Somos llamados a ser Luz en medio de la Oscuridad

Desde el principio, el Creador separó la luz de las tinieblas, mostrando que Su naturaleza es luz y que en él no hay tinieblas

En Éxodo 25:31-40, Yehováh da instrucciones a Moisés sobre la construcción del candelabro de oro para el Tabernáculo. Este candelabro no solo iluminaba el lugar santo, sino que también simbolizaba la presencia y la gloria del Todopoderoso en medio de Su pueblo. La luz del candelabro nos recuerda nuestra misión como creyentes: ser luz en un mundo lleno de oscuridad.

Desde el principio, el Creador separó la luz de las tinieblas (Génesis 1:3-4), mostrando que Su naturaleza es luz y que en él no hay tinieblas (1 Juan 1:5). Yeshúa dijo:

“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

Pero también nos dio una responsabilidad:

“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (Mateo 5:14).

Yehováh nos llama a reflejar Su luz a través de nuestras acciones, palabras y forma de vivir. Así como el candelabro en el Tabernáculo no debía apagarse, nuestra fe y testimonio deben brillar constantemente en un mundo que necesita esperanza.

A lo largo de la historia bíblica, encontramos personajes que iluminaron su generación con su fe y obediencia a Yehováh, a pesar de vivir en tiempos difíciles.
José en Egipto (Génesis 39-50) José fue vendido como esclavo por sus hermanos y luego encarcelado injustamente en Egipto. Sin embargo, nunca perdió su fe. Su integridad y sabiduría lo llevaron a convertirse en gobernador, trayendo salvación a muchas personas durante la hambruna. A través de su vida, se cumplió lo que dice Proverbios 4:18:

“Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.”

Daniel en Babilonia (Daniel 1-6) Daniel fue llevado cautivo a Babilonia y enfrentó muchas pruebas, incluyendo la prohibición de orar al Altísimo. Pero su firmeza en la fe lo convirtió en una luz en un reino pagano. Su testimonio fue tan fuerte que incluso el rey Darío reconoció al Dios de Daniel como el Dios vivo (Daniel 6:26).
Ester en Persia (Ester 4-7) Ester, una jóven hebrea en una tierra extranjera, se convirtió en reina de Persia. Cuando su pueblo fue amenazado de exterminio, ella arriesgó su vida para interceder ante el rey. Su valentía salvó a toda una nación y mostró que el Todopoderoso puede usar a cualquiera para llevar luz en tiempos de crisis.

Pablo en medio de la persecución (Hechos 16, 2 Corintios 11:23-28) Pablo llevó el evangelio a muchas naciones a pesar de ser perseguido, encarcelado y golpeado. Su amor por el Mesías lo llevó a declarar:

“Para mí el vivir es el Mesías, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21).

Aún en la prisión, cantaba y predicaba, demostrando que la verdadera luz no depende de las circunstancias externas, sino de la presencia de Yehováh en nosotros.

El llamado del Padre no es solo para unos pocos, sino para todos los que le siguen. En Isaías 49:6, Yehováh dice:

“Te pondré por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra.”

Este pasaje profético apunta a nosotros como Su pueblo. Estamos llamados a ser testigos de Su amor, justicia y verdad en medio de un mundo que muchas veces elige la oscuridad.

¿Cómo podemos ser luz en nuestra vida diaria?

Ser luz no significa solo predicar, sino vivir de manera que refleje a Yeshúa:
Mostrar amor y compasión: En un mundo egoísta, actos de bondad pueden tocar corazones y revelar el carácter de Yehováh.

  • Mantener la integridad: No ceder ante la corrupción y la mentira demuestra que seguimos principios superiores.
  • Compartir la Palabra de Dios: La Escritura nos llama a llevar el Evangelio a todas las naciones (Marcos 16:15).
  • No conformarnos con el mal: Romanos 12:2 nos exhorta a no amoldarnos a este mundo, sino a ser transformados por la renovación de nuestro entendimiento.

Reflexión Final

Les invito a reflexionar acerca de esto: Vivimos en tiempos de oscuridad moral y espiritual, pero Yehováh nos ha llamado a ser luz. No importa dónde estemos o qué circunstancias enfrentemos, nuestra vida debe brillar con la presencia del Mesías. Como el candelabro en el Tabernáculo, nuestra luz debe brillar con la luz del Padre, iluminando nuestro entorno con amor, verdad y fe.
Yeshúa nos ha dejado esta gran responsabilidad:

“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:16).

Que nuestra vida refleje Su luz y llevemos esperanza a un mundo que tanto la necesita.

¡Shalom!


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