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Parashá Re-eh – La Bendición y la Maldición
Deuteronomio 11:26 – 16:17

La parashá Re’eh, que significa “ver” en hebreo, presenta un momento crucial en el discurso de Moisés al pueblo de Israel antes de entrar a la Tierra Prometida. En esta porción, Moisés pone ante el pueblo una elección clara y contundente: la vida o la muerte, la bendición o la maldición.

Este discurso sucede justo antes de que el pueblo de Israel cruce el Jordán y entre en la tierra de Canaán, en la llanura de Moab, en las proximidades del río Jordán, poco antes de la muerte de Moisés y la sucesión de Josué como líder del pueblo.

La elección no es un evento único, sino un camino que se recorre a lo largo de la vida. Cada día se presentan nuevas oportunidades para elegir entre lo bueno y lo malo, entre obedecer o transgredir los mandamientos de Yehováh.
Esta elección tiene profundas implicaciones para nuestra vida diaria. Al elegir la bendición, estamos eligiendo vivir una vida de propósito y de conexión con Yehováh y con los demás. Al elegir la maldición, estamos eligiendo un camino de aislamiento, sufrimiento y decadencia espiritual.

En Resumen:

La parashá Re’eh nos presenta un mensaje claro y contundente: el libre albedrío es un regalo divino y una responsabilidad ineludible. La obediencia a Yehováh conduce a la vida en plenitud, mientras que la desobediencia trae consigo consecuencias devastadoras. Este mensaje sigue siendo relevante hoy en día, y nos invita a reflexionar sobre nuestras propias elecciones y a construir una vida con fundamento en Su Palabra.

Preguntas para reflexionar: 

  1. ¿Cuáles son las dos opciones que le presenta Yehováh a los israelitas y qué significa cada una de ellas?
  2. ¿Por qué es importante ayudar a los menos favorecidos, como los huérfanos y las viudas, según la parashá Re’eh?
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Parashá Devarim – Recordatorio del Pacto y la Obediencia
Deuteronomio 1:1 – 3:22

La Parashá Devarim es la primera sección del libro de Deuteronomio que es un resumen de la Torá de Yehováh. Se enfoca en el discurso de Moisés al pueblo de Israel, en el cual repasa los eventos y las lecciones de los cuarenta años de peregrinación en el desierto. Moisés recuerda la travesía del pueblo, las instrucciones de Yehováh, y las decisiones tomadas, incluyendo la designación de líderes y jueces.

Esto se sitúa poco antes de la muerte de Moisés, en la región de Moab, específicamente en el lado oriental del río Jordán, frente a la ciudad de Jericó. El recuento sirve como preparación para la entrada a la Tierra Prometida, y nos hace recordar la importancia de la obediencia al Altísimo y la observancia a sus mandamientos.

La historia de Moisés, quien no puede entrar a la Tierra Prometida debido a un error que cometió, nos recuerda que todos somos responsables de nuestras acciones, sin importar nuestra posición o estatus. La justicia de Yehováh es imparcial, y debemos ser conscientes de las consecuencias de nuestras decisiones y acciones.

Enseñanza: Aprender de los errores. El hecho de que Moisés repase con detalle las faltas y las quejas del pueblo, demuestra un deseo de parte de él de que el pueblo no repita los mismos errores en el futuro. Y de la misma manera, tal como lo dice Pablo en su primera carta a los Corintios: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” 1 Corintios 10:11.

The Milky Way Arch above Joshua Tree

Exhortación y discurso final de Josué

Es tiempo de volvernos a este llamado que hizo Josué a Israel, de regreso nuevamente a la senda antigua.

Las palabras finales de un hombre, previo a su muerte, pueden ser las más importantes de toda su vida, y esto no fue la excepción para Josué, un varón esforzado y valiente, temeroso y siervo del Dios Altísimo, el cual introdujo a Israel a la tierra prometida.

Demos un vistazo y analicemos esas últimas palabras de Josué que, hasta el día de hoy, hacen eco y son de relevancia para los hijos de Israel e incluso tienen una aplicación válida para nuestras vidas en el día a día.

Las Escrituras nos dicen que Josué ya era un hombre viejo que estaba próximo a morir. Había cumplido su propósito; ya que a través de él, Yehováh había dado descanso a Israel de sus enemigos en parte, porque la tierra no había sido conquistada en su totalidad y aún faltaban enemigos por derrotar.

