Sueños místicos e incidentes asombrosos sucedieron en la vida de Jacob, que estuvo repleta de vicisitudes y desafíos que pusieron a prueba su fe.
Pocos personajes bíblicos tienen la prominencia de Ya’akov, Jacob, en la historia del pueblo de Israel. Ya’akov fue el mismísimo padre de los doce hombres que fundaron cada una de las tribus del pueblo de Israel. Nieto de Avraham, e hijo de Itzjak, la promesa del Eterno le fue reafirmada en varias ocasiones a través de las Escrituras. Sueños místicos e incidentes asombrosos sucedieron en su vida, repleta de vicisitudes y desafíos que pusieron a prueba su fe.
Ya’akov fue una de las pocas personas en las Escrituras a las que sabemos que les fue cambiado el nombre, y esto representa un cambio espiritual que él vivió en su vida, a raíz de todas sus experiencias y propósito profético. Pero antes de que su nombre fuese cambiado a Israel, él nació con el nombre de Ya’akov.
יַעֲקֹב
Ya’akov (Jacob)
Como casi todos los nombres hebreos, el de Ya’akov también está relacionado con las circunstancias que rodearon su nacimiento. Rebeca, su madre, había tenido revelación previamente, acerca de la concepción de gemelos en su vientre, y el hecho de que ya se peleaban antes de nacer estaba relacionado con el destino profético de los descendientes de estos dos hermanos.
El momento del nacimiento se nos cuenta de la siguiente manera:
Cuando se cumplieron sus días para dar a luz, he aquí había gemelos en su vientre. Y salió el primero rubio, y era todo velludo como una pelliza; y llamaron su nombre Esaú. Después salió su hermano, trabada su mano al calcañar de Esaú; y fue llamado su nombre Jacob. Y era Isaac de edad de sesenta años cuando ella los dio a luz. (Genesis 25:24-26)
El calcañar es sinónimo de talón. Ya’akov salió agarrando a Esaú por el talón. En hebreo, lo agarró del akev. Y por eso lo llamaron Ya’akov. Es decir, este nombre tiene que ver con una parte de la anatomía humana, pero al mismo tiempo tiene un significado figurativo: akav es un verbo que significa “seguir (de atrás)”, “suplantar” o también puede ser “engañar”. En español tenemos la expresión que alguien nos viene pisando los talones, cuando queremos expresar que están muy cerca, que nos están siguiendo y casi alcanzando. Algo parecido sucede en el hebreo, con un aún un poco más de ramificaciones metafóricas.
Luego de haber engañado a su padre haciéndole creer que él era Esaú, con fin de recibir la bendición, su hermano se lamentó diciendo:
Bien llamaron su nombre Ya’akov, pues ya me ha suplantado (Ya’kveni) dos veces: se apoderó de mi primogenitura, y he aquí ahora ha tomado mi bendición. Y dijo: ¿No has guardado bendición para mí? (Genesis 27:36)
Aquí Esaú hace referencia directa a la elección del nombre de su hermano por parte de sus padres, el cual se relacionaba con un incidente en el evento de su nacimiento, pero ahora él lo utiliza de manera metafórica, haciendo un juego de palabras y llamando a su hermano “engañador”, o “suplantador”.
La palabra Ya’akov aparece en una connotación negativa en Jeremías 9:4:
Guárdese cada uno de su compañero, y en ningún hermano tenga confianza; porque todo hermano engaña (akov) con falacia (ya’akov), y todo compañero anda calumniando.
Se puede observar aquí que no hay dos palabras distintas en el hebreo, sino que ambas palabras son idénticas: “akov ya’akov” es una expresión hebrea que lo que hace es simplemente enfatizar la acción, en este caso, la acción de engañar.
A pesar de todas las dificultades que Ya’akov experimento en su vida, o tal vez gracias a ellas, su destino fue marcado por el Altísimo y consecuentemente, su nombre cambiado a Israel. Un “nuevo nacimiento” (espiritual), sucede en su vida.
El profeta Oseas cita en sus escritos ambas naturalezas de nuestro patriarca:
En el seno materno tomó por el calcañar (akav) a su hermano, y con su poder venció (sará) al ángel. (Oseas 12:3)
Akav es la raíz de Ya’akov. Sará es la raíz de Israel.