¿Ha escuchado usted alguna vez a un animal que hable? Esta es la razón por la que esta parashá en particular es tan interesante y peculiar, ya que esto fue lo que le sucedió al profeta Balaam… veamos los detalles.
La Parashá Balak es una sección de la Torá que abarca desde Números 22 hasta el capítulo 25. Se centra en Balak, rey de Moab, quien temiendo la expansión y el poder de los israelitas, contrató al profeta Balaam, conocido por su habilidad para bendecir o maldecir eficazmente, con la esperanza de debilitar a sus enemigos, el pueblo de Israel.
La interacción entre estos dos personajes es clave en esta historia. Balaam se ve seducido por la oferta de Balak el cual le ofrece grandes riquezas a cambio de que cumpla su deseo. Balaam se encuentra atrapado en un conflicto debido a las instrucciones que recibe de parte de Yehováh. A lo largo de su viaje hacia Moab, Balaam experimenta varias señales divinas, incluyendo una conversación sobrenatural con su asna, que ve un ángel bloqueando su camino. Este relato destaca temas de obediencia y la soberanía del Altísimo, ya que, a pesar de los intentos de Balak, Balaam termina bendiciendo a Israel, cumpliendo así la voluntad divina en lugar de los deseos del rey de Moab.
Esta historia nos enseña varias lecciones valiosas. En primer lugar, nos recuerda la importancia de la emunáh (fe) y la confianza en Yehováh, especialmente en momentos de dificultad y peligro. También se destaca la necesidad de la integridad y la honestidad, ya que Balaam, a pesar de sus intenciones iniciales, finalmente obedece la Palabra de Yehováh y pronuncia las palabras que Él le ordena. Además, la intervención del asna de Balaam nos enseña a ser sensibles a las señales y manifestaciones del Todopoderoso, que pueden venir de las fuentes más inesperadas. En resumen, la parashá de Balak nos invita a reflexionar sobre la soberanía de nuestro Padre, Su protección hacia su pueblo y la importancia de actuar con integridad y obediencia a sus mandamientos.
Exhortación: Seamos humildes delante del Creador y no permitamos qué nuestra terquedad llegue a tal punto ¡que Yehováh tenga que hablarnos a través de una asna!