Es en este momento que Josué reúne al pueblo y manda a llamar a los ancianos, príncipes y jueces de Israel para pronunciar lo que sería su última exhortación a un pueblo que ahora tendría que continuar sin la figura de un líder.

Uno de los primeros aspectos que destaca Josué, es el hecho de que Yehováh es quien ha peleado por Israel. ¿Por qué esto es importante? Porque anteriormente se nos había dicho en la Torá, que cuando Yehováh nos introdujera en la buena tierra, no debíamos decir en nuestro corazón: “mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza”, sino que deberíamos acordarnos de Yehováh, porque es Él quien nos da el poder para hacer las riquezas (Dt 8:17-18) y el que pelea por nosotros.

Josué también menciona cómo las tribus de Israel recibieron su heredad tras haber “echado suertes”, dando cumplimiento así a la voluntad de Yehováh expresada en Números 33:54, cuando dijo que la tierra iba a ser entregada por sorteo a las familias; las tribus más pequeñas recibirían menos y las más grandes recibirían mayores extensiones.

Posteriormente Josué vuelve a profetizarle al pueblo que Yehováh les entregaría en sus manos al resto de sus enemigos. Esto había sido anunciado en Números 33:53, cuando Yehováh les había dicho que Israel expulsaría a los moradores de la tierra. 

Luego, Josué hace un importante llamado al pueblo a guardar y hacer todo lo que dice la ley de Moisés (la Torá), lo cual incluía que Israel no debía mezclarse con otras naciones, ni jurar por el nombre de sus dioses, ni servirlos, ni inclinarse ante ellos.

Tampoco los hijos de Israel deberían contraer matrimonio con gentes de las naciones, porque si lo hacían, Dios no entregaría ya más a sus enemigos en sus manos, porque aquellas personas les serían por lazo, tropiezo, azote y espinos para sus ojos, hasta que perecieran de la buena tierra que Yehováh les había dado.

Josué afirma que se había cumplido ciertamente la palabra buena que Yehováh había dicho sobre Israel, pero advierte que de la misma manera se cumpliría la palabra mala si Israel quebrantaba el pacto.

Seguidamente, Josué le recuerda al pueblo cómo los antiguos habían venido del otro lado del Jordán (refiriéndose a los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob) y cómo Israel descendió a Egipto junto con sus hijos. Allí Yehováh levantó a un libertador (Moisés) e hirió a Egipto para así sacar a los hijos de Israel de esclavitud. Josué les narra cómo Yehováh libró a sus padres de mano de Faraón y los hizo pasar en seco por el Mar de Juncos. Seguidamente, los llevó por el desierto dándoles provisión y abrigo, hasta que llegaron a Canaán, donde se enfrentaron a diferentes pueblos, y Yehováh les entregó a sus enemigos en sus manos.

Hay que recordar que a medida que Josué les hace este resumen de su paso por el desierto y de la protección de Yehováh, él mismo vivió en carne propia toda esta travesía, y sus ojos vieron todas las maravillas que Yehováh hizo por ellos hasta traerlos a la tierra que había jurado a sus padres, donde ahora disfrutarán de los frutos que ellos no plantaron y las ciudades que ellos no edificaron.

Después, Josué reta al pueblo a temer a Yehováh y a servirle, y los exhorta a remover los dioses a los cuales sirvieron nuestros padres al otro lado del Jordán, ya que, de no hacerlo así, Yehováh mismo se volvería y los consumiría después de haberles hecho bien. Ante estas palabras, el pueblo se comprometió ante Josué a seguir y servir a Yehováh, guardando sus mandamientos.

Finalmente, Josué les entrega unas últimas indicaciones y levanta una piedra como testigo. Lamentablemente, sabemos por la narración bíblica que Israel quebrantó el pacto más adelante y por esta razón fueron esparcidos por toda la tierra.

Es tiempo de volvernos a este llamado que hizo Josué a Israel, de regreso nuevamente a la senda antigua, al Camino recto, a guardar los mandamientos de Yehováh, a servirlo y a amarlo solo a Él.

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Parashá Balak – Cuando lo Sobrenatural se manifiesta
Números 22:2 – 25:9

¿Ha escuchado usted alguna vez a un animal que hable? Esta es la razón por la que esta parashá en particular es tan interesante y peculiar, ya que esto fue lo que le sucedió al profeta Balaam… veamos los detalles.

