte si fuere necesario, protegiendo  y salvando sus ovejas; en cambio, un jornalero – alguien que no ama al rebaño – no hará esto.

Yeshua dijo:

Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas… El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. Juan 10:8, 10-16

Hemos de reconocer que vivimos en un mundo absolutamente plagado de leones, osos y lobos espirituales. El mal está por todas partes. El peligro es muy real.

Yehováh y Yeshúa, son blasfemados abiertamente. Perversiones sexuales inmencionables, son celebradas y aplaudidas; la corrupción gubernamental y corporativa es rampante; las ideologías del marxismo y el comunismo son glorificadas; los políticos, los famosos y las cabezas parlantes de los medios de comunicación mienten continuamente, mientras los falsos profetas se multiplican y los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. 2Timoteo 3:13.

Vivimos en un mundo en el que Satanás, el león más peligroso de todos, busca devorar a los justos, como ilustró Pedro: …vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; 1Pedro 5:8.

Al igual que los leones, animales feroces y despiadados, merodean por las llanuras del Serengeti africano atacando a los más débiles y jóvenes entre los rebaños, Satanás y quienes le sirven merodean constantemente buscando a los débiles y a los jóvenes entre el rebaño de Dios para abatirlos y devorarlos.

Pero un verdadero pastor de Yehováh Dios está ahí, para defender a su rebaño y dejará a las 99 más fuertes, para ir tras la más débil, que ha caído presa de los ataques del enemigo.

David, el antepasado de nuestro Señor Yeshua, vivió como pastor antes de ser coronado como rey de Israel. Por el bien de su rebaño, luchó contra todas las amenazas, incluso aquellas tan aterradoras como los leones y los osos.

David le dijo al rey Saúl:

Cuando venía un león o un oso y se llevaba una oveja del rebaño, yo iba tras él, lo golpeaba y rescataba a la oveja de su boca. 1Samuel 17:34-35.

Siguiendo el ejemplo de David, un verdadero pastor perseguirá a los leones y osos de este mundo y le arrebatará de su boca las ovejas más débiles para salvarlas. Confiando de todo corazón en Yehováh su Dios, un verdadero pastor derribará a cualquier fiera, poniendo fin así a su terror.

Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, 35 salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. 1Samuel 17:35-37

Como David, un verdadero pastor marchará audazmente y sin temor al campo de batalla, confiado en que al estar armado con el Nombre de Yehováh y la verdad de la Palabra de Dios derribará con éxito a cualquier gigante.

Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Yehováh de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Yehováh te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Yehováh no salva con espada y con lanza; porque de Yehováh es la batalla, y él os entregará en nuestras manos. 1Samuel 17:45-47

Un verdadero pastor enfrenta y derrota valientemente leones, osos y gigantes espirituales, porque está lleno del ESPÍRITU GUERRERO de Dios – porque Yehováh es el Guerrero más grande de todos.

Inmediatamente después de que el Faraón y todo su ejército egipcio se hubieron ahogado en las profundidades del Mar Rojo, Moisés dio gloria a Yehováh con este cántico:

Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente; ha echado en el mar al caballo y al jinete.
Yehováh es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación.
Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré.
Yehováh es varón de guerra; Yehováh es su nombre.
Echó en el mar los carros de Faraón y su ejército;
y sus capitanes escogidos fueron hundidos en el Mar Rojo.
Los abismos los cubrieron;
d
escendieron a las profundidades como piedra.
Tu diestra, oh Yehováh, ha sido magnificada en poder;
Tu diestra, oh Yehováh, ha quebrantado al enemigo. Éxodo 15:1-6

Cuando pensamos en los deberes de un pastor, tenemos tendencia a centrarnos sólo en esas bellas imágenes de bondad, compasión y amor. Pensamos en un joven que guía con seguridad a su rebaño hacia verdes praderas y lo alimenta con lo mejor de la tierra, por lo cual encontramos una gran paz en las poéticas palabras de David:

Yehováh es mi pastor; nada me faltará.
En lugares de delicados pastos me hará descansar;
j
unto a aguas de reposo me pastoreará.
Confortará mi alma;
m
e guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
Salmos 23:1-3

Pero debemos recordar que un pastor bíblico es también un guerrero: un hombre lleno de gran valor y con un corazón dispuesto a enfrentarse a cualquier amenaza con tal de salvar a sus ovejas.
David era un pastor guerrero. Cuando leones y osos literales amenazaron a su rebaño, no dudó en luchar y matarlos.

Nuestro Señor Yeshua es igualmente un pastor guerrero. Cuando leones, osos espirituales y lobos amenazaron su rebaño, no dudó en luchar y matarlos con la espada de su boca – con las palabras de Verdad. Y no dudó en dar su propia vida para salvar a su rebaño de la boca de Satanás y del infierno.

Porque vivimos en los tiempos más peligrosos, ahora más que nunca los pastores de Dios necesitan levantarse y luchar. Ahora es el momento para que los pastores bíblicos defiendan y salven a sus rebaños de las bocas del enemigo. Ahora es el momento para que los verdaderos pastores abatan a los leones, los osos y los lobos.
Ahora es el momento para que los pastores guerreros se enfrenten a los gigantes – ¡y en el Nombre de Yehováh los derriben!

Que Yehováh Dios dé poder a Su pueblo para vencer toda mentira con la Verdad, para derrotar todo mal con el bien, y para hacer brillar la luz de Dios en este mundo desesperado y cada vez más oscuro.

Shalom a ustedes, mis hermanos y hermanas. Amén.


Poder de las palabras 2

El tremendo poder de las palabras

La realidad es que las palabras sí hacen daño, de forma muy literal y potencialmente incluso violenta. Las palabras pueden utilizarse para promover e inspirar la violencia.

«La lengua tiene poder de vida y de muerte, y los que la aman comerán su fruto» (Proverbios 18:21).

Nací en 1984. Durante mis años de escuela primaria, a finales de los 80 y principios de los 90, recuerdo que me acosaban en el patio del colegio durante el recreo. A veces era un solo niño el que lo hacía. A veces era un grupo. Siempre eran mayores y más grandes.

Recuerdo los insultos, sus bromas, sus dedos acusadores y sus risas crueles. Fue durante aquellos primeros años de escuela cuando mi padre me sentó un día y me enseñó una rima:

«PALOS Y PIEDRAS PUEDEN ROMPERME LOS HUESOS, PERO LAS PALABRAS NUNCA ME HARÁN DAÑO».

