Por: Harold Calvo -
Lucas 10:17-20 – 14 de diciembre, semana 38-42
Los setenta discípulos regresaron gozosos de las ciudades donde Yeshúa les había enviado a testificar acerca del Reino de los Cielos justo antes de la Fiesta de Janucá. Vinieron muy emocionados acerca de los milagros y las maravillas que pudieron llevar a cabo en el nombre del Maestro. Imaginémonos las emoción que podrían tener:
“¡¡Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre!!” (Lucas 10:17).
Hace varios años atrás, recuerdo cómo el sueño de muchos que pertenecíamos al grupo de jóvenes de la iglesia a la que asistíamos, era el de llegar a convertirnos en grandes predicadores, imitando las acciones y los milagros que llevaron a cabo “los generales de Dios”, los personajes famosos de la Biblia, los profetas, y por supuesto los discípulos de Yeshúa.
Recuerdo que organizábamos giras evangelistas a lugares rurales donde el evangelio difícilmente se conocía, por la ausencia de iglesias cristianas y tampoco existían medios de comunicación que llegaran a tales sectores. Era un sentimiento muy sincero por parte nuestra por ver a la gente de estas comunidades sanarse, y en ocasiones ser liberados de opresiones demoníacas lo cual era muy gratificante.
Fueron tiempos preciosos donde realmente vimos la mano del Todopoderoso operando, y pudimos experimentar (así como los discípulos) milagros asombrosos, liberaciones y gente siendo restaurada de una condición precaria espiritual.
Pero en esta ocasión, una vez más vemos como Yeshúa nos lleva a un nivel superior de entendimiento y nos enseña una de las lecciones más importantes que encontramos en la narrativa de los evangelios, donde él mismo manifiesta que nos da autoridad para resistir al adversario pero nos dice dónde debe de estar nuestro enfoque:
“He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lucas 10:19-20).
¡Qué gozo saber que el Padre nos ha dado autoridad! y que podemos estar confiados de que “nada nos dañará”, pero mayor gozo debemos de tener al saber que “nuestros nombres están escritos en el libro de la vida”, bendito sea el nombre de Yehováh.