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La parashá Emor se encuentra en el libro de Levítico (Lv 21:1 – 24:23) y se enfoca en las leyes y rituales relacionados con la santidad, la pureza y el servicio en el Tabernáculo. Emor, que significa “diles“, inicia con instrucciones específicas dirigidas a los sacerdotes sobre cómo mantener su consagración mientras llevan a cabo sus deberes sagrados.

Desde las restricciones sobre quiénes pueden oficiar en el servicio sagrado hasta las normativas sobre la pureza ritual y los días festivos, esta sección de la Torá establece las pautas para mantener la santidad, el orden y la conexión entre la práctica espiritual y la vida cotidiana en la congregación de Israel. 

Además, detalla las exigencias de integridad física y moral para aquellos que sirven como sacerdotes, subrayando la importancia de una conducta ejemplar en medio del  servicio del Santuario.

Emor” nos invita a reflexionar sobre la importancia de la integridad en nuestras vidas cotidianas. Las normas detalladas para los sacerdotes y las festividades nos recuerdan que, aunque nuestras vidas modernas son muy diferentes, la necesidad de vivir con principios elevados y una conducta ética sigue siendo fundamental. También, esta parashá nos desafía a considerar cómo podemos mantener nuestra propia “pureza” en un sentido contemporáneo, cultivando valores como la honestidad, la responsabilidad y el respeto hacia los demás. Al igual que los sacerdotes tenían un rol especial en su comunidad, cada uno de nosotros puede buscar maneras de contribuir positivamente a nuestra sociedad, infundiendo nuestras acciones diarias con un sentido de propósito y dignidad.

También, los sacerdotes actuaban como mediadores entre Yehováh y el pueblo, lo cual era una sombra profética del rol de Yeshúa, como nuestro Sumo Sacerdote. Los sacerdotes ofrecían sacrificios de sangre en el altar, esto prefiguraba el sacrificio de Yeshúa en el madero. La sangre purificaba y reconciliaba al pueblo con el Todopoderoso. Los sacerdotes tenían acceso al Lugar Santo y al Lugar Santísimo en el tabernáculo. Esto simbolizaba el acceso a la presencia del Altísimo. De la misma manera, Yeshúa abrió el camino para que ahora todos podamos “acercarnos confiadamente al trono de la gracia y alcanzar misericordia” (Heb 4:16). 

En resumen, las leyes para los sacerdotes apuntaban hacia Yeshúa como el Sumo Sacerdote perfecto, el cual cumplió con cada unos de los requerimientos y ¡nos reconcilió con nuestro Padre celestial!

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