Esta conocida rima infantil apareció por primera vez en una publicación británica en 1857. Desde entonces ha sufrido muchas variaciones sutiles. Pero aparte de cómo se haya modificado a lo largo de las últimas generaciones, la enseñanza ética siempre ha sido la misma: aunque objetos físicos como «palos y piedras» pueden utilizarse para «romper [nuestros] huesos», las palabras en sí mismas nunca causarán daño físico.

Esta rima ha sido utilizada por innumerables padres para animar a sus hijos a no dejarse herir por palabras, a evitar las represalias físicas y a permanecer tranquilos e indiferentes ante el acoso verbal.

Pero ésta es la pregunta que todos deberíamos hacernos: ¿Es eso verdad? ¿Enseña realmente esta rima una verdad moral a nuestros hijos?

No, si le preguntas a Yeshúa ben Eleazar ben Siraj, escriba judío del período del Segundo Templo y autor del Libro del Siraj (también conocido como «Eclesiástico»), un libro apócrifo de sabiduría escrito aproximadamente entre los años 196 y 175 a.C. Él, sostenía una opinión muy diferente. En Eclesiástico 28:17, Ben Sira escribe lo que parece ser un sentimiento diametralmente opuesto:

«El golpe de un látigo levanta una roncha, pero el golpe de la lengua aplasta los huesos».

Aunque evidentemente podría argumentarse que Ben Sira sólo utilizaba un lenguaje poético para describir el dolor que pueden causar las palabras hirientes -dolor que emocionalmente puede sentirse como algo que «aplasta los huesos»-, al leer el versículo siguiente vemos que tenía en mente algo más literal:

«Muchos han caído a filo de espada, pero muchos más han caído a causa de la lengua» (Eclesiástico 28:18).

Al leer ambos versículos, es imposible malinterpretar la intención de Ben Sirá. Primero utiliza la ilustración de la muerte literal por la espada, y luego expresa que «muchos más» han caído (muerto), por el poder de la lengua. Ben Sira comprendía el peligro muy real y físico que pueden acarrear las palabras equivocadas. Comprendió que pueden surgir consecuencias nefastas cuando pronunciamos palabras necias, cuando chismorreamos, cuando calumniamos y cuando mentimos.

Santiago, el hermano de Yeshúa el Mesías, también lo comprendió. Es incluso verosímil que Santiago hubiera estado pensando en las palabras de Ben Sira cuando escribió lo siguiente:

«Los que se consideran religiosos y, sin embargo, no controlan su lengua, se engañan a sí mismos, y su religión no vale nada. …La lengua es una pequeña parte del cuerpo, pero hace grandes alardes. Considera qué gran bosque se incendia por una pequeña chispa. También la lengua es un fuego, un mundo de maldad entre las partes del cuerpo. Corrompe todo el cuerpo, incendia todo el curso de la vida y es incendiada por el infierno. … Es un mal inquieto, lleno de veneno mortal». Santiago 1:26; 3:5-8

Quizá sea hora de que consideremos que esa  frase: «las palabras nunca me harán daño», sea mentira.

La realidad es que las palabras sí hacen daño, de forma muy literal y potencialmente incluso violenta. Las palabras pueden utilizarse para promover e inspirar la violencia. Cuando nos enredamos en una retórica adversaria que aumenta la temperatura del clima político, cultural y social; cuando los políticos y los famosos señalan con el dedo del desprecio a sus rivales y se dedican a atacar verbalmente y a salvaguardar su reputación; cuando los tertulianos de los medios de comunicación dicen mentiras absolutas sobre el carácter, los deseos, la agenda y los objetivos de una persona, pueden producirse consecuencias mortales, y de hecho se producen.

Las palabras mentirosas dichas continuamente a la persona equivocada pueden motivarla a coger un rifle, apuntar con cuidado y ¡disparar!, entonces, pueden perderse vidas, puede haber familias destruidas, naciones acabadas, etc.

Nuestro Señor Yeshúa enseñó:

Todo el que se enoje con su hermano sin causa será reo de juicio; el que insulte a su hermano será reo del consejo; y el que diga: “¡Necio!” será reo del infierno de fuego. Mateo 5:22

Enseñó la verdad de que el odio y el asesinato empiezan en el corazón. Empieza con pensamientos llenos de odio, que luego se vocalizan en palabras incendiarias, y esas palabras ardientes pueden conducir finalmente al desastre total.

Las palabras pueden conducir a la ira, luego al odio, luego a la violencia, luego al asesinato, luego a la guerra… y la guerra puede conducir al fin de todos nosotros.

Una pequeña chispa, y todo el bosque puede arder. Una palabra falsa, y el mundo puede no volver a ser el mismo. Como dice la Nueva Traducción Viviente (NLT) de la Santa Biblia:

Decir mentiras acerca de otros, es tan dañino como golpearlos con un hacha, herirlos con una espada o lanzarles una flecha afilada. Proverbios 25:18

Al principio podemos hablar en sentido figurado, pero pasar a lo LITERAL, puede suceder luego con demasiada rapidez.

Como seguidores de nuestro Señor Yeshúa el Mesías, tenemos que comprender que «palos y piedras» no son las únicas cosas que pueden «romper nuestros huesos». Las palabras también pueden romper huesos y pueden hacer cosas mucho peores. Nuestras palabras tienen consecuencias, para bien o para mal. Dependiendo de las palabras que elijamos, nosotros, como individuos, como familias, como ciudades, estados y naciones, somos conducidos a uno de dos destinos: La vida o la muerte.

Como dijo el rey Salomón:

La lengua tiene poder de vida y de muerte… Proverbios 18:21

Esto se debe a que la lengua puede utilizarse para construir o derribar, para crear o destruir, para inspirar o desanimar, para motivar o aplastar, para alabar o maldecir, para decir la verdad o mentir, para exaltar la bondad o celebrar la maldad, para promover la paz o invitar al conflicto. La lengua puede utilizarse para servir al Dios Eterno de la verdad, o puede utilizarse para servir a Satanás, que es «el padre de la mentira» (Juan 8:44).

Puede decirse con exactitud que no sólo la vida y la muerte están en el poder de la lengua, sino que la VIDA y la MUERTE ETERNAS están en el poder de la lengua, tanto para nosotros como para aquellos a los que influimos. Todo depende de cómo decidamos utilizar esa poderosa herramienta que Dios nos ha dado.

¿Hablaremos las palabras verdaderas de Yehováh que conducen a la vida y la alegría eternas? ¿O hablaremos las palabras mentirosas de Satanás que conducen a la muerte y la miseria sin fin?