La Parashá Balak es una sección de la Torá que abarca desde Números 22 hasta el capítulo 25. Se centra en Balak, rey de Moab, quien temiendo la expansión y el poder de los israelitas, contrató al profeta Balaam, conocido por su habilidad para bendecir o maldecir eficazmente, con la esperanza de debilitar a sus enemigos, el pueblo de Israel.

La interacción entre estos dos personajes es clave en esta historia. Balaam se ve seducido por la oferta de Balak el cual le ofrece grandes riquezas a cambio de que cumpla su deseo. Balaam se encuentra atrapado en un conflicto debido a las instrucciones que recibe de parte de Yehováh. A lo largo de su viaje hacia Moab, Balaam experimenta varias señales divinas, incluyendo una conversación sobrenatural con su asna, que ve un ángel bloqueando su camino. Este relato destaca temas de obediencia y la soberanía del Altísimo, ya que, a pesar de los intentos de Balak, Balaam termina bendiciendo a Israel, cumpliendo así la voluntad divina en lugar de los deseos del rey de Moab.

Esta historia nos enseña varias lecciones valiosas. En primer lugar, nos recuerda la importancia de la emunáh (fe) y la confianza en Yehováh, especialmente en momentos de dificultad y peligro. También se destaca la necesidad de la integridad y la honestidad, ya que Balaam, a pesar de sus intenciones iniciales, finalmente obedece la Palabra de Yehováh y pronuncia las palabras que Él le ordena. Además, la intervención del asna de Balaam nos enseña a ser sensibles a las señales y manifestaciones del Todopoderoso, que pueden venir de las fuentes más inesperadas. En resumen, la parashá de Balak nos invita a reflexionar sobre la soberanía de nuestro Padre, Su protección hacia su pueblo y la importancia de actuar con integridad y obediencia a sus mandamientos.

Exhortación: Seamos humildes delante del Creador y no permitamos qué nuestra terquedad llegue a tal punto ¡que Yehováh tenga que hablarnos a través de una asna!

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Parashá Shelaj Lejá – Visión y Valentía
Números 13:1–15:41

La parashá Shelaj leja la encontramos en Números 13:1 – 15:41 y nos revela un emocionante cuadro profético para los tiempos finales. Es como tener en nuestras manos una pincelada de lo que va a acontecer en torno a los hijos de Israel cuando suceda la Segunda Venida de Yeshúa. Al mismo tiempo, esta porción hace un llamado de exhortación a creer y a confiar en las promesas que ha dicho el Todopoderoso con respecto a su pueblo. 

Este segmento de la Escritura nos provee una poderosa y relevante enseñanza para nuestro caminar en la fe hoy en día. Los doce espías regresaron de la tierra con dos informes distintos: un reporte lleno de temor y pesimismo, mientras que Caleb y Josué ofrecieron un mensaje de fe y esperanza.

En nuestra vida diaria, al igual que los diez espías que trajeron el reporte negativo, enfrentamos situaciones que pueden parecer abrumadoras. Los “gigantes” y “ciudades fortificadas” de nuestros tiempos pueden tomar la forma de problemas financieros, enfermedades, conflictos personales o incertidumbres mundiales. Sin embargo, Caleb y Josué nos muestran otra forma de ver las circunstancias. Su informe positivo no ignoraba las dificultades, pero se centraba en la fidelidad de Yehováh y en Su poder para superar cualquier obstáculo. Ellos recordaron al pueblo que el Altísimo había prometido entregarles la tierra y ¡que Su palabra es digna de confianza!

Preguntas para reflexionar

Pensemos en estos cuatro aspectos que son muy importantes en nuestra vida:

    1. Diez espías regresaron y trajeron un reporte negativo y sólo dos espías tuvieron visión para mirar la promesa de Dios haciéndose realidad en sus vidas y la de sus familias, ¿a cuál grupo pertenecerías tú?
    2. Yehováh prometió que levantaría a un hombre como Moisés que debíamos escuchar y obedecer… ¿Estás preparado para seguir y escuchar a Yeshúa a medida que nos lleva de vuelta a obedecer los mandamientos del Todopoderoso sin importar lo que digan o piensen los demás?
    3. El cuarto mandamiento dice que debemos de recordar el día de Shabbat para apartarlo, porque Yehováh lo bendijo y lo santificó. ¿Es el Shabat verdaderamente una señal entre tú y el Altísimo tal como Él lo estableció en su Torá? (Ex 31:13).
    4. Quizá tú profesas ser seguidor de Yeshúa el Mesías, usas los tzit tzit diariamente y guardas el Shabbat y la dieta del Creador. ¿Pero te comportas de verdad como un embajador del Reino de los Cielos? Recordemos las palabras de Pablo a los Romanos cuando dijo que no son los oidores de la Torá los que serían justificados ante Dios sino los hacedores.