Yeshúa dijo:

Porque por vuestras palabras seréis justificados, y por vuestras palabras seréis condenados. Mateo 12:37

De niños nos enseñaron que: «LOS PALOS Y LAS PIEDRAS PUEDEN ROMPER MIS HUESOS, PERO LAS PALABRAS NUNCA ME HARÁN DAÑO». Pero eso es erróneo. Las palabras hieren, y mucho.

Las palabras, como el fuego, deben utilizarse con responsabilidad y extrema precaución. Nuestras palabras pueden encender el hermoso fuego que da calor, luz y consuelo a un espíritu abatido, o pueden ser la cerilla mortal que queme matrimonios, familias, culturas y naciones.

De hecho, las sabias palabras de Ben Siraj suenan verdaderas:

«…un golpe de la lengua aplasta los huesos. Muchos han caído por el filo de la espada, pero MUCHOS MÁS han caído a causa de la lengua»  Eclesiástico 28:17-18

Todos debemos tener cuidado con las palabras que decidimos dejar salir de nuestra boca, por el tremendo poder que ejercemos para bien o para mal. En un sentido muy real, el futuro de nuestro mundo depende de cómo decidamos utilizar hoy nuestras lenguas.

Que todos «Guardemos [nuestra] lengua de hablar mal y [nuestros] labios de decir mentiras» Salmo 34:13. «Libra mi alma, oh Yehováh, de labios mentirosos, de lengua engañosa». Salmo 120:2

Por la gracia de Dios Todopoderoso, que nuestras lenguas se utilicen siempre correctamente como herramientas de VERDAD y VIDA, y que nuestras palabras buenas y cariñosas perduren para siempre. Como dijo el sabio rey Salomón:

«Las palabras del imprudente atraviesan como espadas, pero la lengua del sabio trae la curación. Los labios veraces permanecen para siempre, pero la lengua mentirosa dura sólo un momento» (Proverbios 12:18-19).

El Padre Eterno de verdad y amor esté con todos nosotros. Shalom.


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¿Es inapropiado decir: “Jesús”?

Durante los primeros años después de abandonar la falsa religión del mormonismo, supuse tontamente que los días en que me preocupaba por las falsas doctrinas que se abrían paso entre los creyentes habían quedado atrás. Qué equivocado estaba.

«Yeshúa respondió: ‘Vigilad para que nadie os engañe. …aparecerán muchos falsos profetas que engañarán a mucha gente’» Mateo 24:4, 11.

Nací y crecí como mormón. Mi padre y mi madre son mormones, al igual que mis abuelos, mis bisabuelos, etc., desde el principio de esa religión creada por el hombre y establecida en 1830 por el falso profeta José Smith. Por supuesto, nunca me di cuenta al crecer en el mormonismo de que era una religión falsa. Simplemente acepté lo que mis padres y los líderes de la iglesia me habían enseñado, confiando de todo corazón en que lo que me estaban enseñando era la verdad de Dios.

Sin duda, este aspecto concreto de mi historia no es único. Así ocurre con todos los seres humanos. Nadie puede elegir las circunstancias en las que nacemos. A todos nos educan en condiciones que escapan a nuestro control, y a todos nos enseñan a creer en las doctrinas y tradiciones que heredaron quienes nos precedieron. Para la mayoría de la gente, esas doctrinas y tradiciones se aceptan y se transmiten a la siguiente generación sin cuestionarlas.

Lo ideal sería que los niños nacidos en este mundo se criaran en la verdad pura y perfecta de la Palabra de Dios.

Sin falsas doctrinas.
Sin falsas tradiciones.
Sin falsos profetas.

Pero, por supuesto, ésa no es nuestra realidad actual. La vida en este mundo caído y perverso dista mucho del ideal. Aguardamos con esperanza y gran expectación el regreso del Mesías y el comienzo del reinado de la justicia y la verdad de Dios en la Tierra, que durará 1000 años: un glorioso tiempo futuro en el que «la Tierra se llenará del conocimiento de la gloria de Yehováh como las aguas cubren el mar» (Habacuc 2:14).

Sí, con el Mesías reinando como «Rey de reyes y Señor de señores» (Apocalipsis 19:16), la vida en la tierra será entonces verdaderamente ideal. Que llegue pronto. Amén.

Sin embargo, mientras tanto, hemos de estar siempre en guardia, recordando que «muchos falsos profetas han salido por el mundo» (1 Jn 4,1). Este mundo caído está lleno de esos peligrosos y «voraces lobos» (Mateo 7:15) de los que nos advirtió nuestro Señor: falsos profetas, falsos apóstoles y falsos maestros que «se disfrazan de siervos de justicia» (2 Corintios 11:15), pero que han venido a merodear hambrientos entre el rebaño para «robar, matar y destruir» (Juan 10:10).

Para asegurarnos de que «nadie [nos] engañe» (Mateo 24:4), debemos comprometernos a estudiar, conocer y comprender la Palabra de Dios por nosotros mismos. Debemos meditar en la Toráh de Yehováh día y noche, conocerla de memoria, inculcarla a nuestros hijos, hablar continuamente de ella y caminar todos los días bajo su luz purificadora, tal como se nos ha ordenado:

Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.
Deuteronomio 6:6-9

«Medita día y noche el libro de esta ley teniéndolo siempre en tus labios; si obras en todo conforme a lo que se prescribe en él, prosperarás y tendrás éxito en todo cuanto emprendas.»
Josué 1:8.

A medida que nos esforzamos por conocer y comprender la Palabra de Dios, es necesario que examinemos cuidadosamente las cosas que nos han enseñado a creer y que las pongamos a prueba meticulosamente para determinar si están en armonía con la verdad de la Palabra de Dios o son contrarias a ella. Hemos de actuar como los fieles bereanos de antaño, aquellos que «recibían el mensaje con gran impaciencia y EXAMINABAN LAS ESCRITURAS cada día para ver si lo que Pablo decía era verdad» (Hechos 17:11).

Hice esto por mí mismo, y con la ayuda de ministerios maravillosos como A Rood Awakening International y otros, las verdades liberadoras de Dios acabaron obteniendo la victoria sobre todas las «mentiras, vanidades y cosas inútiles» (Jeremías 16:19) que había heredado del mormonismo. De hecho, la verdad me hizo libre (véase Juan 8:32). ¡Aleluya!

En mis primeros años tras salir de esa religión artificial, había pensado ingenuamente que ya había dejado atrás todas las mentiras de Satanás. Sin duda, los engaños y las falsas doctrinas del enemigo no se encontrarían entre los creyentes que seguían el mismo camino de obediencia a la Toráh que yo. Al fin y al cabo, ahora estaba rodeado de hermanos y hermanas que, como yo, conocían bien los engaños del adversario y serían inmunes a sus ataques.

No tardé en darme cuenta de lo equivocado y tonto que era al haber pensado esto.

La realidad es que cualquiera, en cualquier momento, es vulnerable a los ataques de Satanás. El padre de todas las mentiras es excepcionalmente astuto. Ha tenido 6000 años de práctica para perfeccionar su arte del engaño. Trabaja sin descanso para sembrar su cizaña entre todos los pueblos, todas las religiones, todos los grupos -posiblemente incluso se esfuerce más en inyectar su veneno entre quienes se esfuerzan por caminar en obediencia a la Toráh de Dios, entre quienes podrían suponer la mayor amenaza para su reino.

A lo largo de los años, he sido testigo personalmente de muchas falsas doctrinas que circulan ampliamente entre los creyentes que guardan la Toráh, pero en la que me gustaría centrarme en este artículo es una que vi por primera vez hace varios años y de la que recientemente he observado un fuerte resurgimiento:

“Es incorrecto pronunciar el nombre de Jesús. Jesús viene del griego y significa «¡Salve, Zeus!». Estás invocando a un dios pagano si pronuncias el nombre de Jesús».

A esta idea falsa y ridícula, digo audaz e inequívocamente NO.

El nombre de nuestro Señor en lengua griega es «Iésous» (Ἰησοῦς), y su nombre griego no tiene absolutamente nada que ver con el nombre del dios pagano Zeus. Estos dos nombres pueden sonar parecidos, pero son totalmente diferentes. Es como las palabras «bello y vello» o «cima y sima», que suenan igual, pero que se escriben de forma diferente y significan cosas totalmente distintas.

Lo mismo ocurre con el nombre griego de nuestro Señor. Puede sonar parecido a «Zeus», pero se escribe de forma diferente y tiene un significado totalmente distinto.

Parte de las instrucciones de Pablo a Timoteo consistían en «mandar a ciertas personas que no enseñen más falsas doctrinas ni se dediquen a los mitos» (1 Timoteo 1:3-4). Estas «ciertas personas» a las que se refiere Pablo se encuentran entre los que «quieren ser maestros de la Toráh, pero no saben de qué hablan ni lo que afirman con tanta seguridad» (1 Timoteo 1:7).

Para los que han enseñado esta falsa doctrina -este «mito» totalmente infundado- repito las palabras del apóstol Pablo: «No saben de lo que hablan». Tales personas no tienen nada que hacer como maestros. No tienen la sabiduría necesaria para manejar correctamente la Palabra de Verdad (véase 2 Timoteo 2:15) y hay que advertirles severamente que no enseñen tan insensata y descuidadamente lo que pretenden que es «la verdad».

Santiago, el hermano de Jesús, escribió: «No os hagáis maestros muchos de vosotros, hermanos míos, porque sabéis que los que enseñamos seremos juzgados más severamente» (Santiago 3:1), y el propio Yeshúa advirtió: «Pero yo os digo que todos tendréis que dar cuenta en el día del juicio de toda palabra vana que hayáis pronunciado. Porque por vuestras palabras seréis absueltos, y por vuestras palabras seréis condenados» (Mateo 12,36-37).

Una hermana en El Mesías me habló recientemente del dolor que le había causado esta falsa doctrina. Dijo:

«Me sentía incómoda cuando intentaba relacionarme y tener comunión con otras personas de la comunidad de la Toráh, porque me sentía rechazada si decía: Jesús. Incluso leí en un grupo de Facebook que echarían a cualquiera que dijera Jesús. A veces siento que no pertenezco a ningún sitio…».

Esas palabras me rompen el corazón. Tales cosas nunca deberían ocurrir entre el cuerpo de creyentes, entre quienes declaran ser discípulos y seguidores del Maestro. Esta fiel hermana (y los que son como ella) pertenecen a nuestro Señor. El hecho de que haya entre el cuerpo de creyentes quienes la hicieron sentir que «no pertenece a ningún sitio» es vergonzoso.

Si alguien que lea esto ha condenado en algún momento a un compañero creyente simplemente porque elige pronunciar el nombre en español del Mesías, le imploro que se arrepienta inmediatamente de ello y que no vuelva a enseñar tales falsas doctrinas. No hay absolutamente nada malo en pronunciar el nombre: Jesús. Millones y millones de personas han sido salvadas, bendecidas y sanadas en el nombre de Jesús. Fue su nombre en español, que recibimos por dirección del Dios Todopoderoso a través de las traducciones de múltiples lenguas durante un periodo de 1700 años: del hebreo, al griego, al latín, al inglés antiguo y, finalmente, al español moderno.

Ahora bien, si tu preferencia personal es decir el nombre hebreo «Yeshúa» en lugar de «Jesús», está perfectamente bien. Ambos nombres son hermosos; yo mismo utilizo ambos con regularidad. Pero nuestras preferencias personales nunca deben convertirse en doctrinas. En el momento en que te dedicas a enseñar mentiras y a condenar a tus correligionarios por el mero hecho de utilizar el nombre de Yeshúa, has entrado en terreno peligroso. Has cruzado la línea hacia una religión creada por el hombre a partir de tu propia creación, que no difiere de la de los fariseos y saduceos de antaño, los que enseñaban «como doctrinas, mandamientos de hombres» (Mateo 15:9; Isaías 29:13).

Durante los primeros años después de abandonar la falsa religión del mormonismo, supuse tontamente que los días en que me preocupaba por las falsas doctrinas que se abrían paso entre los creyentes habían quedado atrás. Qué equivocado estaba. Debemos recordar que Satanás no ha cedido en sus ataques. Sus ataques y engaños no harán sino aumentar y fortalecerse, hasta el punto de «engañar, si es posible, a los elegidos» (Mateo 24:24). Hasta ese glorioso día del regreso triunfal de nuestro Señor, Satanás no detendrá sus ataques. Por eso, no debemos aflojar en nuestras defensas. Todos debemos estar continuamente en guardia, recordando siempre las primeras palabras que nuestro Señor Yeshúa dirigió a sus discípulos en el Monte de los Olivos:

«Velad para que nadie os engañe» (Mateo 24:4).

Amén.


Portrait,Of,An,Old,Man,With,A,Gray,Beard.