¡Amemos a Yehováh con todo nuestro corazón y al prójimo como a nosotros mismos, tal como lo dijo Yeshúa, y al hacerlo así cumpliremos la Torá y los profetas!

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Sobrellevando el Trauma y el Dolor

Estamos aquí porque Dios quiso que estuviéramos, y porque hay una tarea que debemos cumplir.

La parashá de esta semana nos habla acerca de la vida de Sara y al mismo tiempo nos provee una enseñanza acerca de cómo el patriarca Abraham logró sobrellevar el trauma y el dolor al final de sus días.

Abraham era un hombre mayor y ya había pasado por dos eventos que habían marcado su vida y que estaban relacionados con las personas que él más amaba en el mundo. El primero tenía que ver con su hijo, a quien había esperado toda la vida, Isaac. Él y Sara habían perdido la esperanza, pero Dios les dijo que tendrían un hijo y que sería el que continuaría el pacto. Pasaron los años. Sara no concibió. Ella había envejecido, pero Dios había dicho que tendrían un hijo.

Finalmente llegó. Hubo gozo. Sara dijo: “Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo” (Gn 21:6). Luego vino el momento aterrador cuando Dios le dijo a Abraham: “Toma ahora tu hijo, tu único hijio, Isaac, a quien amas… y ofrécelo en holocausto” (Gn 22:2). Abrahám no se quejó ni se tardó. Los dos viajaron juntos, y en el último momento vino la orden del cielo diciendo: “¡Alto!”. ¿Cómo sobreviven un padre y un hijo a un trauma como este?

Luego vino el dolor. Sara, la amada esposa de Abraham, murió. Ella había sido su compañera compartiendo el viaje con él mientras dejaban atrás todo lo que conocían; su tierra, su lugar de nacimiento y sus familias. Incluso, en un par de ocasiones salvó la vida de Abraham haciéndose pasar por su hermana.

¿Qué hace un anciano como Abraham (la Torá lo llama “viejo y avanzado en años” Gn 24:1) después de tal experiencia y dolor? Es posible que hubiera tristeza en su corazón. Había hecho lo que Yehováh le había pedido. Sin embargo, no todas las promesas de Dios se habían cumplido. En varias ocasiones Dios le prometió la tierra de Canaán, pero cuando Sara murió no poseía aún nada de ella, ni siquiera un sitio para enterrar a su esposa. Yehováh le había prometido muchos hijos, una gran nación, muchas naciones, tantas como la arena del mar y las estrellas del cielo. Sin embargo, solo tenía un hijo, Isaac, a quien casi pierde, y que estaba aún soltero a la edad de treinta y siete años. Abraham tenía todas las razones para estar triste.

Sin embargo, supo sobrellevar esta situación. La Torá nos dice que “…vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla” (Gn 23:2) Luego inmediatamente leemos: “Y se levantó Abraham de delante de su muerta…”. Después de esto, él tuvo dos cosas en mente: primero comprar un terreno para enterrar a Sara, y segundo encontrar una esposa para su hijo. Es muy interesante que estos dos aspectos están relacionados con las dos promesas divinas: la tierra y la descendencia. Abraham no esperó a que Dios actuara; él entendió que debía tomar acción.

¿Cómo superó Abraham el trauma y el dolor? ¿Cómo se sobrevive a la prueba de casi perder al único hijo y a la perdida de la esposa, y aún así tener las ganas de continuar? ¿Qué impulsó y motivó a Abraham a seguir adelante?

La Torá nos habla de dos personajes que, ante el trauma y el dolor, tomaron una actitud distinta y por ende solo uno de ellos pudo seguir hacia adelante. El primero se trata de Noé, el hombre más justo de su generación. A pesar de que el mundo entero sufriría una catástrofe y sería destruido por el diluvio, Noé decidió obedecer a Yehováh y de esta manera pudo salvar su vida y la de su familia.