Un corazón sabio y entendido

Puede que estemos a 3.000 años de distancia de los días del sabio rey Salomón, pero su exhortación a buscar la sabiduría y la comprensión tienen hoy más importancia que nunca.

Adquiere sabiduría, adquiere entendimiento; no olvides mis palabras ni te apartes de ellas. No abandones la sabiduría, y ella te protegerá; ámala, y ella velará por ti. La sabiduría es suprema; por tanto, consigue sabiduría. Aunque te cueste todo lo que tienes, consigue entendimiento. Apréciala, y ella te enaltecerá; abrázala, y ella te honrará. Ella te dará una guirnalda para adornar tu cabeza y te regalará una corona gloriosa. Proverbios 4:5-9


El rey Salomón fue visitado por Yehováh el Dios Todopoderoso en un sueño. Dios le presentó a Salomón una oferta maravillosa:

Pide lo que quieras que Yo te dé. 1Reyes 3:5

¿Lo que quieras? ¿Cualquier cosa?

Casi con toda seguridad, hombres comunes pedirían riquezas, poder, o buena salud y una vida larga y feliz. Salomón no pidió ninguna de estas cosas. Su mente y su corazón estaban concentrados en su deber de dirigir adecuadamente al pueblo de Israel como su nuevo rey. Con unos zapatos muy grandes que llenar -los de su amado padre David- Salomón sentía sin duda el peso extremo de la responsabilidad que ahora descansaba directamente sobre sus hombros. Salomón no pidió dinero, ni poder, ni salud. En su lugar, pidió un corazón sabio para gobernar al pueblo [de Dios] y distinguir entre el bien y el mal. 1Reyes 3:9

Yehováh se mostró complacido con la petición de Salomón. «Dios le dijo:

Puesto que has pedido esto y no larga vida ni riquezas para ti, ni has pedido la muerte de tus enemigos sino discernimiento para administrar justicia, haré lo que has pedido. Te daré un corazón sabio y con discernimiento, de modo que nunca habrá habido nadie como tú, ni lo habrá jamás. 1Reyes 3:11-12

La petición de Salomón fue de tal agrado para Yehováh, que le prometió:

Te daré lo que no has pedido -riqueza y honor- para que en tu vida no tengas igual entre los reyes. 1Reyes 3:13

La petición de Salomón fue concedida. Fue bendecido por Dios con un corazón sabio y entendido  -1Reyes 3:12- hasta el punto de que el pueblo de Israel temía al rey, porque veían que tenía sabiduría de Dios para juzgar. 1Reyes 3:28.

¿Significa esto que Salomón llevó una vida perfecta? Desde luego que no. Él, como todos los seres humanos, tuvo su buena dosis de fallos y pecados, “porque todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). En el mismo capítulo se nos dice que Salomón ‘ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los lugares altos’ . 1Reyes 3:3. Esto y su decisión de desobedecer la Torá de Yehováh casándose con ‘muchas esposas’ (Deuteronomio 17:17) entre todas las ‘mujeres extrañas’ (1Reyes 11:1) del mundo le llevaron finalmente por un camino destructivo.

No obstante, Salomón seguía comprendiendo esta verdad primordial: «La sabiduría es suprema» (Proverbios 4:7). Un corazón sabio y con discernimiento -un corazón que puede distinguir adecuadamente entre el bien y el mal- es algo muy deseable de tener y debe buscarse diligentemente. Nunca se debe abandonar la sabiduría. Debe ser amada y apreciada. Y si obtenemos el favor a los ojos de Yehováh y adquirimos este espléndido don, se nos promete protección, exaltación, honor y una «corona gloriosa» (véase Proverbios 4:5-9 más arriba).
«Bienaventurados los que hallan sabiduría, los que adquieren entendimiento» (Proverbios 3:13).

Puede que estemos a 3.000 años de distancia de los días del sabio rey Salomón, pero su exhortación a buscar la sabiduría y la comprensión tienen hoy más importancia que nunca.

Vivimos en un mundo acelerado con información vertiginosa. Internet y los medios sociales nos han abierto un universo de acceso instantáneo a la información como el que el rey Salomón jamás habría soñado.

«Noticias de hechos» (así llamados) nos son arrojadas por cada individuo, cada grupo, cada denominación y cada partido político literalmente cada día. Estamos constantemente rodeados de políticos, famosos, cabezas parlantes de los medios de comunicación, médicos, líderes religiosos, científicos, eruditos, profesores, podcasters, influenciadores del fitness, nutricionistas, y también de nuestros propios amigos y familiares – todos ellos compitiendo por nuestra atención y gritando que tienen las respuestas, que tienen los hechos, que tienen la verdad.

Nadando en medio de este nuevo y extraño océano de bombardeo informativo y sobrecarga sensorial es fácil tener la sensación de ahogarse bajo las olas de voces que compiten entre sí y de «hechos» a menudo contradictorios.

¿Qué debemos hacer en un momento como éste? ¿Hacia dónde debemos dirigirnos? ¿Cómo vamos a mantener la cabeza por encima de las olas e incluso, si Dios quiere, caminar sobre ellas?

Si hemos de caminar alguna vez por encima de estas olas caóticas debemos encontrarnos continuamente caminando con ÉL que tiene poder para calmar las tormentas. Yehováh Dios y Su Palabra – Su Palabra Escrita que se encuentra en la Santa Biblia y Su Palabra Viva, Yeshua Mesías – son la única solución a las tormentas de la vida a las que nos enfrentamos hoy en día. Siempre han sido y siempre serán la única solución. Ellas son la verdad y la roca sobre la cual encontramos refugio de todas las tormentas.

«Soberano Yehováh, Tú eres Dios, y tus palabras son verdad»
2 Samuel 7:28

«Sé mi roca de refugio, a la que siempre pueda acudir; da la orden de salvarme, porque Tú eres mi roca y mi fortaleza»
Salmo 71:3

Asegúrese de tomarse el tiempo suficiente para alejarse del vertiginoso mundo en línea y pasar ese tiempo tan necesario con Dios leyendo y estudiando Su Palabra, porque «La exposición de [Tus] palabras alumbra; hace entender a los simples» (Salmo 119:130).
Y aunque estudiar la Palabra de Dios es un primer paso absolutamente esencial en la dirección correcta, no es suficiente. Los fariseos, por ejemplo, conocían la Palabra de Dios, pero sin embargo sus ojos estaban ciegos a la luz perfecta de Dios. Muchos de ellos tenían la Torá memorizada y podían recitar secciones enteras al pie de la letra, pero sus oídos eran sordos a la suave voz de la verdad de Dios.

Lo que a todos ellos les faltaba era ese precioso don que obtuvo el rey Salomón: SABIDURÍA. Y la sabiduría sólo puede obtenerse de la misma Fuente Eterna de la que él la recibió personalmente y de la misma manera.

Santiago (Ya’akov), el hermano de nuestro Señor Yeshúa, comienza su carta dirigiéndola a «las doce tribus dispersas por las naciones» (Santiago 1:1), y unos versículos más adelante les anima a buscar el don de la sabiduría:

«Si a alguno de vosotros le falta sabiduría, que se la pida a Dios, que da generosamente a todos sin hallar falta, y le será dada. Pero cuando pidáis, debéis creer y no dudar, porque el que duda es como una ola del mar, agitada y zarandeada por el viento. Esa persona no debe esperar recibir nada del Señor. Tal persona es de doble ánimo e inestable en todo lo que hace» (Santiago 1:5-8).

El don de la sabiduría procede directamente de Dios. Si desea adquirirlo, debe pedírselo a Dios. Búsquela fielmente en Dios, sin dudar nunca. Rece fervientemente para que se le conceda ese «corazón sabio y perspicaz», como se le concedió al rey Salomón hace mucho tiempo, y «se le dará» (Santiago 1:5).

El propósito de obtener este don de sabiduría es para que usted pueda «distinguir entre lo correcto y lo incorrecto», entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira. Usted busca este don de Dios para poder vivir adecuadamente de acuerdo con la verdad de Su Palabra, como Santiago subraya más adelante al decir: «No os limitéis a escuchar la Palabra, engañándoos así a vosotros mismos: ¡sed hacedores de la palabra!». (Santiago 1:22).

Pablo comprendió la importancia de que el pueblo de Dios buscara y obtuviera de Dios el don de la sabiduría. Escribió: «Sigo pidiendo que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, os dé un espíritu de sabiduría y de revelación en vuestro conocimiento de Él» (Efesios 1:17).
Es obteniendo sabiduría como se le concederán los oídos para oír la voz del Buen Pastor en medio de todo el ruido de nuestro mundo caótico. Es obteniendo sabiduría como usted estará capacitado para seguirle dondequiera que vaya y vivir como él vivió.

Yeshúa Mesías dijo:

Cuando [el pastor] ha sacado a todos los suyos, va delante de ellos, y sus ovejas le siguen porque conocen su voz. Pero nunca seguirán a un extraño; de hecho, huirán de él porque no reconocen la voz de un extraño. … Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí. Juan 10:4-5,14

Ruego a Dios que bendiga a su pueblo con ese «corazón sabio y entendido». 1Reyes 3:12

Amén.


False preacher7

7 Ayes contra los falsos pastores

Nuestro Señor Yeshúa hizo caer un mazo de justicia y reprimenda sobre las cabezas de los líderes religiosos de Jerusalén. Pronunció un total de siete “ayes” sobre ellos por su hipocresía y su total fracaso a la hora de guiar adecuadamente al pueblo de Israel por los caminos de la justicia y la verdad.

“¡Ay de vosotros, maestros de la Torá y fariseos, hipócritas!”.
Mateo 23:13-33

En el capítulo 23 del Evangelio de Mateo, nuestro Señor Yeshúa hizo caer un mazo de justicia y reprimenda sobre las cabezas de los líderes religiosos de Jerusalén. Pronunció un total de siete “ayes” sobre ellos por su hipocresía y su total fracaso a la hora de guiar adecuadamente al pueblo de Israel por los caminos de la justicia y la verdad.

Los verdaderos pastores enviados por Yehováh el Todopoderoso serán hombres “según Mi propio corazón, que os alimentarán con conocimiento y entendimiento” (Jeremías 3:15). Habiendo aprendido a través de muchos años de estudio y práctica personal cómo vivir una vida santa, los verdaderos pastores guían fielmente al rebaño de Dios enseñando la pureza y la perfección de la Torá, anteponiendo desinteresadamente las necesidades del rebaño a las suyas propias y estando llenos de la mayor de todas las virtudes: fe, esperanza y amor (véase 1 Corintios 13:13).

Un verdadero pastor debe ser “irreprochable, fiel a su mujer, templado, dueño de sí mismo, respetable, hospitalario, capaz de enseñar, no dado a la embriaguez, no violento sino amable, no pendenciero, no amante del dinero” (1 Timoteo 3:2-3). Deben ser “hospitalarios, amantes de lo bueno, dueños de sí mismos, rectos, santos y disciplinados” (Tito 1:8). Deben ser como los que fueron nombrados jueces en tiempos de Moisés: “hombres temerosos de Dios, dignos de confianza y que aborrecen el soborno” (Éxodo 18:21).

Tales pastores son bendecidos por el Padre con la promesa de que en la resurrección “los que son sabios brillarán como el resplandor de los cielos, y los que guían a muchos a la justicia, como las estrellas por los siglos de los siglos” (Daniel 12:3).

Sin embargo, los fariseos y los saduceos eran todo menos verdaderos pastores. Más bien, estaban entre esos falsos profetas sobre los que Yeshua advirtió a sus discípulos, diciendo: “Guardaos de los falsos profetas. Vendrán a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos feroces. Los reconoceréis por sus frutos” (Mateo 7:15-16). Más tarde, mientras navegaba por el Mar de Galilea, Yeshua advirtió específicamente a sus discípulos sobre las falsas doctrinas que enseñaban estos malvados líderes religiosos (véase Mateo 16:5-12).

En lugar de tratar de construir el reino de Dios y establecer Su justicia en la tierra, los fariseos y saduceos se centraron en construir sus propias religiones y establecer sus propias tradiciones, “enseñando como doctrinas mandamientos de hombres” (Mateo 15:9). En lugar de alimentar al rebaño de Dios con ese conocimiento y comprensión cruciales de la justicia, “retuvieron la llave del conocimiento” de la gente e incluso trabajaron para “impedirles la entrada [al reino de los cielos]” (Lucas 11:52). En lugar de buscar “la gloria que viene del único Dios”, buscaron “la gloria de unos y otros” (Juan 5:44). En lugar de enseñar los caminos de Dios, enseñaban sus propios caminos. En lugar de vivir según las leyes de Dios, vivían según sus propias leyes.