Caso contrario fue el de la esposa de Lot, quien desobedeció la instrucción de los ángeles, y “miró hacia atrás” mientras las ciudades de Sodoma y Gomorra desaparecían bajo la lluvia de azufre y la ira de Dios. De inmediato se convirtió en una columna de sal, a causa de la conmoción y de la incapacidad de no poder seguir adelante. El trasfondo de estas dos historias nos ayuda a comprender a Abraham después de la muerte de Sara. Abraham tuvo la capacidad de enfocarse en construir el futuro y no quedar preso del pasado como le sucedió a la esposa de Lot.

Abraham tenía presente la promesa. Sara había muerto. Isaac no estaba casado. Abraham no tenía ni tierra ni nietos. Él no le reclamó a Dios ni se angustió. Por el contrario, fue sensible al llamado de Yehováh de seguir adelante y confiar. Así es como Abraham sobrevivió a la conmoción y al dolor.

No permita Yehováh que experimentemos nada de esto, pero si llegara a pasar, sigamos el ejemplo de Abraham, el cual se enfocó en la promesa.

No estamos aquí por accidente. Estamos aquí porque Dios quiso que estuviéramos, y porque hay una tarea que debemos cumplir. Descubrir qué es eso no es fácil y, a menudo, lleva muchos años y frustraciones. Cada uno de nosotros tenemos algo que Dios nos está llamando a hacer, tenemos un propósito por cumplir.

No permitamos que nuestro pasado nos detenga, sino por el contrario, ¡aprendeamos a sobrellevar el dolor tal como Abraham, y enfoquemos las promesas de Yehováh para nuestra vida!

¡Shalom!

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Parashá Bamidbar – El Censo
Números 1:1 – 4:20

La parashá Bamidbar, que se encuentra en Números 1:1 – 4:20, narra los preparativos y la organización del pueblo de Israel en el desierto del Sinaí, durante el segundo año después de su salida de Egipto. Esta sección comienza con un censo detallado de los varones mayores de veinte años, aptos para el servicio militar y organizados según sus tribus y clanes.

También se describe cómo deben acampar y marchar las tribus alrededor del Tabernáculo, con instrucciones específicas para los levitas, quienes son responsables del transporte y cuidado de este y de sus utensilios sagrados. El censo y la organización buscan establecer orden y estructura en la comunidad israelita mientras se preparan para avanzar hacia la Tierra Prometida.

Todo esto ocurre  en un momento crucial de la historia de los hijos de Israel, cuando están en transición entre su esclavitud en Egipto y su establecimiento como una nación libre en la Tierra Prometida. Habiendo recibido la Torá en el Monte Sinaí, los hijos de Israel ahora deben aprender a vivir y funcionar como una comunidad organizada bajo la guía de Yehováh. Tanto el censo como la organización que se nos narran en estos capítulos, eran pasos esenciales para la formación de la identidad nacional y la fe, asegurando que cada miembro de la comunidad tuviera un papel definido en el funcionamiento de la nación y en el desarrollo del culto a Dios.

Nuestra porción, menciona un aspecto interesante de la tribu de Leví: no fue contada junto con las demás tribus en el censo militar. Esto se debió a que los levitas fueron asignados a tareas sagradas relacionadas con el Tabernáculo, destacando su rol único y diferente dentro de la comunidad hebrea. Esta distinción subraya la importancia del servicio ministerial en el pueblo de Israel, indicando que mientras la defensa y la estructura tribal son cruciales, la conexión con el Altísimo y el mantenimiento del santuario también lo son. Además, este énfasis en los levitas resalta la idea de que cada grupo y cada individuo tiene una función específica y valiosa dentro de la congregación.

Reflexión: los levitas actuaban como intermediarios entre Yehováh y el pueblo de Israel enseñando la Torá, realizando rituales y sacrificios, y manteniendo el servicio en el Tabernáculo. De esta misma manera vemos el rol de Yeshúa como mediador entre Yehováh y su pueblo. Yeshúa, como el Sumo Sacerdote eterno según el orden de Melquisedec, se ofreció a sí mismo como el sacrificio perfecto. Su vida, muerte y resurrección establecen una nueva y eterna conexión con el Altísimo, facilitando así el perdón de los pecados y la reconciliación, y cumpliendo la función mediadora de los levitas al proporcionar un acceso directo y permanente al Padre.