Las palabras que Yehováh Dios dirigió al profeta Ezequiel cientos de años antes contra los malvados “pastores de Israel” de su tiempo también sirven para describir a los fariseos y saduceos con perfecta exactitud:

“La palabra de Yehováh vino a mí: ‘Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza y diles: “Esto es lo que dice el Soberano Yehováh: ‘¡Ay de vosotros pastores de Israel que sólo cuidáis de vosotros mismos! ¿No deberían los pastores cuidar del rebaño? Coméis la cuajada, os vestís con la lana y sacrificáis los animales selectos, pero no cuidáis del rebaño. No habéis fortalecido al débil ni curado al enfermo ni vendado al herido. No habéis traído de vuelta a los descarriados ni buscado a los perdidos. Los has gobernado con dureza y brutalidad'”” (Ezequiel 34:1-4).

“¿No deberían los pastores cuidar del rebaño?” es la pregunta que hace Dios. ¿No deberían los pastores fortalecer a los débiles, curar a los enfermos, vendar a los heridos? ¿No deberían traer de vuelta a los extraviados y buscar a los perdidos? En lugar de gobernar el rebaño “con dureza y brutalidad”, ¿no deberían guiarlo con amor y cuidado?

Sí. Éstos son los deberes sagrados de un pastor de Israel. Estos son los deberes que los fariseos y saduceos no cumplían, incurriendo así en la ira de Yeshua, tal como se registra en Mateo 23. Por sus graves pecados y su despreciable hipocresía, el Mesías pronunció siete “ayes” contra ellos:

Ay nº 1: “¡Ay de vosotros, maestros de la Torá y fariseos, hipócritas! Cerráis la puerta del reino de los cielos en las narices de la gente. Vosotros mismos no entráis, ni dejáis entrar a los que lo intentan”.

Ay nº 2: “¡Ay de vosotros, maestros de la Torá y fariseos, hipócritas! Viajáis por tierra y mar para ganar un solo converso y, cuando lo habéis conseguido, lo convertís en el doble de hijo del infierno que vosotros.”

Ay nº 3: “¡Ay de vosotros, guías ciegos! Decís: ‘Si alguien jura por el templo, no significa nada; pero quien jura por el oro del templo está obligado por ese juramento’. ¡Estúpidos ciegos!”

Ay nº 4: “¡Ay de vosotros, maestros de la Torá y fariseos, hipócritas! Dais la décima parte de vuestras especias: menta, eneldo y comino. Pero habéis descuidado los asuntos más importantes de la Torá: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Deberíais haber practicado estas últimas, sin descuidar las primeras. ¡Guías ciegos! Coláis un mosquito pero os tragáis un camello”.

Ay nº 5: “¡Ay de vosotros, maestros de la Torá y fariseos, hipócritas! Limpiáis el exterior de la copa y el plato, pero por dentro están llenos de avaricia y autoindulgencia. ¡Fariseo ciego! Limpia primero el interior de la copa y el plato, y entonces el exterior también estará limpio”.

Ay nº 6: “¡Ay de vosotros, maestros de la Torá y fariseos, hipócritas! Sois como sepulcros blanqueados, que por fuera parecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de todo lo inmundo. Del mismo modo, por fuera aparecéis ante la gente como justos, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y maldad.”

Ay nº 7: “¡Ay de vosotros, maestros de la Torá y fariseos, hipócritas! Construís tumbas para los profetas y decoráis las tumbas de los justos. Y decís: ‘Si hubiéramos vivido en los días de nuestros antepasados, no habríamos participado con ellos en el derramamiento de la sangre de los profetas’. Así que testificáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. Adelante, pues, y completad lo que empezaron vuestros antepasados”.

Los verdaderos pastores del Todopoderoso nunca añadirán ni quitarán nada a los mandamientos de YeHoVaH (véase Deuteronomio 4:2; 12:32). Honrarán a Dios en todo lo que hagan y sostendrán Su Torá como la norma de moralidad y rectitud a la que todos debemos atenernos. Temen a Dios y guardan Sus mandamientos” (Eclesiastés 12:13), y siempre recuerdan que “Toda palabra de Dios es intachable; Él es un escudo para los que se refugian en Él. No añadas nada a Sus palabras, o te reprenderá y te demostrará que eres un mentiroso” (Proverbios 30:5-6).

Los falsos pastores, sin embargo, crean rutinariamente sus propias reglas, leyes y definiciones personales de santidad. Al hacerlo, “anulan la palabra de Dios por [su] tradición que [han] transmitido” (Marcos 7:13). Más que esto, siempre tratarán de imponer a los demás sus reglas y leyes hechas por el hombre, no diferente de lo que hicieron los fariseos y saduceos en tiempos de nuestro Señor.

No se equivoque, el espíritu de los fariseos y saduceos está vivo y bien hoy. A menudo se ve entre el cuerpo de creyentes disfrazado de rectitud y piedad. “Porque tales personas son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se hacen pasar por apóstoles de Cristo” (2 Corintios 11:13). Debemos desconfiar siempre de ese espíritu de religión artificial. Debemos estar constantemente en guardia para asegurarnos de que ese espíritu perverso nunca entre en nuestros propios corazones y se acomode en el templo de Dios, porque sabemos que “si alguien profana el templo de Dios, Dios destruirá a esa persona; porque el templo de Dios es sagrado, y vosotros juntos sois ese templo” (1 Corintios 3:17).

Así que cuidado, hermanos míos, con esos falsos profetas y pastores malvados, porque “muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Juan 4:1). Como nuestro Señor nos ha instruido, debemos reconocerlos por sus frutos. Si enseñan que la Torá de Dios es antigua, obsoleta o que ha sido abolida, usted sabe quiénes son. Si están añadiendo y restando a los mandamientos de Dios, usted sabe quiénes son. Si le están criticando o condenando por ciertos comportamientos no especificados en la Torá, usted sabe quiénes son.

Tales pastores -si no se arrepienten de su maldad- tienen los “Siete Ayes” de Yeshua pronunciados sobre ellos. Para ellos, nuestro Señor declara: “¡Serpientes! ¡Cría de víboras! ¿Cómo podréis escapar de la condenación del infierno?”. (Mateo 23:33). Verdaderamente, ¡ay de los tales!

Que nunca seamos presa de los falsos pastores del mundo. YeHoVaH esté con todos ustedes. Amén.


DALL·E 2024-07-30 16.20.00 - A realistic depiction of the Apostle Paul teaching passionately in a First Century synagogue. He is addressing an attentive audience with expressive h

Pablo: El Brillante y Malinterpretado Apóstol

En pocas palabras, Pablo era un hombre brillante. Y como suele suceder a todos los hombres brillantes, su propia inteligencia puede resultar un tropiezo para los demás.

Las cartas de Pablo contienen algunas cosas difíciles de entender, que los ignorantes e inestables tergiversan, como hacen con las demás Escrituras, para su propia perdición. (2 Pedro 3:16).

Mientras viajaba por el camino de Damasco, el hombre que más tarde se convertiría en uno de los instrumentos más poderosos en manos de Dios para predicar el evangelio a las naciones gentiles tuvo un encuentro literalmente cegador con el Señor Yeshua. Ese hombre era Saulo, o Pablo como se le conocía en griego (“Paulos”).

Habiendo sido cegado espiritualmente a la verdad por las falsas tradiciones de los fariseos, Pablo había pasado toda su vida siendo criado y educado en las profundidades de la religión hecha por el hombre. Ahora, literalmente cegado por la realidad de que Yeshua es el verdadero Mesías, Pablo tuvo que volver a aprender aquellas cosas en las que había sido educado para creer. Después de pasar algún tiempo en Arabia (muy probablemente en el monte Sinaí), el hombre que había sido extremadamente celoso de las tradiciones de sus padres (véase Gálatas 1:11-18) creció hasta volverse aún más celoso de la verdad del Hijo Amado de Dios.

Pablo viajó por todas partes predicando las buenas nuevas de Yeshua Mesías, razonando a partir de las Escrituras con los judíos en sus sinagogas (véase Hechos 17:2) y predicando también a las naciones gentiles el hermoso mensaje de salvación del Dios de Abraham, Isaac y Jacob. El mismo hombre que había sido alumno aventajado del gran rabino judío Gamaliel (véase Hechos 22:3) llegaba ahora a fariseos y paganos por igual con la misma palabra de verdad que entregaban Pedro, Santiago, Juan, Andrés y los demás apóstoles del Mesías, con una diferencia: Pablo era excepcionalmente inteligente.

No estoy diciendo que Pedro, Santiago, Juan y Andrés no lo fueran . Sin duda eran inteligentes, sabios y personalmente llamados, enseñados y calificados por el propio Maestro. Pero también habían sido criados para ser simples pescadores en el mar de Galilea. Pablo había sido criado para ser uno de los más grandes rabinos de los fariseos. Pedro y los demás apóstoles habrían oído predicar la Torá y los Profetas el sábado en las sinagogas. Pablo habría memorizado literalmente la Torá y los demás libros sagrados para citarlos textualmente.

La inteligencia y familiaridad de Pablo con las Escrituras hebreas (conocidas por los cristianos de hoy como “el Antiguo Testamento”) se aprecia claramente a lo largo de sus trece cartas (o “epístolas”). Cita la Torá un total de 45 veces. Cita a los Profetas 53 veces, siendo Isaías el más citado con 36 veces. Los Salmos son citados 23 veces. Otros libros de las Escrituras hebreas son citados o referenciados otras 10 veces. En total, Pablo cita directamente o parafrasea las Escrituras 131 veces.

En pocas palabras, el hombre era brillante. Y como todos los hombres brillantes, su propia inteligencia puede resultar un tropiezo para los demás. Las epístolas de Pablo -aunque son perfectamente ciertas y nunca contradicen la Torah de Dios- han demostrado ser las más difíciles de entender correctamente de entre todos los libros bíblicos, lo que facilita que los ignorantes las malinterpreten o incluso que los deliberadamente taimados las distorsionen. Esta mala interpretación o distorsión deliberada de las cartas de Pablo puede resultar extremadamente peligrosa, incluso condenatoria para el alma si conduce a un rechazo de los mandamientos de Yehováh y de la obediencia a Sus caminos.

Pedro, que conocía personalmente a Pablo y comprendía que sus epístolas nunca enseñaron nada contrario a la Torá de Dios, advirtió a sus lectores de esta realidad, diciendo: “Tened en cuenta que la paciencia de nuestro Señor significa la salvación, al igual que nuestro querido hermano Pablo también os escribió con la sabiduría que Dios le dio. Escribe de la misma manera en todas sus cartas, hablando en ellas de estos asuntos. Sus cartas contienen algunas cosas DIFÍCILES DE ENTENDER, que la gentes ignorantes e inestables DISTORSIONAN, como hacen con las demás Escrituras, para SU PROPIA DESTRUCCIÓN” (2 Pedro 3:15-16, énfasis añadido).

En el versículo siguiente, Pedro advierte severamente a sus lectores que nunca se dejen llevar por los sin ley (literalmente, los sin Torah): “Así que vosotros, amados, conociéndolo de antemano, guardaos para que no caigáis de vuestra firmeza arrastrados por EL ERROR DE LOS LIBERTINOS”. 2 Pedro 3:17.

Yeshúa Mesías profetizó que vendrían muchas personas así: aquellas que le llamarían su “Señor” pero que “no harían lo que [él dice]” (Lucas 6:46). Tales personas no entrarán en el reino de los cielos, porque han seguido un estilo de vida sin la Torá y no han hecho la voluntad del Padre Eterno mientras estaban en la tierra. “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre expulsamos demonios y en tu nombre hicimos muchos milagros?’. Entonces les diré claramente: ‘Nunca os conocí. Aléjense de mí, ustedes que practican la INJUSTICIA’ “. (Mateo 7:21-23, énfasis añadido).

Que conste que amo y aprecio las cartas de Pablo. Sus cartas son hermosas, verdaderas y llenas de gran sabiduría del Todopoderoso. Simplemente entiendo lo mismo que entendió el apóstol Pedro: Pablo es el más difícil de todos los escritores bíblicos de interpretar correctamente. Por eso, mi aliento personal a todos sería que Pablo sea el ÚLTIMO autor de la Santa Biblia que lean, nunca el primero. Nunca comiencen sus estudios bíblicos con Pablo ni establezcan sus doctrinas con sus cartas. La probabilidad de distorsionar su mensaje e intención es simplemente demasiado grande si lo hace.

En su lugar, animaría a todo el mundo a comenzar sus estudios con la Torá (Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio) y con las palabras directas de Yeshua Mesías (Mateo, Marcos, Lucas, Juan). Después, prosiga con el estudio de literalmente todos los libros adicionales de la Biblia. Luego, después de obtener una comprensión adecuada de las mismas Escrituras que Pablo conocía tan bien, estudie a Pablo. Al hacerlo, la probabilidad de distorsionar sus epístolas y ser “arrastrado por el error de los inicuos” para su “propia destrucción” (2 Pedro 2:17, 16) se reduce significativamente.

Shalom, amigos míos, y que Dios esté con todos ustedes.